PUEBLO PUEBLO MIO

 

 

 

“Pueblo, pueblo mío, nunca volví la mirada para volver a verte.  Te recuerdo en la cima de una colina, entonces parecías una montaña incisa por recorridos atrevidos y erizados senderos costeados de zarzas puntiagudas. Te canto en mi cuerpo, tú me pariste sin armonía, tosca materia por plasmar. Las manos  del escultor han impreso tus formas, ásperas curvas, tortuosos viales, la mente como torrente, baja al valle y daña entre piedras y troncos arrastrados por la corriente. Corre la joven entre casas antiguas, muros agrietados, corre a mas no poder, no sabe entender, sonríe y llora, salta entre la hierba, busca el alegre canto de las golondrinas, extiende la mano para acariciar el aire incierto de la primavera.

 

Ahora, que la memoria renueva el cuadro pintado por el tiempo que corroe la preciada tela, ahora, que nada puede ser transformado, río y lloro escondido entre los velos tejidos de la araña, reina de la realidad oculta entre polvos mágicos, flores secas y botellas dañadas.

 

El din, don de las campanas de fiesta, la larga hilera de personas negras que acompañan la muerte, la alegre plaza adornada por efímeras lámparas de luz y sombra, el carnaval con las mascaras de la embriaguez y de la melancolía, la nieve caída sobre la cabellera verde de un árbol chispeante de fingido gozo, la vieja iglesia que acoge las fervientes lagrimas del pecador arrepentido, la rama del olivo, ofrecido como mensajero de paz: todo esto yo soy, pueblo mío. Recorro mi génesis y como indómito soldado cabalgo el viejo y cansado corcel que sigue el sendero, finalmente exhausto, busca apoyar los cansados miembros en el refugio tibio de una casucha que ha resistido a todas las batallas”