

_ESCRITOS de Y sobre BEETHOVEN_
Queridos Krónidas Armónicos,
quiero hoy inaugurar una nueva serie que espero sea
indescriptible; la ayuda
procede de un Libro al cual le he ido tomando cariño a lo largo
de los años,
años que por otra parte han sido más que trescientos sesenta y
cinco días
tras otros trescientos sesenta y cinco días; desde que lo leí
me parecía
estar leyendo algo vivo, no algo pasado, siendo nada más que una
biografía,
pero una biografía de quién; sí, así es, de Beethoven. La
mejor Biografía
que ha existido nunca pues es una recopilación de los más
valiosos
documentos que se han guardado de personalidad tan importante
para el
Universo de la Música.
El Libro lo escribieron dos personas muy especiales, Jean y
Brigitte Massin,
locutores de la Radio France que se vieron Obligados a crear tal
libro
porque cuando buscaron cosas relevantes del autor de Bonn, poca
cosa
encontraron editada, por lo tanto, se lanzaron a la tarea
titánica de aunar
todos los trabajos posibles para construir una Biografía que se
sale de lo
normal, pues no se basa solo en dichos, sino en hechos.
El libro es de la editorial Turner y es una Joya de esas que no
es fácil de
conseguir.
No quiero hacer un trabajo de copia absoluta, me refiero, no va
haber un
orden absoluto, sencillamente compartir con Vosotros y la Kronos
en general
un documento histórico del cual no hay nada en absoluto en todo
internet.
El primer fragmento, -pequeño, pues estoy en los inicios de eso
del
"escanear" libros- es de unas palabras escritas por uno
de los más grandes
Amigos de Beethoven, un tal Wegeler, allá por el año 1795,
cuando Beethoven
solo era un muchachote.
Espero de verdad que os interese.
Un abrazo biográfico.
Quirón
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78 , Cuando Beethoven hubo adquirido en Viena una posición
elevada, se
desarrolló en él una repugnancia igual al menos a su aversión
extraordinaria a dar lecciones, -o aún más fuerte, por las
invitaciones para
tocar en sociedad-. Una de estas invitaciones le hacía perder
toda su
alegría. A menudo venía a mí, triste y desanimado; se
lamentaba de que se le
obligaba a tocar aun cuando la sangre le hervía hasta debajo de
las uñas.
Después, gradualmente, se mantenía entre nosotros una
conversación, con la
que yo procuraba entretenerle amistosamente y calmarle a la vez.
Cuando este
extremo estaba conseguido, yo dejaba decaer la conversación, me
sentaba en
mi despacho, y Beethoven se veía forzado, si quería hablarme a
sentarse en
una silla colocada ante el piano. Pronto, a veces aún medio
vuelto y con una
sola mano tocaba algunos acordes, que se desarrollaban
sucesivamente en
encantadoras melodías ¡Ah!, ¿por qué no las he comprendido
mejor A veces yo
ponía, aparentemente por descuido, papel de música sobre el
atril para
poseer algún manuscrito suyo; el escribía, pero terminaba por
doblarlo y
guardarlo en su bolsillo. No me quedaba más remedio que reírme
yo mismo y a
mi costa.
( ... ) Salía de estas sesiones con el humor totalmente cambiado
y volvía
siempre por propia voluntad. Pero su repugnancia a tocar
continuaba; éste
fue el motivo de las mayores rupturas entre Beethoven y sus
primeros amigos
y protectores.
Wegeler.
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (2)
Queridos todos,
según el libro del que os hablé el otro día, esto pertenece a
las anécdotas
mundanas de Beethoven; yo no opino lo mismo, pues lo único que
se nota aquí
es que Beethoven quería dejar bien claro, por muy joven que
fuera en esta
anécdota -26 años- no debía dejarse llevar por la estupidez,
en esta ocasión
sí, mundana de los que van de señores, y que no lo son.
Un abrazo poderoso.
Quirón
Os dejo con la anécdota:
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Lobkowitz. Un señor que tenía fama de gran entendido tuvo con
Beethoven una
conversación sobre la situación social y las fantasías de los
poetas. «Lo
que me gustaría -dijo Beethoven- es no tener que regatear con
los editores,
querría encontrar uno que me asegurase una renta vitalicia
determinada
mediante el derecho a publicar todo lo que yo compusiera, y no me
haría de
rogar para componer. Creo que Goethe lo ha hecho así con Cotta
y, si no me
equivoco, el editor de Haendel ha hecho lo mismo en Londres. »
« Pero,
querido joven -replicaba el señor con tono apremiante-, no debe
lamentarse,
usted no es ni Goethe ni Haendel y no es probable que llegue a
serlo, como
tales maestros no volveremos a ver jamás. » Beethoven se
mordió los labios y
se calló. En ese momento intervino Lobkowitz, que le observaba.
