FICHA DE LA PELÍCULA
 
Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut)
Director: Stanley Kubrick
Año: 1999
País: USA
Categoria: Thriller
Actores:
Tom Cruise (as Dr. William Harford), Nicole Kidman (as Alice Harford), Madison Eginton (as Helena Harford), Jackie Sawiris (as Roz), Sydney Pollack (as Victor Ziegler), Leslie Lowe (as Illona), Peter Benson (III) (as Bandleader), Todd Field (as Nick Nightingale), Michael Doven (as Ziegler's Secretary), Sky Dumont (as Sandor Szavost), Louise J. Taylor (as Gayle (as Louise Taylor)), Stewart Thorndike (as Nuala), Randall Paul (as Harris), Julienne Davis (as Mandy), Lisa Leone (I) (as Lisa)
Sinopsis:
El doctor William Harford y señora, lo tienen todo: belleza, riqueza, trabajo, posición, una hija encantadora... y no tienen nada: la rutina preside sus vidas, no existe confianza mutua... Alice, la señora Harford, confiesa a su esposo, William, una fantasía erótica con otro hombre, que le dominó meses atrás. Esta inesperada revelación provoca en William una mezcla de celos y sentimientos reprimidos, que le empuja a una espiral de juegos eróticos, a escondidas de su mujer, cada vez más peligrosos.
Critica:
Stanley Kubrick filmó Eyes wide shut (Ojos bien cerrados) en ambiente de conspiración. Alrededor de sus protagonistas principales, Tom Cruise y Nicole Kidman, se tejieron infinitos chismorreos de la prensa, sobre todo por el supuesto erotismo de la cinta. La lógica de los sucesos no podía ser menos irónica. Kubrick murió "de causas naturales" una vez terminada la película. Los distribuidores, luego de un razonable remezón, recobraron entereza y lanzaron la cinta predicando, como no, la sensualidad de sus protagonistas. A tal grado han condicionado estos acontecimientos la exhibición del filme que no pocos espectadores entran a la sala oscura con un prejuicio bien establecido: el de la película erótica.
Por otro lado, la mayor parte de los críticos cinematográficos han estado sujetos a la mitomanía del "genio" Kubrick. Es la legión de los cinéfilos del fetiche, que creen ciegamente (con los ojos bien cerrados) que esta película está destinada a ser mejor o peor que otra cualquiera de la mitología Kubrick (2,001 Odisea del espacio, La naranja mecánic, Full metal jacket, etc.). Algunos hasta les da por tararear sus caprichos culinarios: le hace falta dos deditos de Buñuel y zampan su plagio del concepto de "esculpir en el tiempo", expoliado a Tarkovski sin citar.
Eyes wide shut podría estarse convirtiendo de esa manera en la ironía póstuma de Kubrick. Carnada para los devotos lactantes del "cine arte", los que en su rama más inquisitiva devanarán los sesos a las interpretaciones. Decepción para los fetichistas del argumento "lógico", a imagen y semejanza del mundo.
Tentaciones de alta sociedad
Pero quizá valga la pena comenzar con una interrogante no tan subliminal y, eso sí, apta para todo público: ¿no es irónico hablar de una película erótica en un mundo que ha trascendido las revoluciones sexuales, con un controvertible resultado a favor y muchos retrocesos en su haber?
Me refiero a que los públicos no son los que hace veinte y tantos años fueron a ver El último tango en París (Bertolucci) o El imperio de los sentidos (Oshima). Me refiero a que los Kama Sutras y Juegos sexuales de moda en el cine, no profundizan en realidad en las problemáticas eróticas actuales; en los aparatos disciplinadores, el dogmatismo liberalizador entrelazado al consumo, o la pervivencia, más allá de cualquier cálculo revolucionario, del matrimonio heterosexual como término de referencia, del que siguen descendiendo los ángeles, los demonios, los castigos y las culpas en este fin de milenio.
Eyes wide shut es ante todo una película descorazonada, y quizá no menos revulsiva que La naranja mecánica, aunque, eso sí, más sobria y apagada. Voluntariamente reacia a sentimentalizar, aunque no opuesta al desvarío onírico. Tampoco esconde su corrosividad ante la lógica del matrimonio pequeñoburgués; si bien, en otro sentido, diseña un mapa irónico de redención: cruzar los sueños, revelar el propio naufragio y sumirse luego con los ojos cerrados en la neurosis, la alienación y el consumo, todos con sus fronteras imposibles de batir o derrotar. Ciertamente una película pesimista.
