SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

Hch 2,42-47

1Pe 1,3-9

Jn 20,19-31

La primera lectura (Hch 2,42-47) de hoy es una descripción de esa nueva forma de "vivir" y de "convivir" que surge de la fe en la resurrección del Señor y que constituye la comunidad cristiana. El cuadro que Lucas nos ofrece de aquella primera iglesia, aunque ciertamente presenta algunos rasgos idealizados, es vivísimo y entusiasmante. El texto pertenece al tipo de relatos conocidos como "sumarios", en los cuales Lucas ofrece breves resúmenes de la vida de la iglesia con el objeto de marcar algunos momentos de transición y ofrecer al lector una pausa de reflexión acerca del sentido de los acontecimientos relatados. El sumario de Hch 2,42-47 está estructurado en base a cuatro elementos que constituían como las columnas básicas de la vida de la iglesia de Jerusalén.

(a) La enseñanza (didajé) de los apóstoles hace referencia al conjunto de la predicación apostólica, normativa y fundamental para la iglesia entera. (b) La comunión (koinonía) indica la unidad entre los creyentes (cf. Hch 4,32) que se manifiesta externamente en la solidaridad, en la comunión de bienes materiales y en la total igualdad socio-económica. El término "koinonía", que aparece en la obra de Lucas sólo en Hch 2,42, no se reduce a una unidad de ideales espirituales ni a la reunión de los creyentes durante el culto, sino que subraya la solidaridad y la igualdad económica que brota entre los creyentes en Jesús Resucitado los cuales tienen "un sólo corazón y una sola alma" (cf. Hch 2,44; 4,32.34). Se abandonan incluso los propios bienes, no por el deseo de ser pobre, sino con el fin de que no hayan pobres entre los hermanos. No se trata tanto de un ideal de renuncia o de pobreza voluntaria sino de una caridad concreta y realista (cf. Hch 2,45). (c) La fracción del pan es una expresión que con toda probabilidad indica la Eucaristía, que era celebrada durante las comidas en común en las casas (cf. Hch 20,7; 1 Cor 10,16). Lucas subraya que eran comidas celebradas con el "gozo por haber creído" (cf Hch 16,34) y con la convicción de la presencia del Señor en medio a los suyos reunidos para la Eucaristía (cf Lc 24,31.35). (d) Las oraciones hacen referencia muy probablemente a la práctica orante en el Templo de Jerusalén a horas fijas (tres veces al día), según el uso judío y como es atestiguado en la Diadajé (Did 8; cf. Hch 3,1). Como para todo judío de Jerusalén, el templo era frecuentado cotidianamente por los cristianos. En efecto, dice Lucas: "acudían diariamente al Templo" (Hch 2,46). Los primeros cristianos, por tanto, se insertan en el centro religioso de Israel, en continuidad con el ejemplo de Jesús (cf. Lc 19,47) y de los discípulos (cf. Lc 24,53). "Alaban a Dios" (Hch 2,47), afirma Lucas. La alabanza gozosa es también un rasgo de la iglesia como espacio y testigo del tiempo de la salvación. Los primeros cristianos alababan a Dios, tanto en el Templo como en las casas, y así la oración abrazaba la vida entera de los creyentes.

En síntesis, ¿cuál es la imagen de iglesia que el lector de los Hechos puede deducir de este sumario?

- Una iglesia que es consciente de ser depositaria de las promesas hechas a Israel y que, por tanto, vive su condición de pueblo de Dios en comunión con la religión de los padres. El cristiano de Jerusalén se esforzaba en ser un judío modelo. Una iglesia igualmente fiel a Jesús y que, a imitación suya y en continuidad con él, frecuenta el Templo y celebra la fracción del pan, pero que al mismo tiempo comienza a distinguirse del judaísmo a través de unos valores nuevos y una práctica religiosa propia.

- Una iglesia fiel al anuncio evangélico, a la enseñanza apostólica y a la catequesis; fiel al amor fraterno solidario y activo a través de obras concretas de caridad en favor de los más pobres; una iglesia fiel a la Eucaristía que es su centro y la fuente de su existencia; una iglesia fiel a la oración que es su fuerza vital; una iglesia que vive en la pobreza y en el gozo constante, disfrutando al mismo tiempo de la estima de todo el pueblo. Una iglesia abierta a Israel y al mundo entero, que fue punto de referencia para las iglesias del tiempo de Lucas y que lo será para la iglesia de todos los tiempos.