«Mi querido
Beethoven -le dijo-, el señor no tenía intención de ofenderos.
La mayoría de
los hombres son de la opinión de que la generación presente no
es capaz de
producir talentos tan poderosos como los del pasado que ya han
conquistado
la gloria. » Beethoven replicó: « Es lamentable, excelencia,
pero con
hombres que no tienen ni fe ni estima por mí, porque no soy aún
universalmente famoso, no puedo tener ninguna relación. »
(GRIESINGER, diplomático sajón en Viena, cuyos recuerdos han
sido recogidos
por Seyfried.)
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (3)
125 / Beethoven no tocaba sus propias composiciones más que
con mucha
repugnancia. Una vez había planeado un gran viaje que debíamos
realizar
juntos. Yo había organizado todos los conciertos e interpretado
sus
conciertos de piano, así como sus otras composiciones. El sólo
quería
dirigir la orquesta e improvisar. Este último ejercicio era lo
más
extraordinario que se puede oír, sobre todo cuando estaba en
buena
disposición o se encontraba excitado. Todos los artistas a los
que he oído
improvisar estaban lejos de alcanzar la altura a la que Beethoven
se elevaba
en este género. La riqueza de las ideas que se agolpaban en su
espíritu, los
saltos a los que se abandonaba, la variedad de los desarrollos,
las
dificultades que se presentaban o que él encontraba modo de
provocarlas,
todo esto era inagotable.
RIES
126 / En general, Beethoven tocaba él mismo sus propias
composiciones con
una inspiración muy variable; sin embargo, se mantenía casi
siempre firme en
el compás; por momentos solamente, pero rara vez apresuraba un
poco el
movimiento. Algunas veces en sus crescendos hacia un ritardando y
moderaba
el movimiento, lo que producía un efecto muy hermoso y del todo
sorprendente. Tocando, daba, ora a la mano izquierda, ora a la
mano derecha,
según el lugar, una expresión muy bella y absolutamente
inimitable; pero era
extremadamente raro que añadiera notas o adornos.
RIES
127 / Durante un paseo hablaba a Beethoven de dos quintas justas
que eran
evidentes y hacían el más bello efecto en su primer (error:
cuarto) cuarteto
en do menor; él no lo había notado y afirmó que no eran
quintas. Como tenía
la costumbre de llevar siempre consigo papel de música, se lo
pedí y escribí
el pasaje con las cuatro partes. Cuando vio que yo tenía razón,
dijo: «¿Y
bien, quién es el que las ha prohibido? - Como yo no sabía en
qué sentido
tomar esta pregunta, él me la repitió varias veces hasta que al
fin le
respondí lleno de asombro: «¡Pero si son las primeras reglas
fundamentales!
» Me volvió a repetir la pregunta; entonces añadí: « Marpurg
Kirnberger,
Fuchs, etc., en fin, todos los teóricos.» Replicó: «¿Bien,
pues yo las
perniito! »
RIES
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (4)
Queridos Krónidas,
esta es la primera carta que envío de Beethoven; tiene de todo,
desde fuerza
hasta el cariño más grande y profundo. Espero que la
disfrutéis de verdad;
esto sí qe es un documento impresionante.
Abrazos.
Quirón.
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142 / Víena, 1 de junio (Principios del siglo diecinueve)
Mi querido, mi buen Amenda, mi amigo del corazón: con una
profunda emoción,
con una mezcla de dolor y alegría, he recibido y leído tu
última carta. ¿Con
qué puedo comparar tu fidelidad, tu devoción hacia mí? ¡Oh!
¡Qué agradable
es que hayas estado siempre cerca de mí! Sí, tú eres para mí
un comprobado
amigo; ya lo sé. No eres un amigo de, Viena; no, tú eres de los
que sabe
producir mi tierra. ¡Cuánto te deseo a veces cerca de mí!.
