Veamos cómo explica Artigas la emigración del vecindario de campaña a raíz del armisticio, en su nota a la Junta del Paraguay , de 7 de diciembre de 1811 (Fregeiro, <<Documentos Justificativos>>)
"En esta crisis terrible y violenta, abandonadas las familias, perdidos los intereses, acabado todo auxilio, sin recursos, entregados sólo a sí mismos, ¿qué podía esperarse de los orientales , sino que luchando con sus infortunios cediesen al fin al peso de ellos, y víctimas de sus mismos sentimientos mordiesen otra vez el duro freno que con un impulso glorioso habían arrojado lejos de sí? Pero estaba reservado a ellos demostrar el genio americano, renovando el suceso que se refiere de nuestros paisanos de La Paz y elevarse gloriosamente sobre todas las desgracias: ellos se resuelven a dejar sus precisas vidas antes que sobrevivir al oprobio y la ignominia a que se les destinaba, y llenos de tan recomendable idea, firmes siempre en la grandeza que los impulsó cuando protestaron que jamás prestarían la necesaria expresión de su voluntad para sancionar lo que el gobierno auxiliador había ratificado, determinan gustosos dejar los pocos intereses que les restan en el país y trasladarse con sus familias a cualquier punto donde puedan ser libres, a pesar de trabajos, miserias y toda clase de males.
"Tal era su situación cuando el Excmo. Poder
Ejecutivo me anunció una comisión que pocos días después me fue manifestada y consistió en constituirme
jefe principal de estos héroes, fijando mi residencia en el departamento de Yapeyú; y en
consecuencia se me ha dejado el cuerpo veteranos de Blandengues de mi mando, 8 piezas de
artillería con 3 oficiales distinguidos y un repuesto de municiones.
"Verificado esto emprendieron su marcha los
auxiliadores desde el Arroyo Grande para embarcarse en el Sauce con dirección a Buenos
Aires, y pocos días después emprendí yo la mía hacia el punto que se me había
destinado.
Yo no seré capaz de dar a V.S. una idea del
cuadro que presenta al mundo la Banda Oriental desde ese momento: la sangre que cubría
las armas de sus bravos hijos, recordó las grandes proezas que continuadas por muy pocos
más habrían puesto a sus trabajos y sellado el principio de la felicidad más pura:
llenos todos de esta memoria, oyen sólo la voz de su libertad y unidos en masa marchan
cargados de sus tiernas familias a esperar mejor proporción para volver a sus antiguas
operaciones: yo no he perdonado medio alguno de contener el digno transporte de un
entusiasmo tal; pero la inmediación de las tropas portuguesas diseminadas por toda la
campaña. Que lejos de retirarse con arreglo al tratado, se acercan y fortifican más y
más; y la poca seguridad que fían en la palabra del señor Elío a este respecto, les
anima de nuevo, y determinados a no permitir jamás que su suelo sea entregado impunemente
a un extranjero, destinan todos los instantes a reiterar la protesta de no dejar las armas
de la mano hasta que él no haya evacuado el país y puedan ellos gozar de una libertad
por la que vieron derramar la sangre de sus hijos recibiendo con valor su prostrer
aliento. Ellos lo han resuelto, y yo veo que van a verificarlo: cada día miro con
admiración sus rasgos singulares de heroicidad u constancia: unos quemando sus casas y
los muebles que no podían conducir, otros caminando leguas a pie por falta de auxilios o
xor haber consumido sus cabalgaduras en el servicio: mujeres ancianas, viejos decrépitos,
párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando todos la mayor energía y
resignación en medio de todas las privaciones. Yo llegaré muy en breve a mi destino con
este pueblo de héroes y al frente de seis mil de ellos que obrando como soldados de la
patria sabrán conservar sus glorias en cualquier parte dando continuos triunfos a su
libertad: allí esperaré nuevas órdenes y auxilios de vestuarios y dinero y trabajaré
gustoso en propender a la realización de sus grandes votos.
Existe en el archivo de la Nación Argentina un
oficio de Artigas al gobierno de Buenos Aires datado en el Salto Chico, costa occidental,
el 24 de enero de 1812, con un cuadro admirable que puede presentarse como prueba de la
enorme miseria de la población del Ayuí, a la vez que de la heroicidad de sus
sentimientos y del prestigio fascinador del jefe.
He aquí el oficio:
No se pueden expresar las necesidades que todos
padecen, expuestos a la mayor inclemencia, sus miembros desnudos se dejan ver por todas
partes y un poncho hecho pedazos, liado a la cintura, es todo el equipaje de estos bravos
orientales...He sido testigo de las más tristes expresiones de sus
privaciones...¡Qué rato tan cruel, Señor Excmo. , al ver correr las
lágrimas de uno de esos héroes que observaba con mayor atención a otro compañero
fumando, y reprimirlas ostentando la mayor alegría al sentir que me acercaba.