El evangelio (Jn 20,19-31) nos presenta la Resurrección de Jesús en términos de "encuentro con el Resucitado", para mostrar cómo los primeros testigos de la pascua llegaron a la fe y cómo podemos llegar también nosotros a creer. La composición del texto es muy sencilla: tiene 2 partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26)

En la primera parte del texto, en el bloque compuesto por los vv. 19-23, se nos da una indicación temporal (es el primer día de la semana) y una indicación espacial (las puertas del lugar están cerradas). La referencia al primer día de la semana, es decir, el día siguiente al sábado (el domingo) evoca las celebraciones dominicales de la comunidad primitiva y nuestra propia experiencia pascual que se renueva cada domingo. La indicación de las puertas cerradas quiere recordar el miedo de los discípulos que todavía no creen, y al mismo tiempo quiere ser un testimonio de la nueva condición corporal de Jesús que se hará presente en el lugar. Jesús atravesará ambas barreras: las puertas exteriores cerradas y el miedo interior de los discípulos. A pesar de todo, están juntos, reunidos, lo que parece ser en la narración una condición necesaria para el encuentro con el Resucitado; de hecho Tomás sólo podrá llegar a la fe cuando está con el resto del grupo. Jesús "se presentó en medio de ellos" (v.19). El texto habla de "resurrección" como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos (cf. Jn 14,28: "me voy y volveré a vosotros"; Jn 16,16-17) y les comunica cuatro dones fundamentales: la Paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo. Los dones pascuales por excelencia son la paz (el shalom bíblico) y el gozo (la járis bíblica), que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. Una única misión: la que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve también misión de la Iglesia para la cual el Señor dona su Espíritu.

En el texto sobresale el tema de la nueva creación: Jesús, como Yahvé cuando creó al hombre en Gen 2,7 o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos en Ez 37, "sopló sobre ellos". Con el don del Espíritu el Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. Como "hombres nuevos", llenos del aliento del Espíritu en virtud de la resurrección de Jesús, deberán continuar la misión del "Cordero que quita el pecado del mundo": la misión de la Iglesia que continúa la obra de Cristo realiza la renovación de la humanidad como en una nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del Resucitado.

En la segunda parte del texto, en el bloque compuesto por los vv. 26-27, se nos narra una experiencia similar vivida ocho días después. La primera vez Tomás, uno de los discípulos, no estaba presente y no cree en el testimonio de los otros que han visto al Señor (vv. 23-25). Tomás incrédulo representa al hombre de todos los tiempos que exige pruebas, que sólo cree a través de los milagros. Quiere identificar a Jesús con las huellas de la cruz. Ocho días después otra vez están todos, incluido Tomás, y Jesús "viene" (v. 26). Es significativo el hecho que el relato utilice el verbo "venir" en presente y no en pasado: es una manera de decir que aquella experiencia se repite una y otra vez en la vida de la Iglesia. Jesús le reprocha a Tomás el no haber creído al testimonio de los otros discípulos, y lo invita a dejar de ser apistós (no-creyente) y llegar a ser pistós (creyente). El testimonio de los otros tendría que haber sido suficiente para que creyera. Es una llamada de atención para cuantos en el futuro llegarán a creer, siempre a través de la palabra, la mediación y el testimonio apostólico de los que "vieron" a Jesús. A Tomás no se le revela en particular sino en medio de la comunidad; allí - y no en otro sitio - podrá Tomás ver al Señor y profesar su fe. Después de haber visto como los otros, Tomás cree y su profesión de fe es plena: "Señor mío y Dios mío" (cf. Sal 35,23).

El texto concluye con unas palabras de Jesús que originalmente eran la conclusión del evangelio de Juan antes de que le fuera añadido el capítulo 21: "Dichosos los que han creído sin haber visto" (Jn 20,29). La fe pascual en el futuro estará siempre fundamentada en el testimonio de aquellos primeros discípulos que "vieron" a Jesús y han dado testimonio de ello. Esta es la verdadera fe pascual: "todavía no lo han visto, pero lo aman; sin verlo creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y radiante, así recibirán la salvación, que es la meta de su fe" (1 Pe 1,8).

 

Estudios sobre Hechos de los Apóstoles

Estudios sobre el evangelio de Juan

 

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