Y EL MODELO DIDÁCTICO
DEL SISTEMA EDUCATIVO
ACTUAL.
Conferencia pronunciada en Alicante
el 27 de Septiembre de 2006
Señoras y Señores:
La Ley Orgánica de la Educación (LOE)[1]
puede estar suponiendo para la enseñanza escolar de la Religión un golpe sin
precedente desde el punto de vista político[2].
Esta primera afirmación mía no pretende la captatio benevolentiae de un público
afectado, ni se trata de un recurso demagógico para captar su atención. Es la simple descripción de un
hecho real que cualquier reflexión como la que aquí vamos a hacer debe tener en
cuenta.
a. Respecto de la LOCE[3], es un golpe político a la asignatura,
que en aquella ley había conseguido una razonable situación de estabilidad,
respetuosa con todas las opciones que los ciudadanos pudieran tener respecto de
la Religión. La propuesta de la LOE sobre la asignatura de Religión no aporta
absolutamente nada, sino que retrotrae la situación de la asignatura a la
indefinición en que la había dejado la LOGSE[4],
hace quince años, tal vez por aquello de que a río revuelto ganancia de
pescadores.
También la LOE es un golpe político al
profesorado de Religión. Porque – no nos engañemos - lo que hace la Ley es sustituir el
nombramiento de profesores de Religión (que los Acuerdos[5]
reservan al Ordinario) por una contratación directa de la Administración, que
también será anual, y por aquel número de horas que la propia Administración
determine. Asignatura y profesorado quedan, a partir de la Ley, en las manos
exclusivas de la Administración.
La Ley asesta, en definitiva, un golpe decisivo a
la intervención de la propia Iglesia en el ámbito de la enseñanza de la
Religión. Los tres instrumentos a través de los que la Iglesia ha garantizado
el ejercicio de la ERE han sido: la elaboración del Currículo, la gestión
de los recursos humanos (el profesorado) y la aprobación de los materiales
didácticos. La LOE pasa limpiamente a manos de la Administración la gestión
del profesorado, exceptuando un nombramiento inicial prácticamente
irreversible. Y suprime la aprobación administrativa de los textos y materiales
didácticos. Si a ello se une la autonomía de los Centros para construir los
Proyectos Curriculares propios a partir de los Diseños ofrecidos por la
Administración, ¿Qué le queda a la Iglesia para garantizar la enseñanza de la
Religión en la Escuela?
b.Ante este hecho, se nos abren tres posibles
frentes para la actuación: el primero es el frente de la actuación
política; el segundo frente es el de la argumentación racional que trata de
convencer a la sociedad de la importancia de la enseñanza de la Religión en el
currículo escolar; y el tercer frente, tiene por objeto la mejora de la
calidadad de la enseñanza impartida, de modo que ésta sea considerada como un
valor por la misma sociedad.
1.El frente de la actuación política debe ser
cubierto por quienes han asumido esa responsabilidad, bien por encargo recibido
(la Jerarquía de la Iglesia), bien por tarea voluntariamente asumida
(representantes políticos y sindicales). No es éste el ámbito de esta
conferencia.
2.En el frente de la argumentación racional,
creo que todo ha sido dicho, y divulgadas todas las razones que abogan a favor
de la enseñanza de la Religión en la
escuela. A mi modo de ver, estas razones se pueden resumir en las cinco
siguientes, que son otras tantas aportaciones de la enseñanza religiosa escolar
a la construcción de la persona y de la sociedad:
-El
primer argumento, inspirado en la Psicología de Jung y sugerido en los
escritos de Mircea Elide, es la contribución de los símbolos o las creencias
religiosas al proceso individualizador de la persona, basada en la
autoconciencia y la autoestima generada por el amor de un Tú definitivo.
-El
segundo argumento está en el hecho de que la Religión, cualquiera sea la
confesión específica que la avale, proporciona a la persona elementos
necesarios para configurar el sentido de la vida y la orientación ética
de sus acciones y relaciones.
-El
tercer argumento a favor de la enseñanza religiosa está en la contribución
de la Religión al proceso de socialización de la persona. Esta
contribución se basa en el hecho de que la Religión convierte los roles
asumidos por el homo sociologicus (la expresión es de Dahrendorff) en tareas
vinculadas al designio divino sobre el hombre, la sociedad o el mundo.
-El
cuarto argumento se refiere
específicamente a la enseñanza de la Religión. Esta ha ejercido
tradicionalmente una tarea de integración social. Esto ha ocurrido
históricamente en sociedades de religión única, en las que la Religión ha
desempeñado un papel básico en la integración de la sociedad. Y en la
actualidad, en sociedades en las que conviven múltiples opciones religiosas y
cosmovisionales, el aprendizaje de la convivencia y el intercambio entre las
mismas y el aprendizaje de la colaboración en la construcción de un proyecto
común es vital para la construcción de una sociedad integrada.
-Finalmente,
el quinto argumento se refiere a la la funcionalidad cultural de la
Religión. Ésta resulta hoy imprescindible para la adecuada comprensión del
patrimonio cultural de los pueblos. Los modos de vida y los esquemas de
significado que se han expresado a lo largo de los siglos en occidente, por
ejemplo, son imcomprensibles fuera de las claves que aporta el conocimiento del
judeocristianismo. De este quinto argumento forma parte el conocido Informe
Débray[6],
que hace unos años reclamaba el contenido de la Religión como parte del
currículo de la escuela laica francesa, sin menoscabo de su laicidad.
Estos cinco argumentos constituyen los bastiones con
que se sale al paso del empeño LOE en socavar el cimiento legal de la enseñanza
escolar de la Religión..
