Santa Teresa de Lisieux y la Sagrada Escritura

 


 

Santa Teresita vive en una época en que era difícil el acceso a la Biblia, los medios para conocerla muy limitados y las traducciones muy imperfectas. Superado el frío racionalismo que dominó los estudios bíblicos a partir del siglo XVII, en la época de Santa Teresita se desarrollaron, sobre todo en campo protestante y en muy reducidos círculos católicos, diversos métodos de análisis literario que dieron como fruto magníficos avances en crítica literaria y textual. Sin embargo la aceptación poco crítica del sistema filosófico y científico del momento (idealismo hegeliano, positivismo, historicismo...) llevó a una serie de hipótesis e interpretaciones interminables y finalmente a la inevitable separación entre exégesis y teología, que culminó en un alejamiento cada vez mayor de los exegetas con respecto a los teólogos y el pueblo cristiano. En la Iglesia Católica se vive con gran recelo todo este movimiento, rechazando todo método crítico de lectura de la Escritura. El P. Lagrange intenta compaginar crítica racional con visión católica de la Biblia en 1903, pero también sus intentos se ven frenados por la Encícilica Pascendi de Pío X frente a la crisis modernista. Hay que esperar varios años para vivir en la Iglesia una posición menos cerrada y apologética.

En este contexto histórico, marcado de recelos frente al estudio crítico de la Biblia y en el cual era cada vez más honda la separación entre Biblia y teología o Biblia y vida espiritual, vive Teresa de Lisieux una experiencia bíblica fuera de lo común: a través de la lectura y la meditación frecuente de la Escritura descubre la voluntad de Dios en la vida y la Palabra de Dios se va convirtiendo en la primera fuente de su experiencia espiritual. Pocos años después de su muerte, los dominicos abrían en Jerusalén, auspiciado justamente por el gobierno francés, la École Biblique. Era el primer gran esfuerzo de la Iglesia Católica del siglo XX por llevar adelante un proyecto científico de estudio e investigación de arqueología y exégesis bíblica. Así otro de los anhelos de Santa Teresita se veía colmado: lo que ella hubiera querido realizar, ya era una realidad en la Iglesia Católica. Junto a las vocaciones de sacerdote, mártir, doctor, etc., Teresita había también querido ser exegeta bíblico, con toda la seriedad del caso. Se nos han conservado de ella estas palabras: "¿No resulta triste ver, en la misma Sagrada Escritura, tantas diferencias de traducción? Si yo hubiese sido sacerdote, habría aprendido el hebreo y el griego, y no me habría contentado con el latín, y así habría podido conocer el verdadero texto dictado por el Espíritu Santo" (CA 4.8.5).

Sin embargo, Teresita no fue una exegeta, en el sentido con el que este término se utiliza hoy en el ámbito de los estudios bíblicos. Pero sí una oyente privilegiada de la Palabra, gracias a la actitud espiritual con la que se ha acercado a ella. En Teresa se cumple la palabra de Jesús: las cosas ocultas a los sabios y prudentes han sido reveladas a los sencillos (Mt 11,25; Lc 10,21) y el Reino de Dios pertenece a aquéllos que se asemejan a los niños (Mc 10,4). Es verdadera maestra de vida espiritual en la lectura de la Biblia para la comunidad cristiana. Puede ayudarnos a que el evangelio se transforme, de libro escrito en libro de vida, de relato del pasado a evento que compromete y transforma hoy. Y esto porque nos enseña a sintonizar nuestra propia historia con la historia de Cristo. Ha sabido interpretar la Escritura con sabiduría, originalidad, frescura y sorprendente claridad.

