Presión demográfica, presión sobre los recursos naturales debido a la superpoblación, con las consiguientes consecuencias psicológicas, sociales y políticas. El volumen, la distribución, el crecimiento y el desplazamiento de la población están estrechamente relacionados con los problemas globales de pobreza, agotamiento de los recursos y degradación medioambiental. Según estudios recientes, "si las previsiones actuales de crecimiento de la población son correctas y las pautas de actividad humana en el planeta no cambian, la ciencia y la tecnología no van a poder impedir la degradación irreversible del medio ambiente ni la creciente pobreza de gran parte del mundo".

Población y pobreza

Sus interacciones en la población son, sin embargo, complejas y a menudo polémicas debido a que suelen actuar en dos direcciones. Así, por ejemplo, el rápido crecimiento de la población dificulta la implantación de políticas gubernamentales de educación, sanidad, vivienda y empleo. Pero al mismo tiempo, si los gobiernos no invierten en el sector social y crean un clima que favorezca un desarrollo igualitario y justo, no pueden erradicarse las condiciones que propician que las parejas formen grandes familias. La situación es más crítica debido a que el 95% del crecimiento anual de la población mundial (más de 90 millones) tiene lugar en los países menos desarrollados y más pobres.

Numerosos estudios muestran que cuando la mujer tiene acceso a la educación (en especial de nivel secundario) es más probable que se case más tarde y tenga menos hijos en un periodo de tiempo mayor. Esto también puede aplicarse a la sanidad: cuando la mujer tiene acceso a servicios médicos (especialmente de planificación familiar) hay menor probabilidad de que tenga embarazos no deseados y una probabilidad mayor de tener hijos sanos. Lo mismo podría decirse de otros aspectos del desarrollo humano. Cuando las parejas no tienen que apoyarse en los hijos para proteger y asegurar su vejez, y cuando las mujeres tienen oportunidad de trabajar y de conseguir un estatus no basado en dar a luz hijos, existe mayor probabilidad de que opten por tener una familia más reducida.

La población y el desarrollo son dos caras de una misma moneda. Lograr reducir la velocidad de crecimiento de la población en aquellos países donde ésta resulta insostenible es un objetivo político importante, pero para conseguirlo se necesita aplicar tanto una acción directa que proporcione a la mujer y al hombre programas de planificación familiar, como una acción indirecta que cree las condiciones adecuadas para su realización. Este ha sido uno de los principales temas de debate de la Conferencia sobre Población y Desarrollo de las Naciones Unidas, celebrada en El Cairo en septiembre de 1994. En ella se elaboró un ambicioso Plan de Acción para los próximos 20 años dirigido a la mujer.

Población, consumo y entorno

Las conexiones entre población, recursos y entorno son también muy complejas. Dos factores importantes que afectan al impacto de la población mundial sobre su entorno son la tecnología y la riqueza. La tecnología puede influir decisivamente en la producción de bienes, y ésta suele ser un buen indicador de lo que la gente está dispuesta a consumir. El profesor Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford (EEUU), ha resumido el impacto de la población sobre su entorno en la fórmula I = PPT (Impacto = Población, Producción, Tecnología). Aunque esta fórmula pueda resultar demasiado simple, muestra que cualquiera que sea el nivel de consumo, con cualquier tecnología, la población multiplicará el uso de recursos, espacio y material de residuo, permaneciendo constantes las demás variables.

Esta fórmula también muestra la importancia del impacto que tiene sobre el entorno el crecimiento de la población en sociedades ricas, donde los niveles de consumo (a veces con tecnologías que producen gran cantidad de material de residuo) son extremadamente altos. Así, por ejemplo, en España, en la década de 1990, se producían 14,2 millones de toneladas de basura al año, siendo un 44,09% material orgánico, un 21,16% papel, un 10,57% plástico, un 6,88% vidrio y un 17,3% de otros residuos. Cada español genera un kilo de basura al día. Según estos datos, el aumento de población que se produzca en el mundo desarrollado hasta el año 2050, va a tener un impacto mucho mayor sobre los recursos y producir mucha más contaminación que los casi 120 millones adicionales de un país como Bangla Desh (el crecimiento estimado de esta población es de 118 millones en 1994 a 240 millones en 2050), donde cada persona adicional consume relativamente poco y desecha menos. Según algunos estudios, un recién nacido en un país desarrollado durante su vida producirá un impacto 30 veces mayor sobre el medio ambiente que un recién nacido en la India.

