Por: José Luis Altayrac: jaltayrac@yahoo.com.ar

---------- El Humano: Ese Ser Decadente ----------

Generación tras generación, según nos cuenta la
historia, la Humanidad ha ido decayendo. Tuvo
‘‘picos’’ en los cuales parecía que la situación se
revertía. Momentos de Lucidez, donde lo creativo, lo
artístico, lo humanista, lo cultural fue importante.
Momentos en que aparecieron Mentes de verdad
Brillantes. Se atisbaba una Luz en medio de tanta
tiniebla reinante. Músicos, pintores, filósofos,
científicos, dejaron obras importantísimas que fueron
el legado de las generaciones posteriores.
Pero, desde que el hombre se irguió sobre sus dos
patas traseras, siempre existieron y han existido
seres primarios entre sus filas. Primates cuyo nivel
de inteligencia es sólo apta para guerrear, destruir y
mancillar todo lo que sus apestosas manos pudiesen
tocar.
Cual si fuese un Ciclo –que está a punto de
cerrarse–, el Ser Humano alcanzó su cenit, su cúspide.
A partir de allí, comenzó su trayectoria descendente.
Hoy, en los umbrales del siglo XXI, la serpiente está
ya tocando su propia cola. Quiero decir: El círculo se
ha cerrado y se ha vuelto al origen.
Tan es así, que hasta parece que el Ser Humano ha
vuelto a su condición animal, a su condición de
primate. Hay quienes –en sentido figurado–, ya caminan
apoyando los nudillos de sus manos en el suelo, y
otros –más primitivos aún–, se arrastran como
reptiles.
En lugar de haber logrado una evolución espiritual,
se ha hecho cada vez más ‘‘terrenal’’, más
materialista. Su espíritu comenzó a bajar las
frecuencias vibratorias y, por ende, se hizo más
denso, más oscuro. Su paso por la tierra no le sirvió
para perfeccionarse, para lograr ser realmente un Ser
Superior.
Según un pasaje Bíblico, el hombre fue creado ‘‘a
imagen y semejanza de Dios’’. Con esto, no pretendo
hacer apología de ningún tipo de religión o creencia,
pero me inclino a pensar que, en cierta manera,
poseemos la capacidad y el intelecto suficiente como
para convertirnos en Seres Superiores. No dioses, pero
sí Entidades Luminosas. Somos energía. Nuestro
verdadero ‘‘yo’’ no es lo que nuestros ojos ven;
habituados a ver sólo la materia densa que conforma
nuestro cuerpo, que hace las veces de ‘‘recipiente’’ o
envoltura de nuestro auténtico ‘‘yo’’.
Hay ojos ‘‘acostumbrados’’ (o adiestrados) a ver más
allá de esa densa materia. Poseen un sentido que está
por encima de esos cinco que poseemos la mayoría de
los ‘‘mortales’’, que capta las sutiles formas de la
energía; la Luz que irradia cualquier ser viviente
(incluso vegetal) que habita este planeta.
Por otra parte, probado está que el poder de la mente
(sabiamente dirigido) es capaz de lograr verdaderos
‘‘prodigios’’, que hasta pueden modificar la
estructura molecular de la materia. Pero no todos
hemos aprendido a manejar esas energías; o lo que
sería peor: Lo hemos olvidado.
Esto último, en cierto sentido, resulta beneficioso.
Malo sería que cualquier ‘‘loco’’ tuviese esos
conocimientos y pudiese manipularlos. Sería como un
simio jugando con el detonador de una bomba atómica.
Si cada uno comenzara a aprender a canalizar
correctamente ese poder, o al menos lo intentara,
sería muy beneficioso para todos. Si con nuestra mente
somos capaces de generar una enfermedad en nuestro
propio cuerpo y, de la misma manera, podemos
restablecer el equilibrio roto en esas células
afectadas, beneficioso sería, repito, que todo ese
poder lo utilizáramos para hacer EL BIEN.
Allí sí comenzaríamos a elevar nuestras vibraciones y
nos convertiríamos en Seres Luminosos.
Desgraciadamente, el hombre ha optado por lo más
fácil: Resulta más fácil destruir que construir, es
más fácil dar muerte que crear vida; es mucho más
fácil odiar que amar...
Esa actitud egoísta y mezquina, ha hecho que
‘‘involucionara’’ en vez de evolucionar. Ha hecho que
su Luz haya comenzado a apagarse y su mente se siente
más confortada transitando por la oscuridad y las
tinieblas. Ha comenzado su decadencia, que tan sólo se
podría revertir si sus pensamientos giraran ciento
ochenta grados.
Y así estamos como estamos. Terminando nuestro ciclo
convertidos en seres despreciables, cuando podríamos
haber alcanzado metas más altas y superiores. Porque,
aunque lo diga el cura: ‘‘Con la intención basta’’,
considero que no es así. La intención, si no va
acompañada de la acción, no basta. No basta tener
‘‘intenciones’’ de ayudar, pero no hacerlo. No basta
tener ‘‘intenciones’’ de amar, cuando decidimos
odiar...

“L’Observatore Pampeano”


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"Las grandes obras las sueñan los idealistas locos, las critican los inútiles crónicos y las aprovechan los felices cuerdos".
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