Porque tu Beethoven vive muy desgraciado, en lucha con la
naturaleza Y el
Creador; vanas veces he maldecido a este último por confiar las
criaturas a
la suerte, de tal forma que la más bella floración (Blüthe:
propio y
figurado) es exterminada y machacada. Debes saber que la parte
más noble de
mí mismo, mi oído, se ha debilitado mucho. Ya en la época en
que tú estabas
cerca de mí comencé a percibir los síntomas, y los ocultaba;
después esto ha
sido cada vez peor. ¿No se podrá curar jamás? - Hay que
esperar; quizá
dependa esto del estado de mi intestino. De esto último estoy
casi
restablecido, pero los oídos, ¿se curarán alguna vez? Así lo
espero, desde
luego, Pero tímidamente, pues estas afecciones son las más
incurables.
¡Qué vida tan triste es ahora la mía! Evitar todo lo que me es
más querido,
lo que más aprecio, y todo ello estando rodeado de individuos
miserables y,
egoístas, como X, Y, etc. - Entre todos, puedo decir que el
mejor es para mí
Lichnowsky. Después del último año me ha otorgado una renta de
600 florines;
con la buena venta de mis obras esto me coloca en situación de
poder vivir
sin Preocuparme por mi sustento. Todo lo que escribo ahora
podría venderlo
rápidamente cinco veces y estar bien pagado. En los últimos
tiempos he
escrito muchas cosas, y como me han dicho que has encargado
pianos a X,
puedo enviarte diferentes cosas en el embalaje de uno de ellos,
así te
costará menos caro.
Para mi consuelo, un hombre acaba de venir aquí, con el que
puedo disfrutar
del placer de la conversación y de la amistad desinteresada; es
uno de mis
amigos de juventud.
Le he hablado mucho de ti, y le he dicho que después de
abandonar mi patria
tú eres uno de los que ha elegido mi corazón. - El tampoco
quiere a X, que
resulta muy débil para la amistad. Le miro, lo mismo que a Y,
como simples
instrumentos de los que me sirvo cuando me conviene; pero nunca
podrán ser
nobles testigos de mi actividad creadora, como tampoco pueden
participar
verdaderamente en mi vida; los valoro solamente en función de su
utilidad.
¡Oh!, ¡qué feliz sería si mis oídos estuvieran en buen
estado! Entonces
correría hacia ti, pero debo quedarme apartado de todo; mis
mejores años
transcurrirán sin que pueda realizar las exigencias de mi fuerza
y de mi
talento. ¡Triste resignación donde debo encontrar mi refugio!
Desde luego he
tomado la determinación de ir más allá, superando todo esto,
pero ¿cómo será
ello posible?
Sí, Amenda, si dentro de seis meses mi mal se declara incurable,
te llamaré;
será necesario que abandones todo y que vengas cerca de mí;
entonces viajaré
(mi interpretación y mi composición se resienten aún muy poco
de mi
enfermedad), mi vida social es la más perjudicada : y tú debes
ser mi
compañero; estoy convencido de que la felicidad no me faltará,
pues
entonces, ¡con quién no sería capaz de medirme! Desde que te
has ido he
escrito de todo, excepto óperas y música de iglesia. No, tú no
te negarás,
ayudarás a tu amigo a soportar su angustia y su enfermedad.
He perfeccionado también mucho mi interpretación como pianista,
y espero que
este viaje te haga feliz a ti también. Después te quedarás
siempre conmigo.
He recibido todas tus cartas; aunque no haya respondido siempre,
te he
tenido siempre presente, y mi corazón late por ti tan
afectuosamente como
antes. - Lo que te he dicho de mi oído te suplico que lo guardes
en secreto
y no lo confíes a nadie. - Escríbeme con frecuencia. Por cortas
que sean,
tus cartas me consuelan y me hacen mucho bien; espero pronto otra
tuya,
querido amigo.
Ya no estoy sin tocar durante más tiempo tu Cuarteto, porque lo
he rehecho
completamente desde que empiezo a saber escribir convenientemente
los
cuartetos; lo verás cuando lo recibas.
Ahora, ¡adiós, querido amigo! Si crees que por casualidad puedo
hacerte
algún favor, espero que lo digas ante todo a tu fiel amigo, que
te quiere
sinceramente,
L. van BEETHOVEN
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NOTA:
Lo de la X y la Y son personajes que Beethoven no quería
mencionar y que el
editor de las cartas en su momento tapó hábilmente; diplomacia,
diplomacia ;)
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (5)
Esta pequeña pero interesantísima nota de hoy pertenece a otro
de los
grandes amigos de Beethoven; en estas notas se podrá observar
fácilmente.