El conjunto de los países industrializados (algo menos de la cuarta parte de la población mundial) consumen tres cuartas partes de las materias primas y de la energía, y producen una proporción similar de residuos sólidos. A pesar de que las tasas de crecimiento son por lo general bajas (muchos países europeos presentan un nivel igual o inferior al de reemplazo de fertilidad), se estima que entre 1994 y 2015 los países desarrollados van a aportar 60 millones de personas a la población mundial, cifra que empezará a reducirse en el año 2050.

Sin embargo, la población es sólo una de las variables en juego: hay otros factores que pueden producir un deterioro medioambiental aún mayor. Así, el gran consumo a partir de la década de 1930 de pulverizadores con clorofluorocarbonos (CFC) está más relacionado con el cambio tecnológico que con el crecimiento de la población. El deterioro de la capa de ozono a causa del uso de estos pulverizadores no es atribuible, por lo tanto, al crecimiento de la población.

En cambio, en el aumento del volumen de emisiones de dióxido de carbono sí parece influir la población. Según Harrison, más de un tercio del aumento de las emisiones de carburantes en los países desarrollados entre 1960 y 1988, y casi la mitad del aumento de las emisiones de CO2 en los países en vías de desarrollo se deben al crecimiento de la población. Las amenazas de cambio climático y de calentamiento del planeta tienen su origen en gran parte en el incremento de la población.

A medida que los países en vías de desarrollo (con poblaciones en fase de crecimiento rápido) siguen los pasos de Occidente, el problema se complica. Según Vaclav Smil, China, con su rápida industrialización y su población de 1.200 millones de personas (con un crecimiento estimado de 500 millones), en el 2050 pasará a convertirse en uno de los principales emisores de gases, contribuyendo de modo intenso al calentamiento del planeta.

Otros casos donde el crecimiento de la población también juega un papel importante son la deforestación, la desaparición de tierras pantanosas y de especies, el aumento de la cría de ganado con la consiguiente erosión del suelo, el aumento de las emisiones de metano y el aumento del riego (con la consiguiente salinización y agotamiento de las capas freáticas).

La mayoría de los expertos están de acuerdo en que la presión de la población sobre el medio ambiente contribuye directamente a la desaparición paulatina de la capa forestal, estimada hoy en 17 millones de ha por año (170.000 km2), lo que supone una extensión mayor que Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte juntas. La relación entre estos factores es tan marcada que el departamento forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) está utilizando los datos de cambio de densidad de la población local para estimar la deforestación.

Según las estimaciones de la FAO sobre utilización de terrenos, el 59% de la superficie forestal talada entre 1973 y 1988 en los países menos desarrollados (1,45 millones de km2) se destinó a actividades no agrícolas, pero relacionadas con el crecimiento de la población (creación de asentamientos humanos, pavimentación, etc.). Basándose en estos datos Paul Harrison estimó que además se ha talado otro 20% adicional de la capa forestal para su utilización como pastizales como consecuencia del crecimiento demográfico, y todo ello sin tener en cuenta la tierra de cultivo adicional que se necesita para cubrir el incremento de alimentos de consumo inmediato.

La desaparición de los bosques tropicales conlleva, entre otras cosas, la destrucción de la fauna y la flora y pone en peligro la biodiversidad de la vida sobre la Tierra. Se estima que en la actualidad desaparecen diariamente entre 50 y 100 especies y que existen millones de especies en peligro de extinción. En gran parte esto se atribuye al crecimiento de la población. La deforestación también conlleva una escasez de carbón vegetal y la erosión del suelo, al obligar a los agricultores de tala y quema a actuar sobre el mismo terreno o a subir a las zonas más altas. Según Myers, más de 250 millones de personas viven según este modo de subsistencia y su número sigue aumentando. La FAO estima que para finales de siglo más de 3.000 millones de personas no dispondrán de suficiente leña para combustible.

Otro elemento medioambiental que se ve afectado por el aumento de la población es el agua. Recientes estudios que han utilizado las últimas estimaciones de las Naciones Unidas (1994) y las previsiones del hidrólogo sueco Malin Falkenmark, han calculado que dentro de 30 años entre 2.700 y 3.500 millones de personas vivirán en países con escasez de agua. Según las previsiones de las Naciones Unidas para el año 2050, esta escasez de agua podría llegar a afectar a 4.400 millones de personas (de un total de 10.000 millones en el planeta), con una cifra máxima de 7.700 millones y otra mínima de 3.500 millones de personas. La reducción de la velocidad de crecimiento de la población podría aliviar de manera considerable la problemática de escasez de agua en el próximo siglo.

