Grecia: ¿Música masculina, femenina o intermedia?

Por, Verónica Marsá.

vmarsa@ctv.es

 

Hace dos mil quinientos años, la disposición de los semitonos en los dos
tetracordos dentro de la octava descendente configuraban un modo o armonía y
cada uno de ellos tenía implícita una impresión.

Es difícil situarnos, si no dejamos a un lado nuestra mentalidad occidental
y puritana, en un universo donde deberemos, aunque difícilmente, establecer
una relación con aquello que nos es conocido como experiencia directa y tan
sumamente variada y, todo lo que podemos imaginar y que rodeaba la música
hace unos 1.400 años, dentro de la que encontramos de forma inherente
conceptos como masculinidad, feminidad, neutralidad, equilibrio, mesura,
inteligencia, lógica, razón, educación, ciudadanía, astros, números,
geometría..., es decir, todo aquello que rodeaba el estudio y conocimiento
de la música y, por lo tanto de la razón y el orden tanto interno como
externo del cuerpo y el alma masculina, femenina o intermedia. No es fácil
atribuir a nuestra música características ni sexuales ni de género, pero en
Grecia, estaba claramente dividida, el alma tomaba un cuerpo, dejaba de
estar asentada en la región más pura del universo y se inclinaba, en un
momento determinado, por la zona terrena, de ahí tomaba imágenes y cuando
más cerca de ellas se encontraba, más se hundía en la oscuridad de aquello
corpóreo; sin embargo, en su bajada tomaba aquellas cosas que le iban a dar
luz y calor para poder mantener esa unión con un cuerpo, por ello, nunca
olvidaba completamente la pureza del mundo superior que habitó, siempre se
mantendrá una conexión. El alma es capaz de transformar esa luminosidad
etérea y darle aspecto de nervios, a los que añadiendo un poco de viento
terrenal, conseguirá el conato de un lugar habitable; una raíz de cuerpo
denominada armonía, de la cual se alimentará y por la cual se mantendrá
unida al cuerpo.

La música es considerado en Grecia un arte no acompañado de lo enojoso que
conlleva la medicina ni de lo ingrato de la geometría; se halla exenta de
incomodidades y proporciona un beneficio tras el esfuerzo de su aprendizaje
y da como fruto un placer digno e incomparable.

Una melodía se distinguía en la antigua Grecia de una composición melódica;
era ésta última la capacidad creadora de la primera. Esta composición
melódica solía clasificarse en tres estilos: ditirámbico, nómico y trágico.
Aquellos estilos o tropos nombraban una forma de vida y estaban vinculados a
un cometido específico susceptible de producir una acción, por eso tenían un
sentido ético y están en relación con el ethos. Unos eran eróticos y, otros
cómicos o encomiásticos. Así, una composición melódica que provocaba
pasiones de tipo aflictivo sería llamada sistáltica, la que exaltaba el
ánimo diastáltica, e intermedia aquella que provocaba la tranquilidad del
alma. Sin embargo, no era la subyugación del alma aquello que pretendía la
música, la seducción de la misma es algo accidental; es el beneficio para la
virtud lo que persigue. Si eso provoca, es decir, una seducción, la culpa no
es del arte sino de la falta de educación musical o de una educación musical
nociva.

Para entender como realiza el alma la elección de su cuerpo, debo hacer una
pequeña introducción, antes de otorgar estas categorías, a qué exactamente
se entiende por masculino, femenino o intermedio. Arístides O Quintilianos
consideraba que existía una diferencia entre la configuración del cuerpo y
el alma. El cuerpo ocupado por lo masculino hace que éste sea duro y seco y
lo femenino hace que un cuerpo sea húmedo y permeable y, esto mismo hace que
el alma masculina sea activa y guste del esfuerzo, mientras que a lo
femenino lo hace tranquilo y no dado al esfuerzo. Estas cualidades, que
ocupan cualquier cosa que podamos observar, ya sean puras o mezcladas,
afectan también a los círculos de los planetas y a sus actividades.