El argumento, tomado de la novela «Traumnovelle» de Arthur Schnitzler, parece una variación flaubertiana: matrimonio común, él médico, como Charles Bovary en Madame Bovary (la clásica novela de Flaubert). Un matrimonio que, evidentemente, tienta los límites de su propia clase social. La película comienza cuando asisten a una fastuosa fiesta. Desde las secuencias iniciales cuando Nicole Kidman (que interpreta a Alice Harford) tira la ropa y revela su desnudez, u orina ante su impasible marido (el Dr. Bill Harford, intepretado por Tom Cruise), se hace evidente la alienación del erotismo por causa de la estratificación pequeño burguesa.
En la fiesta de nobles neoyorkinos, ambos serán tentados eroticamente por "el gran mundo" y el consumo sexual, pero ambos serán retenidos (sobre todo ella) por la lógica implacable del matrimonio: costumbre, más que fe de ser fiel. Valses, jazz, superficies de música; un caballero que intenta seducir a Alice Harford, dos chicas bonitas que cortejan a Bill Harford, todo se vive casi oníricamente. Cámaras que frenéticamente observan, se marean con los personajes, danzan la buena sociedad del vino, la nauseabunda emboscada de la high society a la que no puede sucumbir ninguno de los dos.
Detrás del fasto de esa gran sociedad, se esconden lacras, dobleces, suciedades y bizarrías. El anfitrión Victor Ziegler (interpretado por Sydney Pollack) llama de emergencia al Dr. Hadford para sacar a una muchacha desnuda de un trance de sobredosis. Aparece el otro cuerpo social, las lúmpenes, misses, prostitutas que revolotean alrededor del poder económico, con mucha más entereza y mucha más vulnerabilidad que los pequeño burgueses.
De vuelta a su casa, los Harford retoman su realidad: no bailan valses, sino canciones rock de Chris Isaack. De vuelta a sus rutinas - él con sus pacientes, ella como ama de casa- fuman marihuana de noche. Asombra la frialdad de este retrato, la consistente fijación en los vacíos existenciales, el distanciamiento de esta pareja de cualquier elemento vital, aun el erotismo. A estas alturas del filme ya comenzaron las bofetadas de Kubrick al espectador o espectadora, propinadas ciertamente con guantes afelpados.
Luego viene, bajo los efectos de la cannabis, una confesión larga y dolorosa de la Sra. Hardford. El verano pasado miró un marino, soñó despierta con él, deseó su cuerpo, lo imaginó mientras el Dr. Hardford se atareaba sobre el suyo. Perfectamente creíble y lógico. No digamos como aquel programa de radio que analizó una vez Madame Bovary y pidió a los oyentes que llamaran diciendo que qué pensaban del adulterio. Los medios son esclavos de los "hombres medios" que buscan siempre correspondencias hueras y vulgares entre el arte y la realidad, eso sólo en Chespirito y en La cámara de la picardía.
La mala conciencia y el consumo
El círculo del vacío se llena con neurosis, es un apotegma que nos ha heredado el psicoanálisis. A partir de aquí el Dr. Harford se sume en la neurosis del encuentro erótico imaginario entre su mujer y el marino. Eso lo lleva cada vez más a lo inverosímil, a trascender barreras sociales y culturales, a palpar de manera poco esmerada tanto el gran mundo en su decadencia como el mundo subalterno en su indecencia y sus rasgos de ternura. Pero todo lo toca el Dr. Harford de la forma torpe en que tocan los niños y los ciegos, no en balde es un neurótico. Y todo esto sucede en apenas una noche, la misma noche de la confesión.
Primero tiene un encuentro frustado con una prostituta joven que lo aborda en una fría esquina de la ciudad (es el tiempo de Navidad). El más que modesto cuarto mal amoblado y pequeño de la muchacha demuestra por contraste que la consistencia social de los Hadford (con su apartamento ricamente amoblado) no está libre de la porosidad y corrupción engendrada por lo circundante. A la vez el cuerpo que casi no se ve de la prostituta Domino (Vinessa Shaw) que luego se averigua es portador del HIV, se contrapone al escultural, pero alienado de la Sra. Hadford. Sería tiempo de regresar para el Dr. Harford y reconciliarse con su mundo pequeño burgués. Pero la noche reserva otras sorpresas.
Por contacto con un viejo conocido, un pianista, Hadford visita a una decadente orgía de la alta sociedad, en las distantes afueras de la ciudad. Los cófrades enmascarados se juntan en un culto seudomístico, acompañado de música de órgano (el músico es el amigo de Hardford con los ojos vendados). Luego del culto hay un período orgiástico, de apareamientos voluptuosos y casi estilizados. El enmascarado Dr. Hadford es descubierto como intruso y polizón por la alta y decadente sociedad, y salvado de morir por la intervención, más bien el sacrificio, de una de las desnudas participantes.
