GIDDENS, BLAIR Y LAGOS: LA TERCERA VÍA.

por Enrique Fernández M.

(1) La tercera vía de la que hoy se habla es aquella gestada por el sociólogo británico A. Giddens, lo que determina en primer lugar, que se trata de una propuesta teórica del ámbito de la filosofía política surgida desde Gran Bretaña y que por ende, aplica principalmente a la realidad británica.

Lo primero a destacar es que el uso del término no es privativo ni original del sociólogo inglés. Para W. Merkel, politólogo de la Universidad de Heidelberg, esta metáfora del discurso político no es en absoluto nueva. “ Fue inventada por los austro-marxistas en los años veinte, se utilizó en la fundación de la Internacional Socialista en 1951, y representaba el título del programa económico de la Primavera de Praga de 1968 ”. Según Ignacio Ramonet ya en la década del ‘30, se hablaba del surgimiento de una “tercera vía”, el fascismo, alternativa a los dos mundos nuevos que surgieron tras la Primera guerra mundial. Posteriormente en 1982, Michael Novak diría: “ Los pensadores del renacimiento católico no eran, sin embargo, tan sólo nostálgicos; muchos trataron de imaginar una nueva “ tercera vía ” entre el capitalismo y el socialismo ”. En una perspectiva más cercana, la expresión política de la rearticulación ideológica del proyecto populista del General Ibañez, a la vez anticomunista y anticapitalista, fue considerada una “ tercera posición ”.

Los proyectos políticos fundamentales del siglo XX, democracia representativa liberal asociada al capitalismo como sistema económico y el socialismo de inspiración marxista - democracias populares en lo político y planificación estatal de la economía - eran absolutamente excluyentes, por lo menos en sus implementaciones concretas, lo que condujo a una guerra fría de más de 40 años. Con el derrumbe de uno de estos paradigmas, la posición predominante del otro pareció liquidar la posibilidad de seguir cuestionándolo y algunos se apresuraron en concluir que la Historia había terminado. Desde la vertiente del paradigma vencedor ( el capitalismo ), el fundamentalismo neoliberal hayekiano, promotor del capitalismo globalizado y los mercados libres no parecía tener a la vista otra alternativa.

Sin embargo, la tercera vía de Anthony Giddens no dice relación con esta dicotomía. Tal como lo planteó W. Merkel, si alguna vez la tercera vía debía llevar por la ancha, pero no claramente definida, avenida entre el socialismo y el capitalismo, hoy en día, la tercera vía del nuevo laborismo debería llevarnos por un sendero mucho más estrecho entre el neoliberalismo radical y la vieja socialdemocracia estatal-neocorporativista de la posguerra. Cabe resaltar que nunca existió en Gran Bretaña una implantación de políticas económicas y/o sociales de corte socialista-marxista, es decir, de economía centralmente planificada y con un Estado propietario de los medios de producción, como sí ocurrió en la URSS y en sus aliados de Europa del Este. Debe mantenerse claro que tanto la socialdemocracia como el neoliberalismo son variedades del capitalismo y que la tercera vía surge como un intento de morigerar los efectos destructores del tejido social que conlleva la aplicación de un sistema neoliberal.

En efecto, se trata de contrarrestar nocivas consecuencias sociales creadas por las políticas neoliberales aún imperantes en Gran Bretaña, implementadas a partir de los gobiernos de M. Thatcher. La autocrítica socialdemócrata o laborista, entendió que la aplicación de tal programa de reformas, por parte de un gobierno democráticamente electo, era la respuesta de una sociedad británica hastiada con ciertos “excesos” a los cuales se llegó con el estado de bienestar keynesiano. Ejemplo típico, el abuso de los subsidios de cesantía, generadores de cesantes empedernidos. Pero más importante aún resultó, para generar estas disfunciones del estado de bienestar, la modificación del escenario socio-político y económico tras “30 gloriosos años” post Segunda guerra mundial que, al decir de Giddens, les condujo desde una sociedad industrialmente destruída y con severas limitaciones de alimentos y bienes, hasta una actual “sociedad post-escasez”.

A.Giddens, pensador asociado con la izquierda, así como otros autores de raigambre liberal, entienden que fue el “agotamiento” de las políticas de la socialdemocracia la que generó el ambiente propicio para la llegada al poder de la Baronesa Thatcher con sus recetas neoliberales.

De modo que toman parte de este cuestionamiento claro y persistente, sectores que sin duda no formaron parte del paradigma socialista, y quizás si por esta misma razón, la tercera vía giddiana, no busque revertir ni menos superar, todos los contenidos del capitalismo globalizado y libremercadista vigente. En Gran Bretaña, la materialización de estas ideas en un programa político, fue llevada a cabo por el “nuevo laborismo” y en especial por su actual líder, el Primer Ministro Tony Blair.

(2) De lo anteriormente expuesto, se puede colegir que la extrapolación a nuestra realidad de tal corpus de ideas, debería al menos ser efectuada con extrema cautela. Si bien es cierto que en el radio europeo pudiesen haberse verificado, en distintas naciones, situaciones socio-políticas que semejacen lo acontecido tras la Segunda guerra mundial en Gran Bretaña, no es cierto en absoluto que tales realidades fuesen las que nosotros experimentamos en América Latina, ni menos en Chile. Con estricto rigor académico y concordando con lo expresado por Joaquín Estefanía, en América Latina la tercera vía es una salida al neoliberalismo y no una vía “intermedia”: “ La gestación de terceras vías en la segunda mitad de los noventa es consecuencia directa de las salidas no traumáticas al neoliberalismo ”.

