Y LA DOBLE
VERDAD
Rafael
Artacho López
Publicado en RELIGIÓN Y ESCUELA
196(2006)43-45
El profesor de Religión se enfrenta a dos
tareas ineludibles: diagnosticar las capacidades intelectuales de los alumnos y
dar cuenta de su propia fe cristiana. Por esta razón vienen hoy a la Biblioteca
del profesor de Religión estos dos libros de José Antonio Marina, La Inteligencia
fracasada y ¿Por qué soy cristiano? El primero es una especie de
taxonomía de las causas de la estupidez en personas que habitualmente no son
estúpidas o no lo parecen. El segundo libro es un diagnóstico del modo de creer
de muchos creyentes que no saben si lo son o no lo son.
MARINA, J.A.(2005) La Inteligencia
fracasada. (subt.) Teoría y práctica de la estupidez, Ed.
Anagrama, Barcelona, 176 pp. |
La Inteligencia
fracasada: un gran esquema, un desarrollo mediocre.
Lo primero que llama
la atención en el libro de Marina es la formidable claridad de sus esquemas y
sus definiciones. Tan diáfanas son éstas y tan precisos aquéllos, que no
necesitan, prácticamente, de los confusos y, a veces, laberínticos desarrollos
que los acompañan. Lo mejor del libro se entiende por sí mismo... y vale la
pena.
Cinco claves
Lo
que propongo a continuación son cinco claves para hacer del libro de Marina un
instrumento de gran utilidad para el profesor, a la hora de diagnosticar las
causas tanto de los propios “fracasos” de su inteligencia, como los que
aparecen en las manifestaciones de sus alumnos.
La
primera clave es la definición de inteligencia. En el ámbito escolar hay una
cierta tendencia a confundir erudición e inteligencia. La definición de Marina
es clave a este respecto: “La inteligencia es la capacidad de un sujeto para
dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida,
elaborada y producida por él mismo”. Asume así Marina el concepto
piagetiano de inteligencia, como mecanismo regulador de las relaciones del
individuo con su entorno, encaminados a la consecución de la propia felicidad.
La
segunda clave está en la “doble inteligencia”. Marina asume la pregunta de
Sternberg: “¿Por qué personas inteligentes pueden ser tan estúpidas? Y
la traduce constatando un hecho de experiencia: “con frecuencia, una persona
muy inteligente puede usar su inteligencia estúpidamente”. Y da ejemplos de
personajes conocidos, cuyos hechos estúpidos fueron en su momento de dominio
público.. Esta es la esencia del fracaso de la inteligencia. Para explicar este
fracaso, Marina establece la existencia de una doble inteligencia o, al menos,
de un doble nivel en la misma: la inteligencia estructural y la inteligencia
ejecutiva. El fracaso de la inteligencia se produce cuando, entre ambas, se
interponen factores de distorsión.
La
tercera clave se define como “las tres posibles causas de la estupidez”. La primera está en las
pulsiones básicas de la inteligencia estructural, que son – sobre todo – de
índole afectiva (el miedo, la furia...); la segunda está en la ineficacia de la
inteligencia ejecutiva para controlar esas pulsiones básicas latentes en la
inteligencia estructural; y la tercera, en la elección de fines equivocados o
no suficientemente jerarquizados... Algo que tiene mucho que ver con la
percepción y jerarquía de valores del individuo.
La
cuarta clave se encuentra en los distintos ámbitos en los que tiene lugar el
fracaso de la inteligencia: el ámbito cognitivo, el afectivo, el ámbito del
lenguaje y el ámbito de la voluntad. A cada uno de ellos aplica Marina las
claves anteriores, y el resultado es un espléndido y organizado diagnóstico de
las causas de fracaso de la inteligencia en su tarea de conducir el
comportamiento de la persona en su búsqueda de la felicidad.
La
quinta clave constituye
la sorpresa final que el libro nos depara. Se trata de la llamada inteligencia
social, que también tiene sus fracasos y sus éxitos. La meta de la
inteligencia social es también la búsqueda de la felicidad: pero se trata de la
felicidad común. También puede fracasar: “Sociedades estúpidas son aquellas
en las que las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los
sistemas de evaluación y los modos de vida, disminuyen las posibilidades de las
inteligencias privadas...”, dice Marina. Y, como la inteligencia
individual, también la inteligencia social cuenta con sus factores de fracaso,
que Marina va, poco a poco, analizando. Al profesor corresponde también
analizar y diagnosticar la situación de la inteligencia social de su
clase, de su centro, de los grupos en los que participa.
Teniendo
en cuenta estas claves, el libro de Marina se puede convertir en una guía de
análisis de la realidad personal, de sus alumnos y del entorno...