 

1. Tres dimensiones de la Biblia

Santa Teresita ha puesto de manifiesto en su lectura bíblica, tres dimensiones de la Escritura: a) La Biblia es luz que nos permite conducirnos mejor por la vida; b) la Biblia es evento que se hace presente en nuestra vida; c) La Biblia es una fuerza que nos hace experimentar la presencia de Dios.

a) La Biblia es luz

Teresa se acerca al evangelio, a partir de las múltiples situaciones de la vida, con la certeza de encontrar siempre en él la luz necesaria: "Lo que me sustenta durante la oración, por encima de todo es el Evangelio. En él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. En él descubro de continuo nuevas luces y sentidos ocultos y misteriosos" (Ms A 83v). Santa Teresita no ha inventado el evangelio. El evangelio ya existía y siempre es el mismo. Lo que ella nos ha recordado es que el evangelio es todo. Que el evangelio basta. Por otra parte, a medida que su vida espiritual va madurando y van apareciendo en el horizonte nuevas situaciones y exigencias, va descubriendo en el único evangelio, "nuevas luces y sentidos ocultos", al ritmo de la vida. Nos confiesa: "Jesús me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer". Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entones no me había fijado" (Ms A 83v).

Para nuestra santa la Biblia es luz, como afirma el Salmo 119,105: "tu palabra es lámpara en mi sendero, luz en mi camino". En el evangelio descubre continuamente, "nuevas luces" (Ms A 83 v); en él encuentra un camino seguro para conocer y seguir a Jesús. Se imagina el evangelio en forma de "huellas luminosas" que iluminan la vida para saber hacia dónde correr (cf. Ms C 26v). La Biblia, para Teresita, es una luz tan fuerte que puede iluminar todas las dimensiones de la existencia cristiana: "Tomo en mis manos la Sagrada Escritura, entonces todo me parece luminoso, una sola palabra abre a mi alma horizontes infinitos" y sobre todo la Biblia le ilumina en algo de capital importancia, la posibilidad y la gratuidad de la santidad: "tomo en mis manos la Sagrada Escritura... y la perfección me parece fácil" (Cta. 226).

Para Teresita la vida es lo primero. Una determinada situación le evoca espontáneamente una escena evangélica o una expresión de Jesús. De esta forma Teresa capta el sentido de los acontecimientos y los interpreta a la luz de la Palabra de Dios. Al inicio de su autobiografía explica su vida entera a la luz de un versículo del evangelio de Marcos (Mc 3,13) y afirma: "He ahí el misterio de mi vocación, de mi vida entera y sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma" (Ms A 2r). No se acerca a la Biblia partiendo del texto, sino de lo que ella está viviendo concretamente en ese momento. Quiere interpretar e iluminar la vida con la ayuda que le viene de la Biblia. De esta forma adquiere una verdadera actitud contemplativa. Cuando busca su vocación, en medio de una lucha de grandes anhelos encontrados entre sí, busca la respuesta en una carta de San Pablo (Ms B 3r). Cuando desea encontrar un ascensor para elevarse hacia Jesús, "busqué –nos dice– en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor" (Ms C 3r).

Teresita busca siempre interpretar la vida, más que la Biblia. Por eso muchas veces la encontramos buscando textos apropiados que iluminen situaciones muy concretas. Recordemos algunos ejemplos. Escribe a Celina y le dice: "Tomando el evangelio, pedí a Jesús encontrar un pasaje para ti, y mira el que me salió..." (Cta. 143); al P. Roulland escribe: "Esta noche, en la oración, he meditado unos pasajes de Isaías que me han parecido tan apropiados para usted, que no puedo dejar de copiárselos" (Cta. 193). Pocos meses antes de su muerte, consciente que en el convento hay hermanas que la juzgan con severidad, mientras otras la ven con benevolencia, desea saber lo que realmente Jesús piensa de ella y le vienen a la mente espontáneamente unas palabras del evangelio de Juan: "Al volver a mi celda, me preguntaba qué pensaría Jesús de mí, y al instante me acordé de aquellas palabras que un día dirigió a la mujer adúltera: '¿Ninguno te ha condenado?' Y yo, con lágrimas en los ojos, le contesté: 'Ninguno, Señor...'" (Cta. 230).

