EVENTOS FINALES
EVENTOS FINALES
Los eventos finales están tan entrelazados unos con otros que no es fácil predecir el orden especifico de cada uno de ellos. Trato de presentarlos lo mejor posible para que estemos al tanto de ellos.
El "tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente" se iniciará pronto; y para entonces necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no poseemos y que muchos no pueden lograr debido a su indolencia. Sucede muchas veces que los peligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero éste no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba. (C. S. p. 680)
El Pequeño Tiempo de Angustia
El Pequeño Tiempo de Angustia
Un tiempo de angustia antes que termine el tiempo de prueba
En la página 33 [de Primeros escritos] se lee lo siguiente: "...Al comenzar el tiempo de angustia, fuimos henchidos del Espíritu Santo cuando salimos a proclamar más plenamente el sábado".
Esta visión fue dada en 1847 cuando eran muy poco los hermanos adventistas que observaban el sábado, y de éstos eran aun menos s que suponían que su observancia era de suficiente importancia para trazar una separación entre el pueblo de Dios y los incrédulos. Ahora se comienza a ver el cumplimiento de esa visión. El comienzo "del tiempo de angustia" mencionado entonces no se refiere al tiempo cuando comenzarán a ser derramada las plagas, sino a un corto periodo precisamente ante que caigan, mientras Cristo está en el santuario. En ese tiempo, cuando se esté terminando la obra de la salvación, vendrá aflicción sobre la tierra, y las naciones se airarán, aunque serán mantenidas en jaque para que no impidan la realización de la obra del tercer ángel.- PE 85 (1854). (Eventos de los últimos días p. 148)
Para esta tiempo se nos instruye que hagamos provisiones.
El mundo protestante ha establecido un día de reposo idolátrico (domingo) en el lugar donde debería estar el sábado de Dios, y va en pos de las pisadas del papado. Por esta razón veo la necesidad de que las familias del pueblo de Dios se trasladen fuera de las ciudades, a lugares apartados del campo, donde puedan cultivar la tierra y cosechar los productos que ellas mismas siembren. De este modo podrán criar a sus hijos con hábitos sencillos y saludables. Veo la necesidad de apresurarse a fin de tener todas las cosas dispuestas para la crisis (Carta 90, 1897). (M. S. t. 2 p. 412)
El pequeño tiempo de angustia comienza con la ley dominical y termina con el fin del tiempo de gracia. En ese tiempo el remanente estará dando el ultimo mensaje al mundo el fuerte pregón de la lluvia tedia.
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GRAN TIEMPO DE ANGUSTIA
7 ULTIMAS PLAGAS DERRAMADAS.
Para este tiempo no debemos hacer provisión para nuestras necesidades.
El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades temporales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia, cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos. Será entonces tiempo en que habremos de confiar por completo en Dios, y él nos sostendrá. Vi que nuestro pan y nuestras aguas nos estarán asegurados en aquel tiempo, y no sufriremos escasez ni hambre. (Maranata p.179)
El gran tiempo de angustia comienza cuando termine el tiempo de gracia y dura hasta la segunda venida de Cristo. Cuando termine el tiempo de gracia los cuatro Ángeles de Apocalipsis 7: 1 - 4 serán sueltos.
En este tiempo será el tiempo de la angustia de Jacob y caerán sobre la tierra las siete postreras plagas.
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"EVENTOS FINALES"
"MENSAJE DE LOS TRES ANGELES"
"El 1er. ángel anuncia el juicio"
6- Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo.
7- Decía a gran voz: "¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas".
"El 2do. ángel anuncia la caída de Babilonia"
8- Un segundo ángel lo siguió, diciendo: "¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!, porque ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación".
"El 3er. ángel anuncia la destrucción de la bestia"
9- Y el tercer ángel los siguió diciendo a gran voz: "Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente o en su mano,
10- "éste también beberá del vino de la ira de Dios, vaciado puro en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero.
11- "Y el humo de su tormento sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su imagen, y los que reciben la marca de su nombre, no tienen reposo ni de día ni de noche. (Apoc. 14: 6 - 11)
"Los tres ángeles de Apocalipsis 14, representados como volando por en medio del cielo, simbolizan la obra de aquellos que proclaman los mensajes de los ángeles primero, segundo y tercero. Están unidos. Las evidencias de la verdad permanente y siempre viva de estos grandes mensajes, que tanto significan para la iglesia, que han despertado tan intensa oposición de parte del mundo religioso, no están extintas. Satanás trata constantemente de arrojar sombra alrededor de estos mensajes, para que el pueblo de Dios no discierna claramente su significado, su tiempo y lugar; pero esos mensajes viven y han de ejercer su poder sobre nuestra experiencia religiosa mientras dure el tiempo.
La influencia de estos mensajes se ha estado profundizando y ensanchando, poniendo en movimiento los resortes de la acción en millares de corazones, sacando a la existencia instituciones de saber, casas editoriales y sanatorios. Todos éstos son instrumentos de Dios para cooperar en la gran obra representada por los ángeles primero, segundo y tercero, la obra que consiste en advertir a los habitantes del mundo que Cristo viene por segunda vez, con poder y grande gloria." (Joyas de los Testimonios tomo 2 pag.373)
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"MENSAJE DEL TESTIGO FIEL A LA IGLESIA LAODICEA"
"Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea. He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo." (Apoc. 3: 14-17.)
El Señor nos muestra aquí que el mensaje que deben dar a su pueblo los ministros que él ha llamado para que amonesten a la gente no es un mensaje de paz y seguridad. No es meramente teórico, sino práctico en todo detalle. En el mensaje a los laodicenses, los hijos de Dios son presentados en una posición de seguridad carnal. Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso espiritual. "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo."
A los que se sienten seguros por causa de sus progresos y se creen ricos en conocimiento espiritual, les cuesta recibir el mensaje que declara que están engañados y necesitan toda gracia espiritual. El corazón que no ha sido santificado es engañoso "más que todas las cosas, y perverso."" (Jer. 17:9.) Se me mostró que muchos se ilusionan creyéndose buenos cristianos, aunque no tienen un solo rayo de la luz de Jesús. No tienen una viva experiencia personal en la vida divina. Necesitan humillarse profunda y cabalmente delante de Dios antes de sentir su verdadera necesidad de realizar esfuerzos fervientes y perseverantes para obtener los preciosos dones del Espíritu.
No es suficiente el simple hecho de profesar creer la verdad. Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. Pero el mensaje del Testigo Fiel revela el hecho de que nuestro pueblo está sumido en un terrible engaño, que impone la necesidad de amonestarlo para que interrumpa su sueño espiritual y se levante a cumplir una acción decidida. (Joyas de los Testimonios t. 1 pag. 328, 329)
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LLAMANDO A LA PUERTA"
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré él, y él conmigo" (Apoc. 3: 20).
Así ilustra el Redentor del mundo la obra del Espíritu Santo en el corazón humano. Por un acto de su propia fe, el ser humano se coloca en las manos del Señor para que él obre su buena voluntad a su tiempo. Para estar en Cristo, debe haber un continuo ejercicio de la fe...
Este es un proceso de preparación, una constante disciplina de la mente y del corazón, para que Cristo obre su gran tarea en el corazón humano. El yo el viejo yo natural, muere, y la voluntad de Cristo es nuestra voluntad, sus caminos son nuestros caminos y el ser humano, corazón, mente e intelecto, se convierte en un instrumento en las manos de Dios para obrar ya no más maldad, sino la justicia de Cristo...
En el plan divino, Dios no hace nada sin la cooperación del hombre. No compele a la voluntad del hombre. Esta debe ser dada completamente al Señor, de lo contrario el Señor no puede realizar su obra divina que quiere cumplir en el ser humano. Jesús declaró que en un cierto lugar no pudo hacer muchas obras admirables entre la gente, debido a su incredulidad. Quería hacer para ellos en ese lugar precisamente lo que sabia que ellos necesitaban que hiciera, pero no pudo realizarlo porque la incredulidad le cerró el camino. El alfarero no puede modelar y dar forma para honra a lo que nunca ha sido colocado en sus manos. La vida cristiana es una entrega diaria, sumisión y continuo triunfo que gana renovadas victorias cada día. Esto es el crecimiento en Cristo, que da forma a la vida de acuerdo con el modelo divino...
La devoción, la piedad y la santificación de todo el hombre se efectuar mediante Jesucristo nuestra justicia (Manuscrito 24, 1890). (A fin de conocerle pag. 58)
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"En el tiempo de mayor peligro"
En el tiempo en que son mayores el peligro y la depresión de la iglesia, el pequeño grupo que se mantiene en la luz estará suspirando y clamando por las abominaciones que se cometen en la tierra. Pero sus oraciones ascenderán más especialmente en favor de la iglesia, porque sus miembros están obrando a la manera del mundo.
No serán vanas las oraciones de estos pocos fieles. Cuando el Señor salga como vengador, vendrá también como protector de todos aquellos que hayan conservado la fe en su pureza y se hayan mantenido sin mancha del mundo. Será entonces el tiempo en que Dios prometió vengar a sus escogidos que claman día y noche, aunque sea longánime con ellos.
La orden es: "Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella." (Eze. 9: 4) Estos que suspiran y lloran han estado ofreciendo las palabras de vida; han reprendido, han aconsejado y suplicado. Algunos de los que estaban deshonrando a Dios se han arrepentido y han humillado su corazón delante de él. Pero la gloria del Señor se ha apartado de Israel; aunque muchos perseveraban en las formas de la religión, faltaban el poder y la presencia de Dios.
En el tiempo en que su ira se manifieste con castigos, estos humildes y consagrados discípulos de Cristo se distinguirán del resto del mundo por la angustia de su alma, expresada en lamentaciones y lloros, reproches y amonestaciones. Mientras que otros procuran arrojar un manto sobre el mal existente, y excusar la gran impiedad que prevalece por doquiera, los que tienen celo por el honor de Jehová y amor por las almas no callarán para obtener el favor humano. Sus almas justas se afligen día tras día por las obras y conversaciones profanas de los impíos. Son impotentes para detener el torrente de la iniquidad; de ahí que se llenen de pesar y alarma. Lloran delante de Dios al ver la religión despreciada en los mismos hogares de aquellos que han tenido gran luz. Se lamentan y afligen sus almas porque en la iglesia hay orgullo, avaricia, egoísmo y engaño de casi toda clase. El Espíritu de Dios, que inspira la reprensión, es pisoteado, mientras triunfan los siervos de Satanás. Dios queda deshonrado, la verdad anulada.
Aquellos que no sienten pesar por su propia decadencia espiritual ni lloran sobre los pecados ajenos quedarán sin el sello de Dios. El Señor ordena a sus mensajeros, los hombres que tienen las armas de matanza en la mano: "Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo." (Eze. 9: 5, 6.)
Aquí vemos que la iglesia, el santuario del Señor, era la primera en sentir los golpes de la ira de Dios. Los ancianos, aquellos a quienes Dios había brindado gran luz, que se habían destacado como guardianes de los intereses espirituales del pueblo, habían traicionado su cometido. Habían asumido la actitud de que no necesitamos esperar milagros ni la señalada manifestación del poder de Dios como en tiempos anteriores. Los tiempos han cambiado. Estas palabras fortalecen su incredulidad, y dicen: El Señor no hará bien ni mal. Es demasiado misericordioso para castigar a su pueblo. Así el clamor de paz y seguridad es dado por hombres que no volverán a elevar la voz como trompeta para mostrar al pueblo de Dios sus transgresiones y a la casa de Jacob sus pecados. Estos perros mudos que no querían ladrar, son los que sienten la justa venganza de un Dios ofendido. Hombres, jóvenes y niñitos, todos perecen juntos. (Joyas de los Testimonios t. 2 pag. 64, 66)
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Union de las iglesias
EL PROTESTANTISMO SE UNE CON EL PAPADO
Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibiría autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. (Apoc. 17: 12, 13).
"A medida que nos acercamos a la crisis final, resulta de vital importancia que la armonía y la unidad reinen entre las instituciones del Señor. El mundo no conoce más que tempestades, guerras y discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma dirección, la de la potencia papal, para oponerse a Dios en la persona de sus testigos.