La Luna es un planeta femenino en su círculo por ser húmeda y permeable y
por que recibe las influencias de los demás planetas, sin embargo participa
de lo masculino por que es la generadora y nutriente de todos los cuerpos
que están en la Tierra. Lo mismo ocurre con Venus, el planeta más femenino
en sus sonidos, es extremadamente húmedo y gusta de proporcionar gozo, de
engendrar niños y producir uniones carnales, además de deleitase con la
noche; de ahí su relación con la Luna y la emanación femenina que se produce
hacia ella. A su vez influyen a la Luna, Marte que se deleita con lo húmedo
y nocturno, aunque su parte masculina es bastante activa; Júpiter, muy
semejante a Venus hace sentir su influencia sobre los planetas que tiene en
derredor neutralizándoles los extremos, como el calor a Marte y el frío a
Saturno que es duro, seco y laborioso. El sol, sin embargo, es evidentemente
masculino, seco, abrasador, cálido y activo. Cada uno de los planetas emite
sonidos de acuerdo a su doble naturaleza y a su doble potencia de día o de
noche y, con respecto a esta potencia se les atribuyen las armonías, las
cuales serán extremas cuando las actividades de los planetas sean extremas e
intermedias cuando la actividad sea menor.

El alma tiene como algo inherente el observar y distinguir lo masculino y lo
femenino de los cuerpos como una dualidad. Es el alma la que escoge el
cuerpo que desea: puramente masculino, puramente femenino o una mezcla de
ambos. De cada uno de ellos es posible, pues, adivinar el ethos que le es
propio y que por tanto le hará similar a otros iguales y que será observable
según las características externas que muestre. Es decir, el ethos femenino
responde a una acción relajada y deseante (recordemos esa imagen platónica
de esa parte del hígado, lugar donde está el deseo y receptor final de los
sonidos. Ahí es donde se encuentra el punto de relación entre la música y el
placer irracional que puede provocar) y el masculino concuerda con la
vehemencia y el impulso. Por eso el primero tiene como característica
general en toda la humanidad femenina las penas y los dolores y el segundo
la ira y el coraje. Por supuesto son posibles todas las combinaciones según
las almas tengas cuerpos no puros; es decir, placer con pena, coraje con
dolor...

En resumen, es el alma pura aquella que está alejada de las cosas de este
mundo, que solamente convive con la razón y está libre de deseos; sin
embargo, cuando comienza a notar que va sintiendo por las cosas, llamémoslas
"cosas de aquí", necesita buscar un cuerpo adecuado masculino, femenino o,
muchas veces, una mezcla de ambos. Si el alma no encuentra lo que necesita,
configura el exterior de acuerdo a una semejanza con ella misma. Por eso
encontramos tanto hombres de gestos lánguidos o mujeres de ojos de
terrorífica mirada. La forma externa de cada uno concuerda con el ethos
interior.

A partir del ethos se establecen las pasiones del alma de forma pura o
entremezclada y compleja. Por ello observamos que la naturaleza humana en
sí, puede tener relación o no con sus pasiones. Así, todo lo que observamos,
que a su vez tiene una naturaleza dual, masculina y femenina, nos resultara
preferente según que el ethos que nos haya determinado, por eso atribuimos
colores brillantes para los adornos femeninos y colores sombríos para
favorecer la reflexión masculina; lo mismo ocurre con los sonidos los suaves
y dulces que nos van diluyendo el sentido y el juicio y causan placer,
además de languidez, son los femeninos y los que nos provocan la reflexión y
la actividad son evidentemente masculinos.

