II Jornadas Regionales de Historia y Arqueologia
 

 

DE PLATOS ROTOS Y OBJETOS EROTICOS:

CUANTIFICANDO EL DESCARTE EN BUENOS AIRES (SIGLO XIX)




Daniel Schávelzon

CAU-CONICET-GCBA



Una reciente excavación hecha en la calle Bolívar 238 de Buenos Aires nos ha permitido avanzar en dos temas que parecen interesantes de plantear aquí: el primero es estudiar el conjunto de materiales culturales hallados en el pozo de basura de la familia Cobo, que estimamos como llenado entre 1860 y 1895. Ese contexto es de particular significación porque lo hallado es absolutamente diferente de todo lo encontrado a la fecha: además de lo doméstico habitual –poco y peculiar a su vez- hay objetos que son de tipo militar, otros son de uso intelectual (pinceles de artista, lápices, tinteros, telescopio, nivel óptico, portaobjetos de microscopio entre otros), muchos juguetes y muchísimas maderas de muebles, telas y cueros. Y además de esos objetos hubo algunos de índole sexual. Que sepamos, a la fecha, no hay hallazgos similares en la arqueología argentina lo que además fue ayudado por el excelente estado de conservación de todo el conjunto.


La casa perteneció a Manuel José Cobo y su esposa Josefa Lavalle y estaba ubicada en Bolívar 68, actualmente número 238; ambos eran de familias distinguidas en la sociedad porteña y de altos recursos económicos; allí vivieron sus seis hijos: Juan José, Dolores, Ernestina, Manuel José, Rafael y Ernesto. Al menos estaban instalados allí en 1860 (Catastro Beare), y si bien el padre de familia falleció en 1866 (Testamentería no. 4951) el inmueble se mantuvo hasta cerca de 1900 en que fue demolida la casa para construir un edificio nuevo anulando el viejo pozo de la casa. Este medía 1,60 metros de ancho máximo y una profundidad desde el nivel de vereda de 7,30 metros. La parte superior había sido destruida al construirse el edificio que aún está allí restando sólo la parte inferior, es decir unos 4,50 metros de profundidad. Se recuperaron varios miles de objetos entre ellos los habituales: vidrios de botellas negras, verdes y de ginebra, lozas Pearlware y Whiteware, gres, porcelana, vasos, copas, pipas, frascos de perfumería, botones y material óseo. Parte lo cuantificaremos en las páginas siguientes, pero lo que queremos describir es lo fuera de lo común, como ser un catalejo de bronce, restos de dos sables y tres rifles (uno de los hijos, Juan, fue militar), una burbuja de vidrio de un nivel óptico, varios portaobjetos de microscopio, pinceles de artista, pastilleros de madera, cuatro tinteros, grafitos para escribir, una peineta de niña, juguetes de porcelana, dos muñecas de madera talladas a mano, un barquito de juguete también casero, corales del Caribe, 63 fragmentos de zapatos y objetos de cuero y 80 telas de telar, tejidos de lana e hilos trenzados por citar lo más curioso.


La vajilla, que no vamos a discutir aquí, es singular: la mayoría de los objetos son de porcelana con muy pocos platos de loza; este material está destinado casi exclusivamente para las bacinicas. Otro elemento llamativo es que de los 50 fragmentos de vasos se han logrado reconstruir al menos 18 que forman pares, de los demás hay uno de cada uno. Estudios en detalle de las telas y otros materiales están ya avanzados, aunque su tratamiento ha resultado lento y complejo.


