T AventuraCasi en la estela del LEHG

 

La vuelta al mundo de un catamarán por Los temibles 40 Bramadores, Pto Madryn (Patagonia) Argentina - (Bluff) Nueva Zelanda ,sin escalas.

Por Ricardo Cufré.

 

inmbul2a.gif (122 bytes) Buenos días queridos navegantes de la web. Antes de salir a dar la vuelta al mundo juntos, yo desearía que ustedes nos conozcan un poco. Mi amigo Bruno Nicoletti (69) es mucho más argentino que italiano pues, dejando a su Italia hambrienta y destrozada por la guerra, llegó a mi país siendo muy joven. Nació en el Véneto y una mañana salió de su casa rumbo a la escuela.

Dos mares después (Mediterráneo y Atlántico), en el puerto de Río de Janeiro un marinero descubrió un polizón de 15 años que quería llegar a la Argentina. Una vez aquí, el sueño de Bruno se hizo realidad: trabajó varios años de marinero, a bordo de buques mercantes de la flota de nuestro país. Desde fines de los 50´s continúa construyendo una impresionante trayectoria como buzo deportivo. Más de 5000 inmersiones en varios lugares del mundo lo han transformado en una leyenda viviente de ese deporte en mi país y el extranjero. Si bien el mar apareció muy temprano en su vida, tuvo que esperar llegar a los 60 años para decidir que ya había gastado demasiado tiempo en tierra.

Hace 9 años que vive a bordo de su barco y - hasta el momento de cumplir su primer vuelta al mundo -, navegó en forma ininterrumpida por el Caribe, el Mediterráneo, el Atlántico Norte y Sur, y circunnavegó América del Sur. Siempre en catamarán. De sí mismo, Bruno dice "ya no me siento ciudadano de ningún país...". Creo que tiene razón. Cientos de puertos en su estela y otros tantos en su proa lo confirman.

En mi vida, el mar también apareció temprano. Lo conocí en mi escuela secundaria, el Liceo Naval, y nunca me abandonó. Tengo 47 años, soy argentino, hace 34 que navego y 24 que enseño a navegar. Antes de esta vuelta al mundo, además del Río de la Plata, he navegado por el Caribe, las costas del Brasil, Pacífico Central y Sur, y Atlántico Sur. Aunque no fue a vela, también tuve la suerte de navegar cruzando el Estrecho de Drake y conocer la Antártida. Hace 28000 millas en catamarán que mi compañero de aventura, Bruno Nicoletti, me honra con su amistad. Sin duda alguna, el mayor tesoro que el mar arrojó a mis playas.

Si tuviera que sintetizar la diferencia entre Bruno y yo, diría que él es un "hombre de mar", y yo, simplemente "un navegante".

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UNA BALLENA DECIDIO LA TRIPULACION

inmbul2a.gif (122 bytes) Antes de este viaje, Bruno y yo no nos conocíamos. En realidad, nos habíamos visto ocasionalmente en 1993, durante una charla sobre su vuelta alrededor de América del Sur en catamarán, recién concluida. Esta conferencia, Bruno la dio en el Centro Argentino de Pilotos de Yate (CAPY), donde nos encontramos por primera y única vez. Ambos ignorábamos los secretos planes que Neptuno, Eolo y Dumas nos tenían reservados. Muy pocos años después, los acontecimientos sucedidos entre nosotros, y la impecable coordinación con que aparecieron para anudar nuestras alejadas vidas, casi me tentaron a sospechar la existencia de alguna magia interviniente.

A mediados de diciembre de 1995, con mi amigo Roberto Alonso publiqué el libro "Vito Dumas. Testimonios de la leyenda", la primer biografía de Dumas. Para ese entonces yo ignoraba que tres semanas antes, Bruno y su catamarán "Brumas Patagonia" habían zarpado desde Puerto Madryn (Patagonia) para dar la vuelta al mundo. Tampoco sabía que a los 4 días de navegación, el catamarán chocó contra una ballena y torció los timones. (Los del catamarán, pues parece que los de la ballena estaban mejor construidos). Bruno decidió regresar a Buenos Aires para repararlos.

Yo estaba con toda la euforia por la por la reciente publicación de la obra, cuando me enteré de lo sucedido. En ese momento, algo raro pasó dentro de mí. Sencillamente me quedé petrificado y supe que iba a cumplir el sueño de todo navegante: dar la vuelta al mundo. Ante mis narices tenía la oportunidad de intentar hacerlo.

En el ambiente del yachting argentino un viaje alrededor del mundo no sucede casi nunca. En los 110 años de historia que tiene este deporte en mi país, solo lo hicieron el célebre L.E.H.G. II (Vito Dumas, 1942/3) y el MANOBRAVA (Roberto Baylac, Coca y Guillermo Mariani, 1987/92, por la clásica ruta tropical). Ahora, Bruno y su catamarán BRUMAS PATAGONIA iban a intentarlo. ¡Yo tenía que estar a bordo!