3.- Pero ante este hecho hay un tercer frente de
actuación: el compromiso de calidad de esta enseñanza. La enseñanza
escolar de la Religión es un área curricular relativamente nueva, que se ha ido
construyendo – desde los años setenta del siglo pasado – a través de un camino
de dificultades y acechanzas. Ha pasado de ser una trasmisión catequética
(enseñanza religiosa) a una disciplina escolar; de un discurso religioso a un
discurso sobre la Religión; de una iniciación religiosa a una ciencia de la
Religión... Y, a pesar de las dificultades y los tropiezos de que las
instancias del poder político la han hecho objeto, ahí están los datos
numéricos sobre su aceptación y su demanda por parte de la sociedad española.
Entiendo que esto ha sido posible, en gran parte, por la capacidad del
profesorado que, a todos los niveles, ha asumido como tarea esta transformación
de la naturaleza y acción didáctica de la asignatura.
La reflexión que hoy quiero compartir con vosotros
se sitúa en este frente: el de la acción didáctica y el trabajo escolar de la
ERE. Y, en concreto, quiero esclarecer cómo la enseñanza escolar de la Religión
puede asumir plenamente el modelo didáctico que la LOGSE implantó en el sistema
educativo español, y que la LOE mantiene en plena vigencia. En concreto, me voy
a referir a tres aspectos del modelo:
1.
¿Cómo
puede asumir la enseñanza escolar de la Religión un modelo escolar basado en la
adquisición de competencias y el desarrollo de las capacidades por parte
del alumno? ¿Puede la enseñanza de la Religión romper con un modelo basado en
la trasmisión de un contenido cognitivo como mensaje religioso?
2.
¿Qué
significa, exactamente, el aprendizaje significativo aplicado a la
enseñanza de la Religión? ¿Cómo puede tener lugar el aprendizaje significativo
de la Religión?
3.
¿Cómo
puede darse una “construcción del conocimiento” en el área de Religión?
¿Qué pasos deberían seguirse en este proceso constructivo del conocimiento
religioso a lo largo de los diferentes niveles del currículo?
Así pues, se trata de examinar las posibilidades de
la enseñanza escolar de la Religión con respecto a tres notas fundamentales de
nuestro sistema educativo:
-
El
modelo competencial.
-
El
modelo de aprendizaje significativo.
-
Y
el modelo constructivista de adquisición del conocimiento.
Es una reflexión en el marco de las directrices de
Juan Pablo II, cuando en 1985 trazaba para la enseñanza escolar de la Religión
el camino de “asumir los principios que rigen la institución escolar”.
LA
ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR SEGÚN UN MODELO COMPETENCIAL
Los sistemas educativos de occidente – el español
incluido – se articulan de acuerdo con el llamado modelo competencial. ¿Qué
quiere decir esto?
1.- El modelo competencial.
Herbart definió el modelo tradicional de enseñanza
universalizado por la Ilustración como modelo instructivo. Con ello quería decir que todos los elementos
del sistema escolar estaban orientados a la instrucción o aprendizaje
del contenido de las ciencias por parte del escolar. En el siglo XX cobró un
gran auge el llamado modelo conductual: en él, todos los elementos del
sistema escolar estaban orientados a la adquisición de conductas y
destrezas: lo importante no era saber los conceptos, sino alcanzar la destreza
de saber buscarlos, organizarlos o aplicarlos. El modelo actual recibe el
nombre de modelo competencial, porque en él todos los elementos del
sistema se orientan a la adquisición de competencias y capacidades en el
manejo de los elementos y situaciones de la realidad que nos rodea. El modelo
instructivo se proponía la creación de un hombre ilustrado; el modelo
conductual pretendía conseguir un hombre diestro, o adiestrado; el modelo
competencial se propone desarrollar personas “competentes”.
Los modelos pedagógicos no surgen gratuitamente, ni
por azar, ni por capricho. Responden a diferentes concepciones del mundo y de
la vida. Así, el modelo instructivo fue característico de la escuela de la
Ilustración. La Ilustración descubrió que el conocimiento y la racionalidad
eran el motor del desarrollo humano, y la escuela se propuso garantizar ese
desarrollo proporcionando al niño, a lo largo de su recorrido o currículo
escolar, los mensajes conceptuales que codifican la realidad en forma de
conceptos, clasificaciones y reglas o principios generales. El objeto principal
del aprendizaje tenía la forma de mensaje conceptual de la realidad, propio de
las Ciencias. El modelo conductual nace de una concepción pragmática de la vida:
la vida no es sino una sucesión de situaciones a las que la persona debe
responder en la forma adecuada. La Sicología conductista puso el fundamento
teórico: la conducta humana no es sino una respuesta de la persona al estímulo
del entorno. Y sugirió el modelo pedagógico: la tarea de la educación consiste
en crear en el individuo los mecanismos de respuesta adecuados a las diferentes
situaciones que, a lo largo de la vida, van a constituirse en estímulos: en
otras palabras, adquirir conductas.
¿Y el modelo competencial? El hombre de hoy es
sensible al hecho de que la persona es fruto y objeto de una relación
interactiva con la realidad que le rodea. El mismo conocimiento es fruto de
esa interacción de la persona con su entorno; la relación con el entorno
condiciona los afectos, sentimientos y emociones de la persona; y, a su vez, la
persona, individual o colectivamente, ejerce un permanente efecto modificador
de la realidad circundante... Por eso la educación se plantea como una
adquisición de competencias y capacidades que permiten a la persona establecer
una integración productiva con la realidad de su entorno.
En la práctica escolar supone que, de la misma
manera que en el modelo instructivo, el punto de partida esencial era un
programa de conceptos y conocimientos a adquirir, el punto de partida
esencial en el modelo competencial es un retrato robot del alumno,
en el que se especifiquen las competencias y capacidades que pretendemos que
adquiera el alumno en su relación con la realidad que le rodea. Y así como en
el modelo cognitivo, la pregunta esencial es “¿qué debe aprender el alumno?”,
la pregunta esencial en el modelo
competencial es “¿Cómo queremos que sea el alumno?”. Quien quiera reflexionar
sobre este tema de una forma amable, puede leer el capítulo titulado Enseñar
o educar del libro de Fernando Savater, El valor de educar[7].