¿Qué entidad le entrega su reino a esta potencia? El protestantismo, un poder que, mientras profesa tener el carácter y el espíritu de un cordero y estar aliado con el cielo, habla con la voz de un dragón. Está movido por una fuerza que procede de abajo. . .
"Estos tienen un mismo propósito". Habrá un lazo universal de unión, una gran armonía, una confederación de fuerzas de Satanás. "Y entregarán su poder y su autoridad a la bestia". Así se manifiesta el mismo poder arbitrario y opresor contra la libertad religiosa, la libertad de adorar a Dios según los dictados de la conciencia, que manifestó el papado cuando en el pasado persiguió a los que se negaban a conformarse con los ritos y ceremonias religiosas del romanismo.
En la lucha que se librará en los últimos días estarán unidos en oposición al pueblo de Dios todos los poderes corrompidos que se apartaron de la lealtad a la ley de Jehová. En esta lucha el sábado del cuarto mandamiento será el punto controvertido, porque en el mandamiento del sábado el gran Legislador se identifica como el Creador del cielo y de la tierra. Merced a los dos errores capitales, el de la inmortalidad del alma y el de la santidad del domingo, Satanás prenderá a los hombres en sus redes. Mientras aquél forma la base del espiritismo, éste crea un lazo de simpatía con Roma. Los protestantes de los Estados Unidos serán los primeros en tender las manos a través de un doble abismo al espiritismo y al poder romano; y bajo la influencia de esta triple alianza ese país marchará en las huellas de Roma, pisoteando los derechos de la conciencia." (Maranata p.186)
Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el Estado para que imponga los decretos y las instituciones de ellas, entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana, y la imposición de penas civiles contra los disidentes vendrá de por sí sola...
La imposición de la observancia del domingo por parte de las iglesias protestantes es una imposición de que se adore al papado...
Por el mismo hecho de imponer un deber religioso con ayuda del poder secular, las mismas iglesias estallan elevando una imagen a la bestia; de aquí que la imposición de la observancia del domingo en los Estados Unidos equivaldría a imponer la adoración de la bestia y de su imagen.- CS 498, 502 (1911).
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Ley dominical
"Cuando llegue el día en que se invalide la ley con el domingo y la iglesia sea zarandeada por las fieras pruebas a que serán sometidos todos los que moran en la tierra, una gran proporción de aquellos que pasan por ser genuinos prestarán oídos a espíritus engañadores y se convertirán en pérfidos y traicionarán sagradas verdades. Demostrarán que son nuestros peores perseguidores. (Com. B. T. 6 p. 288 E. G. W.)
"Entonces el descanso (Domingo) que yo he establecido será hecho obligatorio por leyes muy severas e impositivas. Los que las desobedezcan serán apartados de sus ciudades y aldeas, y se les hará sufrir hambre y privación. Una vez que tengamos el poder, mostraremos lo que podemos hacer con aquellos que no desean apartarse de su lealtad a Dios.(T. M. 473)
MARCA DE LA BESTIA
Y ordenaba que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente. Y que ninguno pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Esto requiere sabiduría. El que tenga entendimiento, cuente el número de la bestia, que es número de hombre. El número es 666. (Apoc. 13: 16 - 18)
Los adoradores de Dios se distinguirán especialmente por su observancia del cuarto mandamiento, puesto que ésta es la señal de su poder creador y el testimonio de su derecho a recibir la reverencia y el homenaje de los hombres. Los malvados se distinguirán por sus esfuerzos para derribar este monumento del Creador, para exaltar el día instituido por Roma. (Domingo) Cuando el conflicto culmine, la cristiandad estará dividida en dos grandes clases: los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús, y los que adoran a la bestia y a su imagen, y reciben su marca. . .
El pueblo de Dios tendrá que enfrentar tremendas pruebas. El espíritu de la guerra está conmoviendo las naciones de un extremo al otro de la tierra. Pero en el medio del tiempo de angustia que está por venir, un tiempo de angustia que no tendrá paralelo desde que existe nación, el pueblo de Dios permanecerá inconmovible. Satanás y sus ángeles no lo podrán destruir, porque ángeles sumamente fuertes los protegerán (Carta 119, del 1 de marzo de 1904) (Cada dia con Dios pag. 70)
El sábado será la gran piedra de toque de la lealtad; pues es el punto especialmente controvertido. Cuando esta piedra de toque les sea aplicada finalmente a los hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre los que sirven a Dios y los que no le sirven. Mientras la observancia del falso día de reposo (domingo), en obedecimiento a la ley del estado y en oposición al cuarto mandamiento, será una declaración de obediencia a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de reposo (sábado), en obediencia a la ley de Dios, será señal evidente de la lealtad al Creador. Mientras que una clase de personas, al acepta el signo de la sumisión a los poderes del mundo, recibe la marca de la bestia, la otra, por haber escogido el signo de obediencia a la autoridad divina, recibirá el sello de Dios. (Conflicto de los siglos pag. 663)
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Salid de las ciudades
La ley dominical vendrá poco a poco, hoy día vemos como se esta luchando por establecerla como el día familiar.
"El mundo protestante ha establecido un día de reposo idolátrico (domingo) en el lugar donde debería estar el sábado de Dios, y va en pos de las pisadas del papado.
Por esta razón veo la necesidad de que las familias del pueblo de Dios se trasladen fuera de las ciudades, a lugares apartados del campo, donde puedan cultivar la tierra y cosechar los productos que ellas mismas siembren." (M. S. t. 2 p. 412)
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"Pasa por en medio de Jerusalén, y pon una señal
en la frente de los hombres que gimen y claman"
"Pasa por la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se cometen en ella"(Eze. 9:4)
"El Señor viene pronto. En cada iglesia debe haber un proceso de purificación y de zarandeo, porque entre nosotros hay hombres impíos que no aman la verdad ni honran a Dios." -RH Marzo 19, 1895.
"Pregunté cuál era el significado del zarandeo que yo había visto, y se me mostró que lo motivaría el directo testimonio que exige el consejo del Testigo fiel a la iglesia de Laodicea. Tendrá este consejo efecto en el corazón de quien lo reciba y le inducirá a ensalzar la norma y expresar claramente la verdad. Algunos no soportarán este testimonio directo, sino que se levantarán contra él. Esto es lo que causará un zarandeo en el pueblo de Dios" (P. E. p. 270)
Zarandeo
EL 20 de noviembre de 1857 me fue mostrado el pueblo de Dios, y lo vi poderosamente sacudido. Algunos, con robusta fe y clamores de agonía intercedían ante Dios. Estaban pálidos y sus rostros demostraban la profunda ansiedad resultante de su lucha interior. Gruesas gotas de sudor bañaban su frente; pero con todo, su aspecto manifestaba firmeza y fervor. De cuando en cuando brillaba en sus semblantes la señal de la aprobación de Dios, y nuevamente volvían a quedar en solemne, fervorosa y anhelante actitud.
Ángeles malos los rodeaban y los oprimían con sus tinieblas para ocultarles de la vista a Jesús y para que sus ojos se fijaran en la obscuridad circundante, a fin de inducirles a desconfiar de Dios y luego a murmurar contra él. Su única salvaguardia estribaba en mantener los ojos dirigidos hacia arriba, pues los ángeles de Dios estaban encargados de su pueblo y, mientras que la ponzoñosa atmósfera de los malos ángeles circundaba y oprimía a las ansiosas almas, los ángeles celestiales batían sin cesar las alas para disipar las densas tinieblas.
Vi que algunos no participaban en esta lucha e intercesión. Parecían indiferentes y negligentes. No resistían a las tinieblas que los envolvían, y éstas los encerraban como una espesa nube. Vi que los ángeles de Dios se apartaban de ellos y acudían en auxilio de los que se empeñaban en resistir con todas sus fuerzas a los ángeles malos y procuraban ayudarse, clamando perseverantemente a Dios. Pero los ángeles nada hacían por quienes no procuraban ayudarse a sí mismos; y los perdí de vista. Mientras los que oraban continuaban clamando con fervor, recibían a veces un rayo de luz que emanaba de Cristo para alentar su corazón e iluminar su rostro.
Pregunté cuál era el significado del zarandeo que yo había visto, y se me mostró que lo motivaría el directo testimonio que exige el consejo del Testigo fiel a la iglesia de Laodicea. Tendrá este consejo efecto en el corazón de quien lo reciba y le inducirá a ensalzar la norma y expresar claramente la verdad. Algunos no soportarán este testimonio directo, sino que se levantarán contra él. Esto es lo que causará un zarandeo en el pueblo de Dios.
El testimonio del Testigo no ha sido escuchado sino a medias. El solemne testimonio, del cual depende el destino de la iglesia, se tiene en poca estima, cuando no se lo descarta por completo. Este testimonio ha de mover a profundo arrepentimiento, y todos los que lo reciban sinceramente, le obedecerán y quedarán purificados. (Joyas de los Testimonios tomo 1 pag. 60, 61) (P. E. p. 270)
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El sello de Dios
Tan pronto como el pueblo de Dios sea sellado en su frente -no se trata de un sello o marca que se pueda ver, sino un afianzamiento en la verdad, tanto intelectual como espiritualmente, de modo que los sellados son inconmovibles-, tan pronto como sea sellado y preparado para el zarandeo , éste vendrá. Ciertamente ya ha comenzado. -4CBA 1183.
La verdadera observancia del día de reposo es la señal de lealtad a Dios.-7CBA 992 (1899).
De los Diez Mandamientos, sólo el cuarto contiene el sello del gran Legislador, el Creador de los cielos y la tierra.-6T 350 (1900). Se pone una señal sobre cada uno de los hijos de Dios tan ciertamente como fue colocada una marca sobre las puertas de los hogares de los hebreos para librar a ese pueblo de la ruina general. Dios declara: "Les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico"[Eze. 20-12]. (E.V.U.D.224, 225).
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Lluvia tardía
Los que reciban la marca pura de la verdad desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que "gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen" en la iglesia. (Maranata p.238)
"Oí que los revestidos de la armadura proclamaban la verdad con gran poder, y ella producía su efecto. Vi a las personas que habían estado atadas: algunas esposas por sus consortes, y algunos hijos por sus padres. Los sinceros, a quienes hasta entonces se les había impedido oír la verdad, se adhirieron ardientemente a ella. Pregunté por la causa de tan profundo cambio y un ángel me respondió: "Es la lluvia tardía; el refrigerio de la presencia del Señor; el potente pregón del tercer ángel." (P. E. p. 272)
Por todas partes había resonado la postrera gran amonestación, agitando y enfureciendo a los moradores de la tierra que no habían querido recibir el mensaje. Vi ángeles que iban presurosos de un lado al otro en el cielo.
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El Pequeño Tiempo de Angustia
El comienzo "del tiempo de angustia" mencionado entonces no se refiere al tiempo cuando comenzarán a ser derramada las plagas, sino a un corto periodo precisamente ante que caigan, mientras Cristo está en el santuario. En ese tiempo, cuando se esté terminando la obra de la salvación, vendrá aflicción sobre la tierra, y las naciones se airarán, aunque serán mantenidas en jaque para que no impidan la realización de la obra del tercer ángel.- PE 85 (1854). (E. U. D. p.148)
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Persecución
Vi a los impíos, malvados e incrédulos. Estaban todos en gran excitación. El celo y potencia del pueblo de Dios los había enfurecido. Por doquiera dominaba en ellos la confusión. Vi que tomaban medidas contra la hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aunque rodeado por densas tinieblas, se mantenían firme con la aprobación de Dios y su confianza en él. Los vi perplejos; luego los oí clamar a Dios ardientemente, sin cesar día y noche en su angustioso grito: "¡Hágase señor tu voluntad! Si ha de servir para gloria de tu nombre, dale a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos." Tales son las palabras que puedo recordar. Todos mostraban honda convicción de su insuficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación. (Testimonios selectos pag. 175)
"Cuando realmente se desate la tormenta de la persecución sobre nosotros las verdaderas ovejas oirán la voz del verdadero pastor. Se realizarán esfuerzos abnegados para salvar a los perdidos, y muchos que se han descarriado del redil volverán de nuevo. (T. t. 6 p. 401)
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"El tiempo de gracia termina cuando se completa el sellamiento"
Precisamente antes de que entráramos en él [el tiempo de angustia], todos recibimos el sello del Dios viviente. Entonces vi que los cuatro ángeles dejaron de retener los cuatro vientos. Y vi hambre, pestilencia y espada, nación se levantó contra nación, y el mundo entero entró en confusión.-7CBA 979 (1846).
Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con tintero de escribano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su encargo, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que Jesús, quien había estado oficiando ante el arca de los Diez Mandamientos, dejó caer el incensario, y alzando las manos exclamó en alta voz: "Consumado es".-PE 279
Queda, por así decirlo, solamente un momento de tiempo. Pero aunque ya se levanta nación contra nación, y reino contra reino, no hay todavía conflagración general. Todavía los cuatro vientos son retenidos hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Entonces las potencias de la tierra ordenarán sus fuerzas para la última gran batalla.-2JT 369 (1900).
Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos divinos han recibido 'el sello del Dios vivo". Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y con gran voz dirá- "Hecho es".-CS 671 (1911) (E. U. D. 232, 233)
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EL TIEMPO DE LA ANGUSTIA DE JACOB
¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. (Jer. 30: 7).
Cuando Cristo acabe su obra mediadora en favor del hombre, entonces empezará ese tiempo de aflicción. Entonces la suerte de cada alma habrá sido decidida, y ya no habrá sangre expiatoria para limpiarnos del pecado. . . Entonces el espíritu que reprime el mal se retirará de la tierra. Como Jacob estuvo bajo la amenaza de muerte de su airado hermano, así también el pueblo de Dios estará en peligro de los impíos que tratarán de destruirlo. Y como el patriarca luchó toda la noche pidiendo ser librado de la mano de Esaú, así clamarán los justos a Dios día y noche que los libre de los enemigos que los rodean. . .
Cuando en su angustia Jacob se asió del Ángel y le suplicó con lágrimas, el Mensajero celestial, para probar su fe, le recordó también su pecado y trató de librarse de él. Pero Jacob no se dejó desviar. Había aprendido que Dios es misericordioso, y se apoyó en su misericordia. Se refirió a su arrepentimiento del pecado, y pidió liberación. Mientras repasaba su vida, casi fue impulsado a la desesperación; pero se aferró al Ángel, y con fervientes y agonizantes súplicas insistió en sus ruegos, hasta que prevaleció.
Tal será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final con los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos. Satanás se esforzará por aterrarlos con el pensamiento de que su situación no tiene esperanza; que sus pecados han sido demasiado grandes para alcanzar el perdón. Tendrán un profundo sentimiento de sus faltas, y al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas. Pero recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas hechas por Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas en seguida. Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del Ángel, y el lenguaje de su alma será: "No te dejaré, si no me bendices" (Patriarcas y Profetas, págs. 199, 200).
"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran Príncipe que protege a tu pueblo. Y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces. Pero en ese tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro." (Danieel 12:1)
VI QUE LOS SANTOS abandonaban las ciudades y los pueblos para reunirse en grupos con el fin de vivir en los lugares más apartados. Los ángeles les proporcionaban alimento y agua mientras los impíos sufrían hambre y sed. Acto seguido vi que los grandes hombres de la tierra consultaban entre sí, y vi a Satanás y sus ángeles atareados en torno de ellos. Vi un edicto, del que se distribuyeron copias por distintas partes del país, mediante el cual se ordenaba que a menos que los santos renunciaran a su fe peculiar y pusieran a un lado el sábado para observar el primer día de la semana, después de cierto tiempo la gente quedaría en libertad para darles muerte. Pero en esa hora de prueba los santos estaban tranquilos y serenos, confiando en Dios y descansando en su promesa de que se les abriría un camino de salvación.
En algunos lugares, antes que venciera el plazo señalado en el edicto, los impíos se abalanzaron sobre los santos para darles muerte; pero ángeles con apariencia de guerreros lucharon por ellos. Satanás quería tener el privilegio de exterminar a los santos del Altísimo, pero Jesús ordenó a sus ángeles que los protegieran. Dios se sentirá honrado al hacer un pacto con los que guardaron su ley en presencia de los paganos que los rodeaban; y será para honra de Jesús trasladar sin pasar por la muerte a los fieles expectantes que durante tanto tiempo lo aguardaron.
Poco después vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecía que estaban rodeados por los malvados moradores de la tierra. Las apariencias estaban en su contra. Algunos empezaron a temer que Dios los hubiera abandonado para que perecieran a manos de los impíos. Pero si sus ojos se hubieran abierto, se hubiesen visto rodeados por los ángeles de Dios. Después llegó la airada multitud de los impíos, y en seguida un conjunto de ángeles malignos que los incitaban para que mataran a los santos. Pero para poder acercarse al pueblo de Dios era necesario que éstos pasaran entre ese conjunto de ángeles santos y poderosos. Eso era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder y también rechazaban a los ángeles malos que los rodeaban. (Historia de la redención pG. 427, 428)
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Siete postreras plagas
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra, las plagas se detendrían.-PE 36 (1851).
MI ATENCIÓN se dirigió nuevamente a la tierra. Los impíos habían sido destruidos y sus cadáveres yacían sobre ella. La ira de Dios, manifestada mediante las siete plagas, se había derramado sobre los habitantes de la tierra, induciéndoles a morderse las lenguas de dolor y a maldecir a Dios. Los falsos pastores habían sido objeto especial de la ira de Jehová. Sus ojos se habían consumido en sus órbitas y sus lenguas en sus bocas mientras aún estaban de pie. Después que los santos fueron librados por la voz de Dios, los impíos encauzaron sus iras los unos contra los otros. La tierra parecía inundada de sangre y cubierta de cadáveres desde uno al otro confín.
El planeta parecía a un desolado desierto. Las ciudades y los pueblos, sacudidos por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, removidas de sus lugares, habían dejado en su sitio grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los peñascos que había lanzado el mar o que había arrojado la tierra misma. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. Este será por mil años el hogar de Satanás y de sus ángeles malos. Allí quedará confiado para recorrer la destruida superficie de la tierra y para evaluar las consecuencias de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años podrá gozar del fruto de la maldición que ha producido. (Historia de la redención pag. 436)
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"GRAN TERREMOTO"
Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: "Hecho es." (Apocalipsis 16: 17.)
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, "cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra." (Vers. 18.)
El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz de demonios en misión de destrucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas. "La grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira." (Vers. 19.) Pedrisco grande, cada piedra, "como del peso de un talento" (vers. 21), hace su obra de destrucción. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe. C. S. p. 695
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RESURECCION PARCIAL
Los sepulcros se abren y " muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua." (Daniel 12: 2.) Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. "Los que le traspasa ron" (Apocalipsis 1: 7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes. C. S. 695, 696.
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SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que reposaba el Hijo del hombre. Cuando apareció primero a la distancia parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra pudimos contemplar la excelsa gloria y la majestad de Jesús que avanzaba como vencedor. Una comitiva de ángeles ceñidos de brillantes coronas lo escoltaba en su camino.
No hay palabras para describir la magnificencia de este espectáculo. Cuando se acercó la nube viviente de insuperable gloria y majestad, pudimos contemplar con nitidez la amable figura de Jesús. No llevaba una corona de espinas; ceñía su santa (p.431) frente en cambio una corona de gloria. Sobre sus vestidos y su muslo había un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de señores. Su rostro resplandecía más que el sol al mediodía, sus ojos eran como llama de fuego y sus pies tenían el aspecto del bronce bruñido. Su voz tenía el sonido de numerosos instrumentos musicales. La tierra tembló delante de él; los cielos se desvanecieron como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda isla se removió de su lugar. "Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" (Apoc. 6: 15-17)
Los que poco antes habrían eliminado de la tierra a los fieles hijos de Dios, vieron entonces la gloria del Señor que reposaba sobre ellos. Y en medio de su terror escucharon las voces de los santos que en gozosa melodía decían: "He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará" (Isa. 25: 9).
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PRIMERA RESURECCION, DE LOS JUSTOS
¡Dichoso y santo el que tiene parte en la primera resurrección! (Apoc. 20: 6)
A su venida los justos muertos resucitarán, y los justos que estuvieren aún vivos serán mudados. "No todos dormiremos -dice Pablo,- mas todos seremos mudados, en un momento, en un abrir de ojos, al sonar la última trompeta: porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados. Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad." (1 Corintios 15: 51-53, V.M.) Y en 1 Tesalonicenses 4: 16, 17, después de describir la venida del Señor, dice: "Los muertos en Cristo se levantarán primero; luego, nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro del Señor, en el aire; y así estaremos siempre con el Señor." C. S. 369
La tierra se estremeció violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llamó a los santos que dormían. Respondieron a esa invitación y surgieron revestidos de gloriosa inmortalidad exclamando: "¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (Véase 1 Cor. 15: 55.) Entonces los santos vivos y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado y arrobador grito de triunfo. Los cuerpos que habían descendido a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la muerte, resucitaron dotados de salud y vigor inmortales. Los santos vivos fueron transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y junto con los resucitados ascendieron juntos para recibir al Señor en el aire. ¡Oh qué glorioso encuentro! Los amigos desunidos por la muerte volvieron a reunirse para no separarse nunca más.
A cada lado del carro de nubes había alas, y debajo, ruedas vivas. Al girar, las ruedas clamaban: "¡Santo!" y las alas al batir, repetían: "¡Santo!" Y la comitiva de ángeles que rodeaba la nube decía en voz alta: "¡Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso!" Y los redimidos que estaban en la nube exclamaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!" Y el carro ascendía hacia la Santa Ciudad. Antes de entrar en ella, los rescatados se ordenaron en un cuadro perfecto con Jesús en el centro. Su cabeza y sus hombros sobresalían por encima de los salvados y los ángeles. Su majestuosa figura y su amable rostro podían ser vistos por todos los que formaban el cuadro. (Historia de la redención p.432, 433)
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MILENIO
MI ATENCIÓN se dirigió nuevamente a la tierra. Los impíos habían sido destruidos y sus cadáveres yacían sobre ella. La ira de Dios, manifestada mediante las siete plagas, se había derramado sobre los habitantes de la tierra, induciéndoles a morderse las lenguas de dolor y a maldecir a Dios. Los falsos pastores habían sido objeto especial de la ira de Jehová. Sus ojos se habían consumido en sus órbitas y sus lenguas en sus bocas mientras aún estaban de pie. Después que los santos fueron librados por la voz de Dios, los impíos encauzaron sus iras los unos contra los otros. La tierra parecía inundada de sangre y cubierta de cadáveres desde uno al otro confín.
El planeta parecía a un desolado desierto. Las ciudades y los pueblos, sacudidos por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, removidas de sus lugares, habían dejado en su sitio grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los peñascos que había lanzado el mar o que había arrojado la tierra misma. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. Este será por mil años el hogar de Satanás y de sus ángeles malos. Allí quedará confiado para recorrer la destruida superficie de la tierra y para evaluar las consecuencias de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años podrá gozar del fruto de la maldición que ha producido.
Sin poder salir de la tierra, no tendrá el privilegio de ir a otros planetas para tentar y molestar a los que no han caído. Durante ese tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Desde la caída sus malos rasgos han estado en constante ejercicio. Pero entonces será privado de su poder y abandonado para reflexionar en el papel que ha desempeñado, y para presentir con temor y temblor su espantoso porvenir, cuando tendrá que sufrir por todo el mal que llevó a cabo y ser castigado por todos los pecados que hizo cometer.
Oí exclamaciones de triunfo de parte de los ángeles y de los santos redimidos, que resonaban como diez mil instrumentos musicales, porque ya Satanás no los molestaría ni los tentaría más, y porque los habitantes de los otros mundos habían sido librados de él y de sus tentaciones.