Corroborando esta afirmación y en relación a la tercera vía de Blair, Jospin y Schröder - término que Ricardo Lagos califica de “ discutible utilidad teórica ” - el actual mandatario advierte: “ Existen matices de diferencia entre el debate europeo y el latinoamericano ... La tercera vía no puede entonces tener el mismo acento en una Europa de 30.000 dólares per cápita que en una América latina de menos de 5.000 dólares per cápita ”.

En nuestro país a consecuencia de lo vivido con el crack bursátil de 1929 y con la crisis del salitre, se hizo evidente desde principios del siglo recién pasado, la necesidad de impulsar, desde el Estado, una política de apoyo a los sectores más necesitados, diríamos un esbozo o remedo de lo que tiempo después - tras la Segunda guerra mundial - acontecería en Europa: la instalación bajo los auspicios de U.S.A., de una política económica keynesiana que cristalizó en el llamado, Estado de Bienestar.

Quisieramos insistir en el hecho que en Chile, jamás llegamos a tener algunos de los “vicios” que en Gran Bretaña presentó el Estado de Bienestar en su fase tardía. La aplicación, bajo una dictadura, de un sistema de fundamentalismo de mercado, (sistema neoliberal) en una sociedad que nunca se benefició de una política de bienestar gerenciada desde el Estado, dista mucho de la aplicación del mismo tipo de sistema, pero bajo régimen democrático y en una sociedad con redes de protección social, de distribución del ingreso y niveles educacionales de la fuerza laboral, propios de un país que está en una cuarta fase de desarrollo productivo e incluso, en pos de la intangible “ nueva economía ”.

Entonces concordamos con lo afirmado por Merkel: “ Lo que podemos aprender de estas objeciones es que no hay sólo una tercera vía que lleve a la socialdemocracia al siglo XXI, sino varias. El consensuado modelo Polder holandés y la respuesta del bienestar reformado del gobierno danés, ambos con mucho éxito en el mercado de trabajo al tiempo que mantienen niveles de bienestar muy altos, demuestran que contextos diferentes requieren respuestas diferentes ”.

(3) No deja de ser acuciosamente llamativo el hecho que tal propuesta - la tercera vía - irrite de sobremanera a la ortodoxia neoliberal tanto en Gran Bretaña como en Chile y en el resto del mundo. Además, se asocian a este escozor intelectual sectores tributarios de lo que viene en llamarse izquierda dura, es decir, aquellos que reivindican la preeminencia del Estado como motor del desarrollo económico, con un ente estatal propietario y productor y no subsidiario ni regulador. “ En el actual abanico político, la izquierda debe ser reinventada mientras que el lugar del conservadurismo y del conformismo le pertenece ahora a la social-democracia ; es ella la derecha moderna. La social-democracia ha aceptado la misión histórica de naturalizar el neoliberalismo, ya sea por vacuidad teórica, ya sea por oportunismo... La social-democracia está navegando a la deriva, sin brújula, obsesionada por urgencias de visiones cortoplacistas y completamente despojada de cualquier sustento o fundamento teórico, a menos que llamemos teoría a esos catálogos de renuncias y renegamientos que constituyen La Tercera Vía de Anthony Giddens, consejero del Señor Blair y la Buena Elección de Bodo Hombach, inspirador del Señor Schröder ”.

La crítica proveniente de este último sector resulta comprensible al tener claro que en su ecléctismo, la tercera vía, no se propone reemplazar al capitalismo como modo de producción ni amagar la posición preeminente del Mercado como el mejor asignador de recursos en la economía.

Pero quizás si este mismo ejercicio de pragmatismo, inherente a la tercera vía, de reconocer ciertas virtudes pero también de intentar corregir los vicios de la economía neo clásica, es lo que más altera a quienes han constituído, en torno al Mercado, una ideología integrista y de concepción holística del mismo modo como se estructuró y plasmó el marxismo según la versión leninista.

Francis Fukuyama - con el característico e intelectualmente estéril recurso de desacreditar, tan propio de los neoliberales - afirma: “ La Tercera Vía no existe. Blair y Clinton reempaquetaron a Thatcher y Reagan, con un poco más de énfasis en la red de seguridad social. Así lo hacían digerible para la gente de izquierda ”. En la misma tónica y desde un ámbito más criollo, un excelso representante de la sociedad Mont-Pélèrin, Carlos Cáceres, nos dice: “ La “tercera vía”, entonces, y sus variantes emergen con las confusiones propias de construcciones ideológicas que están alejadas de los requerimientos de una sociedad que se globaliza y que exige de mayores niveles de competitividad para enfrentar las tareas del desarrollo... La búsqueda de terceras vías puede llevarnos de regreso al tercer mundo ”.

(4) La profusa referencia a citas provenientes de los más diversos sectores y posturas político-intelectuales, nos confirma que esta “tercera vía”, surgida a fines del siglo XX, constituye un potente aliciente para el diálogo, a partir de una propuesta que intenta desbloquear una cierta parálisis intelectual precipitada por el fracaso de los socialismos reales y acentuada por el avasallante dominio del neoliberalismo.

Aparentemente, el término ( tercera vía ) ya está siendo reemplazado, al tiempo que se amplían y profundizan sus alcances. Se le imputa ser una etiqueta anglosajona para designar la adaptación de un proyecto político de centro izquierda a los problemas de la modernidad y la globalización. Otros, ponzoñosamente cuestionan si se trata de una nueva filosofía política o si sólo se trata de las mismas añejas ideas políticas ahora remendadas.

Tributo a Giddens por imaginar y proponer ideas, que más que una solución o receta para un contexto socio-político específico, vinieron a constituirse en plástica materia que motiva y regenera la discusión colectiva y revitaliza la dialéctica política.

Se nos ha develado eso si, un hecho irredargüible y esperanzador: la Historia no ha concluído y esto, pese a quien le pese.

junio, 2000.