PRIMERA LECTURA

 

Comentario Bíblico            

La primera lectura (Sab 7,7-14) presenta la sabiduría como fruto de la oración (Sab 7,7; “rogué y me fue dada la prudencia, supliqué y vino a mi el espíritu de sabiduría”), como camino de felicidad y de comunión con Dios (Sab 7,11: “todos los bienes me han venido con ella”, Sab 7,14: “los que la adquieren se ganan la amistad con Dios”) y como riqueza destinada a ser repartida sin medida (Sab 7,13: “la aprendí con sencillez, sin envidia la reparto y no escondo a nadie sus riquezas”). En el texto habla, en forma ficticia naturalmente, Salomón, el personaje que en la Biblia es como el paradigma del hombre sabio. Se hace referencia al conocido episodio de Gabaón, donde imploró al Señor la sabiduría para gobernar. La sabiduría, en sentido bíblico, no es un cúmulo de conocimientos. No tiene como objeto saber cosas o conceptos, sino saber vivir y conducirse según los valores más altos y nobles del ser humano. Es experiencia, es vida. Es la capacidad para orientar la existencia según la voluntad de Dios en todo. Por eso, “el principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Prov 1,7).

 

Comentario teresiano

            Teresa de Jesús recibió como un don la sabiduría de la experiencia de Dios. Una sabiduría abundante y cualificada. Con razón afirma de ella misma: “Creo hay pocos hayan llegado a la experiencia de tantas cosas” (Vida 40,8). Una experiencia gratuita y sorprendente, que se sitúa más allá del terreno de los méritos personales, a tal punto que puede afirmar que “en solos veinte y siete años que ha que tengo oración, me ha dado su Majestad la experiencia –con andar en tantos tropiezos y tan mal este camino– que a otros en cuarenta y siete y treinta y siete que con penitencia y siempre virtud han caminado por él” (Vida 10,9). La experiencia teresiana va más allá de la conceptualización fría y no se identifica con las sensaciones y gustos psicológicos. Es un “saber” que entra en lo profundo del ser, transformando y modelando toda la existencia del hombre, porque una cosa es tener “información” sobre Dios, y otra muy distinta, experimentarlo en su amor. Por eso Teresa, maestra de sabiduría, recomienda: “Que siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes...que amor saca amor...; porque si una vez nos hace el Señor esta merced que se nos imprima en el corazón, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo” (Vida 22,14). Esta es la verdadera sabiduría: un “saber” que da “sabor” a la vida y que echa sus raíces en la experiencia personal del amor de Dios. Una sabiduría que da sostén a toda la existencia, ayudándonos a afrontar los momentos oscuros de la vida y empujándonos a caminar con espíritu teologal.

 

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