LA SOLEDAD DE MARÍA

Siempre que me es posible asisto a misa entre semana, tengo particular gusto por hacerlo en la Oratorio Nacional de San Felipe de Jesús, ubicado en la calle de Madero, particularmente a las misas de una de la tarde y siete de la noche, porque hay bendición con el Santísimo; pero no me podría quejar de las ocasiones en que me es posible asistir a la misa diaria en la casa de Tabasco, con su capilla que emana esa espiritualidad tan especial. Sin embargo, aclaro que asistir a la celebración de la Liturgia, siempre que se desarrolle con la solemnidad debida, me produce una profunda satisfacción.

Algunas de las ocasiones en que no tengo posibilidad de ir a los lugares que cité al principio, suelo ir a la Iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón que se ubica en la calle de Cumbres de Maltrata, muy cerca de la escuela donde da clases mi esposa. Precisamente un día que llegué unos minutos antes de iniciar la misa, se acercó a mi una señora, ya de edad, que me preguntó si me interesaría leer un libro que ella ya había terminado y le agradaría que a alguien más le fuese de utilidad, la obra que me ofrecía tenía un tema que de entrada para mi resultó de gran interés, pues se refería a la Santísima Virgen, específicamente “El misterio de María en los años de su soledad” del Padre J. M. Padilla M. Sp. S. a quien casualmente había conocido recientemente.

Al igual que mucho del material que de alguna manera obtengo, de inmediato pienso en poder extraer ideas para someter a consideración del Padre Loza e incluirlo en el sitio web de las Congregaciones Marianas

En los últimos años, he tenido oportunidad de consultar, leer, seleccionar e incluso desarrollar una gran cantidad de temas relacionados con la Santísima Virgen, pero éste en particular me ha parecido novedoso, por lo que me he permitido preparar este artículo para exponerlo en el sitio.

Desde la encarnación hasta su muerte la Santísima Virgen debió haber experimentado gozos y sufrimientos como cualquier madre de familia, Reiteradamente se ha comentado el hecho de que  las Sagradas Escrituras hablan de Ella muy brevemente.

Por tanto, la mayor parte de las alegrías y las penas de Nuestra Santísima Madre no han quedado explícitas a los ojos de la gente, sin embargo, la piedad cristiana, asistida por el Espíritu Santo, ha sabido descubrir algunas de esas alegrías y penas para su meditación. Además,

Ella misma se ha dignado descubrírselas a algunos de sus amados hijos,-como, por ejemplo, a aquellos siete santos florentinos que el 15 de agosto de 1233, fiesta de la Asunción de María, fundaron la Orden de los Siervos de María. De Ella misma recibieron el encargo de meditar sus dolores y darlos a conocer a todos los hombres.

Con este objeto los Siervos de María han propagado el piadoso ejercicio de -la “Corona de los Dolores”, que contempla la meditación de los siete dolores más significativos de María:

Por otra parte, la liturgia romana, celebraba dos fiestas de los dolores de María: el viernes de la semana de pasión y el 15 de septiembre.

La primera es la más antigua, pues  se celebraba 1423 con el titulo de la “Compasión de María”, y a fines de ese siglo XV, el Papa Sixto IX la inscribió entre las fiestas. El Papa Benedicto XIII, en el año 1727, la puso, conforme al uso de los dominicos, con el nombre “Fiesta de los Siete Dolores”. Sin embargo, el calendario Romano de 1969 la suprimió.

La fiesta del 15 de septiembre es posterior. En 1668 la Orden de los Servitas obtuvo de la Santa Sede la autorización de celebrar una fiesta especial en honor de los Siete Dolores de María el tercer domingo de septiembre. El Papa Pío VII la extendió a la Iglesia universal en recuerdo de los sufrimientos que la Iglesia acababa de padecer en le persona de su Pontífice. Fue Pío X quien la fijó el 15 de septiembre, y el Calendario Romano de1969 la colocó entre las "memorias obligatorias"

En el devenir de los tiempos, la piedad cristiana ha ido descubriendo otros dolores de la Virgen María, que Ella debió albergar en su corazón maternal. Así, además de los siete dolores que se contemplan en la “Corona Dolorosa”, hay uno menos conocido y por lo mismo menos meditado. Es el llamado de "La Soledad", referido al dolor que sufrió la Santísima Virgen durante el tiempo que su Divino Hijo estuvo en el sepulcro.

Algunos autores han tratado de imaginar y describir los sentimientos que en esos días embargaron el alma de la Virgen María: los tristes recuerdos de la pasión; los vivos deseos de ver a su amadísimo Hijo; su plena conformidad a la voluntad de Dios, etc..

Según otros estudiosos del tema, el culto a la Soledad de María desde que su Hijo fue sepultado hasta que resucitó, nació en Europa a principios del siglo XIX como una prolongación o complemento del piadoso ejercicio de "las tres horas", en las, cuales un orador comentaba las siete palabras que Jesús agonizante pronunció desde la cruz, nada más que adicionalmente a las siete palabras de Cristo moribundo, el orador reflexionaba sobre los momentos dolorosos de la Virgen María en esos tres días de soledad.

Se volvió costumbre en esa época meditar una Novena de nuestra Señora de la Soledad. Cada día está dedicado a una de estas penas:

En España. el Padre Anselmo Herranz, escribió el libro “Los dolores de la Santísima Virgen María”, el cual incluye una serie de reflexiones sobre los dolores de la Santísima Virgen, su naturaleza, duración, intensidad, su valor satisfactorio, las enseñanzas que de ellos podemos sacar, nuestros deberes de gratitud y la veneración que debemos a la Virgen de los Dolores.

Específicamente, al escribir sobre la "duración de los dolores de María", y apoyándose en Santa Brígida, hace alusión a otra soledad mucho más larga y dolorosa: los años que sobrevivió desde la ascensión de su Hijo al cielo hasta que Ella murió, pues según Ella misma revela a Santa Brígida, aún después de la tormenta del Calvario, de la muerte y ascensión de Jesús a los cielos, siguió pensando y agonizando su corazón, sin que se apartara de su alma la memoria de la pasión y crucifixión del Hijo de su amor.

Como se ve aquí, se entiende por la Soledad de María, no únicamente la de los días que pasó Jesús en el sepulcro, sino la que empezó en la ascensión y terminó con la muerte de María.

Este hecho en particular, es sobre el que me gustaría proponer una reflexión. No sabemos ciertamente el tiempo que estuvo en la tierra Nuestra Señora después de Pentecostés, sin embargo, en la piedad popular se le ha ubicado en el contexto de la iglesia naciente, e incluso en las letanías lauretanas, se le invoca como “Reina de los Apóstoles”.

Al hablar de los padecimientos de la Santísima Virgen, en esa última época decía algún autor: "Padecía en su memoria por lo que había sufrido su amado Hijo Jesús, y grandemente por la- pérdida de tantas almas a pesar del invaluable acto de redención llevado a cabo por Nuestro Señor, y con el vacío en que quedó después de su ascensión a los cielos, sin por ello poner en duda su férreo convencimiento de que poco después volvería a encontrarlo en el Reino de los Cielos".

Creo que extrapolando esta idea a los tiempos posteriores, y sabiendo que María es también  Madre de todos nosotros y que desde el Cielo intercede por nuestras causas, ésa pérdida de tantas almas, le causa un gran sufrimiento, pues como cualquier madre, no puede ser indiferente de lo que a sus hijos les pueda pasar.

Desarrollado por el C. M. Alfonso de Jesús Marín González, con diversas referencias al libro “El misterio de María en los años de su soledad” de J..M. Padilla, M. Sp. S. , México, 1978.