2.- El modelo competencial y la enseñanza escolar
de la Religión
La
pregunta es si la enseñanza escolar de la Religión puede adoptar el modelo
competencial de enseñanza propio de esta escuela. O, dicho de otro modo, si en
lugar de tener como punto de referencia el contenido del Mensaje cristiano,
esta enseñanza puede asumir una enseñanza centrada en las competencias o
capacidades que debe adquirir el alumno con respecto a la Religión.
a.- El hecho actual es que la enseñanza
religiosa escolar funciona hoy sobre un modelo de instrucción, y no
sobre un modelo de competencias o capacidades. En los comienzos de la escuela
ilustrada – allá por el primer cuarto del siglo XVIII – se entendía la
enseñanza de la Religión en la escuela como una trasmisión de la Doctrina de la
Iglesia; y así siguió entendiéndose hasta que – a raíz del llamado movimiento
catequético y del Concilio Vaticano II – pasó a ser considerada como una
trasmisión del Mensaje cristiano en las diferentes formas en que ha sido
expresado: la Biblia, la Liturgia, la Moral, y la Doctrina de la Iglesia. A lo
más que se ha llegado ha sido a que el Mensaje trasmitido sea dialogado con la
cultura del entorno, como lo propone el Documento de la Conferencia Episcopal
Española en Junio de 1979[8].
Pero la esencia y el eje de la enseñanza ha sido y sigue siendo el tipo de
contenido conceptual propio de cualquier mensaje; y la tarea de la escuela
consiste en la trasmisión instructiva del Mensaje religioso y moral del
cristianismo. Tomen ustedes como ejemplo el último currículo de Religión[9].
Recuerden cómo todo el esfuerzo, toda la exigencia y todo el rigor se centra en
esos quince puntos de doctrina que, ciclo a ciclo y curso a curso, se van
repitiendo de forma cíclica y en espiral, según la mejor tradición pedagógica
de los modelos instructivos.
b.- La primera propuesta de crear un modelo
competencial para la enseñanza de la Religión en la
escuela tiene lugar en el año 2000, y es formulada por el teólogo y pedagogo
alemán, Ulrich Hemmel, en la reunión del Foro Europeo para la Enseñanza
de la Religión en la escuela pública, que aquel año tuvo lugar en Bratislava.
Basaba Hemmel su propuesta en los resultados de la Encuesta
Allembach, que desde 1987 pone de relieve lo que los jóvenes alemanes
demandan de la enseñanza religiosa: que ésta les proporcione los datos,
elementos e instrumentos necesarios para reflexionar y tomar decisiones sobre
cuestiones importantes, tales como el conocimiento de sí mismos, la relación
familiar, el empleo del tiempo libre, el juego del dinero, la elección de
carrera, el ejercicio de la profesión, la opción religiosa y, engeneral, los
valores que influyen en las relaciones, el estilo de vida, las opciones básicas
de la vida[10]
Para responder a esta demanda – dice Hemmel – no
resulta operativo el modelo tradicional de trasmisión, ni en su versión
catequética ni en la versión instructiva de la enseñanza religiosa. Lo que
hace este modelo es trasmitir una imagen normativa, ya elaborada, del hombre y
del mundo. Mientras que el modelo competencial se orienta a suscitar en el
escolar la capacidad de aprender por sí mismo a construir y desarrollar una
imagen del mundo y de sí mismo. Y, en este sentido, la tarea de la enseñanza
relligiosa escolar consiste “en suma, en facilitar al alumno la posibilidad
de realizar una adecuada interpretación religiosa del mundo”[11].
Esta sería, pues, según Hemmel, la competencia primordial que la enseñanza de
la Religión en la escuela está llamada a desarrollar en el alumno.
Esta interpretación religiosa del mundo, meta
de la enseñanza escolar de la Religión, tiene, según Hemmel, cuatro dimensiones
fundamentales:
I.- La
sensibilidad religiosa, que consiste en la aptitud para percibir la
dimensión religiosa de la realidad. Y con ello Hemmel se refiere a la obra de
uno de los pedagogos de la Religión que más ha estudiado esta dimensión
afectiva y emocional de esta enseñanza, H.Halbfas, de quien tenemos en
castellano apenas una obrita que constituye un delicioso ejemplo práctico de lo
que es el ejercicio educativo de la dimensión afectiva en la enseñanza
religiosa escolar[12].
II- La
segunda dimensión es la del contenido religioso. Para que la enseñanza
escolar de la Religión pueda dar respuesta a la demanda de los jóvenes y
desarrollar la competencia de la interpretación religiosa del mundo, este
contenido deberá tener como eje una opción (credo o confesión) religiosa
fundamental, debidamente diferenciada y fundamentada, desde la que se proponga
con la seriedad y honestidad necesarias las opciones cosmovisionales de otras
religiones, y propuestas alternativas tanto de la cultura o culturas del
entorno, como de la tradición y el patrimonio cultural propios[13],
III.-
La tercera dimensión es la de la comunicación religiosa. Utiliza Hemmel
la expresión de que la enseñanza escolar de la Religión debe asumir la función de
“escuela de idiomas”. La enseñanza competencial de la Religión debe
desarrollar – según el autor – una “aptitud lingüística” referida a lo
religioso. Esto se traduce en un conocimiento claro y preciso de vocablos y
conceptos como fe, gracia, pecado, justificación, redención... Y no sólo los
propios de la religión cristiana, sino de las religiones representadas en el
entorno, tales como el judaísmo, el Islam o las religiones del lejano oriente[14].
IV.-
La cuarta dimensión de la competencia es el comportamiento expresivo de
actitudes religiosas, tanto en el ámbito de la relación comunitaria y la
participación eclesial, como en el ámbito de la expresión litúrgica, como en el
campo del comportamiento ético coherente con las opciones de re religiosa o de
visión del mundo.