Pero en base a lo hallado creo que es interesante ver que pasa si incluimos esa información en el conjunto de la que ya poseemos para la ciudad. Y es interesante hacerlo ya que desde la década pasada una larga serie de textos llevaron al centro de la discución el problema de la existencia o no de patrones de conducta, los que se reflejarían en la cultura material y que se hacían presentes en la arqueología. Para algunos autores, si esos patrones existen deberíamos buscarlos en los contextos excavados, pero para otros si encontrábamos patrones no quería decir que los hubiera sino que los estábamos construyendo; hay explicaciones tanto para mostrar que son una desviación como para mostrar que la desviación es no verlos. Sin duda ésta es una síntesis un poco simple, pero uno de los ejes polémicos entre procesualistas y posprocesualistas pasó en nuestro medio por ese aspecto. Citar todo lo que se escribió a favor o en contra de cualquiera de esas posturas sería eterno. Lo interesante es ver qué nos dice realmente el contexto arqueológico más allá de lo que debería decirnos; hagamos ahora, a veinte años de esa polémica, un ejercicio sobre el tema. Para ello aprovecharé la ponencia que presenté en este mismo evento en 1997 en la cual comparaba los datos cuantificados de la excavación de cuatro sitios del siglo XIX (Schávelzon 1997); en un libro posterior a esa ponencia presenté el estudio completo del cuarto caso (Schávelzon y Silveira 1998) y ahora veremos que sucede cuando le agregamos un quinto ejemplo.


Los cinco casos a comparar están en el centro histórico de Buenos Aires, corresponden al siglo XIX, todos se mantuvieron sin alteraciones antrópicas, todos responden a la vida cotidiana urbana, en todos el grado de conservación es bueno y salvo un caso excavado en un 50% de su superficie (un basural de 70 metros cúbicos!), los demás lo fueron completamente y sus contenidos estaban claramente delimitados por estructuras contenedoras o por la tierra estéril. Los pozos de basura son:

  1. Iglesia de Santo Domingo, pozo de basura de la cocina, fechado para ca.1800-23

  2. Fonda de los obreros que construyeron los Almacenes Huergo en Balcarce 433, pozo de la basura fechado para 1848-50

  3. Casa Peña, San Lorenzo 392 esquina Defensa, pozo de basura fechado para ca. 1840-70 (originalmente lo ubicamos en 1830-1860)

  4. Casa de Josefa Ezcurra en Alsina 455, pozo de basura fechado para 1801-20

  5. Casa Cobo, en Balcarce 238, pozo de basura fechado para 1860-95

En total se trata de un conjunto de más de 50 mil objetos, que incluye materiales culturales de todo tipo, lo que asumimos como una muestra válida y de dimensiones considerables en la vida de la ciudad.



RELACION ENTRE LOCAL E IMPORTADO

EN EL TOTAL DE VAJILLA+CULINARIO (%)


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Local 9.21 0.59 0.57 6.76 1.91

Importado 90.79 99.41 99.43 93.24 98.19



Este cuadro se hizo mostrando la dimensión cuantitativa de la presencia de objetos importados en el contexto. Sin dudas todos muestran el mismo patrón: una altísima cantidad de productos importados (arriba del 90%) lo cual contrsta en forma impactante con las cifras que tenemos en otros sitios del país mostrando la ubicación de Buenos Aires como puerto importador y con un fácil acceso a los bienes que, en otras partes, pueden pensarse como suntuarios. Y esto desde el inicio del siglo XIX, y como se ve en un cuadro adjunto la cifra se remonta a esos niveles desde mucho antes. Hay variantes entre 90 y 99% pero las cifras totales son contundentes. En este caso no hay variación alguna al incluirle un nuevo caso.



PORCENTAJE TOTAL POR GRUPOS CERAMICOS (%)


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Mayólica 19.07 2.03 0.00 39.98 0.00