Me gustaría ir un poco más ordenadamente, (estamos ya en 1804)
pero muchas
notas, por mucho cariño que le han querido poner los amigos
Massin, no dejan
de ser hirientes; herir a alguien que no se puede defender es
poco menos que
vil y canallesco. Lo digo sobre todo porque por ejemplo, el
famoso momento
en que Beethoven cambia la dedicatoria de la Tercera Sinfonía,
-la Heróica-,
hecha a Napoleón, es indignante; llegan a poner en labios de
Beethoven los
ahora famosos "derechos humanos"; oh, vamos, es
ridículo; ¡cuantísimas veces
se ríe de los humanos Beethoven cuando se da cunta que nadie
vale un
rábano!? Lo único que fastidia a Beethoven en el radical cambio
de Napoleón,
es que ve más alejada la posibilidad de conocerlo y por ende,
conseguir un
título. ¡Je!, pues claro, ¿quién no quiere un título? Eso
abre puertas, y se
quiera que no, a Beethoven un Von en vez de un Van le hubiera ido
de perlas,
pareciera lo que pareciera, qué más daría. Ahora, hacerle
decir a Beethoven
que "pobres seres humanos con un tirano como llegará a ser
Napoleón",
¡vamos, hombre!
Bueno, os dejo con la nota.
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179 / El amigo que ha estado cerca de mí desde los primeros
años de mí
juventud ha contribuido a menudo a forzarme a olvidar a los
ausentes. No
podéis creer, querido Wegeler, qué indescriptible influencia,
podría decir
aterradora, ha tenido sobre él la pérdida del oído. Imaginad
el sentimiento
de su desgracia actuando sobre esta naturaleza fogosa; cuanto
más se
encierra en sí mismo, desconfía con frecuencia de sus mejores
amigos; en
muchos casos no llega a decidirse. Casi siempre --salvo en casos
excepcionales en que sus primeros sentimientos se expresan
libremente-
cualquier relación con él cansa una verdadera tensión del
espíritu.
Desde el mes de mayo hasta primeros de este mes hemos vivido en
la misma
casa; incluso los primeros días ha dormido en mi habitación.
Apenas llegué a
mi casa, fue atacado por una violenta enfermedad que puso sus
días en
peligro, y al fin se convirtió en una fiebre intermitente y,
tenaz. Las
inquietudes y los cuidados me han agotado bastante. Ahora ya
está repuesto.
Vive sobre la muralla; yo, en una casa nueva edificada por el
príncipe
Esterhazy, delante del cuartel del Alster: ahí tengo mi hogar, y
todos los
días él come conmigo.
STEPHAN VON BREUNING
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (6)
En esta ocasión podemos disfrutar de la Lucha por la
Extraordinariedad ante
la vulgaridad de un defensor de la "masa". Leerlo con
atención porque hay
más de lo que parece.
Un saludo eufórico.
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194 / Mientras esperaba por casualidad en la antesala del
gabinete del barón
oí una violenta disputa que éste mantenía en la pieza vecina
con el
encolerizado compositor. Beethoven estaba desafiante, y creía
que su parte
en los beneficios netos era mayor que la que le calculaba el
banquero de la
corte (Braun). Pero éste le hacía observar que Beethoven era el
primer
compositor que la dirección había admitido a participar en la
recaudación,
en consideración a sus extraordinarios méritos, y le explicaba
el déficit de
la caja, por el hecho de que las butacas y los palcos habían
estado todos
ocupados, pero que las localidades populares, donde se apretuja
la
muchedumbre, no habían dado ingresos como en las óperas de
Mozart; concluyó
diciendo que la música de Beethoven no era, hasta el momento,
comprendida
más que por las clases cultivadas, mientras que Mozart, con sus
óperas,
levantaba a todo el público, a la multitud. Beethoven, fuera de
sí, recorría
la habitación gritando muy fuerte: «No escribo para la masa,
escribo para
las personas cultivadas. » - -Pero el teatro no se llena con
éstos
solamente, -replicaba el barón con calma-; para nuestras
recaudaciones
necesitamos a la masa, y no os queda otro remedio que pagar las
consecuencias con vuestra exigua parte en los beneficios, puesto
que no
habéis querido esta vez hacer ninguna concesión en vuestra
música. Si
hubiéramos pagado a Mozart una parte análoga por sus obras, se
habría hecho
rico. »
Esta comparación desventajosa con su ilustre antecesor pareció
tocar a
Beethoven de la forma más sensible. Sin replicar una sola
palabra, se
sobresaltó, y gritó en el paroxismo de la cólera: « ¡
Devolvedme mi
partitura! » - El barón dudó y miró con estupor la figura de
color escarlata
del furioso compositor. Pero éste continuaba con creciente
pasión: «¡Quiero
mi partitura! - ¡Mi partitura! - ¡Enseguida!» - El barón
llamó; un criado
apareció. «La partitura de la ópera de ayer para este
señor», dijo el barón
tranquilamente, y el servidor se apresuró a ir a buscarla. «Lo
siento
-añadió el director-, pero pienso que cuando estéis más
calmado.... » -
Beethoven ya no escuchaba; había arrancado de manos del muchacho
el enorme
volumen, y sin reparar en mí en su precipitación había
enfilado la
antecámara y bajaba las escaleras. - Cuando el barón me
recibió, a mi vez,
algunos instantes después, este hombre serio no conseguía
disimular un
ligero temblor; parecía darse cuenta del precio del tesoro que
acababa de
perder.