Densidad y velocidad de cambio de la población

El impacto de la población puede considerarse asimismo en términos de densidad y de velocidad de cambio. Una población dispersa puede carecer de sistemas modernos de alcantarillado sin por ello dañar el medio ambiente, pero una población densa vertiendo todos sus residuos, por ejemplo, a un río puede contaminarlo fácilmente. Este tipo de ecosistemas sobreviven hasta que sobrepasan un determinado valor y entonces se colapsan. Este es el destino que amenaza a muchos lagos y mares interiores como, por ejemplo, el Lago Victoria en África. Estas reservas de agua están amenazadas por un conjunto de factores (crecimiento de la población, pesca indiscriminada, contaminación industrial y mala administración). Con un 60% de la población mundial en las zonas costeras, muchos humedales costeros, zonas pantanosas y arrecifes de corales se encuentran asimismo bajo presión intensa.

La densidad y la velocidad de crecimiento son factores que también afectan a las ciudades. Se estima que en los países menos desarrollados la población urbana está creciendo a una velocidad cuatro veces mayor que la población rural. En la práctica esto significa que la población urbana crece a un ritmo de 170.000 personas al día, frente a las 60.000 personas por día de la población rural. A finales de este siglo casi la mitad de la población mundial vivirá en la ciudad. Una de las consecuencias de este proceso es la considerable disminución del terreno de cultivo, como en Egipto, donde las ciudades han ido ocupando más del 10% de la tierra más fértil en un país donde sólo el 4% de la tierra es cultivable, y otra consecuencia es la sobrecarga de los sistemas de recogida de vertidos (casi la mitad de los residuos sólidos de las ciudades en los países menos desarrollados queda sin recoger). Según el Centro de Asentamientos Humanos de las Naciones Unidas (Habitat), unos 600 millones de personas que viven en ciudades de los países menos desarrollados se encuentran en condiciones de extrema pobreza en asentamientos de infraviviendas y viviendas ocupadas de forma ilegal, cifra a la que habrá que añadir otros 700 millones a finales de la presente década.

Gran parte de estas personas están abocadas a no encontrar trabajo o trabajos mal remunerados. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el Empleo Mundial, publicado para la Cumbre Social de las Naciones Unidas en marzo de 1995, destacaba que en la década de 1990 en la zona subsahariana de África 6 millones de personas buscarán trabajo cada año y esto en un momento de desarrollo económico en recesión. La pérdida de empleo en las fábricas se ha visto acompañada de un desplazamiento de la población de las áreas rurales a las urbanas, lo que ha producido un aumento del desempleo y un fuerte descenso de los salarios. En estas circunstancias un crecimiento rápido de la población sólo agudizaría el problema.

Capacidad de sustentación

De cara al futuro se han venido realizando numerosos intentos de medir la capacidad de sustentación del planeta. Este polémico concepto de capacidad intenta medir dos elementos: los límites de nuestra capacidad para alimentar y proporcionar otros recursos esenciales (minerales, etc.) a la población mundial y los de la capacidad del planeta para absorber nuestros residuos sin deteriorarse a largo plazo. Este análisis resulta aún más complejo si se tienen en cuenta las incertidumbres que rodean a los cambios climáticos y al grave calentamiento global.

Uno de los factores que afectan a la capacidad de sustentación es la evolución de China, donde el rápido aumento del consumo, unido al cambio de dieta y a la gran presión existente sobre la limitada tierra cultivable pueden producir un gran aumento de la demanda de importación de grano. Se calcula que para el año 2050 el volumen de esta demanda podría superar la exportación actual total de grano (200 millones de toneladas).

Pero aunque parece que la Tierra podría soportar una población de 10.000 a 11.000 millones de personas en el próximo siglo, esto requerirá una considerable mejora de las técnicas agrícolas, menor consumo de energía, modificación de los hábitos en la alimentación y profundas reformas políticas en los países desarrollados y en vías de desarrollo para reducir las crecientes desigualdades. También será necesario modificar profundamente el uso de las materias primas y de la energía con el fin de reducir el impacto de los residuos. Esta situación se simplificaría si pudiera reducirse el crecimiento de la población, como ya se expuso en la Conferencia de El Cairo.

 

Políticas de población y desarrollo

Según lo expuesto se comprende que en los últimos años se hayan llevado a cabo importantes esfuerzos para desarrollar políticas de población tanto a nivel nacional como internacional. Después de la II Guerra Mundial, Japón adoptó medidas urgentes para reducir el rápido crecimiento de su población. En 1952 la India fue el primer país del Tercer Mundo que adoptó una política de población. China tardó mucho más en seguir sus pasos, pero cuando lo hizo (en la década de 1970) tuvo más éxito que su vecino asiático debido, entre otras cosas, a una transformación social más rápida con gran reducción de la mortalidad, un sistema administrativo eficaz y autoritario impuesto por el Partido Comunista, un sistema de servicios de planificación familiar que incluía el aborto y una población más receptiva a las demandas políticas. En gran parte la reducción de la tasa de natalidad se produjo antes de la introducción en 1982 de la política de un solo hijo.