Estas cuatro dimensiones constituyen para Hemmel las
competencias fundamentales que la enseñanza escolar de la Religión debe
proporcional al alumno. Y define, al mismo tiempo, la contribución fundamental
que la Religión hace al desarrollo de la persona en el ámbito de la escuela.
3.- Un modelo metodológico para la enseñanza
competencial de la Religión.
Pero,
tratándose de profesores, la descripción del modelo competencial de enseñanza
de la Religión les resultará incompleta si no hacemos algunas referencias,
aunque sean sucintas, a la metodología. Así pues, la pregunta a la que trataré
de responder es la siguiente: ¿cómo se traduce el modelo competencial en la
práctica concreta de la enseñanza de la Religión en el aula?
a.- En primer lugar, el modelo competencial
proporciona una clarificación en lo que se refiere a la finalidad de la
tarea escolar de la Religión. En el modelo instructivo, tanto los currículos
como los materiales ofrecidos al profesor, dejan muy claro a éste que su tarea
es la de trasmitir fielmente y de manera confesante al alumno la totalidad del
Mensaje cristiano. En el modelo competencial, por el contrario, la finalidad de
la ERE es que el alumno adquiera las capacidades para la percepción de lo
Sagrado a través de los significantes religiosos de su entorno.
Mircea Eliade define la Religión como el ámbito
de lo Sagrado. No existe religión sin referencia a lo sagrado. Ningún
elemento de la Religión es religioso mientras a través de él no se haya dado la
percepción de lo Sagrado. Enseñar la Religión no es tan solo mostrar y
trasmitir signos, creencias o comportamientos religiosos; nada de eso es Religión
mientras a través de ello no se dé la percepción de lo Sagrado. Esta es la
competencia y la capacidad sin la que la enseñanza de la Religión es un
fracaso. Por eso necesitamos concretar más. Y, más precisamente, al profesor,
para tener claro el objeto de su acción docente, necesita precisar tres
cuestiones: una, en qué consiste lo sagrado que debe percibir el
alumno; dos, en qué consiste esa percepción que el alumno debe ser capaz
de realizar; y, tres, cómo puede
realizar el alumno esa percepción de lo sagrado.
I.-
¿Qué es lo Sagrado que el alumno debe ser capaz de percibir a través de
los elementos objetivos de la Religión? Recordarán ustedes aquella definición
que el mismo Mircea Elide da de lo sagrado como aquello que nos atañe
incondicionalmente. Traducido quiere decir algo que me afecta, lo quiera
yo o no. El discurso religioso tradicional refiere estoa la divinidad o al
destino; pero, evidentemente, resulta aplicable a los aspectos fundamentales de
la condición humana. Eso es lo que el alumno debe quedar capacitado para
percibir a través de los contenidos de la Religión. Pero hay más. Es de sobra
conocida la caracterización que Rudolf Otto hizo de la percepción de lo sagrado
como “tremendo y fascinante”[15].
Es decir, como algo que a la vez atrae (fascinans) y causa temor (tremens). El
profesor se pregunta que cómo es posible conseguir esto: cómo es posible hacer
que, a través de cualquiera de los signos de la Religión proclamados en el
currículo, el alumno pueda llegar a percibir de forma fascinante y tremebunda
(etimologice) y sentirse irremisiblemente afectado por algún aspecto de la
condición humana o por una Trascendencia personal. Y, sin embargo, hay que
decir una cosa: los significantes religiosos que trasmitimos tienen en sí
mismos la virtualidad y los elementos necesarios para provocar este tipo de
percepción.
II.-
La segunda cuestión, en consecuencia, es ésta: ¿en qué consiste la
percepción de lo sagrado a través de los elementos de la Religión? El
profesor está llamado a provocarla y a capacitar al alumno para realizarla por
sí mismo. Hay que caer en la cuenta, en
primer lugar, de que la percepción de lo sagrado como tremendo y fascinante tiene
mucho más que ver con la percepción de los valores que con la percepción de
un objeto intelectual o una idea. La percepción del valor es una percepción
fundamentalmente afectiva, en la que el sentimiento tiene mucho más que ver que
la percepción cognitiva. Y, si hacemos caso de la Psicología de los valores, se
trata del sentimiento experiencial de algo como un bien que impulsa el
desarrollo creador de la persona, y que al tiempo suscita en la persona el
miedo a perderlo. Este doble sentimiento de atracción irresistible y miedo a
perderlo es el sentimiento característico de la persona ante el valor, y es el
tipo de sentimiento que define la pecepción de lo sagrado a través de los
signos de la Religión. Capacitar para esto es el reto de la enseñanza escolar
de la Religión.
III.-
Y aquí surge la tercera cuestión: ¿cómo es esto posible? ¿Cómo ha de hacer
la enseñanza de la Religión para capacitar al alumno para esta percepción de lo
Sagrado? La respuesta no resulta difícil si somos capaces de superar,
aunque sea por un momento, nuestra concepción estática y rígida de la Religión
y su enseñanza. Caeremos, entonces, en la cuenta de que la Religión ha
incorporado en la propia estructura de sus elementos aquellos recursos que
facilitan e incluso determinan esta percepción afectiva de lo Sagrado.
-. Hay armonía y grandeza intelectual en la
visión del mundo que presentan las religiones; hay una dimensión de reto a la
inteligencia, que denominamos presencia del Misterio... Los interrogantes que
las visiones religiosas del mundo suscitan no son sino una manera de ejercer su
fascinación. Es la forma en la que Spranger afirmaba que los valores
intelectuales atraen al hombre, ejerciendo sobre él un poder de fascinación que
cristaliza en la actitud contemplativa o el estudio.