Teresa acude al evangelio y comprende lo que vive desde una nueva dimensión. Un método totalmente espontáneo, fundamentado en el dinamismo de la fe, de la esperanza y del amor, acercándose siempre el texto sagrado a partir de cuestiones vitales.

b) La Biblia es evento presente

Para Teresa el evangelio no es sólo historia pasada. Es también evento que se actualiza en su vida y en la de los demás. Contemplando a Jesús en el evangelio descubre que las situaciones que él vivió, sus palabras y sus sentimientos, se repiten misteriosamente en su propia historia. Detrás de esta intuición está su firme convicción que Jesús está presente en su vida y que todo lo suyo, lo que dijo y lo que hizo, no es solamente un recuerdo sino una realidad permanente que adquiere vida en la existencia de cada creyente. Su lectura del evangelio alcanza un punto culminante cuando, a través de su respuesta de fe, la historia de Jesús se hace presente en la suya, y las dos terminan por fundirse e identificarse. Basta pensar en muchas escenas del evangelio de Juan, que para Teresa se hacen presente en su vida: las bodas de Caná, el discípulo amado recostado sobre el pecho de Jesús, la unción de María en Betania, etc.

En realidad toda la Biblia es evento presente para Teresita. Oigamos algunas confesiones suyas: "Ahora, como la flor fortalecida por la tormenta, levanto la cabeza y veo que e mí se hacen realidad las palabras del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta.." (Ms A 3r). Del capítulo 16 de Ezequiel dirá: "Podría retomar esas palabras que acabo de escribir y demostrar que todas ellas, una por una, se han realizado en mí". Refiriéndose a su relación con una hermana de la comunidad escribe: "se hacía realidad en nosotras [sor Marta y ella misma] aquel pasaje de la Sagrada Escritura: 'Hermano ayudado por hermano es como una plaza fuerte': Prov 18,19" (Ms C 21v). Al P. Roulland escribe, en ocasión de la partida de éste a tierra de misión: "El que deje todo por seguirme, recibirá cien veces más en este mundo y en la edad futura la vida eterna. Estas palabras de Jesús se han realizado ya en usted, puesto que me dice 'parto feliz'" (Cta. 193).

Pero Teresa va más allá todavía. Se apropia de las palabras mismas de Jesús, citándolas en primera persona, como cosa suya. Cita largamente el capítulo 17 del evangelio de Juan, como pronunciado por ella misma, con una libertad y una audacia sorprendentes, adaptándolo a su propia situación: salta versículos, los reordena, cambia palabras, etc. Después que lo ha escrito comenta: "Estoy asombrada de lo que acabo de escribir, pues no tenía intención de hacerlo. Ya que está escrito, habrá que dejarlo" (Ms C 35r). Ha escrito impulsada espontáneamente por el amor que le une a Jesús. Su audacia es la del niño que siente como suyo lo que pertenece a su padre, y por eso repite como propias sus palabras. La explicación nos la ofrece la misma santa: "¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el padre del hijo pródigo cuando hablaba con su hijo mayor, tú me dijiste: 'Todo lo mío es tuyo'. Por tanto, tus palabras son mías, y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial" (Ms C 34v; cf. Ms A 55v; Cta. 258).

Teresa también arde con los mismos sentimientos de amor con los cuales ardió Jesús. Esto es manifiesto en sus comentarios a propósito de la sed de Jesús en la cruz (Jn 19,28) y del ruego de Jesús a la samaritana en Jn 4,7: "dame de beber". En relación al primer caso, Teresa escribe: "Resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la cruz: 'Tengo sed'. Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo... Querría dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de almas" (Ms A 45v; cf. Ms A 46v; PN 24,10).

c) La Biblia es fuerza

Para Santa Teresita la Biblia tiene una tercera dimensión: es fuerza que nos hace experimentar a Dios. La Biblia no contiene solamente un mensaje que se capta con la razón. Es también fuerza, consolación, buena noticia, que se percibe con el corazón. En la Biblia se revela la presencia liberadora y consoladora de Dios. Esta convicción de fe es fuente de fortaleza y de consuelo en medio de las luchas de la vida.