Este viaje moralizante del Dr Harford coincide con un sueño orgiástico de la Sra. Hardford. Hacía el amor en sueños con varios hombres y eso le gustaba mucho, le daba risa. El sueño es sólo narrado, no visto, y por tanto se vincula directamente con lo que el Dr. Harford ha vivido esa noche. Como se ve las correspondencias neuróticas son como un camino de salvación del matrimonio.
Por supuesto es también una ironía, las formas han sido salvadas hasta el momento y por medio del dislate. Al día siguiente el Dr. Hardford como principal actividad visitará el cadáver de la mujer sacrificada por él. Aunque Victor Ziegler le diga que todo aquello fue sólo una simulación, y que la muerte de una mujer drogadicta era algo lógico y esperable, el Dr. Hardford entra en cierta crisis sentimental. La cura comenzará con el relato pormenorizado de esta historia a su esposa.
Al siguiente día, última secuencia del filme, el matrimonio va de compras navideñas con su hija. Están rendidos al consumo, cerrando los ojos a su propia alienación, necesitando con urgencia (como lo dice con elocuencia la Sra. Hardford) liberar energías en el sexo. Es un final que un crítico norteamericano consideró optimista, pero eso sólo sería posible si se concilia la mala conciencia con el consumo. Tras de esta maniobra malévola está por supuesto Kubrick meditando con ironía.
Revoluciones inertes
Vienen a la mente otras parejas cinematográficas que tentaron los bordes del deseo y la lógica de la pareja heterosexual. Marlon Brando y Maria Schneider en El último tango en París, Jean Paul Belmondo y Ana Karina en Pierrot le fou (de Jean Luc Godard), Nicolas Cage y Laura Dern en Wild at heart (de David Lynch), Fernando Rey y Conchita (Carole Bouquet/Angela Molina) en Ese obscuro objeto del deseo (de Buñuel), la lista es interminable.
En casi todos los casos eran seres que se iban por ahí luego de romper de alguna manera con el mundo. Si había reconciliación con lo establecido como en El ultimo tango... y Pierrot le fou, había también tragedia (en ambas muertes masculinas). La película de Lynch, era en cambio, catártica y "de formación", la pareja crecía como en las novelas románticas. Ese oscuro objeto… queda más cerca de Eyes wide shut, porque retrata a una pareja que pervive, que se reitera sobre una cadena de historias sórdidas, a pesar de la neurosis y el terrorismo.
La meditación de Eyes wide shut es paradójica. No hay posibilidad de consuelo en la catarsis y la "formación". Esta pareja necesitará siempre vivir bizarras aventuras para sobrevivir, para llegar al lecho amoroso. Engañarse con consistencia e insistencia por medio de la ficción. Contarse cuentos y sueños cada noche o amanecer. Por algo jamás están tentados, ni siquiera a medias, a romper con el mundo.
Es quizá esa fijación en "contar" lo mejor de Eyes wide shut. Uno podría estarse entrelazando historias, embobado por las posibilidades, las propuestas y contrapropuestas del absurdo y lo ficcional. Cruzarse el mundo con sus barreras lingüísticas, sociales, culturales, de la mano de todos los cuentos, como ya lo habían hecho hace siglos Sherezada y el Visir (imagínese el lector que diría el psicoanálisis de estos personajes).
Y esa fijación en la "contadera" se hace en Eyes wide shut con habilidad narrativa clásica. Sin titubeos en el aprisionamiento de los personajes, llevándolos a fines imprevisibles, dibujando escuetamente, casi de forma naturalista, sus entuertos, vicios, retóricas sociales. Una película que no desmerece a su creador, y que tampoco desatiende los demonios de la época. Inertes ya las revoluciones sexuales - parece decir Eyes wide shut-, el panorama es de desconsuelo. Ni siquiera se pudieron cruzar los límites sociales. El seudomisticismo de los ricos se corresponde con la tragedia de los pobres y el ensimismamiento neurótico de los que quedan en el centro.
Pero lo más corrosivo en el caso de Kubrick y Eyes wide shut es que como en sus otras películas, no disimula su creencia en la identidad fundamental de los humanos a través de las edades. Como en 2,001: odisea del espacio, da por un hecho la identidad de los tiempos postmodernos con los tiempos prehistóricos. El Dr. Harford sale a cazar aventuras en vez de mamuts o dinosaurios. La Dr. Harford lo espera en su espléndido dormitorio que ha sustituido la cueva. Pero siempre se contarán las respectivas aventuras antes de descubrir el erotismo. Elemento que no dudamos el lector ya habrá descubierto, más allá de cualquier película.

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159 Min
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