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Mi propía galeria virual con con varias salas. Bocetos, cuadros y dibujos, al lápiz de carbón, al óleo y a simplemente con un bolígrafo. Los hay de toreros, de bous al carrer, retratos, etc...incluso caricaturas de mi equipo de fútbol, y de teveo, "miss cucarachita"
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Hoy el mar estaba un poco revuelto aunque apetitoso para el baño pero con mucho cuidado!!. Calor y nublado...¿lloverá hoy? Tebeo pescador |
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En Escribiendo... tienes un buscador de premios y concursos literarios, revistas, salas de lectura, bibliotecas virtuales, etc. Literatura en español, frances, portugues, etc... guiones de las
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Tebeo, futuro escritor |
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Teatro |
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Estoy escribiendo una obra de teatro basado en una novela de Martín Labery titulada: Aida, en busca de la luz.
Me gustaría encontrar alguien que esté interesado en colaborar u opinar. Escribir a:
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¿Buscas alguna canción en particular y no la encuentras?, pues...aquí tienes reunidos los 30 mejores buscadores de mp3 en una sola página
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Poemas y poesía... |
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Tras la puerta de poemas, junto al tunnel, puedes leer los poemas Blue-ONLINE, el Camaleon, indecisa indecision o Barrotes de piel entre otros...
Tebeo poeta |
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"Centella. Continuación I" |
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-Si -contestó Diarte. -vale, entonces...elijo a Centella -jajajajaja -oí reír a Diarte por el auricular-, vale, entonces hasta mañana...nos vemos a las ocho.
-Chao Diarte, hasta mañana. -dije y colgué el auricular con la incertidubre por saber a que venía esa última risita de Diarte.
Diarte, mi amigo o, mejor dicho, mi ex-amigo, es un tipo alto y musculoso, con la cabeza rapada al cero debido a un problema de alopécia
familiar que había heredado de su padre, y éste, del suyo, y éste a su vez de..., era algo predecible. Simpatiquísimo, amable, muy extrovertido, y al que conozco tan apenas hacía cuatro semanas al coindicir que había construido una especie de mini-establo-hipódromo-tentadero justo a la vora del camino por
el que suelo -solía- pasar con mi bicicleta cuatro veces al día y en el que solía detener para observar -y pura curiosidad- el avance de la construcción. Estaba en lo que era un antiguo campo de naranjas y al que le había arrancado las 3/4 partes de los árboles dejando unos
pocos para el consumo personal y de adorno, decorativos. Al fondo y a la derecha era donde había construido las caballerizas y donde estaban alojados sus dos únicos caballos; "Centella" y "Volcán", y a los que yo, y hasta esa fecha, tan sólo conocía de ellos a sus
respectivas cabezas, que solían asomar por aquella puerta de dos hojas horizontales tan extraña, que podía abrirse por la mitad; la parte alta y la parte baja, y que también cumplía la función de una ventana. Todo el recinto del mini-establo-hipódromo-tentadero
estaba vallado por una nueva y brillante tela metálica, salvo la puerta de entrada, claro, que era de madera y de dos hojas, con una rueda de un carromato antiguo de adorno en el mismo centro que, al abrise la puerta la partía por la mitad, dando acceso a un
estrecho sendero de tierra amarillenta adornado a ambos lados con una larga fila de rosales. Al llegar al centro, el sendero daba a una pequeña plazuela con una pequeña fuente en el centro, y desde allí se ramificaba en otros estrechos senderos a cada parte de las instalaciones.
Toda esa noche la pasé imaginando lo que me esperaba vivir, por primera vez, al día siguiente, y aún sin dormir, lo soñaba tan real que incluso me debía de esforzar por dejar de oler aquellas preciosas rosas del sendero, de oír los relinches de los caballos... e incluso imaginándome a mí
mismo vestido completamente de negro, con los guantes y el pañuelo con el que ocultaba parte de mi rostro, la capa y, por supuesto, y de negro también, un bonito sombrero cordobés. Me imaginaba subido en lo alto del tejado de las caballerizas, con un látigo enrroscado
en mi mano derecha y llamando a Centella con un silbido, acudiendo este, ráudo y veloz, brillando su piel y sus perfectos y sincronizados músculos bajo el sol, relinchando y balanceando su larga melena negra al compás de su trote... Y me veía saltando desde ese tejado; encajando como un guante sobre la silla de montar de Centella, recibiendo mi peso sobre sus lomos como señal para ergirse y alzarse sobre sus patas traseras, emitiendo a la vez un nuevo, espendoroso y sonoro relinche que, como el corneta que anuncia el
típico...¡¡Al ataqueeeeeerrr!!, Centella, dejando una enorme y espesa nube de polvo amarillento a nuestra espalda, empezara a galopar y a tomar el suficiente impulso para saltar por encima de aquella brillante y nueva valla metálica con carantías, y volver a atemorizar
a las autoridades y gentes adineradas con un nuevo caso "EXPEDIENTE X", con.. ¡¡EL REGRESO DEL ZORRO!!...
Pero todo fue muy distinto. Muy distinto... ¡¡maldita sea!!
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