Quien más
quien menos, mis cuatro primos carnales se dedican a
la filosofía. Leen libros, discuten entre ellos y
son admirados a distancia por el resto de la familia,
fiel al principio de no meterse en las preferencias
ajenas e incluso favorecerlas en la medida de lo
posible. Estos muchachos, que me merecen gran respeto,
se plantearon más de una vez el problema del miedo
de mi tía, llegando a conclusiones oscuras pero tal
vez atendibles. Como suele ocurrir en casos parecidos,
mi tía era la menos enterada de estos cabildeos,
pero desde esa época la deferencia de la familia se
acentuó todavía más. Durante años hemos acompañado
a tía en sus titubeantes expediciones de la sala al
antepatio, del dormitorio al cuarto de baño, de la
cocina a la alacena. Nunca nos pareció fuera de
lugar que se acostara de lado, y que durante la noche
observara la inmovilidad más absoluta, los días
pares del lado derecho y los impares del izquierdo.
En las sillas del comedor y del patio, tía se
instala muy erguida; por nada aceptaría la comodidad
de una mecedora o de un sillón Morris. La noche del
Sputnik la familia se tiró al suelo en el patio para
observar el satélite, pero tía permaneció sentada
y al día siguiente tuvo una tortícolis horrenda.
Poco a poco nos fuimos convenciendo, y hoy estamos
resignados. Nos ayudan nuestros primos carnales, que
aluden a la cuestión con miradas de inteligencia y
dicen cosas tales como: «Tiene razón». ¿Pero por
qué? No lo sabemos, y ellos no quieren explicarnos.
Para mí, por ejemplo, estar de espaldas me parece
comodísimo. Todo el cuerpo se apoya en el colchón o
en las baldosas del patio, uno siente los talones,
las pantorrillas, los muslos, las nalgas, el lomo,
las paletas, los brazos y la nuca que se reparten el
peso del cuerpo y lo difunden, por decir así, en el
suelo, lo acercan tan bien y tan naturalmente a esa
superficie que nos atrae verazmente y parecería
querer tragarnos. Es curioso que a mí estar de
espaldas me resulte la posición más natural, y a
veces sospecho que mi tía le tiene horror por eso.
Yo la encuentro perfecta, y creo que en el fondo es
la más cómoda. Sí, he dicho bien: en el fondo,
bien en el fondo, de espaldas. Hasta me da un poco de
miedo, algo que no consigo explicar. Cómo me gustaría
ser como ella, y cómo no puedo.
Ocupaciones
Raras
Julio
Cortazar