Después vi tronos, y vi que Jesús y los redimidos se sentaban en ellos, y que los santos reinaban como reyes y sacerdotes de Dios. Cristo, junto con su pueblo, juzgó a los impíos muertos, comparando sus acciones con el libro de estatutos, la Palabra de Dios y fallando cada caso según lo hecho en el cuerpo. Después sentenciaron a los impíos a la pena que debían sufrir de acuerdo con sus obras, la que quedó escrita frente a sus nombres en el libro de la muerte. También el diablo y sus ángeles fueron juzgados por Jesús y los santos. El castigo de Satanás debía ser mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Su sufrimiento será tan grande que no se podrá establecer comparación alguna con el de ellos. Después que perezcan todos los que engañó, el enemigo continuará viviendo para sufrir por mucho tiempo más.
Cuando terminó el juicio de los impíos muertos, al final del milenio, Jesús salió de la ciudad seguido por los santos y una comitiva de ángeles. Descendió sobre una gran montaña que, tan pronto como él posó los pies en ella, se partió convirtiéndose en una dilatada llanura. Entonces alzamos los ojos y vimos la grande y hermosa ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada lado, y un ángel en cada una. Exclamamos: "¡La ciudad! ¡La gran ciudad! Está descendiendo del cielo, de Dios". Y bajó con todo su esplendor y deslumbrante gloria, y se asentó en la vasta llanura que Jesús había preparado para ella. (Historia de la redención p. 436 - 438)
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DECIENDE CIUDAD NUEVA JERUSALÉN
Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, engalanada como una novia para su esposo. Y oí una gran voz del cielo que dijo: "Ahora la morada de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron". (Apoc. 21: 2 - 4)
"Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso. El profeta dice: "Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos." "Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está frente de Jerusalem a la parte de oriente: y el monte de las Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle." "Y 721 Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre." (Zacarías 14: 5, 4, 9.) La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad." (Conflicto de los Siglos 420, 421)
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"SEGUNDA RESURRECCIÓN"
ENTONCES Jesús, acompañado de su comitiva de ángeles y de los santos redimidos, salió de la ciudad. Los ángeles rodearon a su Comandante y lo escoltaron durante el viaje, y el cortejo de los rescatados los seguía. Después, con terrible y pavorosa majestad, el Señor llamó a los impíos muertos, que resucitaron con los mismos cuerpos débiles y enfermizos con que habían descendido al sepulcro. ¡Qué espectáculo! ¡Qué escena! En la primera resurrección todos surgieron revestidos de inmortal lozanía, pero en la segunda se veían en todos los estigmas de la maldición. Los reyes y los nobles de la tierra, los ruines y los miserables, los eruditos y los ignorantes, todos resucitaron juntos. Todos contemplaron al Hijo del hombre; y los mismos que lo despreciaron y escarnecieron, los que riñeron con corona de espinas su santa frente y lo golpearon con la caña, lo vieron entonces revestido de toda su regia majestad. Los que le escupieron el rostro en ocasión de su juicio rehuyeron entonces su penetrante mirada y el resplandor de su semblante. Los que traspasaron con clavos sus manos y sus pies vieron en ese momento las marcas de la crucifixión. Los que introdujeron la lanza en su costado vieron en su cuerpo la señal de su crueldad. Y sabían que era el mismo a quien ellos crucificaron y escarnecieron durante su agonía. Se escuchó entonces un prolongado gemido de angustia, cuando huyeron a esconderse de la presencia del Rey de reyes y Señor de señores.
Todos trataron de ocultarse tras las rocas o escudarse de la terrible gloria de Aquel a quien una vez despreciaron. Y abrumados y afligidos por su majestad y su excelsa gloria, alzaron unánimemente la voz y exclamaron con terrible claridad: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"
Después Jesús y los santos ángeles, acompañados por todos los santos, regresaron a la ciudad mientras los amargos lamentos y el llanto de los impíos condenados saturaba el aire. Vi que Satanás reanudaba entonces su obra. Recorrió las filas de sus súbditos y fortaleció a los débiles diciéndoles que él y sus ángeles eran poderosos. Señaló los incontables millones que habían resucitado. Había entre ellos poderosos militares y reyes expertos en el arte de la guerra, que habían conquistado reinos. Había también gigantes fornidos y hombres valientes que nunca habían perdido una batalla. Allí estaba el soberbio y ambicioso Napoleón, cuya presencia había hecho temblar reinos. Allí había hombres de destacada estatura y digno porte que murieron en medio de la batalla sedientos de conquistas.
Al salir de la tumba reanudaron el curso de sus pensamientos donde lo había interrumpido la muerte. Conservaban el mismo afán de vencer que los había dominado cuando cayeron. Satanás consultó a sus ángeles, y después con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Entonces contempló ese vasto ejército, y les dijo que los habitantes de la ciudad eran pocos y débiles, por lo que podían subir contra ella y tomarla, arrojar a sus habitantes y adueñarse de sus riquezas y su gloria.
Satanás logró engañarles, e inmediatamente todos se dispusieron para la batalla. En aquel vasto ejército había muchos hombres hábiles que construyeron toda clase de pertrechos de guerra. Entonces, con Satanás a la cabeza, la multitud se puso en marcha. Reyes y guerreros iban muy cerca de Satanás, y la multitud seguía formando grupos. Cada grupo tenía su jefe, y marchaba en orden sobre la fragmentada superficie de la tierra en dirección a la Santa Ciudad. Jesús cerró las puertas y el vasto ejército la rodeó y se dispuso para la batalla a la espera del fiero conflicto.
(Historia de la redención pag. 439, 441)
ANTE EL TRIBUNAL
Sobre el trono apareció la cruz; y como en una escena panorámica aparecieron también las escenas de la tentación y la caída de Adán, y los pasos sucesivos del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; sus primeros años señalados por la sencillez y la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y las tentaciones en el desierto; su ministerio público, mediante el cual presentó a la humanidad preciosas bendiciones celestiales; los días repletos, de actos de amor y misericordia; las noches de oración y vigilia en la soledad de las montañas; las maquinaciones de la envidia, el odio y la maldad con que se pagaron sus beneficios; la horrenda y misteriosa agonía del Getsemaní, bajo el peso aplastante de los pecados de todo el mundo; su traición a manos de la turba asesina; los temibles acontecimientos de aquella noche de horror: el pacífico Prisionero, abandonado hasta por sus más amados discípulos, arrastrado violentamente por las calles de Jerusalén; el Hijo de Dios presentado con voces de júbilo ante Anás, llevado al palacio del sumo sacerdote, ante el tribunal de Pilato, frente al cobarde y cruel Herodes, escarnecido, insultado, torturado y condenado a muerte todo eso apareció con nitidez.
Y entonces, delante de la agitada multitud aparecieron las escenas finales: la paciente Víctima que recorre el camino del Calvario; el Príncipe del cielo colgado de la cruz; los altivos sacerdotes y la plebe bullanguera que se burla de su agonía mortal; las tinieblas sobrenaturales; la tierra que tiembla, las rocas que se parten, las tumbas abiertas que señalan el momento cuando el Redentor del mundo entregó su vida.
El terrible espectáculo apareció exactamente como fue. Satanás, sus ángeles y sus súbditos no pudieron apartarse de la descripción de su propia obra Cada actor recordó la parte que desempeñó. Herodes, que mató a los niños inocentes de Belén para destruir al Rey de Israel; la vil Herodías, sobre cuya alma culpable reposa la sangre de Juan el Bautista; el débil Pilato, siervo de las circunstancias; los soldados burlones; los sacerdotes y gobernantes y la multitud furiosa que clamaba: "¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" Todos consideraron la enormidad de su crimen. En vano trataron de ocultarse de la divina majestad de su rostro, más resplandeciente que el sol, mientras los redimidos depositaban sus coronas a los pies del Salvador exclamando: "¡El murió por mí!"
Entre la multitud de rescatados se encontraban los apóstoles de Cristo, el heroico Pablo, el ardoroso Pedro, el amado y amante Juan y sus fieles hermanos, y con ellos el vasto ejército de los mártires; mientras fuera de los muros, con todo lo que es vil abominable, estaban los que los persiguieron, encarcelaron y dieron muerte. Allí estaba Nerón, ese monstruo de crueldad y vicio, considerando la alegría y la exaltación de los que torturó, y en cuyas terribles aflicciones encontró deleite satánico. Su madre también estaba allí para verificar el resultado de su propia obra; para ver cómo los malos rasgos de carácter transmitidos a su hijo, las pasiones alentadas y desarrolladas por su influencia y ejemplo, dieron como fruto una cantidad de crímenes que hicieron estremecer al mundo.
Había sacerdotes y prelados, que pretendieron ser embajadores de Cristo, y que emplearon la tortura, la mazmorra y la hoguera para dominar la conciencia del pueblo de Dios. Estaban los orgullosos pontífices que se exaltaron por sobre Dios y pretendieron cambiar la ley del Altísimo. Esos pretendidos padres de la iglesia tenían una cuenta que dar ante Dios de la cual de buena gana habrían querido librarse. Demasiado tarde se dieron cuenta que el Omnisapiente es celoso de su ley, y que de ninguna manera justificará al culpable. Entonces entendieron que para Cristo los intereses de su pueblo sufriente son suyos; y experimentaron la fuerza de sus palabras: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mat. 25: 40). (Historia de la redención p. 446, 447)
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SEGUNDA MUERTE
Y la muerte y el sepulcro fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la segunda muerte. Apoc.. 20:14)
SATANÁS causaba la impresión de estar paralizado al contemplar la gloria y la majestad de Cristo. Quien fue una vez un querubín cubridor recordaba de dónde había caído. Era un serafín resplandeciente, "hijo de la mañana" ¡Cómo cambió! ¡Cuánto se degradó!
Se dio cuenta de que su rebelión voluntaria lo había inhabilitado para el cielo. Adiestró sus facultades para guerrear contra Dios; la pureza, la paz y la armonía del cielo serían para él supremas torturas. Sus acusaciones contra la misericordia y la justicia de Dios habían sido silenciadas. El vituperio que se esforzó por lanzar contra Jesús recayó plenamente sobre él. Y entonces se inclinó y reconoció que su sentencia era justa.
Quedó aclarada toda duda relativa a la verdad y error en el largo conflicto. La justicia de Dios el quedó plenamente vindicada. Ante todo el mundo se presentó claramente el gran sacrificio hecho por el Padre y el Hijo en favor del hombre. Llegó el momento cuando Cristo ocupó el lugar que le correspondía y se le glorificó por encima de los principados y las potestades, y sobre todo nombre que se nombra.
A pesar de que Satanás se había visto obligado a reconocer la justicia de Dios y a inclinarse ante la supremacía de Cristo, su carácter no cambió. El espíritu de rebelión, como un torrente poderoso nuevamente explotó. Lleno de frenesí se decidió a no capitular en el gran conflicto. Había llegado el momento de lanzar un último y desesperado ataque contra el Rey del cielo. Se lanzó en medio de sus súbditos y trató de inspirarles con su propia furia e incitarlos a librar batalla inmediatamente. Pero de todos los incontables millones que indujo a rebelarse, nadie reconoció entonces su supremacía. Su poder había llegado a su fin. Los impíos estaban llenos del mismo odio a Dios que inspiró a Satanás; pero se dieron cuenta de que su caso era desesperado, que no podían prevalecer contra Jehová. Su ira se encendió contra el ángel caído y los que fueron sus instrumentos de engaño. Con furia demoníaca se volvieron contra ellos, y se produjo en ese momento una escena de conflicto universal. (Historia de la redención p. 448)
Fuego del cielo
Entonces se cumplieron las palabras del profeta: "Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero" (Isa. 34: 2). "Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos" (Sal. 11: 6). Descendió fuego del cielo. La tierra se resquebrajó. Aparecieron las armas escondidas en sus profundidades. Llamas devoradoras irrumpieron de los abismos. Hasta las rocas ardieron. Había llegado el día "ardiente como un horno" (Mal. 4: 1). Los elementos se fundieron por el calor, y también se quemaron la tierra y las obras que había en ella. (2 Ped. 3: 10.) El fuego de Tofet estaba preparado para el rey, el jefe de la rebelión; su pira era profunda y ancha, y "el soplo de Jehová, como torrente de azufre, la enciende" (Isa. 30: 33). La superficie de la tierra parecía una masa fundida, un vasto e hirviente lago de fuego. Era el momento del juicio y la perdición de los hombres impíos, "es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sión" (Isa. 34: 8).
