Año CXXXIV
 Nº 49.189
Rosario,
jueves  26 de
julio de 2001
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María Lucrecia Alvarez y la odisea de hacer ciencia en Argentina
La investigadora rosarina que creó trigo transgénico no cobra desde hace 8 meses. Ya piensa en el exterior

Sergio Roulier

De adolescente, María Lucrecia Alvarez ya soñaba con ser investigadora. Mientras cursaba el secundario en el colegio San Francisco de Asís, de barrio Alberdi, pensaba en ir a estudiar física nuclear al Instituto Balseiro. La idea no la convenció porque pensó que, al final, se debería ir del país para progresar en su carrera. Y optó por Ciencias Bioquímicas. Siempre con la idea fija de la investigación, consiguió becas del Conicet y de entidades extranjeras. Se dedicó a la biotecnología y creó trigo transgénico por primera vez en el país, desde un laboratorio público de Rosario. Desde hace ocho meses trabaja ad honorem. Y vaya paradoja, hoy, a los 33 años, deberá optar por algo que no le gustó desde chica: irse al exterior para seguir haciendo lo que le gusta. Tiene tres propuestas desde Estados Unidos que hasta cuadriplican el salario que paga un organismo público argentino. Pero en el país ni siquiera tuvo ofertas.
Esta joven investigadora rosarina consiguió un importantísimo avance científico. Mediante avanzadas técnicas de la genética, consiguió dos variedades de trigo transgénico, una que permite más elasticidad y fortaleza a la masa y la otra le agrega un valor nutricional. La primera fue la más desarrollada, denominada de calidad panadera, cuyo proyecto es "demasiado grande y ambicioso" y que podrá traer beneficios a la industria y los consumidores. A la segunda, le faltan "confirmar los resultados".
María Lucrecia trabaja en el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi), dependiente del Conicet y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Junto a un grupo de investigadores desarrolló un proyecto sobre plantas transgénicas (trigo y maíz) que apuntó a la calidad panadera y a la resistencia frente a ciertas bacterias. Es más, su tesis para el doctorado consistió en "el mejoramiento de la calidad nutricional y panadera del trigo". Parte de la investigación fue publicada en prestigiosas revistas científicas como "Theoretical and Applied Genetics" y "Ciencia Hoy".
Su historia es similar a la de muchos investigadores de la ciudad. Al terminar la carrera, ingresó al Cefobi, fue becaria del Conicet por cuatro años, después estuvo becada por la Fundación Antorchas y el British Council (que apoyaron el proyecto de investigación), y desde noviembre no cobra sueldo.
La única salida que tiene para seguir estudiando es Ezeiza. Como el tercio de sus 14 compañeros que trabajaban en el Cefobi y se tuvieron que ir al exterior. De los otros colegas, otro tercio sobrevive a duras penas en el centro local y el resto se dedicó a otra cosa.
La investigación sobre el trigo transgénico requiere de financiamiento para seguir avanzando, ya sea público o privado. "Estamos en la parte más interesante del proyecto, en cuanto a avanzar sobre la calidad panadera y corroborar los avances en lo nutricional", apuntó la joven. En ese sentido, su trabajo puede ser consultado por Internet, en la dirección http://go.to/Lucrecia-Alvarez.
"La investigación de la biotecnología agrícola con cultivos transgénicos es esencial para que el país se posicione en el mercado internacional. Hay que agregarle valor a la exportación de granos y para ello requiere de investigadores. Para que Argentina exporte tecnología, debe haber una política de Estado hacia la investigación", reclamó el titular del Cefobi, Rubén Vallejos, en diálogo con La Capital.
Mientras tanto, María Lucrecia tendrá que optar entre las ofertas norteamericanas. Aunque no le cierra la puerta a cualquier ofrecimiento de último momento, fronteras adentro. Dicen que es muy terca y no cesa en conseguir lo que busca. Así llegó a su descubrimiento. Lo de quedarse en el país, hasta ahora parece un imposible.



La científica tiene 33 años y pronto se irá del país.
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