Además de los sonidos, forman parte de los poemas las palabras y, a su vez,
estas conforman frases las cuales conllevan unos rasgos específicos. Frases
sencillas, suaves, ligeras, delicadas, bellas y dulces, nos inducen a la
alegría y a la relajación, pero hay frases políticas que son concisas,
breves, dignas, magnificientes, ásperas, grandes, fuertes y plenas y, nos
muestran lo grande de lo masculino, la fuerza de su mente y la rapidez de
sus acciones. Esto da pie a que se pueda utilizar el vocabulario para
convencer y persuadir, suplicar o conceder a las almas, ya sean semejantes o
dispares. De igual modo una poesía puede hipnotizar o repeler de la misma
forma que una melodía y, mucho más si añadimos el reproductor de aquello que
vamos a escuchar, sea una voz masculina o femenina, una cítara o un aulos...
y, sumemos además, la cantidad de vocales masculinas o femeninas que
contenga cada frase del poema. Veamos, si contamos con siete vocales y entre
ellas hay largas y breves, se diferencian las que abren la boca a lo largo y
las que lo hacen a lo ancho; las primeras poseen una característica
masculina pues producen sonido más severo, redondo y concentrado como la o
(omega) y, las segundas son las de característica femenina, como la i (ita),
pues su sonido se disipa y escapa. La ? es masculina pues retiene el sonido
y la i (iota) femenina pues mantiene la boca abierta mientras se pronuncia.
La a (alfa) se considera ambivalente, pues, al ser opuesta y afín a la i
(ita), junto a ella es similar y toma sus caracteres siendo femenina y
cuando se usa como opuesta toma signos masculinos. Por ello, encontramos los
nombres masculinos precedidos de vocales masculinas y los femeninos
precedidos de vocales femeninas. Las palabras neutras se encuentran
precedidas por vocales intermedias, es decir, que toman características en
un momento determinado, de aquella vocal a la que acompañan, si acompañan a
la a (alfa) serán de naturaleza masculina y si acompañan a la i (iota) de
naturaleza masculina.

Así también, existen pues cuatro vocales capaces de prolongarse en su
pronunciación y que fueron las utilizadas para los sonidos musicales y, a
ellas se unió la más hermosa de las consonantes, la t (tav), la única que
produce un sonido al ser pronunciada, semejante a un instrumento musical de
cuerda. De igual forma ocurrirá con los intervalos, los producidos por
sonidos con o (omega), totalmente femeninos, o con o (omega), totalmente
masculinos, serán intervalos de carácter extremo y, los producidos con a
(alfa) o y (ipsilon) serán de carácter más masculino o más femenino. Así, la
melodía tendrá el carácter de aquellas vocales e intervalos que predominen.
Sirviéndonos de esto y atribuyendo a cada alma su armonía, es cuando podemos
comenzar a utilizar la música como una terápia, podemos sacar del alma un
ethos vicioso o enfermo e instaurar uno hermoso y mejor. Si el ethos que se
encuentra en el alma es innoble usaremos los intermedios y si es bueno, lo
ennobleceremos más con los extremos. Pero, podemos encontrarnos con la
dificultad de que no seamos capaces de conocer el tipo de ethos de una
determinada alma, pues éste no se muestra a nosotros; lo que haremos es
producir una melodía extrema y observar la afectación. Esto es a lo que los
griegos llaman educación, una formación del alma que saque aquello que hay
dentro y que sea capaz de ser moldeado hacia lo bueno y hermoso.

Hasta ahora hemos hecho referencia a los sonidos independientes, unidos o no
a letras, y a los sonidos relacionados, es decir a los intervalos que se
producen entre ellos. Estos intervalos son, los que a su vez, forman los
sistemas o tetracordios y éstos las armonías. Son estas armonías las que
persuadirán o aumentarán cualidades. Platón llama armonías lastimeras a la
lidia mixta, lidia tensa y sus semejantes y no las considera aptas ni aún
para las mujeres de mediana condición, cuanto menos para varones (La
República.398e) y, también las hay que influyen en la pereza y laxitud como
la jonia y la lidia en algunas de sus variedades. Si, como hemos dicho
anteriormente, existen dudas respecto a la parte oscura del ethos, es decir,
no conocemos dónde aplicar la terapia, pero tenemos claro qué queremos
cambiar del mismo, es fácil acertar si proporcionamos para su interpretación
el comienzo de una armonía y dejamos que el ethos vicioso continúe con ella
en su desarrollo. El resultado será el siguiente, si el alma es seducida por
esa melodía creada al azar, la interpretación seguirá por el mismo camino
del desarrollo inicial y si no, observaremos como el ethos se inclina a
realizar una modulación; de ambas formas el ethos se mostrará abiertamente a
nosotros, pues las armonías son muestra de las afecciones del alma.