Loza 64.69 18.67 87.70 27.84 76.81

Cerámica 15.78 68.39 2.60 34.06 6.66

Porcelana 0.21 1.87 2.50 6.08 16.51



En este caso, a diferencia del anterior, se observan varias cosas, algunas de las cuales ya sabíamos, otras sólo las suponíamos. Primero que la mayólica desciende abruptamente a medida que avanza el siglo, aumentando la loza y la porcelana, que la cerámica roja desciende también pero, por su bajo costo, se mantiene alta en los contextos “pobres” y muy baja en los de mayores recursos: alta en los obreros de la fonda y baja en los pozos domiciliarios de Peña y Cobo aunque alta en Ezcurra, mostrando que si bien puede haber un patrón, o al menos una tendencia, hay excepciones, desviaciones o actitudes individuales. En qué medida esto puede interpretase como actitudes conservadores o de modernidad en el consumo ya lo hemos planteado en el trabajo anterior, y creo que sigue vigente la idea, aún actual, de que las decisiones personales de los niveles altos pasaban no sólo por lo que estaba de moda, sinó también por lo que a cada uno le gustaba: el mercado estaba saturado de productos y el que tenía dinero, elegía; se podía opotar por lo nuevo o por lo tradicional. La Revolución Industrial y la Sociedad de Consumo se entrecruzaban al fin. Por último es interesante observar que las sociedades nunca han actuado mecánicamente, y que si bien hay una clara tendencia a disminuir el uso de la mayólica y su reemplazo por la loza, no fue instantáneo ni total; llevó un par o más de generaciones.



RELACION DE LOZAS POR TIPOS


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Creamware 85.76 2.91 23.66 100 0

Pearlware 10.84 18.66 42.00 0 160

Whiteware 3.38 59.41 34.33 0 345


En este caso los agregados no desentonan en forma alguna con la tendencia general, es decir con el incremento de las lozas nuevas reemplazando a las viejas: la Creamware tiende a desaparecer a la mitad del siglo, la Pearlware para la segunda mitad y la Whiteware aumenta aceleradamente a medida en que las otras se desdibujan. Hay opciones, hay alteraciones, es obvio. Pero el patrón general no ha cambiado, quizás hubo tendencias de descarte diferentes pero los Peña parecen mantener la misma constante que los Cobo y que en la casa Ezcurra –las tres familias estudiadas-, de descartar lentamente pero adquirir rápidamente. Postulamos de nuevo la idea que parece estar flotando siempre en Buenos Aires y sus familias de alta sociedad: rapidez en comprar novedades y lentitud en descartarlas, es decir, tener todo pero mantener las cosas en uso todo lo posible.



CANTIDAD DE OBJETOS DOMESTICOS Y VAJILLA


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Doméstico 32 466 225 109 559

Vajilla 476 9474 2794 478 1059


En el trabajo anterior ya citado hemos discutido algunas características de este cuadro pero no deja de llamar la atención que las relaciones de proporción se mantengan en todos los casos; lo doméstico es siempre mucho menor que la vajilla. Por supuesto en cada caso cambian los tipos de objetos: en algunos son más altos los vidrios, en otros los platos, las bacinicas, los perfumes o los botones, pero la tendencia general se mantiene. En el caso de la Casa Cobo hay que destacar que no hemos incluido en el cálculo los objetos orgánicos –telas, madera y carbón- loS que fue hallado en buen estado, ya que en los otros pozos no se lo halló por cuestiones de conservación, lo que alteraría la cuantificación.



CANTIDADES DE VIDRIOS Y CERAMICAS


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Vidrio 40 2169 1340 125 742

Cerámica 751 5818 1219 158 684


También en este caso la discución general ya se ha hecho mostrando las variaciones entre caso y caso y tratando de entenderlas ya que llama la atención la disparidad en los diferentes casos, pero hay dos cosas que ahora se definen: que las viviendas tienen proporciones muy semejantes entre los dos materiales, casi idénticas en los tres, mientras que los religiosos de Santo Domingo tenían poco vidrio (menos del 20%) y en la fonda los obreros tenían cerca del 50%. Diferentes tipos de contextos y diferentes resultados.