Santa Teresita toma la Biblia, "pidiendo a Dios que me consolase, que el mismo me respondiera" (CA 21/26.5.11). Nos confiesa que el evangelio "la sustenta durante la oración" y que cuando se ve impotente la Sagrada Escritura "viene en mi ayuda" (Ms A 83v). Cuando descubre "el ascensor" en dos textos del Antiguo Testamento nos confiesa: "nunca palabras tan hermosas y melodiosas alegraron mi alma" (Ms C 3r); y cuando encuentra un texto en la primera carta a los corintios que colma sus deseos y responde a su búsqueda exclama: "Podía, por fin descansar" (Ms B 3v). La terminología usada por la santa nos ayuda a entender su experiencia de la fuerza de la Biblia. La Palabra la sustenta, le ayuda, le provoca gozo indecible, le ofrece descanso.

 

2. Un método sencillo parra leer y orar con la Biblia

Teresita practica una forma muy sencilla de acercarse la Biblia: parte de la vida, se acerca directamente al texto, lo hace en actitud orante y encuentra fianalmente una nueva luz que antes no tenía. Vamos a descubrir su forma de leer la Biblia a partir de un ejemplo concreto del Cuaderno Amarillo (CA 21/26.5.11). La situación inicial son unas palabras que M. Inés le dirige manifestándole su particular cariño y diciéndole que todo en ella le gustaba. Estas palabras provocaron no poca confusión en Teresa: "Todo esto me emocionaba, pero el pensamiento de que tu amor te hacía ver lo que en realidad no existía me impedía gozar en plenitud". Esta es la situación concreta. Desconcierto e incertidumbre. A partir de esta experiencia Teresa se acerca al Evangelio: "Entonces tomé en mis manos el Evangelio". Este es el segundo momento: el contacto directo con el texto bíblico a partir de una experiencia de vida. Pero Teresa matiza un tercer elemento de su lectura: "pidiendo a Dios que me consolase, que él mismo me respondiera...". Teresa lee la Biblia orando. Nos recuerda que poder escuchar a Dios no depende de nosotros, sino solamente de él, de su decisión gratuita y soberana de entrar en contacto con nosotros y hacer posible que escuchemos su voz. Sin la gracia del Espíritu la Biblia es un libro sellado. Después de orar, los ojos de Teresa se posan en un pasaje "que nunca antes me había llamado la atención y entonces derramé lágrimas de alegría". Había encontrado la respuesta (Jn 3,34): "el que Dios envió habla las palabras de Dios...". Ella comprende que M. Inés le ha sido enviada por Dios y que está diciendo la verdad.

Por tanto tres momentos: experiencia de vida, contacto directo con el texto, oración, y descubrimiento de una nueva luz. Son muchas las situaciones que empujan a Teresa a buscar luz en la Biblia. Bastaría una rápida hojeada de sus obras: incertidumbre, anhelos insatisfechos, oscuridad, experiencias nuevas, etc. Su contacto directo con la Biblia también lo confiesa en múltiples oportunidades. Son conocidas sus expresiones: "Abriendo el evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras" (A 2r); "tomando el evangelio" (Cta 143); "caí en este pasaje" (Cta 193); "tomo en mis manos la Sagrada Escritura" (Cta. 226); etc. Sabe detenerse en el texto y leer atentamente. Bastaría pensar en su comentario al pasaje de Zaqueo (Cta 137) en donde el verbo "bajar" le sirve de clave de lectura de todo el texto, o cuando habla del mandamiento nuevo del amor (Ms C 12r) su insistencia en el "como Jesús" que le da unidad a toda su lectura. Todo esto demuestra una fina capacidad le lectura y una atención particular a los detalles y términos más importantes del texto. Cuando toma el texto bíblico, "pide a Jesús encontrar un pasaje" apropiado para su situación o la de otros (Cta. 143), o bien, termina orando y dialogando con Jesús después de leer la Biblia, fundiendo su palabra de oración con la palabra bíblica (cf. Cta. 230)

Vida, texto, oración y nueva luz. Pasos de una forma de lectura bíblica sencilla y personal. Primer paso: escuchar la vida; segundo paso: tomar la Biblia y leer atentamente para encontrar luz y fuerza; tercer paso: hacerlo en oración, pidiendo la gracia de escuchar; cuarto paso: vivir la experiencia del cambio que produce la Palabra y seguir en forma obediente lo que Dios nos ha revelado en ella.

 

 

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