ROEKEL
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (7)
Trémont fue un Barón que conoció a Beethoven; no digo que
"Beethoven
conoció a", pues fue deseo de tal Barón el entrar en
contacto con el pedazo
Genio renano. Las palabras son generosas, y en algunas ocasiones
se pasa un
poco de petulancia, pero bueno, al menos destaca ciertos aspectos
que se
desconocen todavía hoy.
Un saludo.
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252 / ( ... ) Algunas veces me decía después de haber hecho
algunos acordes:
---Nose me ocurre nada, dejémoslo para otro día- Entonces
charlábamos de
filosofía, religión, política, y sobre todo, de Shakespeare,
su ídolo ( ... ).
Beethoven no era un hombre de espíritu, si se quiere entender
por esto el
que dice cosas finas y espirituales. Era de un natural demasiado
taciturno
para que su conversación fuera animada. Sus pensamientos se
expresaban de
forma brusca, pero eran elevados y generosos, aunque a veces poco
justos [es
decir, poco conformes con los del barón]. Había entre él y
Juan Jacobo
Rousseau esa afinidad en los juicios erróneos provenientes de
que su humor
misantrópico había creado un mundo, según su fantasía, sin
aplicación exacta
a la naturaleza humana y al estado social. Pero Beethoven era
instruido. El
aislamiento de su celibato, su sordera, sus temporadas en el
campo, le
habían hecho dedicarse al estudio de los autores griegos y
latinos, y con
entusiasmo al de Shakespeare. Uniendo la especie de interés
singular, pero
real, que resulta de las nociones falsas, emitidas y sostenidas
de buena fe,
su conversación era, si no muy interesante, al menos original y
curiosa. Y
como era benevolente conmigo, entraba en su carácter
atrabiliario preferir
ser algunas veces contrariado a que me plegase siempre a sus
opiniones.
TRÉMONT
253 / Le pregunté si no deseaba conocer Francia. - «Lo he
deseado vivamente
-me contestó- antes de que se diera un amo a sí misma. Ahora
este deseo se
ha pasado. Sin embargo, me gustaría oír en París las
sinfonías de Mozart (no
nombró las suyas ni las de Haydn), que el Conservatorio ejecuta,
dicen,
mejor que en ninguna otra parte.
TRÉMONT
254 / La grandeza de Napoleón le preocupaba y me hablaba de él
con
frecuencia. En medio de su mal humor, veía que admiraba su
ascensión desde
un punto de partida tan inferior; sus ideas democráticas se
sentían por ello
halaga~ das. Me dijo un día: - ¿Si voy a París estaré
obligado a saludar a
vuestro emperador?- Le aseguré que no, a menos que fuera
llamado.---¿Y
pensáis que él me llamará?,> - <No lo dudaría si
supiera lo que valéis, pero
habéis visto por Cherubini que se preocupa poco por la
música.,> Esta
pregunta me hizo pensar que, a pesar de sus opiniones, se hubiese
sentido
halagado al ser distinguido por Napoleón.
TRÉMONT
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (8)
En esta ocasión asistimos a curiosidades como Urania, el
bautismo y una
pasión por la amistad algo increíble.
