Oficio de voyeur
Te deseo, en fin, ya sin grilletes.
Acaricio los escudos de silencio
que vestí sobre la mesa.
Hago trampa (no lo cuentes):
te espío y me divierto (no lo digas),
viéndote sonreir (no lo detengas),
turbado (¿no?).
 

VI
Turbio mío, turbulento:
si me dieras el dolor que te araña,
yo sabría,
yo podría
dejar que el agua sane lo que has hecho.

Simple mío, temeroso:
si escucharas los compases que me rigen,
si le dieras a tu voz
el bramido del infierno que me muerde la garganta,
si de ti nacieran como flores
las piedras necesarias y grises,
duras de soledad, tristes de tiempo;

si en mí no fuera la noche este grito que es,
esta insistencia,

si tú,
si yo,

entonces,

sí.
 

Simple
Todo es precioso en ti como en un bosque.
Alimentas mi risa con pan de centeno,
pimiento rojo, orégano, carnavalitos y besos robados.

Nadie, antes, así.

Huelo a miel y a dicha desde que estoy contigo.
 

XXX
No llames más.
Toda la sordera del mundo ancló en mi isla
y desnuda voy como la piedra a dar mi cuerpo
para que el metal, el cemento y algún hombre
armen su vanidad con mis despojos.
Aquí me acabo.
Renuncio a mi pasión, a mi corteza,
a mis ríos de ciclones infinitos.
Me abstengo de batallas y combates.
Firmo insólitas paces.
Maduro otras derrotas padecidas.
Hago entrega de armas
y olvida mi sangre pasadas estrategias.

Capitulo:
aquí están el asta y mi bandera.

Soy sólo una mujer que tiene frío.
Sé gentil amor, no me despiertes.
 

Paisajes
Vuelvo
del país de tu risa, otra.
Como un ermitaño abrazado hasta el amor, ardiendo.
 

Poema urgente
No pronuncies gestos ni palabras.
No diluyas dotes de ladrillo.
El agua, el viento, la madera,
los sueños, la piedra y el martillo
son signos glaucos de la vida
que no requieren comprensión ni olvido.

No pienses. No hay sinapsis en vigencia.
Vencieron los plazos
y los buitres caminan lo que no pueden volar.

No me des la paz que no te pido
ni la guerra que puedo generar por cuenta propia.
Dame de vos lo más prohibido,
aquello que intuyo estás negándome:

tu fuerza brutal de cataclismo,
tu ronca raíz de remordimientos,
el fatal infortunio de tus días,
la fe que no tienes ni te inventas,
el plomizo ritual de tu rutina,
la asfixia venenosa que desgarra tu silencio,
el temible despertar de tu conciencia,
los trazos grotescos de tu infierno,
tu pobre lucidez de madrugada,
tus giros idiomáticos traviesos,
tu caos, tu insolencia, tu resaca,
tus afiebradas tormentas,
tus castillos de arena casi en ruinas,
tus furiosos dragones lanzallamas.

Dame de vos lo que no quieras darme.
No te protejas de mí,
no te me escondas
porque antes de desconocerte por completo,
tengo urgencia de aprenderte de memoria.

XV
Aviso a los amigos y parientes:

la mujer con la soga entre los dientes
es la que fui,
que anda con furia resolviendo sus dobleces,
apartando sus escombros y arrecifes.

Siente demasiado y se consume.

Si llega perdida, turbia, obnubilada,
palméenle el hombro con cariño.
 

Raquel Garzón (Córdoba, 1970) es periodista y abogada. Publicó tres libros de poemas: Crucigramas (1987), Cataclismos (1989) y Poemas grises (1991).  Para 1999 prepara Riesgos de la noche.