Los impíos recibieron su recompensa en la tierra. "Serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Mal. 4: 1). Algunos fueron destruidos en un momento, mientras que otros sufrieron muchos días. Todos fueron castigados según sus acciones. Los pecados de los justos fueron transferidos a Satanás, el originador del mal, quien debió sufrir su castigo.* Tuvo que sufrir entonces, no solamente por su propia rebelión, sino por todos los pecados que hizo cometer a los hijos de Dios. Su castigo, entonces, será mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Después que perezcan todos los que cayeron por causa de sus engaños, deberá seguir viviendo y sufriendo. Las llamas purificadoras finalmente destruyeron a los impíos, raíz y ramas, Satanás la raíz, sus seguidores las ramas. La justicia de Dios fue satisfecha, y los santos y toda la hueste angélica dijeron en alta voz. "¡Amén!"
Mientras la tierra quedará envuelta por el fuego de la venganza de Dios, los justos morarán seguros en la Santa Ciudad. Para los que tuvieron parte en la primera resurrección, la segunda muerte no tendrá poder alguno. (Apoc. 20: 6.) Mientras Dios será para los impíos un fuego consumidor, para su pueblo será un sol y un escudo. (Sal. 84: 11.) (Historia de la redención p. 449, 450)
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LA TIERRA NUEVA
Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar ya no existía más. (Apoc. 21:1)
El fuego que consume a los malvados purifica la tierra. Todo rasgo de maldición desaparece. Ningún infierno eterno mostrará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las marcas de su crucifixión. En su frente herida, sus manos y sus pies, se encuentran los únicos vestigios de la cruel obra que el pecado realizó.
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LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL (144,000)
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. (Apoc. 14: 1).
Delante del trono, sobre el mar de cristal -ese mar de vidrio que parece mezclado con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios-, hállase reunido el grupo de los que salieron victoriosos de "la bestia y su imagen, y su marca, y el número de su nombre". Con el Cordero en el Monte de Sion, "teniendo las arpas de Dios", están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los hombres; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el estruendo de un gran trueno, "una voz. . . como de arpistas que tocaban sus arpas". Cantan "un cántico nuevo" delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un cántico de liberación.
Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia -una experiencia que ningún otro grupo ha conocido jamás. "Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va". Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por "primicias para Dios y para el cordero" (Apoc. 15: 2, 3; 14: 1-5). "Estos son los que han salido de la gran tribulación", han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios. Pero han sido librados, pues "han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero".
"En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mácula" delante de Dios. "Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Apoc. 7: 14, 15).
Han visto la tierra asolada con hambre y pestilencia, el sol que tenía el poder de quemar a los hombres con su intenso calor, y ellos mismos han soportado padecimientos, hambre y sed. Pero "no tendrán hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno" (Apoc. 7: 14-16). (Maranata pag. 327
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EVENTOS FINALES
“Desde el fuerte clamor hasta la tierra nueva”
Tomado del libro
“La historia de la redención”
Nota: (p.420) es la pagina del libro.
Cáp. 58.
EL FUERTE CLAMOR
VI ÁNGELES que apresuradamente iban y venían de uno a otro lado del cielo, descendían a la tierra y volvían a subir al cielo, como si se prepararan para el cumplimiento de algún notable acontecimiento. Después vi a otro ángel poderoso, al que se ordenó que descendiera a la tierra y uniese su voz con la del tercer ángel para dar fuerza y vigor a su mensaje. Ese ángel recibió gran poder y gloria, y al descender iluminó toda la tierra con su resplandor. La luz que lo acompañaba penetraba por doquier mientras clamaba con fuerte voz: "Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apoc. 18: 2).
Aquí se repite el mensaje de la caída de Babilonia, tal como lo dio el segundo ángel, con la mención adicional de las corrupciones que se han introducido en las iglesias desde 1844. La obra de ese ángel comienza a tiempo para unirse a la última magna tarea del mensaje del tercer ángel, cuando éste se intensifica hasta convertirse en un fuerte pregón. Así se prepara el pueblo de Dios para afrontar la hora de la prueba que muy pronto ha de sobrevenir. Vi que sobre ellos reposaba una luz vivísima, y que se unían para proclamar sin temor el mensaje del tercer ángel. (P.420)
Otros ángeles fueron enviados para ayudar al poderoso ángel del cielo, y oí voces que parecía resonaban por doquier y que decían: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, y ni recibáis parte en sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades" (Apoc. 18: 4, 5). Este mensaje parecía un complemento del tercer mensaje, que se le unía así como el clamor de medianoche se unió en 1844 al mensaje del segundo ángel. La gloria de Dios reposaba sobre los santos pacientes y expectantes, que valerosamente daban la postrera y solemne amonestación, para proclamar la caída de Babilonia y exhortar al pueblo de Dios a que saliera de ella a fin de huir de su terrible condenación.
La luz derramada sobre los fieles penetraba por doquier, y los que estaban en las iglesias, si tenían alguna luz todavía , y no habían oído ni rechazado los tres mensajes, obedecieron la exhortación y abandonaron las iglesias caídas. Muchos conservaron por años en reserva su responsabilidad frente a estos mensajes, desde que se proclamaron, hasta que la luz brilló sobre ellos dándoles el privilegio de escoger entre la vida y la muerte. Algunos escogieron la vida y se unieron con los que esperaban a su Señor y guardaban todos sus mandamientos. El tercer mensaje tenía que efectuar su obra. Todos iban a ser probados por él, y las almas preciosas iban a recibir la invitación a salir de las congregaciones religiosas.
Una fuerza impelente movía a los sinceros, mientras la manifestación del poder de Dios infundía temor y respeto a los incrédulos parientes y amigos para que no se atrevieran a estorbar a quienes sentían en sí mismos la obra del Espíritu de Dios, ni pudieran hacerlo. El postrer llamamiento llegó hasta (p.421) los infelices esclavos, y los más piadosos de ellos prorrumpieron en cánticos de inefable gozo ante la perspectiva de su feliz liberación.* Sus amos no los pudieron dominar, porque el asombro y el temor los mantenían en silencio. Se realizaron grandes milagros. Sanaban los enfermos, y señales y prodigios acompañaban a los creyentes. Dios colaboraba con la obra, y todos los santos, sin temor de las consecuencias, obedecieron la convicción de su conciencia, y se unieron con los que guardaban todos los mandamientos de Dios, y proclamaron con poder y por doquiera el tercer mensaje. Vi que este mensaje terminaría con una fuerza y un vigor muy superiores al clamor de medianoche.
Los siervos de Dios, dotados del poder del cielo, con sus semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, salieron a proclamar el mensaje celestial. Muchas almas diseminadas entre todas las congregaciones religiosas aceptaron la invitación, y las almas preciosas salieron apresuradamente de las iglesias condenadas, como Lot cuando salió presuroso de Sodoma antes que fuera destruida. El pueblo de Dios se fortaleció con la gloria excelsa que reposaba sobre él en gran abundancia, ayudándolo a soportar la hora de la tentación. Oí por todas partes multitud de voces que exclamaban: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apoc. 14: 12). (p.422)
Cáp. 59.
EL FIN DEL TIEMPO DE PRUEBA
SE ME SEÑALO el momento cuando terminaría el mensaje del tercer ángel. El poder de Dios había reposado sobre sus hijos; habían terminado su obra y estaban preparados para la hora de prueba que les aguardaba. Habían recibido la lluvia tardía o refrigerio de la presencia del Señor, y el testimonio viviente se había reavivado en ellos. Por todas partes había resonado la postrera gran amonestación, agitando y enfureciendo a los moradores de la tierra que no habían querido recibir el mensaje.
Vi ángeles que iban presurosos de un lado al otro en el cielo. Un ángel con tintero de escribano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su encargo, y que los santos estaban sellados y numerados. Entonces vi a Jesús, que había estado oficiando ante el arca que contiene los Diez Mandamientos, cuando volcó el incensario. Levantó entonces las manos y en alta voz exclamó: "Consumado es". Y toda la hueste angélica depuso sus coronas cuando Jesús formuló esta solemne declaración: "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es y santo, santifíquese todavía" (Apoc. 22: 11).
(p.423) Cada caso había sido decidido ya para vida o para muerte. Mientras Jesús oficiaba en el santuario, había proseguido el juicio de los justos muertos y luego el de los justos vivos. Cristo había recibido su reino, puesto que había hecho expiación por su pueblo y había borrado sus pecados. Estaba completo el número de súbditos del reino. Se habían consumado las bodas del Cordero. Y el reino y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo fueron dados a Jesús y a los herederos de la salvación, y el Señor había de reinar como Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando Jesús salió del lugar santísimo, oí el tintineo de las campanillas de su túnica, y al salir, una nube tenebrosa envolvió a los habitantes de la tierra. Ya no había mediador entre el hombre culpable y un Dios ofendido. Mientras Jesús se interpuso entre Dios y el pecador, la gente tenía un freno; pero cuando dejó de interponerse entre el hombre y el Padre, el freno desapareció y Satanás ejerció un dominio completo sobre los que finalmente quedaron impenitentes.
Era imposible que las plagas fueran derramadas mientras Jesús oficiaba en el santuario; pero cuando terminó su obra allí y cesó su intercesión, nada detuvo ya la ira de Dios que descendió furiosamente sobre las desamparadas cabezas de los culpables pecadores, que descuidaron la salvación y aborrecieron las reprensiones. En ese terrible momento, después que terminó la mediación de Jesús, los santos tuvieron que vivir sin intercesor en presencia del Dios santo. Cada caso ya estaba decidido y cada joya numerada. Jesús se detuvo un momento en la parte exterior del santuario celestial, y los pecados que habían sido confesados mientras estaba en el lugar santísimo (p.424) fueron depositados sobre Satanás, originador del pecado, que debe sufrir su castigo.
Entonces vi que Jesús se despojaba de sus vestiduras sacerdotales y se revestía de sus más regias galas. Llevaba en la cabeza muchas coronas, una corona dentro de otra. Rodeado de la hueste angélica, dejó el cielo. Las plagas estaban cayendo sobre los moradores de la tierra. Algunos acusaban a Dios y lo maldecían. Otros acudían presurosos al pueblo de Dios para suplicarle que les enseñara cómo escapar de los juicios divinos. Pero los santos no tenían nada que decirles. La última lágrima había sido derramada en favor de los pecadores, había sido ofrecida la última angustiosa oración, se había soportado la última carga y se había dado el postrer aviso. La dulce voz de la misericordia ya no había de invitarlos. Cuando los santos y el cielo entero se interesaban por su salvación, ellos no se habían interesado en sí mismos. La vida y la muerte estuvieron frente a ellos. Muchos deseaban la vida, pero no se esforzaron por obtenerla. No escogiera la vida, y ya no había sangre expiatoria para purificar a los culpables ni Salvador compasivo que abogara por ellos y exclamase: "¡Dale al pecador un poco de tiempo todavía!" Todo el cielo se unió a Jesús cuando oyó estas palabras: "Hecho está. Consumado es". El plan de salvación se había cumplido, pero (p.425) pocos habían querido aceptarlo. Y cuando se silenció la dulce voz de la misericordia, el miedo y el horror invadieron a los malvados. Con terrible claridad oyeron estas palabras: "¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!"
Los que no habían apreciado la Palabra de Dios corrían azorados de un lado a otro, errantes de mar a mar y de norte a oriente en busca de la Palabra del Señor. Dijo el ángel: "No la hallarán. Hay hambre en la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. ¡Qué no darían por una palabra de aprobación de parte de Dios! Pero no; han de seguir hambrientos y sedientos. Día tras día descuidaron la salvación, estimando más las riquezas y los placeres de la tierra que los tesoros y alicientes del cielo. Rechazaron a Jesús y menospreciaron a sus santos. Los inmundos seguirán siendo inmundos para siempre".
