"JOSE GARCIA ALVAREZ" aggonzalez@larural.es
UNA CIENCIA SIN CONSCIENCIA.
13 Septiembre 2000
UNA
CIENCIA SIN CONSCIENCIA
Desde el verano de 1976, en el que los Viking descendieron
sobre el suelo marciano, el oasis de paz de este planeta ha sido
turbado por ingenios terrestres de primitiva fabricación, en una
inconsciente y delictiva onda destructiva que está extendiendo
peligrosamente su radio de influencia hacia la superficie externa
de nuestra atmósfera. Los marcianos ya han podido constatar la
perversa cualidad de muerte que son capaces de aportar los
monstruosos ingenios fabricados en los laboratorios terrestres,
cuyos científicos, en sus capacidades técnico-astronómicas, no
reúnen, como cualidad cognoscitiva, más que rudimentarias
estructuras de investigación sobre terrenos en los que todavía
no saben proceder. Han montado la investigación del espacio
externo, sobre la misma insuficiente estructura mental por donde
camina la investigación en el espacio interno de la Tierra.
Los investigadores de la Ciencia terráquea están continuamente
atados a un concepto primordial, que perennemente les constriñe
a referir a nuestro nivel lo que halita y vive en las dimensiones
superiores de la vida del espacio y de la energía.
Los científicos están empeñados en una afanosa y casi
histérica búsqueda de vida orgánica allí donde las estructuras
orgánicas y genéticas han alcanzado un nivel de velocidad
vibratoria dinámico-orgánica tal que no les hace orgánicas
ni genéticas, sino cosmodinámicas y
orbitantes sobre el plano genético planetario de una estructuración
dimensional diferente a la nuestra.
Los sabios de la Tierra deberían saber, pero no saben, que la
estructura vital del pueblo marciano dejó de ser genéticamente
tridimensional desde aquel lejano tiempo en que la total
destrucción del planeta Mallona (destruido por una serie
de conflagraciones nucleares provocadas por sus habitantes)
determinó la necesidad de la repentina construcción de las dos lunas
artificiales que todavía hoy orbitan en torno a la masa del
planeta rojo y que nuestra Ciencia ha denominado Phobos y Deimos.
Uno de los tres continentes sobre los cuales, en aquella época,
estaban establecidos los antepasados de los actuales marcianos,
sufrió la casi total destrucción por causa de los meteoritos
llegados del espacio procedentes del planeta vecino destruido, y
por las descompensaciones magneto-esféricas provocadas en el
anillo vital del Geoide. El holocausto diabólico del citado
planeta situado en la vecindad de Marte, destruido por la
inconsciencia y la maldad, fue para los marcianos, en virtud del
Supremo Equilibrio de la Ley que todavía veneran, un medio de
dolor y por tanto de purificación y de ascenso evolutivo.
Desde aquel tiempo, el nivel vibratorio de sus estructuras
vitales aumentó su ritmo, hasta evolucionar su materia sobre el
plano de una realidad que, para los hombres de la Tierra y
su espectro visual, resulta invisible e intangible, pero no
por ello menos vital. Toda estructura atómica, por tanto,
fue permutada y transmutada, y la onda de vida marciana penetró
sobre un plano vital en el que existe un total equilibrio entre materia,
energía y espíritu. No tenemos que maravillarnos, por
tanto, si nuestros científicos no encuentran más que polvo y
"residuos mortales" sobre la lisa superficie de la tercera
dimensión de Marte, en la cual la vida de los marcianos ya
no se desarrolla desde hace muchos milenios.
Es hora, pues, de hacer ver a los investigadores de la Tierra,
que lo que están fotografiando, buscando y pisando, no es más
que la sombra de la vida real del mundo marciano y que
están violando inútilmente una paz que no les pertenece. Deben
comenzar por hacer suya esa paz, así como la potencia vital del
espíritu... Y nada impedirá entonces que nuestro pueblo y el
pueblo marciano puedan encontrase y amarse en un vértice único
de existencia.
Enormes y resplandencientes ciudades, paisajes de ensueño...,
montañas, valles, mares de agua cristalina, extienden su
resplandor en la superfice de cuarta dimensión de la
Patria marciana, pero los ojos de polvo de los terrestres no
descubrirán más que polvo y sus manos fangosas no sacarán más
que fango. Los marcianos no mostrarán las maravillas de su mundo
a quienes no han sabido convertir en maravilloso su propio mundo.
Los terrestres no recogerán más que piedras, porque son seres
de piedra. Deben aprender a convertirse en diamantes y una
lluvia de luz investirá sus ojos estupefactos, mientras que de
la oscuridad de los muertos desiertos marcianos surgirán las
luminosas auroras de su civilización. Desde las rojas tierras de
Marte verán alzarse, entonces, el majestuoso templo de su
milenario imperio.
Entre las fotos del Viking I que pudieron verse en televisión,
aparecieron tres signos y un rostro. Los signos se interpretaron
como letras de nuestro abecedario. Curiosamente eran el Alfa y el
Omega, y no la C como se dijo, y el BUMERANG, símbolo de la Ley
Cósmica de Causa y Efecto.
Con toda solicitud.
José García Álvarez
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