Un saludo.
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262 / Para mi amigo el barón de Gleichenstein (en francés en
el texto).
Tú vives sobre un mar en calma y tranquilo, Y Ya estás a1
abrigo en el
puerto, no sientes la angustia del amigo que se encuentra en
medio de la
tempestad, o no debes sentirla. ¿Qué pensarán de mí en la
estrella de
Venus-Urania, cómo me juzgarán sin verme? Mi orgullo está tan
doblegado
que, aun sin ser invitado, me reuniré ahí contigo: me gustaría
verte mañana
en mi casa te espero hacia las nueve, de la mañana para
desayunar.
Dorner también podrá venir en otra ocasión contigo. ¿Por qué
no eres sincero
conmigo? Me ocultas seguramente algo, quieres distraerme, y me
causas más
dolor por esta incrtidumbre que por la certeza, por fatal que
ésta sea.
Adiós, si no puedes venir, házmelo saber. Piensa y actúa por
mí. No Puedo
confiar nada Imá que lo que pasa en mi interior al papel.
BEETHOVEN
263 (A Gleiclienstein. ) La notici a que me das me ha precipitado
desde las
regiones del éxtasis más alto, en una profunda caída. ¿Por
qué añadir
entonces lo que me harás decir cuando haya música de nuevo?
¿No soy acaso
absolutamente nada más que tu músico o el de los demás? -
Sólo así se
explica esto. No Puedo, pues, buscar un punto de apoyo más que
en lo más
profundo, en lo más íntimo de mi ser. En el exterior no existe
nadie para
mí. --- No; solo hay heridas para mí en la amistad y en los
sentimientos del
mismo género. -- Que así sea para ti, pobre B.(ceehoven), no
esperes ninguna
felicidad de fuera, eres tú quien debes crear todo en ti mismo;
solo en tu
mundo ideal encontrarás amigos. - Te ruego que me confirmes si
yo desmerecí
en algo ayer. 0 si no puedes hacerIo, entonces dime la verdad, la
oiré con
tanto placer como la digo, - ahora estoy todavía a tiempo,
todavía las
verdades me pueden servir. - Adiós, --no dejes que sepa nada de
esto tu
único amigo Dorner.
BEETHOVEM
264 / Muchos lectores habrán estado extrañados corno yo por la
insistencia
con que Beethoven, en su carta deL 2 de mayo de 1810, me pide que
le consiga
su partida de bautismo ( ... ). Encontré la explicación a este
enigma en una
carta que me fue escrita tres meses más tarde por mi cuñado
Stephan von
Breuning. En ella decía: <<Beethoven me dice al menos una
vez por semana que
quiere escribirte; más creo yo que su proyecto de matrimonio ha
fracasado;
por ello no se siente inclinado a agradecerte el trabajo que te
has tomado
con su acta de bautismo.>>
WEGELER
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-Escritos DE y SOBRE Beethoven (9)
Bettina Brentano es uno de los personajes más curiosos en la
vida de
Beethoven. Es alguien que cuenta su vida, la vida de Beethoven,
de otra
forma, con una sinceridad casi terrorífica, pero nunca
despreciándole, nunca
rebajándole. Hubo una Verdadera Relación de Amistad-Amor que a
Beethoven le
hizo vivir; afirmando esto porque en próximas notas y cartas de
esta excelsa
señora, lo comprobaremos, pues pondremos todos sus escritos por
la
importancia y la influencia que ejerció sobre Beethoven; y no
solo sobre
éste, sino sobre Goete, Holderling y otras personalidades de la
época. Además
es de los personajes que más se extienden en la historia
después de la
desaparición de Beethoven; se trata de una señora muy joven que
vive
intensamente y consciente de las personalidades que eran ya los
que he citado.
Un abrazo.
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265 [A Antón Bihlerl] el 9 de julio de 1810.
No he conocido a Beethoven hasta los últimos días de mi
estancia en Viena;
he estado punto de no conocerlo, pues nadie me quería llevar
donde él, ni
aun los que se decían sus mejores amigos, por verdadero temor a
la
melancolía que le consume, de tal manera que no se interesa por
nada y que
demuestra a los extraños más grosería que educación. Una
Fantasía suya, que
había oído interpretar de forma perfecta, me había emocionado
el corazón, y
tuve desde ese instante tantos deseos de verle que puse en ello
todo mi
empeño. Nadie sabia dónde vivía: a veces se mantenía
totalmente oculto. - Su
vivienda es muy curiosa; en la primera habitación, dos o tres
pianos,
apoyados en el suelo y sin patas, baúles donde guarda sus
papeles, una silla
con tres patas; en la segunda habitación, su cama. que, aun
siendo invierno,
consiste en un jergón y una delgada manta, una palangana sobre
una mesa de
pino y las ropas de dormir sobre el suelo.
