Aya encendió su micrófono. -Listos?
-Si...-los otros tres Weiß contestaron al mismo tiempo.
-Ahora...!
Abisinio y Siberiano se dirigieron entre las sombras hacia las entradas al salón
de fiestas que habían encontrado en los planos. Bombay y Balines esperaron a que los otros dos llegaran a sus puestos.
-Machado está en la terraza este, sola.- Balines tomó aire.
-Vamos por ella.- Siberiano se acercó a la terraza donde estaba Isabela.
Por su parte, Abisinio se detuvo un momento. Un leve ruido cruzó el aire, pero
no había nada. Aún así, esperó para dar la orden de ir por Isabela.
-Y bien, Aya?- Ken dijo impaciente.
El pelirrojo no respondió. Luego sintió un piquete en el cuello. Cuando se llevó
la mano al piquete, se retiró una pequeña punta de algún material extraño.
-Diablos...
-Que pasa, Aya?- Omi preguntó bastante extrañado. Aya no diría 'diablos' nadamás
porque si.
-Vayan por ella. Yo no puedo quedarme. Me inyectaron algo.
-Como que te inyectaron algo?- Yoji estuvo apunto de ir a ver que pasaba con el
pelirrojo. Pero se contuvo.
-Maten a Machado, y lléven los discos con el contacto. Ahora...- Aya apagó de
nuevo el micrófono.
-Eres un idiota, Aya! Aya... Aya!?- Yoji le habló al otro Weiß por el micrófono
pero ya no hubo comunicación. -Imbécil...-
*+*+*
Nagi y Crawford ya habían entrado a la casa de nuevo, pues Crawford había tenido
que entregarle a Schuldig el líquido para que se lo pusiera a Aya.
Nagi estaba bastante acalorado y se abanicaba con las manos.
-Que tienes?
-Calor. Mucho calor. Soy yo o de verdad está así el clima, Crawford?
-No sé.
Los dos Schwarz caminaron por un largo pasillo, y luego giraron a la izquierda,
para llegar a la habitación donde Schuldig tenía a Aya.
Cuando entraron a la habitación, Aya los miró furioso.
Schuldig leyó de inmediato la mente del otro pelirrojo. -Culpa a la gripe, pero
admite que por fin te atrapamos, gato.-
Crawford le hizo una seña al alemán. -Nagi, quédate a cuidarlo. Nosotros vamos
por los otros gatos. Farfarello va a desesperarse porque no llegamos.-
-De acuerdo.
Schuldig y Crawford salieron de la habitación, dejando a Nagi con Aya.
Nagi se sentó en una silla tapizada de azul, mientras que Aya yacía atado en la
cama. El pelirrojo sintió un mareo terrible y hundió la cara en el edredón azul de la cama. Nagi, por su parte, se moría de
calor.
A pesar del mareo, Aya trató de zafase de las cuerdas. Estaban bien atadas, pero
con Nagi tan ausente no iba a ser problema desatarse y alcanzar la katana para hundirla en el cuerpo del chico de ojos encantadores.
Ojos encantadores? Que estupideces estaba pensando? De seguro era la porquería
que le habían inyectado.
Nagi cerró los ojos muy fuerte, desesperado por no poder quitarse el maldito calor.
No vió cuando Aya se desató y tomó la katana.
*+*+*
-Entonces...los otros se fueron y el pelirrojo está con el dulce niño...mi plan
no pudo ser mas perfecto!- Isabela se recargó en el hombro de Farfarello, quien no protestó pero tampoco hizo señales de que
le gustara el contacto.
-Así es. Que vamos a hacer con el gato después?- Schuldig le preguntó a Isabela.
(no lo leía en su mente porque le gustaba más misteriosa y distante).
-Lo dejamos ir. Luego le damos mas droga y vemos que pasa.- Isabela tomó le ofreció
una copa a Crawford.
-No, gracias. Estamos trabajando.
-Pero que hombre tan mas aburrido!- Isabela se dirigió al salón, para encontrarse
con sus amistades.
*+*+*
Aya desenfundó la katana. El sonido fue leve, pero pareció no tener importancia.
Nagi seguía con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, recargada en la silla. Unas gotas de sudor le perlaban la
frente. Nagi entreabrió los labios y dejó escapar un suspiro entrecortado.
Por alguna extraña razón, Aya se detuvo a mirarlo. El blanco cuello de Nagi estaba
expuesto, perfecto para ser cortado con la katana. La arteria pulsaba rítmicamente, apretándose contra la piel del chico.
Sus mejillas estaban rosadas, y se veían aterciopeladas y blandas.
Aya se acercó, solo un paso. El mareo se convirtió en un calor insoportable. De
seguro tenía fiebre de nuevo.
El Schwarz abrió los ojos. Pero no los abrió rápido, como quien huele cerca (demasiado
cerca) el peligro, sino con lentitud y un cierto dejo de seducción. Aya miró esos ojos profundos.
Nagi le devolvió la mirada a Aya, pero no dijo nada. No se movió. Apenas se estremeció
cuando la hoja fría de la espada le tocó el cuello y le hizo un pequeño corte. El ardor de la herida se calmó en el segundo
en el que la lengua tibia de Aya lamió la sangre. Con sus poderes, le quitó la katana al pelirrojo, aunque de hecho éste ya
la estaba dejando en el suelo. Aya tomó a Nagi en sus brazos, sin saber porqué.
Poco a poco, sus ropas fueron cayendo en el suelo. Con cada roce, Nagi gemía suavemente.
Aya dejó a Nagi entre las sábanas azuladas. Lo contempló por unos segundos. El chico lo miró tímidamente y le sonrió. Aya
nunca había visto a Nagi sonreír, y de pronto se dio cuenta de que esa era la sonrisa que anhelaba ver desde siempre.
Por supuesto, el pelirrojo se dio cuenta de que Nagi no tenía la mínima experiencia
en esto. A decir verdad, él tampoco (nunca había estado con un hombre), pero supuso que si Nagi gemía, le gustaba. Poco a
poco eso dejó de importar, y ambos se unieron en un abrazo rítmico.
Nagi se mordió el labio inferior cuando el pelirrojo entró en su cuerpo, pero
lentamente el dolor le dio paso a otra sensación mucho muy placentera. Aya no dejó nunca de besar a Nagi mientras se movía
dentro de él.
Cuando terminaron, Aya se tendió sobre su espalda y jaló a Nagi hacia él. El chico
de pelo castaño se acurrucó en sus brazos.
-No sé como llegamos a esto, Aya.
-Ni yo. No entiendo.
Ambos se quedaron en silencio. Aya se sintió mal por haber perdido el control.
Nagi no podía creer que su primera vez sería un hombre, y peor, un Weiß.
Aún así, los dos se quedaron en calma, como viejos amantes. Por alguna razón,
supieron que no había sido en verdad la primera vez que estaban juntos.