PORCENTAJES DE VIDRIO DE GINEBRA Y DE VINO (%)


Sto. Dgo. Fonda Peña Ezcurra Cobo

Vino 65.00 86.40 99.08 77.77 90.87

Ginebra 35.00 15.40 0.92 22.23 9.13


Este cuadro nuevamente nos muestra como cuando entramos en los objetos mas específicos, como pueden ser las botellas dedicadas a una u otra función, las variaciones crecen: estamos ya ante hábitos individuales o personales; quién toma o no ginebra, o al menos quien descarta o no mayor cantidad de botellas de uno u otro producto. Y pese a que históricamente sabemos que el consumo de ginebra creció mucho a lo largo del siglo XIX en los pozos de basura domésticos no parece estar presente ese dato, sino por el contrario. Quizás, tal como dice la tradición, la ginebra era bebida de pobre: ni en lo de los Cobo, los Peña, o los Ezcurra, era la favorita.


Tratando de sintetizar vemos que nuestra búsqueda nos lleva a encontrar patrones en ciertas actitudes, y a no hallarlos en otras; puede parecer una verdad de perogrullo, pero las cifras que hemos aportado con esta nueva excavación no tienden a modificar en nada el esquema general ya trazado, y eso es mucho.


En la casa Cobo tampoco se alteran las hipótesis que ya planteamos que tienden a confirmarse: 1) la celeridad en recibir objetos nuevos en el mercado internacional, 2) el descarte de objetos en buen estado, 3) la selección no en base al precio sino a su significación social, 4) la presencia mayor de objetos suntuarios y su 5) incremento a medida que avanza el siglo XIX, 6) la utilización de juegos de diseño homgeneo, 7) el aumento de la porcelana en el tiempo, 8) la reducción de objetos no europeos, 9) la presencia de objetos destinados a los niños, mujeres y ancianos. En particular los puntos 2, 6, 7, 8 9 llegan para fin del siglo XIX a su máxima expresión.



Acerca de unos objetos de uso sexual:

Por último quiero citar algunos objetos relacionados con la vida sexual de alguno o varios de los miembros de la familia: se trata de tres placas eróticas de porcelana –una completa y dos en fragmentos- y al menos tres objetos fálicos hechos de madera hallados en conjunción con la placa entera a una profundidad de 1,30 cm de la bovedilla de ladrillos que cerraba el pozo. Los otros dos fragmentos estaban aislados en profundidades ligeramente diferentes y mezclados con otra vajilla y vidrios. Las placas muestran escenas de sexo heterosexual y en la única completa hay una pareja semidesnuda sobre un chaise-longue con cortinas y a un lado una mesita de luz con un vaso y un botellón. Los personajes están: el hombre abajo y la mujer encima y ella toca una flauta que, en una escena digna de Las mil y una noches, produce la elevación de órgano sexual masculino.


La placa presenta una serie de rasgos que podemos analizar con más detalles: la composicón es muy común en su tiempo y se remonta al siglo XVIII medio: un chaise-longue con la sábanas deshechas, cortinas corridas –mostrando lo inmostrable- a la vez que le resuelve al artista los detalles de los ángulos superiores, los personajes semidesnudos –la importancia burguesa del ropaje en el sexo-, y la mesita de luz con el vino y el vaso. Pero lo llamativo es la escena, que si bien es muy recatada para su época -las imágenes eróticas eran ya de fuerte contenido en la era victoriana cuando se hicieron muy comunes las situaciones de homosexualidad, el trasvestismo, las relaciones con animales, las orgías grupales y la asociación de reliogiosas/os con el sexo desenfrenado-, en este caso se asocian a la literatura proveniente de Oriente. Aquí, creo, Las mil y una noche fue la fuente inspiradora con la flauta y la asociación entre el falo y la serpiente que se levanta con la música. Recordemos que ese libro fue traducido al francés en 1704 y desde allí se difundió rápidamente trasduciéndose a otros idiomas a lo largo del siglo XIX, en la medida en que se lo depuraba de los contenidos que la mentalidad imperante consideraba obcenos hasta que llegó a ser una historia para niños. La edición de Sir Richard Burton comenzada en 1825, en inglés, fue la más famosa de todas y la que más difusión tuvo.