Hemos esperado ahí una media hora larga, porque se estaba
afeitando. Al fin
llegó. Es pequeño (siendo grandes su espíritu y su corazón),
moreno, marcado
de viruela, lo que se dice feo; pero tiene una frente tan
celeste, tan
noblemente moldeada por la armonía, que se podría contemplar
como una
magnífica obra de arte; cabellos muy largos, que peina hacia
atrás; parece
tener apenas treinta años; él mismo no sabe su edad, pero cree
tener treinta
y cinco.
Había oído decir que se debía ser prudente con él, para no
indisponerle,
pero yo había juzgado su carácter distinto, y no me había
equivocado. En un
cuarto de hora ya se encontraba tan a gusto conmigo que no podía
separarse
de mi lado; se colocaba siempre junto a mí; incluso fue con
nosotros a casa
y, ante el asombro de todos sus amigos, se quedó allí todo el
día. Este
hombre tiene una pretendida arrogancia, que hace que no toque
complacido ni
para el emperador ni para los duques que le pagan en vano una
pensión, y en
toda Viena es muy raro oírle. Como le rogué que tocase,
respondió: «Bien, ¿y
por qué debo tocar?» - « Porque quiero llenar mi vida de cosas
magníficas y
porque vuestra actuación marcará mi vida», dije.
El me aseguró que quería intentar merecer esta alabanza, se
sentó cerca del
piano, en el extremo de una silla y tocó suavemente con una sola
mano, como
si buscara vencer su repugnancia a hacerse oír. De golpe,
olvidó todo lo que
le rodeaba, y su alma se derramó en un océano de armonía.
Sentí por este
hombre una ternura infinita. Para todo el que aprecie el arte es
realmente
un señor (so herrschend) y tan verdadero que ningún artista
puede comparársele.
Pero en el resto de su vida es tan ingenuo que se puede hacer de
él lo que
se quiera. Su distracción es objeto de burla, y se aprovechan de
él, que
rara vez tiene dinero suficiente como para procurarse lo
estrictamente
necesario. Hermanos y amigos le explotan; sus ropas están rotas,
tiene una
figura completamente andrajosa y, sin embargo, su aspecto es
imponente y
magnífico (herrlich).
A todo esto se añade que es muy duro de oído y que no ve casi
nada. Pero
cuando viene de componer está completamente sordo y sus ojos
están
totalmente extraviados si miran al exterior; esto, unido a toda
la armonía
que se agita bajo su frente, le impide dirigirse a los demás.
Así,
faltándole lo que le mantiene en contacto con el mundo -la vista
y el
oído---, vive en la soledad más profunda. Algunas veces, cuando
se habla
mucho rato con él y esperamos una respuesta, ésta es, de golpe,
una
explosión de sonidos: coge papel de música y escribe. No hace
como el
kapellmeister Winter, que escribe todo lo que pasa por su cabeza;
él hace
primero un gran plano y dirige su música en una forma
determinada, sobre la
que trabaja a continuación. Vino a mi casa todas las tardes
durante estos
últimos días que he pasado en Viena , me ha dado los Lieder de
Goethe que
había compuesto y me rogó que le escribiera, al menos, una vez
al mes,
porque, aparte de mí, no tenía, decía, ningún amigo.
¿Por qué os escribo ahora todo esto con tanto detalle? En
primer lugar,
porque creo que, como yo, sentís atracción y respeto por un
alma semejante;
en segundo lugar, porque sé lo equivocadamente que le juzgan,
precisamente
por ser demasiado pequeños para comprenderle; tampoco puedo
evitar
describirle por completo tal y como es para mí. Además, se
preocupa, para su
mayor satisfacción, de todos aquellos que se confían a él en
lo que a la
música concierne. El más pequeño debutante puede confiarse a
él con la
certeza de que no se cansará de prodigarle consejos y
asistencia, ¡este
hombre, que jamás ha podido permitirse desperdiciar una hora de
su libertad!
BETTINA BRENTANO
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