MARINA,
J.A. (2005) ¿Por qué soy cristiano? Ed. Anagrama, Barcelona, 158 pp. |
La doble forma de ser
cristiano
Cuando
tuve las primeras noticias de este libro de Marina, pensé que, por venir de
quien venía (filósofo y profesor de Secundaria) iba a contar con él como una
herramienta formidable al servicio del diálogo con los adolescentes. Al primer
ojeo se desvaneció mi expectativa... aunque encontré otras cosas.
El equívoco del título
Tan
sólo a la salida del libro, en el Epílogo, he sabido en qué consiste para
Marina ser cristiano. Y entonces he llegado a entender el discurso completo del
libro: un discurso, ciertamente, brillante, erudito, metódico, tan lleno de
rigor como de sorpresas, y cuyo contenido puede sintetizarse en tres dicotomías y una rúbrica final. Un mapa en el que queda
sugerido el camino a través del cual un filósofo podría llegar a ser creyente,
aunque no mucho.
La doble verdad
Marina
conoce a fondo las cuestiones hermenéuticas relativas a la resurrección y el
mensaje pascual, las apariciones del resucitado y el origen de los Evangelios.
Está al tanto de la propuesta desmitologizadora de Bultmann, de las
conclusiones de Willy Marxen, de Leon-Dufour e, incluso, de Torres Queiruga. Y
extrae de todo ello, como filósofo, alguna conclusión universal: la fe de los
discípulos en la Resurrección de Jesús es fruto de una experiencia personal
única en relación al Jesús con el que habían vivido. El testimonio de su
experiencia se convirtió en el Mensaje cristiano.
Cuando
el filósofo se pregunta por la legitimidad fundamentante de esta experiencia,
Marina expone la teoría de la doble verdad. En términos generales, se
puede formular así: la verdad consiste en la adecuación entre el contenido de
un juicio y la realidad. La “verficación” consiste en percibir la evidencia de
esa adecuación. Pues bien: existen verdades cuya verificación es posible para
cualquier ser racional que disponga de los instrumentos adecuados y aplique el
método adecuado. Éstas son las verdades públicas. La llamada verdad
científica pertenece a este tipo de verdades. Hay otras verdades cuya
verificabilidad está sujeta a las condiciones particulares del sujeto: la
percepción de su evidencia es fruto de la experiencia personal del sujeto. Se
llaman verdades privadas. Marina insiste y pone ejemplos para mostrar
cómo el normal funcionamiento de la vida humana requiere habitualmente tanto de
las verdades públicas como de las privadas.
La
experiencia religiosa genera verdades privadas. La experiencia pascual de los
discípulos, generadora del mensaje pascual,
da pie a una verdad privada fundamental, que ha puesto en marcha un
movimiento universal que cuenta más de veinte siglos: el cristianismo.
Los dos cristianismos
Sostiene
Marina que el cristianismo, al igual que los grandes movimientos religiosos, es
la historia de su interpretación.
La
persona y los hechos de Jesús han tenido, según Marina, desde el principio, dos
interpretaciones diferentes (hay, por tanto, dos cristianismos): una
interpretación dogmática, y otra interpretación ética. La
interpretación dogmática – “gnóstica”, la llama el autor – ha sido un intento,
tan esforzado como baldío, de comprender intelectualmente la realidad de Jesús
de Nazareth. Dogma tras dogma, el cristianismo “gnóstico” habría entrado en un
callejón sin salida ni horizonte. La interpretación ética, por el contrario, se
traduce en la implantación del “ágape” en el mundo, y recorre la Historia hasta
convertir este mundo en el gran proyecto universal que el Evangelio denomina
“Reino de Dios”.
Evidentemente,
José Antonio Marina se queda con este cristianismo ético, en perfecta
coherencia con su obra Dictamen sobre Dios, donde el único devenir
coherente de la Religión es la Ética.
Los dos modos de ser
cristiano
Y
ahora, sí. Ahora conocemos la respuesta que, desde su verdad privada, José
Antonio Marina da a la pregunta con que titula el libro: ¿Por qué soy
cristiano? Y su respuesta se concreta en esta triple afirmación:
1ª.-
Tal como yo percibo el mundo, la dimensión religiosa es coherente con ella y la
complementa de un modo que me resulta satisfactorio.
2ª.-
La dimensión ética que la persona y la enseñanza de Jesús introduce en el
mundo, me convence. Así como el significado ético que el cristianismo da a
Jesús y su Mensaje.
3ª.-
Lo que llamamos la cultura cristiana, que configura el mundo occidental al que
pertenezco coincide con el ideal ético que yo percibo.
Por
eso soy cristiano. Y en eso consiste, para mí, ser cristiano.
Es evidente que la respuesta de Marina es
la de un filósofo, que responde a la cuestión desde los estrictos supuestos de
la Filosofía... Y el profesor de Religión es posible que, aparte un sin fin de
preguntas, tenga claro que existe otra respuesta a la pregunta de Marina: la
respuesta del creyente. Aunque su verdad tenga que conformarse con ser una
verdad privada. Pero verdad.
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