Los sistemas o tetracordios-pentacordios participan del mismo carácter que
los sonidos independientes, de esta forma, los graves serán los masculinos
por su severidad y violencia debida a la gran cantidad de aire de su salida
y los tetracordios gimientes y chillones son evidentemente femeninos, el
aire sale fino entre los labios por que la salida que se produce es más
estrecha al producirlos.

Todos aquellos elementos que tenían relación con lo masculino eran los que
se utilizaban para la buena educación y la virilización y por eso deben ser
aprendidos e imitados por todos, aunque los demás, por tener una naturaleza
distinta, eran también útiles para algunos casos de seducción del alma.
También en relación con los instrumentos al igual que con las voces, nuestro
ethos tiene preferencias. El instrumento nos vale para poder realizar algo
y, en el caso de la música, nos sirve para que aquello que queremos hacer
tenga un mejor resultado.

Clasificamos de masculinos los fuertes, graves, ásperos como la salpinga,
trompeta de metal o de asta que se usaba en desfiles militares, el aulos
pítico con el que se acompañaban los peanes y la lira que con siete u ocho
cuerdas era el instrumento griego por excelencia y era el usado para la
educación pues no necesitaba de profesionales para utilizarlo. Instrumentos
femeninos eran considerados: el aulos fúnebre frígio de sonido agudo y
trenódico, la sambiki de forma triangular y muy aguda por que poseía, más o
menos, unas 20 cuerdas muy cortas y dispuestas de dos en dos las cuales
producían un sonido lánguido al ser tocadas directamente con los dedos; este
instrumento solía acompañar cantos eróticos y por su cantidad de cuerdas
permitía hacer cambios en las armonías, el divino Platón lo rechazaba por
ello, como a los demás instrumentos poliacordes y poliarmónicos (La
república.399c).

Los antiguos griegos solfeaban las melodías con las letras ?, a, ?, ? y,
éstas tenían una estrecha e indisoluble unión con los elementos que componen
el mundo de la materia y el movimiento de estos elementos es el que
configura el cosmos de la misma materia. La primera letra, la y (ipsilon),
se atribuye a la tierra y a su acción generadora, por lo tanto tiene un
carácter masculino al igual que la a (alfa), que por pertenecer al agua,
está en relación directa con la tierra pues es la que ayuda a ésta a
efectuar esa generación; así pues y, a su vez, participa del carácter
masculino de la primera. La i (ita) es evidentemente femenina, pues
pertenece al aire y, de ahí, se deduce su carácter cambiante y variable. La
última letra, la o (omega), siendo un elemento activo perteneciente al
fuego, es masculina. Estas letras se unen a la t (tav) y ésta les hace
partícipes de una forma vital. Así pues, es la melodía la que conforma el
cosmos del alma y será considerada en toda su extensión como un todo, una
melodía completa o mele completo, aquella que se produce en línea recta
cambiando el orden de las letras, lo cual puede producirse utilizando todo
lo que nos permita nuestro conocimiento de la composición creativa.

Hace más de dos mil años la música era la iniciadora de los misterios, una
ceremonia ? culto mistérico preliminar propiciatorio, el principio de todo
aprendizaje o la preparación previa a la enseñanza (proparaskevastikí
didaskalía) de la sabiduría. Conocer el valor de la importancia de la música
y desconocer su funcionamiento interno desde aquellos orígenes que conocemos
por los tratados, dedicarnos a su estudio técnico, o a conocerla para
corregir el ethos, no es conocer sus principios y causas naturales; no se
razona la música. Por eso encontramos tratados sobre física, acústica,
historia, armonía, rítmica o métrica, fuga y contrapunto, solfeo, técnicas
de interpretación o de dirección, guías para la buena escucha, biografías,
métodos pedagógicos con una pedagogía muy cuestionable, estética, y un largo
etc más; sin embargo, sólo los tratados escritos hace más de dos mil años,
abren las posibilidades de razonar y, no digo racionalizar, acerca de la
música, de hacer una filosofía artística de la música.


Otras Páginas de Verónica Marsá:

Bernardo de Chartres y Ortega Y Gasset: http://quiron_alvar.tripod.com/bernardo_ortega.htm



Páginas creadas el 10 de Febrero de 2000, en colaboración con la Primera Puerta.