-. La experiencia estética ha sido, desde siempre, connatural a los
elementos de la Religión. Los libros sagrados, por ejemplo, constituyen, por lo
general, piezas exquisitas de la expresión literaria. Y es, precisamente, la
percepción de la belleza literaria lo que en ellos abre el camino hacia la
percepción de lo sagrado. ¿Y se puede prescindir en alguna religión de la
experiencia estética provocada por los signos, los ritos o los ámbitos
litúrgicos? La belleza plástica de los objetos o las acciones litúrgicas, o las
representaciones de los marcos en que tienen lugar son el camino hacia la percepción
de lo sagrado que a través de ellos se realiza.
-. La perfección ética hacia la que apuntan
muchos de los elementos de la Religión, y en particular los códigos de
conducta, constituye, igualmente, un factor de fascinación, un imán que
despierta en el hombre la nostalgia por la propia superación... Spranger
definió esta atracción por la perfección como una característica del valor
ético.
b.- Una vez clarificado en qué consiste la
percepción de lo sagrado, no resulta difícil precisar algunos rasgos de la
actividad docente acorde con este modelo competencial.
I.- El
Currículo de Religión deberá proponer no una determinada visión
cristiana del mundo, sino la relación de aquellas competencias o capacidades
que van a permitir al alumno construir su propia visión cristiana del mundo
y ser consecuente con ella.
II.-
El Currículo de Religión deberá ofrecer el elenco de los principales
significantes religiosos a través de los cuales los creyentes perciben la
presencia y acción del Misterio (lo Sagrado).
III.-
Desarrollamos un modelo competencial cuando ante cada significante religioso
presentado al alumno, le invitamos a descubrir y expresar los elementos
cognitivos que aporta a la visión del mundo.
IV.-
Estamos trabajando un modelo competencial cuando hacemos percibir al niño
los valores estéticos que en él aparecen, y disfrutar de los mismos. Ello
puede requerir de la aportación de obras de arte que en el patrimonio cultural
se refieren a ese elemento, y la búsqueda, a través de ellas, de la experiencia
vivida por el autor de la obra de arte. Asimismo, cuando invitamos a los
alumnos a expresar de forma artística un elemento de significación religiosa.
V.- Es
imprescindible en el modelo competencial poner al alumno en contacto con experiencias
de creyentes que, a lo largo de la Historia, han expresado su percepción de
lo Sagrado a través de un determinado significante religioso.
VI.-
Es parte del modelo competencial presentar modelos de acción (actuales o de
la historia), cuya grandeza y perfección ética ejerzan atracción
(fascinación) sobre los alumnos.
VII.-
Está dentro del modelo competencial la adquisición y realización de
compromisos éticos por parte de los alumnos, bien individualmente, bien en
grupo.
/.../
b.- Y, traducido a ejemplos concretos, podríamos
formular así algunas de esas tareas que la ERE asumiría en un modelo
competencial:
I.- En
la enseñanza de los textos bíblicos, por ejemplo, se ofrece al alumno el
texto y el mensaje religioso contenido en el pasaje de la Biblia. En el modelo
competencial se trata de enseñar al alumno no tanto la interpretación del texto
bíblico, cuanto de enseñarle a interpretarlo él mismo de acuerdo con los
códigos que garantizan la objetividad en la interpretación. En el modelo
competencial, enseñaríamos, igualmente, al alumno a percibir y a disfrutar
de la belleza literaria del texto. Le enseñaríamos, asimismo a compartir
y a debatir el contenido del texto y la visión del mundo y de la vida que
en él se expresa. Le enseñaríamos a expresar en múltiples formas lo
percibido en el texto; en forma de imagen y color, en forma de narración o
de poesía, en forma de representación dramática, en forma de juicio sobre una
realidad del entorno...
II.-
Si lo que enseñamos son los signos litúrgicos, el modelo instructivo
trasmite a los alumnos su significado, generalmente en forma de verdades
religiosas. El modelo competencial, sin embargo, trataría – ante todo – de que
el alumno llegase a percibir de forma activa la belleza expresiva de que
el signo ha sido revestido (la música, el color, la referencia al tiempo y al
espacio...), pues los medios audiovisuales permiten este tipo de
percepción. Haríamos también que el alumno llegase a compartir la
experiencia histórica de quienes crearon o vivieron los signos... Que sea capaz
de expresar su propia percepción del contenido o significado de esos
signos...
III.-
Y podríamos seguir, y precisar mucho más, acerca de otros contenidos de la
enseñanza y otras propuestas de metodología y actividad que fuesen desgranando
y concretando en posibilidades reales el modelo competencial aplicado a la
enseñanza de la Religión, del que he querido ofrecerles esta amplia noticia en
este comienzo de curso. Estoy seguro que todos ustedes comprenden el alcance
que, en términos de autonomía y libertad personal, el modelo competencial de la
ERE puede aportar al proceso educativo de la persona.
LA ENSEÑANZA ESCOLAR DE LA
RELIGIÓN
Y EL APRENDIZAJE
SIGNIFICATIVO
Otro de los elementos característicos de nuestro
actual modelo escolar es el aprendizaje significativo. Circulan por los
ideogramas del profesorado las más variopintas definiciones del aprendizaje
significativo. Y no se encuentra prácticamente a ningún profesor que no diga
que, por supuesto, él es el primero en proporcionar a sus alumnos aprendizaje
significativo. Por eso me ha parecido útil dedicar unos instantes de esta
exposición a clarificar en qué consiste el aprendizaje significativo de la
Religión en la escuela. Para ello me voy a centrar en tres cuestiones:
1.
La
primera, para clarificar en qué consiste el aprendizaje significativo.
2.
En
la segunda examinaré algunas dificultades y algunas posibilidades que el
aprendizaje significativo representa para la enseñanza escolar de la
Religión.
3.
Y,
finalmente, propondré algunas sugerencias para que, en la enseñanza escolar
de la Religión, pueda darse realmente un aprendizaje significativo.
1.
El Aprendizaje significativo.