Muchos de los impíos se enfurecieron en gran manera al sufrir los efectos de las plagas. Ofrecían el espectáculo de una terrible agonía. Los padres recriminaban amargamente a sus hijos y los hijos a sus padres. Los hermanos a sus hermanas y las hermanas a sus hermanos. Por todas partes se oían estos lamentos y clamores: "¡Tú me impediste recibir la verdad que me hubiera salvado de este terrible momento!" La gente se volvía contra sus ministros con acerbo odio y los reconvenía diciendo: "No nos advirtieron. Nos dijeron que el mundo entero se iba a convertir, y clamaron: ´¡Paz, paz!´ para disipar nuestros temores. No nos hablaron de esta hora, y de los que nos amonestaban dijeron que eran fanáticos y malvados que querían nuestra ruina". Pero vi que los ministros no se librarían de la ira de Dios. Sus sufrimientos serán diez veces mayores que los de sus feligreses. (p.426)
Cáp. 60.
LA ANGUSTIA DE JACOB
VI QUE LOS SANTOS abandonaban las ciudades y los pueblos para reunirse en grupos con el fin de vivir en los lugares más apartados. Los ángeles les proporcionaban alimento y agua mientras los impíos sufrían hambre y sed. Acto seguido vi que los grandes hombres de la tierra consultaban entre sí, y vi a Satanás y sus ángeles atareados en torno de ellos. Vi un edicto, del que se distribuyeron copias por distintas partes del país, mediante el cual se ordenaba que a menos que los santos renunciaran a su fe peculiar y pusieran a un lado el sábado para observar el primer día de la semana, después de cierto tiempo la gente quedaría en libertad para darles muerte. Pero en esa hora de prueba los santos estaban tranquilos y serenos, confiando en Dios y descansando en su promesa de que se les abriría un camino de salvación.
En algunos lugares, antes que venciera el plazo señalado en el edicto, los impíos se abalanzaron sobre los santos para darles muerte; pero ángeles con apariencia de guerreros lucharon por ellos. Satanás quería tener el privilegio de exterminar a los santos del Altísimo, pero Jesús ordenó a sus ángeles que los protegieran. Dios se sentirá honrado al hacer un pacto con los que guardaron su ley en presencia de los paganos que los rodeaban; y será para honra de Jesús trasladar sin pasar por la muerte a los fieles (p.427) expectantes que durante tanto tiempo lo aguardaron.
Poco después vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecía que estaban rodeados por los malvados moradores de la tierra. Las apariencias estaban en su contra. Algunos empezaron a temer que Dios los hubiera abandonado para que perecieran a manos de los impíos. Pero si sus ojos se hubieran abierto, se hubiesen visto rodeados por los ángeles de Dios. Después llegó la airada multitud de los impíos, y en seguida un conjunto de ángeles malignos que los incitaban para que mataran a los santos. Pero para poder acercarse al pueblo de Dios era necesario que éstos pasaran entre ese conjunto de ángeles santos y poderosos. Eso era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder y también rechazaban a los ángeles malos que los rodeaban.
El clamor por liberación
Era una hora de tremenda y terrible agonía para los santos. De día y de noche clamaban a Dios para que los librara. A juzgar por las apariencias, no había posibilidad de huir. Los impíos ya habían comenzado a saborear su triunfo y exclamaban: "¿Por qué no os levantáis y salváis vuestra vida?" Pero los santos no los escucharon. Como Jacob, estaban luchando con Dios. Los ángeles anhelaban liberarlos; pero debían esperar un poco más; el pueblo de Dios debía apurar el cáliz y recibir ese bautismo. Los ángeles, fieles a su misión, siguieron velando. Dios no quería que su nombre fuera deshonrado entre los paganos. Ya casi había llegado el tiempo cuando iba a manifestar su formidable poder e iba a librar gloriosamente a sus santos. Para honra de su nombre iba a librar a todos los que lo habían esperado (p.428) pacientemente y cuyos nombres estaban escritos en el libro.
Se me señaló al fiel Noé. Cuando cayó la lluvia y vino el diluvio, Noé y su familia ya estaban en el arca y Dios los había encerrado en ella. Noé había amonestado fielmente a los moradores del mundo antediluviano mientras se mofaban y lo escarnecían. Pero cuando las aguas cayeron sobre la tierra, y uno tras otro se ahogaba, vieron que el arca de la que tanto se habían burlado flotaba con toda seguridad sobre las olas y protegía al fiel Noé y a su familia. Vi que de la misma manera será librado el pueblo de Dios que fielmente amonestó al mundo acerca de la ira venidera. El Señor no consentirá que los malvados exterminen a los que esperaron la traslación y no se sometieron al decreto de la bestia ni recibieron su marca. Vi que si se permitía que los malvados exterminaran a los santos, Satanás se alegraría con sus malignas huestes y todos cuantos odian a Dios. Y ¡oh, qué triunfo sería para su majestad satánica ejercer poder en el tramo final de la lucha sobre los que durante tanto tiempo esperaron ver a quien tanto amaron! Los que se burlaron de la idea de la ascensión de los santos, presenciarán la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarán su gloriosa liberación.
Cuando los santos salieron de las ciudades y los pueblos, los malvados los persiguieron para darles muerte. Pero las espadas que se levantaron contra el pueblo de Dios se quebraron y cayeron tan impotentes como la paja. Los ángeles de Dios escudaron a los santos. El clamor por liberación que ascendía de día y de noche, llegó hasta el Señor. (p.429)
Cáp. 61.
LA LIBERACIÓN DE LOS SANTOS
DIOS escogió la medianoche para librar a su pueblo. Mientras los malvados se burlaban de ellos, de pronto apareció el sol en todo su esplendor y la luna se detuvo. Los impíos observaron con asombro el espectáculo, mientras los santos consideraban con solemne júbilo las pruebas de su liberación. Señales y maravillas se produjeron en rápida sucesión. Todo parecía estar fuera de quicio. Los ríos dejaron de fluir. Aparecieron densas y oscuras nubes que chocaban las unas con las otras. Pero había un lugar luminoso de serena gloria, de donde procedía la voz de Dios como el sonido de muchas aguas que sacudían los cielos y la tierra. Hubo un tremendo terremoto. Se abrieron los sepulcros, y se levantaron glorificados de sus polvorientos lechos los que habían muerto en la fe del mensaje del tercer ángel y que guardaron el sábado, para escuchar el pacto de paz que Dios va a hacer con los que guardaron su ley.
El cielo se abría y se cerraba y estaba en conmoción. Las montañas se sacudían como cañas movidas por el viento, y despedían peñascos por todas partes. El mar hervía como una caldera y arrojaba piedras que caían en la tierra. Y cuando Dios anunció el día y la hora de la venida de Jesús, y promulgó el pacto eterno con su pueblo, pronunciaba una frase y hacía una pausa mientras sus palabras avanzaban (p.430) retumbando por toda la tierra. El Israel de Dios estaba de pie con los ojos fijos en el cielo mientras escuchaba las palabras que procedían de los labios de Jehová y que avanzaban por toda la tierra con el estruendo de poderosos truenos. Todo era tremendamente
solemne. Al final de cada frase los santos exclamaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!" Sus semblantes estaban iluminados por el resplandor de Dios, y refulgían como el rostro de Moisés cuando descendió del Sinaí. Los impíos no los podían mirar por causa de ese fulgor. Y cuando se pronunció la sempiterna bendición sobre los que habían honrado a Dios al guardar el sábado, hubo un potente clamor de victoria sobre la bestia y su imagen.
Entonces comenzó el jubileo, durante el cual la tierra descansará. Vi al piadoso esclavo ponerse de pie triunfalmente y victorioso, mientras sacudía las cadenas que lo aherrojaban, y su malvado amo permanecía confuso y sin saber qué hacer, porque los impíos no podían comprender las palabras de Dios.
La segunda venida de Cristo
Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que reposaba el Hijo del hombre. Cuando apareció primero a la distancia parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra pudimos contemplar la excelsa gloria y la majestad de Jesús que avanzaba como vencedor. Una comitiva de ángeles ceñidos de brillantes coronas lo escoltaba en su camino.
No hay palabras para describir la magnificencia de este espectáculo. Cuando se acercó la nube viviente de insuperable gloria y majestad, pudimos contemplar con nitidez la amable figura de Jesús. No llevaba una corona de espinas; ceñía su santa (p.431) frente en cambio una corona de gloria. Sobre sus vestidos y su muslo había un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de señores. Su rostro resplandecía más que el sol al mediodía, sus ojos eran como llama de fuego y sus pies tenían el aspecto del bronce bruñido. Su voz tenía el sonido de numerosos instrumentos musicales. La tierra tembló delante de él; los cielos se desvanecieron como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda isla se removió de su lugar. "Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" (Apoc. 6: 15-17)
Los que poco antes habrían eliminado de la tierra a los fieles hijos de Dios, vieron entonces la gloria del Señor que reposaba sobre ellos. Y en medio de su terror escucharon las voces de los santos que en gozosa melodía decían: "He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará" (Isa. 25: 9).
La primera resurrección
La tierra se estremeció violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llamó a los santos que dormían. Respondieron a esa invitación y surgieron revestidos de gloriosa inmortalidad exclamando: "¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (Véase 1 Cor. 15: 55.) Entonces los santos vivos y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado y arrobador grito de triunfo. Los cuerpos (p.432) que habían descendido a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la muerte, resucitaron dotados de salud y vigor inmortales. Los santos vivos fueron transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y junto con los resucitados ascendieron juntos para recibir al Señor en el aire. ¡Oh qué glorioso encuentro! Los amigos desunidos por la muerte volvieron a reunirse para no separarse nunca más.
A cada lado del carro de nubes había alas, y debajo, ruedas vivas. Al girar, las ruedas clamaban: "¡Santo!" y las alas al batir, repetían: "¡Santo!" Y la comitiva de ángeles que rodeaba la nube decía en voz alta: "¡Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso!" Y los redimidos que estaban en la nube exclamaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!" Y el carro ascendía hacia la Santa Ciudad. Antes de entrar en ella, los rescatados se ordenaron en un cuadro perfecto con Jesús en el centro. Su cabeza y sus hombros sobresalían por encima de los salvados y los ángeles. Su majestuosa figura y su amable rostro podían ser vistos por todos los que formaban el cuadro. (p.433)
Cáp. 62.
LA RECOMPENSA DE LOS SANTOS
VI DESPUÉS un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, con el nombre de cada uno escrito en ellas. Cuando Cristo pidió las coronas, los ángeles se las trajeron, y con su propia diestra el amable Jesús ciñó con ellas la frente de los santos. De la misma manera los ángeles trajeron arpas, y el Señor se las dio a los redimidos. Los ángeles directores dieron primero el tono, y luego toda voz se elevó en agradecida y feliz alabanza, y todas las manos pulsaron hábilmente las cuerdas de las arpas y dejaron oír una música melodiosa que se desgranaba en ricos y perfectos acordes.
Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad. La asió y la hizo girar sobre sus resplandecientes goznes, y ordenó que entraran las naciones que habían guardado la verdad. Dentro de la ciudad había de todo lo que podía agradar a la vista. Por todas partes podían ver gloria en abundancia. El Señor miró entonces a sus santos redimidos cuyos semblantes irradiaban luz, y fijando en ellos su mirada bondadosa les dijo con voz rica y musical: "Veo el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para que la disfrutéis eternamente. Terminaron vuestros pesares. No habrá más muerte, ni llanto ni pesar, ni habrá más dolor". Vi que la hueste de los redimidos se (p.434) postró y depositó sus brillantes coronas a los pies de Jesús; y cuando su bondadosa mano los puso de pie, pulsaron sus áureas arpas y llenaron el cielo con su deleitosa música y sus himnos al Cordero.