Los otros dos fragmentos de placas de porcelana corresponden al mismo estilo, debieron medir en origen todas un poco más de 6 por 5 cms. En la imagen de la otra interpretable se alcanzan a ver los pies de una mujer desnuda parada a la orilla del agua y un hombre vestido, de rodillas delante de ella, mientras que la ropa descansa sobre un matorral. Debe ser una escena de sexo oral del hombre con la mujer. Nuevamente la ropa y la situación nos señala una fecha cercana a la mitad del siglo XIX. El tercer fragmento es simplemente un arreglo de hojas en forma de guirnalda sobre un ángulo. En síntesis pienso que se trata de placas de origen francés hechas hacia 1820-1850. Y la relación entre París y el imaginario colectivo de la época en cuanto a lo sexual, no hace falta describirlo.


Por último hay grandes similitudes con los dibujos de Achile Deveria hechos en 1848 para ilustrar el libro de Alfred de Musset titulado Gamiani o una noche de excesos, novela típicamente erótica de su tiempo. Las litografías muestran habitualmente una chaise-longue, cortinas y algunas flores apretujadas en racimos (Neret 1994:424). La asociación con Deveria no parece casual y en algunos de sus dibujos demoníacos aparece la flauta asociada a la actividad sexual (Neret 1994:463). Los peinados son similares a los grabados de los años 1820-1850 y a la pintura de esa época, incluyendo los óleos de Prilidiano Pueyrredón quién también tiene pintura erótica con grandes similitudes a las litografías de Peter Fendi de 1835.


Los falos de madera, o lo que suponemos que lo hayan sido, son tres maderas trabajadas a mano encontradas junto a la placa de porcelana entera; uno de ellos ha conservado su superficie perfecetamente pulida y un extremo redondeado, midiendo 11,5 cm de largo (no está completo) por 2,5 cm de ancho máximo siendo posible que la madera haya modificado sus dimensiones por la humedad; la segunda mide al menos 10 cm de largo –también está rota- y un grosor de 2,5 cm y muestra evidencias de haberse dilatado y luego compromido por los cambios de humedad, la tercera está muy destruida y midió 17 cm de largo y el ancho está muy deteriorado con marcas de cuchillo cortante en la superficie. Suponemos que los tres debieron medir 17 por 3 cm.


El uso de artefactos de este tipo parece remontarse a la más profunda antigüedad: tenemos descripciones desde Egipto, y si bien su uso es una constante humana lo que queremos destacar aquí es el cambio que vivió la sociedad en relación a ellos, pasando de ser objetos de uso público a estar reñidos con la moral; a ser eso que la alegre prostituta Fanny Hill describía alegremente como “el uso frecuente de máquinas despiadadas” en 1784 (Cleland 1995:51). Las pinturas griegas y en especial sus vasos nos muestran habitualmente escenas de sodomía, fellatio, sado-masoquismo, heterosexualidad, juego sexual, grupos, con animales y con adolescentes, temas todos sobre los que existe una amplísima bibliografía (es español puede ser un resumen Hyde 1969). El prostíbulo de Pompeya y sus pinturas en cada habitación ha sido una visita obligada desde su descubrimiento en el siglo XVIII. Desde allí el sexo ha sido representado con mayor o menor naturalidad según las pautas culturales de cada época, transformando la misma situación de cotidiana en “liberalismo galante” o en pornográfico. Por supuesto historiar o entender eso rebasa los límites de este trabajo; pero las imágenes en la cultura Occidental moderna, en que aparecen órganos sexuales artificiales, se hicieron comunes desde que Borel y Elluin grabaron las ilustraciones de Las memorias de Saturnino en 1787, asociandolos a una religiosa. No casualmente ese es el siglo del Marqués de Sade, de Casanova y de Sader-Masoch. En el siglo XIX la presencia de artefactos de uso femenino y/o masculino es grande y existen actualmente al menos el Museo del Vibrador en San Francisco –con artefactos mecánicos fechados desde 1860- y el Museo Erótico en París con artefactos de uso manual desde 1830; pero no hay que olvidarse que se los ve en los vasos griegos y es Lisístrata, en la obra de Aristófanes, la que nos cuenta que los fabricaban en Mileto y se queja de que “no se puede encontrar ni uno solo, éstos días, ni uno para consolarnos a nosotras, pobres viudas ocasionales” (Hyde 1969:54). Para la década de 1860 las ilustraciones de tipo erótico comenzaron a desaparecer reemplazadas por la fotografía.