Le escribí una carta ofreciéndome como tripulante. Siguieron dos meses de ansioso silencio. Yo estaba seguro de que su contestación iba a ser "no", pero no podía dejar de intentarlo. No me lo hubiese perdonado por el resto de mi vida. Cuando al fin encontré su respuesta grabada en el contestador telefónico, me quedé duro. Colgué el teléfono y me emocioné mucho. Estaba aterrado y con un nudo marinero en la garganta. No sabía que hacer. Bruno me había aceptado. ¿Y ahora qué hago?

 

ANTES DE ZARPAR ..,SERA REDONDA NOMAS?

inmbul2a.gif (122 bytes) Las preguntas me golpeaban la cabeza como una lluvia de granizo: ¿Cuál es la ruta? ¿Cómo es la tripulación? ¿Cuánto dinero necesitaré? ¿Cuándo zarpamos? ¿Cuándo regresamos? Las preguntas me seguían castigando. Rápidamente, empecé a encontrar razones para NO ir. ¡Qué fácil que se encuentran! Conforme pasaban las horas, mi cabeza hervía de "razones" para "NO" ir. ¿Cuánta gente en el mundo habrá pensado o soñado, alguna vez, en dar una vuelta al mundo, a "su casa", sin importar el vehículo sino, simplemente, hacerlo. Yo tenía la oportunidad al alcance de la mano y dudaba.

Para no traicionarme, a mis mejores amigos les dije que me iba a dar la vuelta al mundo a vela. Ese compromiso era muy grande. La vergüenza por no realizarlo sería mucho mayor que el temor a zarpar. Recuerdo que una noche, me miré en el espejo y me pregunté "¿y... te animás o no?". De repente, inundado por una tranquilidad muy profunda y comenzando una tenue sonrisa me dije... "vas". Creo que fue ese el momento en que realmente tomé la decisión. A partir de allí, pude dormir tranquilamente.

Recién a principios de marzo de 1996 Bruno y yo nos volvimos a encontrar por segunda vez en nuestras vidas. Fue a bordo del catamarán que nos protegería durante la travesía. Cuando lo abordé, no lo podía creer. ¡Era un portaaviones! Y además, hermoso. La reunión con Bruno fue muy corta. Ambos estábamos tratando el viaje a vela más importante de nuestras vidas y sin embargo, mis preguntas - y sus respuestas -, fueron muy pocas y cortas: ¿Cuándo zarpamos? ¿Cuántos somos en la tripulación? ¿Qué gastos deberé pagar?, y ... ¿Cuál será la ruta?

"Zarparemos en setiembre de 1997. Seremos sólo vos y yo. Deberás pagarte tu comida y gastos personales en puerto. La ruta será Puerto Madryn (Patagonia), Bluff Harbour (Sur de Nueva Zelanda) y Puerto Madryn nuevamente".

Instantáneamente el corazón me dio un salto: ¡esa era la ruta de Vito Dumas, la de los 40 bramadores! En ese momento sentí algo complejo dentro de mí, una rara mezcla de emociones simultáneas: un profundo agradecimiento (aún no sé a "qué", pero lo sentí); un respeto hacia Vito, pues yo sentí que seguía "metiéndome" en su pasado; un temor físico ante el océano por venir; el gran interrogante que significa el poder escribir otro libro cuyas páginas aún están en blanco... Me considero biógrafo de Dumas y el tremendo viaje que iba a realizar con Bruno era algo así como una continuación de mi investigación sobre su vida. Iba a conocer al inmenso amigo y contrincante que Dumas tuvo en toda su existencia. Iba a encontrarme con el mar, con "su" mar, y eso, lo confieso, me hizo sentir de todo menos tranquilidad. La única diferencia estaba en que nosotros haríamos una escala sola, en vez de las tres que hizo el Navegante Solitario.

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CASA EN LA QUE SE ALOJARA VITO DUMAS ( N.ZELANDA AÑO 1943)

Yo recién finalizaba de publicar su biografía, y ahora se me presentaba la oportunidad de repetir su histórico viaje. Si bien las circunstancias de ambos viajes eran totalmente diferentes - entre otras, además de estar sólo a bordo, Vito ni siquiera tenía electricidad -, había algo que permanecía inalterado: el mar. La vida me ofrecía la oportunidad de conocer el mismo mar que desafió Vito Dumas.

Habían pasado 56 años pero el mar era el mismo. Esa eternidad, esa ronca inmutabilidad azul me apabullaba, pero también me permitía sentir que Vito y yo podíamos compartir           exactamente  lo mismo, y a la hora de sentir emociones ambos seríamos, en última instancia, dos seres humanos maniobrando veleros que siempre, absolutamente siempre... son pequeños.

Bruno y yo sabíamos lo que queríamos, por eso la charla en que nos pusimos de acuerdo no duró más de 10 minutos. Fue suficiente para que el compromiso mutuo fuera total. No se necesitaba más. Faltaba un año y medio para la zarpada, pero cuando se sienten certezas el tiempo se transforma en un detalle menor. Nuestro viaje alrededor del mundo había comenzado cuando, sonriendo en silencio, nos dimos la mano anudando nuestras voluntades y fantasías.

Ambos sabíamos que la naturaleza siempre ofrece aventuras. Y esta vez no fue la excepción.

 

(Para  TURISMO @VENTURA  antes que la afamada revista náutica Voiles et Voilieurs de Francia)

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