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40 cafés con leche. (Alegoría de una de las endemias argentinas)"
Palabras claves( Tags):
Argentina, transportes, ferrocarriles, historia,
Por estos días del otoño austral del año 2009, se
puede asumir como premisa para un desarrollo, nociones tales como la que
"la parte está en el todo, o el todo está en la parte".
Así, voy a partir de mis vivencias intensas en un
quehacer específico como son los transportes en Argentina, para intentar
escalar monográficamente a totalidades, que actualmente culminan en el devenir
global.
Sin prejuicio de hacer énfasis en nuestras vivencias
personales o las que nos han sido transmitidas en diálogos directos con
otras personas, no se puede desconocer, que hemos abrevado en documentaciones,
y esas búsquedas han estado estimuladas por las mencionadas vivencias propias y
ajenas; búsquedas que con posterioridad han dado mas perspectiva para las
vivencias ulteriores. Una suerte de "Feedback" continuo.
Vayamos pues a la vivencia disparadora de la presente
comunicación.
Era un verano, creo que el de 1995.La mujer
octogenaria, estaba sentada en el salón de entrada del hotel que había en la
localidad de Balnearia, provincia de Córdoba. Podíamos conjeturar que se
trataba de la dueña del establecimiento. En nuestras recorridas supimos ver
muchos hoteles que evidenciaban pasados esplendores, con sus dueños ya
ancianos, lo que permitía presuponer que el cierre de ese hotel coincidiría con
el fallecimiento de su dueño. En recorridas ulteriores vimos varios de esos
viejos hoteles ya cerrados cuando no demolidos...
También he percibido que en esas recorridas, la gente
anciana es mas proclive al dialogo con los forasteros. Es mas, me he encontrado
con algunos que hacían preguntas incisivas para tratar de saber quien era uno y
cual era el propósito que "cayera" de visita por pequeños pueblos.
La cuestión es que iniciamos una conversación con la
señora, y en uno de sus párrafos mencionó con añoranza, cuando en el comedor
del hotel se servían "cuarenta cafés con leche" a quienes aguardaban
al coche motor que pasaba por esa estación a la madrugada.
Por allí al menos desde finales de la década del
treinta, circuló al menos hasta la del sesenta, un servicio de coches motores -
adquiridos para los Ferrocarriles del Estado en Hungría- y que unían Laguna Paiva con la ciudad de Córdoba.
El relato de "los 40 cafés con leche" viene
a resultar como una alegoría del rol que juegan los ferrocarriles en la cultura
argentina, un rol que no hizo mella, la deliberada desestructuración
a que habrían de ser sometidos a partir de la sanción de la ley Nacional de
Vialidad en 1932, aunque deba reconocerse que hubo una suerte de paréntesis-
aunque parcial- entre 1943 y 1955.
Al evocar esa vivencia en Balnearia, mi memoria se
retrotrae a finales de la década del 50. Iba a visitar la exposición rural de
Magdalena, y al bajar el ómnibus de la empresa "El rápido argentino",
vi un coche motor Driewry, rumbo a la estación
Atalaya. Esos coches motor-traídos al país en 1939-con su peculiar ruido y su
color naranja, eran parte del paisaje cotidiano de mi primera infancia tanto
los que abordábamos en la estación Dock Central para ir de paseos con mis
padres, como los que llegaban a la estación Ensenada, provenientes de Pereyra
pasando por las Estaciones Punta Lara y parada Piria.
Alguna vez fui a visitar a Carrasco, un guitarrista amigo de mi padre, en su
puesto de cambista en la garita, del acceso que desde Tolosa
se empalmaba con este ramal. Y mis recuerdos van hacia el verano austral de
1952,cuando fuimos a bautizar a mi hermana Amalia a
Luján. En ese entonces desde la estación de ferrocarril, unos carros a caballo
transportaban a los pasajeros hasta la Basílica. Aunque luego nos enteraríamos
que cerca de la Basílica, había una parada con ese nombre, que servía para los
que descendían de "El peregrino"(Entonces los trenes en muchos casos
tenían una denominación), que venía desde Pergamino, y donde lo podían combinar
los pasajeros salidos de la estación San Nicolás.
Anticipé que se consignarían vivencias propias como
ajenas.
Así una vez un señor también octogenario, me contaba
que en Coronel Granada- donde mantuvimos el dialogo- una vez se averió una
pieza de la locomotora a vapor. Decidieron llamar a un herrero. Y este con sus
herramientas recompuso la pieza y el tren pudo continuar su marcha.
Mi entrañable amiga Chola Garasa, contaba
la manera que las grandes casas comerciales utilizaban para su sistema de
comercialización, al sistema ferroviario. Así su mama que era modista, recibía
los catálogos que le mandaban a Arribeños, las grandes casas de Buenos Aires y
luego con el sistema de pago contra reembolso, le mandaban las mercaderías.
En la estación de Roque Pérez había un jefe de
estación, con vocación de historiador. Allá por 1986, me contaba de la tarifa
especial para delegaciones deportivas que existían "en la época de los
ingleses". En una larga recorrida que hice ese mismo año, otro historiador
aficionado, creo que se llamaba Benítez en la estación de Saladillo, me contó
la siguiente anécdota: Resulta que cuando comenzó a instrumentarse el tan
nefasto "Plan Larkin", encargado por el
presidente Frondizi, que no llegó a aplicarlo en su
totalidad, porque se lo entregaron en febrero de 1962, semanas previos a su
derrocamiento. Bueno, retomando el relato, resulta que entre los ramales que
comenzaron a levantarse, figuraba el que iba desde Empalme General Alvear a Recalde. En una de las
estaciones del mismo la empresa ferroviaria, decidió alquilar los terrenos
obviamente desactivados a una empresa acopiadora de cereales. Pero hete aquí
que aparecieron los herederos, de quien en la primera década del siglo XX,
había donado los terrenos para erigir la estación y su respectivo cuadro. Esta
persona había hecha la donación "con cargo"; es decir el cargo era
que si alguna vez el tren dejaba de circular, los terrenos volverían a él o sus
herederos. Conclusión: que la empresa tuvo que cumplir los términos de la
donación y restituírselo a sus herederos, los que instalaron un museo
ferroviario privado en las oficinas de la estación".
Ya para la época del relato mencionado mas
arriba de Balnearia, tenia conocimiento de una publicación titulada "Guía
de las Comunicaciones argentinas y sudamericanas",cuyo recopilador es un
señor de apellido Braco, y que se puede consultar a través del "fichero
viejo" de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires"
Allí se consignan los horarios de los servicios
ferroviarios y fluviales de pasajeros en vigencia en el año 1925.
No resulta tedioso leer esos horarios, para quienes
como el que escribe esta comunicación han abrevado tantas vivencias propias y
ajenas. Porque allí cobran sentido muchas vidas. Toda una masa de enésimas
vivencias, que fueron sedimentado afectos que no fueron tenidos en cuenta con
quienes perpetrarían uno de los desequilibrios mas profundos a los habitantes
de esta tierra; desajustes cuyos efectos dejaron una dolorosa secuela que
debilita a la Argentina, ante las acechanzas del futuro, las que podrían haber
sido procesadas menos traumáticamente si se hubiese mantenido aquel
esquema que cual foto instantánea, capturó ese esquema de 1925, con los perfeccionamientos
emergentes del desarrollo científico- tecnológico.
Todavía no se ha cuantificado el daño causado y los
responsables de esas tropelías, hasta son reverenciados como grandes estadistas
o prominentes intelectuales.
Buenos Aires, 20 de Abril de 2009