En nuestro medio la historia no se ha adentrado demasiado en los estudios históricos –ni hablemos de los arqueológicos- sobre estos temas y es poco lo que sabemos sobre la sexualidad en el siglo XIX. Es cierto que mucho se ha hecho sobre las mujeres, muchísimo sin dudas, pero sobre la cultura sexual en sí misma o sobre los objetos utilizados, el tema está aún virgen. Valga la ocasión para recordar que en los últimos años hemos comenzado a vislumbrar una brecha interesante desde el arte que nos muestra que varios de los grandes pintores nacionales considerados “académicos” pintaron cuadros que sin duda muchos debieron considerar impúdicos y hasta perniciosos. Por ejemplo Prilidiano Pueyrredón pintó en el mismo año en que Manet exhibió su Olimpia en el Salón de París de 1865, su cuadro El baño en el que una mujer joven descansa mostrando sonriente sus atributos naturales, o su cuadro La siesta que bien podría ser considerado de tipo homosexual femenino entre otros (Luna y otros 1999). El que Pueyrredon pintara esos cuadros, con imágenes claramente identificables y rostros definidos nos indica que los parámetros con que se veía el tema del desnudo debieron de ser muy diferentes de cómo los vemos hoy –de eso no hay duda- y siguen siendo temas ávidos de investigar.



Por último, el registro arqueológico, objetivo final de este trabajo, nos muestra que las familias de la alta buguesía porteña tenían, más allá de cualquier diferencia personal, algunas formas de actuar, adquirir y descartar, muy similares. Que las diferencias son grandes, muy grandes si entramos a observar puntualmente cada objeto, pero que se hacen comunes al ampliar nuestro punto de observación.









Bibliografía



Cleland, John

  1. Memorias de Fanny Hill, Editorial Agata, Madrid.


Hyde, Montgomery

  1. Historia de la pornografía, Editorial La Pleyade, Buenos Aires.


Luna, Félix; Roberto Amigo y Patricia Giunta

  1. Prilidiano Pueyrredón, Banco Velox, Buenos Aires.


Neret, Gilles

  1. Erotica Universalis, B. Taschen Verlag GMBH, Koln.


Schávelzon, Daniel

  1. “Riqueza e importación en Buenos Aires: comparación de contextos excavados en

Buenos Aires”, Actas de la 1ra. Jornada Regional de Historia y Arqueología del

siglo XIX, pp. 132-140, Tapalqué.

  1. Rescate arqueológico en Bolívar 238, Buenos Aires; informe preliminar; Centro

de Arqueología Urbana-Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.


Schavelzon, Daniel y Mario Silveira

1998 Arqueología histórica de Buenos Aires (IV): excavaciones en Michelangelo,

Corregidor, Buenos Aires.












































Grupo de recipientes de porcelana y loza, algunos incluyendo sus tapas, usados para polvos faciales; las inscripciones de tres de ellos señalan al perfumero Lubin de Paris.























Pinceles de artista, uno de ellos perfectamente conservado, ejemplo de los objetos poco habituales del contexto de la basura de la casa Cobo.






















Pequeña placa de porcelana (6 por 5 cm) que expuesta trasluz muestra una escena de tipo sexual, fechada hacia la mitad del siglo XIX.























Tres objetos de madera tallada y pulida, muy deteriorados, hallados en asociación a la placa anterior, a los que se les atribuye uso sexual.

 

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