Vi luego que Jesús conducía a su pueblo al árbol de la vida, y nuevamente oímos que su hermosa voz, más sonora que cualquier música escuchada alguna vez por oídos mortales, decía entonces: "Las hojas de este árbol son para la sanidad, de las naciones. Comed todos de él". En el árbol de la vida había hermosísimos frutos, de los cuales los santos podían servirse libremente. En la ciudad había un trono sumamente glorioso, del que manaba un río puro de agua viva, clara como el cristal. A cada lado del río estaba el árbol de la vida, y en las márgenes había otros hermosos árboles que daban frutos buenos para comer.
Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Cuando la escena aparece delante de mí, me abruma el asombro. Arrobada por ese resplandor insuperable y esa excelsa gloria, dejo caer la pluma y exclamo: "¡Oh, qué amor, qué maravilloso amor!" Las palabras más sublimes no alcanzan a describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador. (p.435)
Cáp. 63.
EL MILENIO
MI ATENCIÓN se dirigió nuevamente a la tierra. Los impíos habían sido destruidos y sus cadáveres yacían sobre ella. La ira de Dios, manifestada mediante las siete plagas, se había derramado sobre los habitantes de la tierra, induciéndoles a morderse las lenguas de dolor y a maldecir a Dios. Los falsos pastores habían sido objeto especial de la ira de Jehová. Sus ojos se habían consumido en sus órbitas y sus lenguas en sus bocas mientras aún estaban de pie. Después que los santos fueron librados por la voz de Dios, los impíos encauzaron sus iras los unos contra los otros. La tierra parecía inundada de sangre y cubierta de cadáveres desde uno al otro confín.
El planeta parecía a un desolado desierto. Las ciudades y los pueblos, sacudidos por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, removidas de sus lugares, habían dejado en su sitio grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los peñascos que había lanzado el mar o que había arrojado la tierra misma. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. Este será por mil años el hogar de Satanás y de sus ángeles malos. Allí quedará confiado para recorrer la destruida superficie de la tierra y para evaluar las consecuencias de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años podrá gozar del fruto de la maldición que ha producido. (p.436)
Sin poder salir de la tierra, no tendrá el privilegio de ir a otros planetas para tentar y molestar a los que no han caído. Durante ese tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Desde la caída sus malos rasgos han estado en constante ejercicio. Pero entonces será privado de su poder y abandonado para reflexionar en el papel que ha desempeñado, y para presentir con temor y temblor su espantoso porvenir, cuando tendrá que sufrir por todo el mal que llevó a cabo y ser castigado por todos los pecados que hizo cometer.
Oí exclamaciones de triunfo de parte de los ángeles y de los santos redimidos, que resonaban como diez mil instrumentos musicales, porque ya Satanás no los molestaría ni los tentaría más, y porque los habitantes de los otros mundos habían sido librados de él y de sus tentaciones.
Después vi tronos, y vi que Jesús y los redimidos se sentaban en ellos, y que los santos reinaban como reyes y sacerdotes de Dios. Cristo, junto con su pueblo, juzgó a los impíos muertos, comparando sus acciones con el libro de estatutos, la Palabra de Dios y fallando cada caso según lo hecho en el cuerpo. Después sentenciaron a los impíos a la pena que debían sufrir de acuerdo con sus obras, la que quedó escrita frente a sus nombres en el libro de la muerte. También el diablo y sus ángeles fueron juzgados por Jesús y los santos. El castigo de Satanás debía ser mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Su sufrimiento será tan grande que no se podrá establecer comparación alguna con el de ellos. Después que perezcan todos los que engañó, el enemigo continuará viviendo para sufrir por mucho tiempo más.
Cuando terminó el juicio de los impíos muertos, al final del milenio, Jesús salió de la ciudad seguido (p.437) por los santos y una comitiva de ángeles. Descendió sobre una gran montaña que, tan pronto como él posó los pies en ella, se partió convirtiéndose en una dilatada llanura. Entonces alzamos los ojos y vimos la grande y hermosa ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada lado, y un ángel en cada una. Exclamamos: "¡La ciudad! ¡La gran ciudad! Está descendiendo del cielo, de Dios". Y bajó con todo su esplendor y deslumbrante gloria, y se asentó en la vasta llanura que Jesús había preparado para ella. (p.438)
Cáp. 64.
LA SEGUNDA RESURRECCIÓN
ENTONCES Jesús, acompañado de su comitiva de ángeles y de los santos redimidos, salió de la ciudad. Los ángeles rodearon a su Comandante y lo escoltaron durante el viaje, y el cortejo de los rescatados los seguía. Después, con terrible y pavorosa majestad, el Señor llamó a los impíos muertos, que resucitaron con los mismos cuerpos débiles y enfermizos con que habían descendido al sepulcro. ¡Qué espectáculo! ¡Qué escena! En la primera resurrección todos surgieron revestidos de inmortal lozanía, pero en la segunda se veían en todos los estigmas de la maldición. Los reyes y los nobles de la tierra, los ruines y los miserables, los eruditos y los ignorantes, todos resucitaron juntos. Todos contemplaron al Hijo del hombre; y los mismos que lo despreciaron y escarnecieron, los que riñeron con corona de espinas su santa frente y lo golpearon con la caña, lo vieron entonces revestido de toda su regia majestad. Los que le escupieron el rostro en ocasión de su juicio rehuyeron entonces su penetrante mirada y el resplandor de su semblante. Los que traspasaron con clavos sus manos y sus pies vieron en ese momento las marcas de la crucifixión. Los que introdujeron la lanza en su costado vieron en su cuerpo la señal de su crueldad. Y sabían que era el mismo a quien ellos crucificaron y escarnecieron durante su agonía. Se escuchó entonces un prolongado (p.439) gemido de angustia, cuando huyeron a esconderse de la presencia del Rey de reyes y Señor de señores.
Todos trataron de ocultarse tras las rocas o escudarse de la terrible gloria de Aquel a quien una vez despreciaron. Y abrumados y afligidos por su majestad y su excelsa gloria, alzaron unánimemente la voz y exclamaron con terrible claridad: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"
Después Jesús y los santos ángeles, acompañados por todos los santos, regresaron a la ciudad mientras los amargos lamentos y el llanto de los impíos condenados saturaba el aire. Vi que Satanás reanudaba entonces su obra. Recorrió las filas de sus súbditos y fortaleció a los débiles diciéndoles que él y sus ángeles eran poderosos. Señaló los incontables millones que habían resucitado. Había entre ellos poderosos militares y reyes expertos en el arte de la guerra, que habían conquistado reinos. Había también gigantes fornidos y hombres valientes que nunca habían perdido una batalla. Allí estaba el soberbio y ambicioso Napoleón, cuya presencia había hecho temblar reinos. Allí había hombres de destacada estatura y digno porte que murieron en medio de la batalla sedientos de conquistas.
Al salir de la tumba reanudaron el curso de sus pensamientos donde lo había interrumpido la muerte. Conservaban el mismo afán de vencer que los había dominado cuando cayeron. Satanás consultó a sus ángeles, y después con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Entonces contempló ese vasto ejército, y les dijo que los habitantes de la ciudad eran pocos y débiles, por lo que podían subir contra ella y tomarla, arrojar a sus habitantes y adueñarse de sus riquezas y su gloria. (p.440)
Satanás logró engañarles, e inmediatamente todos se dispusieron para la batalla. En aquel vasto ejército había muchos hombres hábiles que construyeron toda clase de pertrechos de guerra. Entonces, con Satanás a la cabeza, la multitud se puso en marcha. Reyes y guerreros iban muy cerca de Satanás, y la multitud seguía formando grupos. Cada grupo tenía su jefe, y marchaba en orden sobre la fragmentada superficie de la tierra en dirección a la Santa Ciudad. Jesús cerró las puertas y el vasto ejército la rodeó y se dispuso para la batalla a la espera del fiero conflicto. (p.441)
Cáp. 65.
LA CORONACIÓN DE CRISTO
DE NUEVO apareció Cristo a la vista de sus enemigos. Por encima de la ciudad, sobre fundamentos de oro bruñido, había un trono alto y sublime. Sobre ese trono se sentó el Hijo de Dios, y a su alrededor estaban los súbditos de su reino. No hay lengua ni pluma que puedan describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre eterno envolvía a su Hijo. El resplandor de su presencia invadía la ciudad de Dios y trasponía sus puertas, inundando toda la tierra con sus rayos.
Junto al trono estaban los que antes habían sido celosos promotores de la causa de Satanás pero que, rescatados como tizones arrebatados del incendio, habían seguido al Salvador con profunda e intensa devoción. Detrás estaban los que perfeccionaron caracteres cristianos en medio de la falsedad y la infidelidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró nula, y los millones de todas las épocas que cayeron como mártires por causa de su fe. Y más atrás aún estaba la "gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas... estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos" (Apoc. 7: 9). Su lucha había concluido, su victoria ya había sido lograda. Habían corrido la carrera y habían alcanzado el premio. La palma que (p.442) tenían en la mano era el símbolo de su triunfo, la vestidura blanca era un emblema de la justicia inmaculada de Cristo, que entonces les pertenecía.
Los redimidos elevaron un himno de alabanza que sonó y resonó por la bóveda celeste: "La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero". Los ángeles y los serafines unieron sus voces en adoración. Puesto que los redimidos habían experimentado el poder y la maldad de Satanás, se dieron cuenta, como nunca antes, que sólo el poder de Cristo podía darles la victoria. En toda esa resplandeciente multitud nadie se adjudicó la salvación a sí mismo, ni creyó que había triunfado gracias a su propio poder y su voluntad. Nada dijeron con respecto a lo que hicieron o sufrieron; por el contrario, el tema de cada cántico, la nota tónica de cada himno era: "La salvación pertenece a nuestro Dios... y al Cordero" (Apoc. 7: 10).
Ante la presencia de los habitantes del cielo y la tierra reunidos, se llevó a cabo finalmente la coronación del Hijo de Dios. Y entonces, investido de majestad y poder supremos, el Rey de reyes pronunció su sentencia sobre los que se rebelaron contra su gobierno, y la ejecutó contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo. El profeta de Dios dice: "Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras" (Apoc. 20: 11, 12).
Tan pronto como los libros fueron abiertos, y los ojos de Jesús contemplaron a los impíos, éstos fueron (p.443) conscientes de cada pecado que alguna vez cometieron. Vieron con exactitud dónde se apartaron sus pies del camino de la pureza y la santidad, y cuán lejos los llevaron el orgullo y la rebelión en la violación de la ley de Dios. Las seductoras tentaciones que ellos alentaron por su complacencia con el pecado, las bendiciones pervertidas, las ondas de gracia rechazadas por el corazón obstinado e impenitente, todo apareció como si estuviera escrito con letras de fuego.
Panorama del gran conflicto
Sobre el trono apareció la cruz; y como en una escena panorámica aparecieron también las escenas de la tentación y la caída de Adán, y los pasos sucesivos del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; sus primeros años señalados por la sencillez y la obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y las tentaciones en el desierto; su ministerio público, mediante el cual presentó a la humanidad preciosas bendiciones celestiales; los días repletos, de actos de amor y misericordia; las noches de oración y vigilia en la soledad de las montañas; las maquinaciones de la envidia, el odio y la maldad con que se pagaron sus beneficios; la horrenda y misteriosa agonía del Getsemaní, bajo el peso aplastante de los pecados de todo el mundo; su traición a manos de la turba asesina; los temibles acontecimientos de aquella noche de horror: el pacífico Prisionero, abandonado hasta por sus más amados discípulos, arrastrado violentamente por las calles de Jerusalén; el Hijo de Dios presentado con voces de júbilo ante Anás, llevado al palacio del sumo sacerdote, ante el tribunal de Pilato, frente al cobarde y cruel Herodes, escarnecido, (p.444) insultado, torturado y condenado a muerte todo eso apareció con nitidez.
Y entonces, delante de la agitada multitud aparecieron las escenas finales: la paciente Víctima que recorre el camino del Calvario; el Príncipe del cielo colgado de la cruz; los altivos sacerdotes y la plebe bullanguera que se burla de su agonía mortal; las tinieblas sobrenaturales; la tierra que tiembla, las rocas que se parten, las tumbas abiertas que señalan el momento cuando el Redentor del mundo entregó su vida.