Así
pues, la primera cuestión consiste en clarificar de qué estamos hablando cuando
hablamos de aprendizaje significativo.
a.- Hay un primer concepto – practicista y
simplificado – que define el aprendizaje significativo como aquél que se
realiza apoyando los conocimientos nuevos que se adquieren sobre
conocimientos que el sujeto ha adquirido ya anteriormente. Es cierto que este
apoyo del nuevo aprendizaje en conocimientos adquiridos con anterioridad se da
en el aprendizaje significativo. Pero también se da en otros tipos de
aprendizaje más memorísticos. Sin ir más lejos, en el campo de la Geometría
siempre se ha dicho que antes que el concepto de polígono, el alumno debe
conocer el concepto de ínea y el de superficie. Y, sin embargo, aunque esta
regla se cumpla, no por ello se trata de un aprendizaje significativo.
b.- También está extendida la creencia de que
aprendizaje significativo es aquel que se obtiene gracias a procesos de
inducción realizados desde la experiencia. También hay que decir que no
siempre el resultado de un proceso de inducción es un aprendizaje significativo
(por ejemplo, cuando se desconocen las razones de los procesos que se observan,
o cuando no se tiene claro el sentido o la aplicación del proceso observado).
c.- El aprendizaje significativo es, en realidad,
una teoría sobre la adquisición del conocimiento. No se trata de una
simple técnica para conseguir un aprendizaje mejor, sino una visión global
(holística, como se dice hoy) sobre cómo adquirimos conocimientos nuevos. Y
cuando se habla de adquirir conocimientos, no se trata de una simple
codificación conceptual, sino del conocimiento incorporado a la experiencia. A
ese proceso de incorporación de nuevos saberes al conocimiento y a la
experiencia es a lo que Jerome Bruner ha llamado aprendizaje significativo. El nombre proviene de la definición que
Bruner da a este tipo de conocimiento[16].
El aprendizaje consiste – dice Bruner – en otorgar significados a la
realidad. “Otorgar significados”
quiere decir percibir experiencialmente tanto la naturaleza como las
posibilidades y cualidades de la realidad. Hay, por ejemplo, quien conoce las
plantas reproduciendo las clasificaciones de Linneo al pie de la letra, y quien
conoce las plantas al estilo de las “indias yerberas” que conocí en
Panamá, capaces de identificar todas las plantas de su entorno geográfico, con
indicación de sus utilidades culinarias, sus virtudes médicas, sus propiedades
para la limpieza, etc..., y el modo como pueden ser utilizadas en cada caso. El
conocimiento que las yerberas tienen de sus plantas sí es un aprendizaje
significativo. Gracias a la experiencia que hacemos de la realidad, ésta se
hace para nosotros significativa. Y cuantas más cualidades y posibilidades
descubramos de una realidad determinada, mayor es el grado de significatividad
que alcanza para nosotros. De ahí que, en el aprendizaje significativo, lo que
en realidad se aprende es la implicación de la realidad en el sujeto y las
posibilidades de esa implicación.
Aprendizaje significativo es, por tanto, la
percepción experiencial de las cualidades y posibilidades que la realidad tiene
para el sujeto. De momento, quiero llamar vuestra atención sobre dos aspectos
de esta definición: en primer lugar, que se trata de una percepción
experiencial : no de un mero conocimiento intelectual, sino de lo que
llamaríamos un vivencia consciente que queda grabada tanto en la memoria intelectiva
como en la memoria sensible y la memoria activa; en segundo lugar, que esa
percepción se hace de la realidad y sus propiedades; y no tanto, y no
sólo, de sus codificaciones conceptuales. Esto quiere decir que el proceso de
aprendizaje consiste, fundamentalmente, en una interacción llevada a cabo entre la persona y la realidad
que le rodea.
d.- Finalmente, me parece interesante para nuestro
propósito recordarles cómo tiene lugar, según Bruner, este otorgamiento de
significados que damos a la realidad. Bruner lo ha desarrollado a lo largo de
la década de los noventa[17]
. Bruner describe que el mecanismo humano que utilizamos para hacer
significativa la realidad es la autonarración. A medida que vivimos la
experiencia, nos contamos a nosotros mismos lo que estamos viviendo, no solo
describiendo objetivamente lo que percibimos, sino incorporando nuestra propia
percepción y experiencia subjetiva de lo vivido: es decir, el significado que
tiene para nosotros. Estos estudios de Bruner vuelven a poner sobre la mesa la
vigencia y la necesidad de prestar atención a todas las posibilidades de la
Pedagogía narrativa.
Así pues, hablamos de aprendizaje significativo
refiriéndonos a un modelo de aprendizaje en el que se dan las siguientes
características:
-
Nace
de una interacción con la realidad.
-
Surge
de la percepción experimental de sus cualidades y posibilidades.
-
Emplea
como proceso la autonarración.
2.
Aprendizaje significativo y la Enseñanza Escolar de la Religión
La
segunda cuestión es: ¿En qué medida la enseñanza escolar de la Religión puede asumir
el aprendizaje significativo? O, expresado en forma positiva, en qué medida
el aprendizaje de la Religión puede participar en la tarea de otorgar
significados a la realidad.
a.- Desde la perspectiva de la Religión, la tarea de
“otorgar significados a la realidad” puede entenderse de dos maneras: una, que
la enseñanza de la Religión enseña al alumno a “otorgar significado
religioso a la realidad”; otra, que la enseñanza escolar de la Religión
consiste en “otorgar significados a la realidad religiosa”.
.- “Otorgar
significado religioso a la realidad” equivale a proporcionar al alumno una lectura religiosa del mundo.
El alumno percibe en la realidad que le rodea el designio divino, la presencia
y la acción de la Trascendencia. Este es el significado religioso de la
realidad. Y esto es lo que define el objeto de una enseñanza catequética.
Porque aprender a percibir el significado religioso de la realidad supone la fe
previa en que la realidad tiene un significado religioso determinado. Este
aprendizaje es, como toda Catequesis, una profundización en la fe profesada.