En 1974 la cuarta parte de los gobiernos deseaban reducir su tasa de crecimiento de población. En la actualidad casi la mitad de los gobiernos del mundo persiguen este objetivo, y nueve de cada diez personas viven en países que promueven la planificación familiar.

El éxito real de este tipo de políticas se debe a varios factores. Por un lado en los últimos años ha descendido en la mayoría de los países la tasa de natalidad, a veces incluso de forma drástica. Así, en Tailandia la familia media ha pasado de seis hijos en 1960 a poco más de 2 en 1995. Se estima que este país alcanzará el nivel de reemplazo de fertilidad antes de final de siglo. Esto refleja el éxito de la política nacional de planificación familiar, la mejora de la sanidad y la educación, y un alto ritmo de desarrollo económico (que, sin embargo, ha producido un gran deterioro medioambiental).

Por otro lado, el porcentaje de parejas del grupo de edad fértil que a nivel mundial utilizan medios de control de natalidad ha pasado del 10% en 1950 al 51% en 1994, aunque esta cifra desciende al 30% si se excluye a China y oculta unas variaciones regionales enormes (4% en Nigeria, 36% en Zimbabwe, 9% en Pakistán y 64% en Tailandia).

Esta diferencias se deben en parte a la pobreza, a una alta tasa de mortalidad infantil, a una deficiente educación de las niñas y a otras condiciones económicas, sociales y culturales que todavía favorecen a las familias numerosas.

Las investigaciones indican que también es determinante el difícil acceso que tienen muchas mujeres a los métodos de planificación familiar. Una de cada cinco mujeres casadas, excluyendo a China, es decir aproximadamente 120 millones, no pueden acceder a estos servicios. Estos estudios no incluyen a mujeres solteras, separadas, divorciadas o viudas, muchas de las cuales también desean acceder a los anticonceptivos.

En la actualidad se están potenciando los servicios médicos y de planificación familiar para intentar frenar el crecimiento de la población. Así, por ejemplo, en los estados indios de Kerala y Tamil Nadu se ha reducido la tasa de natalidad hasta casi el nivel de reemplazo como consecuencia de una mejora real de los servicios de educación y de sanidad (en especial para mujeres y niñas), un alto nivel de compromiso político, una promoción activa de las ventajas de la planificación familiar, la implicación de los hombres en este tema y la ayuda a los jóvenes.

A nivel internacional la Conferencia sobre Población Mundial (celebrada en Bucarest en 1974) marcó el comienzo de un esfuerzo global para afrontar este problema. Se publicó un Plan de Acción para la Población Mundial actualizado y revisado en la ciudad de México en 1984. Esta segunda conferencia se caracterizó por el cambio de estrategia política de Estados Unidos, que durante un tiempo había ignorado los problemas relativos a la población bajo la presión de los defensores del ‘derecho a la vida’ de la administración republicana. En esta conferencia también se aceptó la estrecha relación entre desarrollo y población, y la necesidad de tomar medidas en ambos términos.

Este punto de vista quedó plasmado en la Conferencia de El Cairo de 1994, en la que se acordó que la base de cualquier programa de población era el bienestar del individuo, el control de la natalidad y la libertad de información. En la conferencia hubo gran presión por parte de las organizaciones feministas no gubernamentales, lo que dio lugar a un verdadero cambio de enfoque de este problema.

El Plan de Acción a 20 años acordó aumentar los fondos anuales para el control de la natalidad en la mujer (con servicios de planificación familiar de calidad y acciones para combatir las enfermedades venéreas) hasta alcanzar los 17.000 millones de dólares a finales de siglo. Dos terceras partes de esta cantidad procederán de los países menos desarrollados y la otra tercera parte de donantes internacionales. El Plan incluye objetivos específicos para reducir la mortalidad maternal, infantil y juvenil, ampliar la educación primaria para que pueda acceder a ella toda la población infantil en el año 2015 y promover la educación secundaria, sobre todo entre las niñas.

Este Plan incluye recomendaciones para ampliar el campo de acción del desarrollo de la mujer y tratar temas como la discriminación sexual, edad para contraer matrimonio, acceso al trabajo remunerado, mutilación genital femenina y responsabilidad paterna. El Plan define asimismo el concepto de planificación familiar de calidad y trata temas espinosos como el aborto o las políticas relacionadas con la sexualidad de los jóvenes.