El terrible espectáculo apareció exactamente como fue. Satanás, sus ángeles y sus súbditos no pudieron apartarse de la descripción de su propia obra Cada actor recordó la parte que desempeñó. Herodes, que mató a los niños inocentes de Belén para destruir al Rey de Israel; la vil Herodías, sobre cuya alma culpable reposa la sangre de Juan el Bautista; el débil Pilato, siervo de las circunstancias; los soldados burlones; los sacerdotes y gobernantes y la multitud furiosa que clamaba: "¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" Todos consideraron la enormidad de su crimen. En vano trataron de ocultarse de la divina majestad de su rostro, más resplandeciente que el sol, mientras los redimidos depositaban sus coronas a los pies del Salvador exclamando: "¡El murió por mí!"
Entre la multitud de rescatados se encontraban los apóstoles de Cristo, el heroico Pablo, el ardoroso Pedro, el amado y amante Juan y sus fieles hermanos, y con ellos el vasto ejército de los mártires; mientras fuera de los muros, con todo lo que es vil abominable, estaban los que los persiguieron, encarcelaron y dieron muerte. Allí estaba Nerón, ese monstruo de crueldad y vicio, considerando la alegría y la exaltación de los que torturó, y en cuyas terribles aflicciones (p.445) encontró deleite satánico. Su madre también estaba allí para verificar el resultado de su propia obra; para ver cómo los malos rasgos de carácter transmitidos a su hijo, las pasiones alentadas y desarrolladas por su influencia y ejemplo, dieron como fruto una cantidad de crímenes que hicieron estremecer al mundo.
Había sacerdotes y prelados, que pretendieron ser embajadores de Cristo, y que emplearon la tortura, la mazmorra y la hoguera para dominar la conciencia del pueblo de Dios. Estaban los orgullosos pontífices que se exaltaron por sobre Dios y pretendieron cambiar la ley del Altísimo. Esos pretendidos padres de la iglesia tenían una cuenta que dar ante Dios de la cual de buena gana habrían querido librarse. Demasiado tarde se dieron cuenta que el Omnisapiente es celoso de su ley, y que de ninguna manera justificará al culpable. Entonces entendieron que para Cristo los intereses de su pueblo sufriente son suyos; y experimentaron la fuerza de sus palabras: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mat. 25: 40).
Ante el tribunal
Todo el mundo impío compareció ante el tribunal de Dios, acusado de alta traición contra el gobierno del Cielo. No tenían quien defendiera su causa; estaban sin excusa; y la sentencia de muerte eterna se pronunció contra ellos.
Entonces fue evidente para todos que la paga del pecado no es noble independencia y vida eterna, sino esclavitud, ruina y muerte. Los impíos vieron lo que perdieron por causa de su vida rebelde. Despreciaron el más excelente y eterno peso de gloria (p.446) cuando éste les fue ofrecido; pero cuán deseable les parecía entonces. "Todo esto -clamaba el alma perdida- habría sido mío, pero decidí poner lejos de mí todas estas cosas. ¡Oh, qué extraña infatuación! He entregado la paz, la felicidad y el amor a cambio de la miseria, la infamia y la desesperación". Todos se dieron cuenta de que su exclusión del cielo era justa. Mediante sus vidas manifestaron que no querían que Jesús reinara sobre ellos.
Como en trance, los impíos fueron testigos de la coronación del Hijo de Dios. Vieron en sus manos las tablas de la ley divina, los estatutos que despreciaron y transgredieron. Fueron testigos de las explosiones de admiración, éxtasis y adoración de los salvados, y cuando la onda melodiosa se propagó hasta la multitud que estaba fuera de la ciudad, todos exclamaron a una voz: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los Tantos" (Apoc. 15: 13), y cayeron postrados para adorar al Príncipe de la vida. (p.447)
Cáp. 66.
LA SEGUNDA MUERTE
SATANÁS causaba la impresión de estar paralizado al contemplar la gloria y la majestad de Cristo. Quien fue una vez un querubín cubridor recordaba de dónde había caído. Era un serafín resplandeciente, "hijo de la mañana" ¡Cómo cambió! ¡Cuánto se degradó!
Se dio cuenta de que su rebelión voluntaria lo había inhabilitado para el cielo. Adiestró sus facultades para guerrear contra Dios; la pureza, la paz y la armonía del cielo serían para él supremas torturas. Sus acusaciones contra la misericordia y la justicia de Dios habían sido silenciadas. El vituperio que se esforzó por lanzar contra Jesús recayó plenamente sobre él. Y entonces se inclinó y reconoció que su sentencia era justa.
Quedó aclarada toda duda relativa a la verdad y error en el largo conflicto. La justicia de Dios el quedó plenamente vindicada. Ante todo el mundo se presentó claramente el gran sacrificio hecho por el Padre y el Hijo en favor del hombre. Llegó el momento cuando Cristo ocupó el lugar que le correspondía y se le glorificó por encima de los principados y las potestades, y sobre todo nombre que se nombra.
A pesar de que Satanás se había visto obligado a reconocer la justicia de Dios y a inclinarse ante la supremacía de Cristo, su carácter no cambió. El (p.448) espíritu de rebelión, como un torrente poderoso nuevamente explotó. Lleno de frenesí se decidió a no capitular en el gran conflicto. Había llegado el momento de lanzar un último y desesperado ataque contra el Rey del cielo. Se lanzó en medio de sus súbditos y trató de inspirarles con su propia furia e incitarlos a librar batalla inmediatamente. Pero de todos los incontables millones que indujo a rebelarse, nadie reconoció entonces su supremacía. Su poder había llegado a su fin. Los impíos estaban llenos del mismo odio a Dios que inspiró a Satanás; pero se dieron cuenta de que su caso era desesperado, que no podían prevalecer contra Jehová. Su ira se encendió contra el ángel caído y los que fueron sus instrumentos de engaño. Con furia demoníaca se volvieron contra ellos, y se produjo en ese momento una escena de conflicto universal.
Fuego del cielo
Entonces se cumplieron las palabras del profeta: "Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero" (Isa. 34: 2). "Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos" (Sal. 11: 6). Descendió fuego del cielo. La tierra se resquebrajó. Aparecieron las armas escondidas en sus profundidades. Llamas devoradoras irrumpieron de los abismos. Hasta las rocas ardieron. Había llegado el día "ardiente como un horno" (Mal. 4: 1). Los elementos se fundieron por el calor, y también se quemaron la tierra y las obras que había en ella. (2 Ped. 3: 10.) El fuego de Tofet estaba preparado para el rey, el jefe de la rebelión; su pira era profunda y ancha, y "el soplo de Jehová, como (p.449) torrente de azufre, la enciende" (Isa. 30: 33). La superficie de la tierra parecía una masa fundida, un vasto e hirviente lago de fuego. Era el momento del juicio y la perdición de los hombres impíos, "es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sión" (Isa. 34: 8).
Los impíos recibieron su recompensa en la tierra. "Serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Mal. 4: 1). Algunos fueron destruidos en un momento, mientras que otros sufrieron muchos días. Todos fueron castigados según sus acciones. Los pecados de los justos fueron transferidos a Satanás, el originador del mal, quien debió sufrir su castigo.* Tuvo que sufrir entonces, no solamente por su propia rebelión, sino por todos los pecados que hizo cometer a los hijos de Dios. Su castigo, entonces, será mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Después que perezcan todos los que cayeron por causa de sus engaños, deberá seguir viviendo y sufriendo. Las llamas purificadoras finalmente destruyeron a los impíos, raíz y ramas, Satanás la raíz, sus seguidores las ramas. La justicia de Dios fue satisfecha, y los santos y toda la hueste angélica dijeron en alta voz. "¡Amén!"
Mientras la tierra quedará envuelta por el fuego de la venganza de Dios, los justos morarán seguros en la Santa Ciudad. Para los que tuvieron parte en la primera resurrección, la segunda muerte no tendrá poder alguno. (Apoc. 20: 6.) Mientras Dios será para los impíos un fuego consumidor, para su pueblo será un sol y un escudo. (Sal. 84: 11.) (p.450)
Cap. 67.
LA TIERRA NUEVA
"VI UN cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron" (Apoc. 21: 1). El fuego que consume a los malvados purifica la tierra. Todo rasgo de maldición desaparece. Ningún infierno eterno mostrará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las marcas de su crucifixión. En su frente herida, sus manos y sus pies, se encuentran los únicos vestigios de la cruel obra que el pecado realizó.
"Oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sión, hasta ti vendrá el señorío primero" (Miq. 4: 8). El reino perdido por el pecado fue recuperado por Cristo, y los redimidos lo poseerán juntamente con él. "Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella" (Sal. 37: 29). El temor de materializar demasiado la herencia de los santos ha inducido a muchos a espiritualizar las mismas verdades que nos permiten considerar que la nueva tierra es nuestro hogar. Cristo aseguró a sus discípulos que había ido a preparar moradas para ellos. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no serán totalmente ignorantes acerca de las mansiones celestiales. Y sin embargo el apóstol Pablo declaró: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Cor. 2: 9). El lenguaje (p.451) humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Sólo podrá ser conocida por los que la contemplen. Ninguna mente finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
En la Biblia a la heredad de los salvados se la llama patria. (Heb. 11: 14-16.) Allí el gran Pastor conduce a su rebaño a fuentes de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Hay ríos de aguas corrientes, claras como el cristal, y en sus márgenes los árboles que siempre se mecen proyectan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las amplias planicies desembocan en colinas hermosas, y las montañas de Dios yerguen sus elevados picos. En esas pacíficas planicies, junto a las corrientes vivas, el pueblo de Dios, por tanto tiempo peregrino y errante, encontrará un hogar.
La Nueva Jerusalén
Allí está la nueva Jerusalén, que tiene: "la gloria de Dios", y su fulgor "semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal" (Apoc. 21: 11). Dijo el Señor: "Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo" (Isa. 65: 19). "El tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron" (Apoc. 21: 3, 4).
En la ciudad de Dios ya no habrá noche. Nadie necesitará descansar ni deseará hacerlo. Nadie se cansará de hacer la voluntad de Dios ni de ofrecer alabanzas a su nombre. Siempre sentiremos la frescura (p.452) de la mañana, y siempre estaremos lejos de su terminación. "Y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará" (Apoc. 22: 5). La luz del sol será sobrepujada por un resplandor que no causará daño, pero que sobrepasará inconmensurablemente al fulgor de nuestro sol al mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inundará la Santa Ciudad con luz inextinguida. Los redimidos caminarán a la luz de un día perpetuo en el cual no habrá sol.
"Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios, Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero" (Apoc. 21: 22). El pueblo de Dios tendrá el privilegio de mantener estrecha comunión con el Padre y el Hijo. "Ahora vemos por espejo, oscuramente" (1 Cor. 13: 12). Contemplamos la imagen de Dios reflejada, como en un espejo, en las obras de la naturaleza y en su trato con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara, sin un velo oscurecedor de por medio. Estaremos ante su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.
Allí las mentes inmortales estudiarán con deleite inextinguible las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. No habrá ningún adversario cruel y engañador para tentarnos a olvidarnos de Dios. Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la mente ni desgastará las energías. Se llevarán a cabo las más grandes empresas, se alcanzarán las más elevadas aspiraciones, se realizarán las más elevadas ambiciones; y aún surgirán nuevas alturas que alcanzar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos propósitos para ocupar las facultades de la mente, el alma y el cuerpo. (p.453)
Y al transcurrir los años de la eternidad, ofrecerán más ricas y gloriosas revelaciones de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la felicidad aumentarán. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, más admirarán su carácter. Al revelarles Jesús las riquezas de la redención y las sorprendentes realizaciones logradas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos latirán con más ferviente devoción, y tañerán las arpas de oro con mano segura. Y entonces diez mil, y miles de miles de voces se unirán para incrementar el poderoso coro de alabanza.
"Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y en todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (Apoc. 5: 13).
El pecado y los pecadores no existen más. Todo el universo de Dios está purificado. El gran conflicto ha terminado para siempre.
(La historia de la redención, pagina 420 hasta la 453)