Otorgar significado religoso a la realidad podría parecer, a primera vista, una
forma catequética de aprendizaje significativo. El problema se plantea cuando nos
preguntamos qué realidad (si la divina o la humana) es el objeto de
aprendizaje, o si tratamos de averiguar en qué consiste la interacción entre el
sujeto y esa realidad indeterminada, y la naturaleza de la experiencia que esa
interacción provoca. Lo propio de una enseñanza catequética no parece que sea
el aprendizaje significativo escolar, sino la mixtagogia.
-. “Otorgar
significados a la realidad religiosa” es la segunda acepción posible del aprendizaje significativo
aplicado a la Religión. En este caso, la realidad religiosa se considera como
un elemento más del mundo entorno, de la misma manera que la realidad física,
la realidad social, la realidad lingüística o la realidad artística que nos
circunda. Y el aprendizaje significativo consiste en capacitar al alumno
para que llegue a percibir el significado de la realidad religiosa presente en
su entorno, de la misma manera que llega a percibir el significado de los
demás elementos de la realidad. Pues ante la realidad religiosa del entorno sí
que es posible una interacción y una percepción experiencial de sus cualidades
y posibilidades, y no se requiere ninguna
opción previa de fe religiosa.
Es ésta, por tanto, la tarea específica que define
el aprendizaje significativo en la enseñanza escolar de la Religión.
3.
La práctica del aprendizaje significativo de la Religión.
Finalmente,
nos queda la pregunta acerca de cómo es posible llevar a cabo un aprendizaje
significativo en la Religión escolar. Naturalmente, dentro del margen que
permite la naturaleza de un encuentro como éste.
a.- En primer lugar, se requiere tener claro en qué
consiste o a qué llamamos realidad religiosa del entorno, que es
el objeto del aprendizaje significativo en la escuela. Afortunadamente, la
enumeración y descripción de los elementos nos la ha proporcionado la Historia
de las Religiones y la Fenomenología de la Religión: las creencias; los
libros sagrados; los lugares, tiempos, y acciones del culto; el código moral; las imágenes y símbolos
religiosos; la Comunidad religiosa y sus instituciones; las costumbres y usos
sociales de origen religioso; los elmentos del patrimonio cultural expresivos
de lo religioso; los vestigios de la historia religiosa; la multiplicidad de
opciones y manifestaciones religiosas dentro de la misma sociedad. Todos
estos elementos componen la realidad religiosa. Y es esta realidad religiosa el
objeto primero del aprendizaje significativo en la enseñanza religiosa escolar.
Esta realidad sí puede ser objeto de percepción y experiencia directa por parte
de los alumnos, como requiere el aprendizaje significativo. Esta es la realidad
religiosa que requiere y admite interacción y percepción directa por parte de
los alumnos.
Para que pueda darse un proceso de aprendizaje
significativo en la Religión escolar, no cabe otro programa que el que ofrecen
los elementos de la realidad religiosa Y éste debe ser presentado, además, como
elementos de la realidad religiosa del entorno.
b.- Otro de los aspectos del aprendizaje
significativo, en el que quiero insistir es el de interacción y contacto con
la realidad. No se trata sólo de que los temas del currículo sean los
elementos tangibles de la realidad religiosa; se requiere también el contacto y
la interacción de los alumnos con esa realidad. Hace tres cuartos de siglo que
el genio pedagógico de John Dewey dejó constancia de que el aprendizaje
auténtico sólo se realiza desde la experiencia de contacto con la realidad[18].
La experiencia de los significantes religiosos es indispensable para que el
alumno pueda realizar un aprendizaje significativo de la realidad religiosa. El
contacto con los objetos, las personas, los grupos o los hechos de la religión
es imprescindible en la Religión escolar. Y no me refiero a un contacto
esporádico, como un acontecimiento motivador extraordinario, sino a un contacto
habitual y sistemático, como parte fundamental del método del aprendizaje
significativo.
c.- Finalmente, haré una referencia sucinta a la
actividad metodológica de la autonarración. La autonarración, como ustedes
saben, es el mecanismo por el que la persona otorga significado a sus
experiencias. En el aprendizaje significativo de la Religión llevado a cabo en
la escuela, la actividad didáctica de la expresión es la forma en la que la
autonarración concreta el significado de la realidad religiosa. El contacto con
la realidad religiosa y la percepción de su significado debe ser “autonarrado”
por el alumno: es decir, expresado utilizando todos los recursos que la
escuela y la religión ponen a su alcance. Pero, asimismo, resultará imprescindible
el encuentro del alumno con otras formas de autonarración de la experiencia
religiosa que los creyentes de otras épocas han expresado en las múltiples
formas que la literatura, las artes plásticas, la música... han puesto a su
disposición.
LA ENSEÑANZA RELIGIOSA
ESCOLAR
Y EL MODELO DE CONSTRUCCIÓN
DEL CONOCIMIENTO
Otro
de los elementos fundamentales de nuestro modelo educativo es, al menos en
teoría, la concepción del aprendizaje como construcción del conocimiento.
1.
El modelo constructivista de Piaget
Fue Piaget quien, con la teoría constructivista, nos
hacía caer en la cuenta de que nuestro conocimiento no es sino una
reconstrucción de la realidad que nos rodea, que vamos haciendo dentro de
nosotros mismos. De la misma manera que la realidad que está delante de la
cámara fotográfica se reconstruye dentro de la cámara en forma de imagen,
de la misma manera la realidad que rodea al ser humano se va reconstruyendo
dentro de él en forma de inteligencia y saber. En la cámara fotográfica la
construcción de la realidad en forma de imagen se ha producido gracias a la
exposición a la luz de un soporte sensitivo a la misma: esto es, gracias al
contacto con la cualidad luminosa de la realidad, que el objetivo de la cámara
permite. En el caso de la construcción del conocimiento, el contacto humano con
la realidad se produce a través de los sentidos; y la suma de las aportaciones
sensoriales determina la construcción interna de nuestra idea de la
realidad.
De nuevo, si ustedes se dan cuenta, aparece la
experiencia sensorial y el contacto con la realidad como clave del conocimiento
y, en consecuencia, de todo aprendizaje. Los tres elementos del modelo
educativo que llevamos examinando (el modelo competencial, el aprendizaje
significativo y la construcción del conocimiento) ponen de relieve el paso de
una instrucción conceptual a una adquisición del conocimiento global de la
realidad por el camino de la interacción y la experiencia.
Sin
embargo, esta construcción del conocimiento no se realiza ni de una manera
fragmentada, ni en una forma anárquica. Nuestras cámaras fotográficas
construyen su interior la realidad foto a foto, en compartimentos estancos, sin
posibilidad espontánea de modificación. La construcción del conocimiento humano
no es así: las diferentes percepciones de los sentidos admiten tanto la
movilidad de las transformaciones que experimenta la realidad, como el
enriquecimiento de las posibilidades perceptivas de la persona. Y así, la
construcción de la realidad que tiene lugar dentro de nosotros es siempre
dinámica y progresiva. Nuestro conocimiento de la realidad es, de este modo, un
proceso en permanente avance enriquecido constantemente por los nuevos
contactos y las nuevas experiencias. Pero esto tiene lugar gracias a un
complejo proceso de organización de la realidad llevado a cabo por nuestra
inteligencia, que hace del mundo caótico percibido en nuestras percepciones un
cosmos organizado y entrelazado por relaciones perfectamente definidas y
armoniosamente ordenadas. Y este proceso de organización de la realidad y de
nuestras percepciones de la misma es una de las tareas primordiales del
aprendizaje escolar.
Ha sido Ausubel quien ha descrito con
precisión y rigor cómo tiene lugar este proceso de adquisición del
conocimiento en el que la realidad es percibida y organizada en forma de
construcción intelectual. Y es, precisamente, esta descripción de Ausubel la
que nos permite establecer un itinerario claro para el aprendizaje[19].
1.- El
primer paso es siempre la percepción sensorial de la realidad, del
objeto. Y esta percepción va unida a reacciones inconscientes (movimientos y
actitudes reflejos) que constituyen el primer nivel de la experiencia.
2.- El
nivel de identificación consciente comienza con la identificación verbal
del objeto experimentado. Primera reacción tras la sensación inicial: ¿qué es
eso? Un ruido, un fogonazo, una figura, un olor, un sabor extraño... y la
primera pregunta: ¿qué es eso? La etiqueta verbal, el nombre del objeto,
constituye el primer paso en el proceso cognitivo específicamente humano.
3.- En
el siguiente nivel preguntamos por un concepto: ¿Y eso qué es? Si es que no
poseemos el concepto en el que se encuadra la etiqueta verbal. La respuesta a
este segundo “¿y eso qué es?” es, por regla general, uno de los conceptos que
Ausubel llama supraordenadores . Los conceptos
supraordenadores son los más universales, los que tienen mayor capacidad para
englobar y organizar la realidad. Son los conceptos más globalizadores. Ante un
objeto desconocido con un nombre nunca oído, la pregunta es: “¿y eso qué es?”
Podemos imaginar la respuesta más simple: “un animal”; o “un metal”. A la
respuesta sigue un “ah”, o un “ya” de satisfacción, expresivo de la
tranquilidad proporcionada por la momentánea identificación. Pero... ¿cuál ha
sido la virtualidad de los conceptos “animal” y “metal”? Son conceptos
supraordenadores: los primeros que organizan mentalmente el mundo y por los que
empieza la construcción del conocimiento.
4.- El
siguiente paso nos remite de nuevo a la experiencia. Y se produce cuando, al
comparar dos objetos que tienen un concepto supraordenador común, percibimos
que ese concepto es insuficiente para establecer un orden que tenga en cuenta
las diferencias entre ellos. Y así, por ejemplo, no nos parece justo, o, al
menos, suficiente que el concepto supraordenador “animal” contenga al mismo
tiempo al jilguero y al gato que lo persigue. Y sentimos la necesidad de
compartimentos mentales capaces de albergar a cada uno de los dos seres según
sus diferencias específicas. Y encerramos entonces al jilguero en el concepto
de ave, y al gato bajo el concepto de mamífero. ¿Qué hemos hecho?
Utilizar conceptos organizadores, incluidos en el concepto
supraordenador de “animal”. Y aquí es, precisamente, donde las ciencias realizan
su gran aportación a la construcción del conocimiento. Pues las ciencias aportan
los conceptos organizadores necesarios para realzar una adecuada
construcción mental de la realidad. De este modo, las ciencias muestran su
papel de imprescindibles en la construcción del conocimiento humano.
5.- A
partir de aquí, las nuevas experiencias se irán encargando o bien de situar los
nuevos objetos percibidos en sus nichos conceptuales respectivos, o bien de
buscar nuevos organizadores incluidos en los conceptos anteriormente
configurados. Y así, cuando veamos al jilguero perseguido por un mochuelo o un
búho, necesitaremos un concepto nuevo que aisle conceptualmente al verdugo de
su víctima; y utilizaremos el concepto de rapaz, incluido en el concepto
de ave, y que especifica el contenido de nuestra experiencia.
Así pues, la configuración del conocimiento parte
siempre de la percepción experiencial de la realidad. Y, una vez identificada
la etiqueta verbal del objeto, busca el concepto capaz de proporcionar las
claves necesarias para su identificación. Esta conceptualización se construye a
la manera de un árbol cuyas ramas maestras fueran los conceptos
supraordenadores, de las que brotan conceptos organizadores, que generan a su
vez organizadores más específicos..., y así sucesivamente. El resultado final
es una impresionante construcción conceptual del mundo, tan rica como lo haya
sido la experiencia personal del sujeto y los recursos científicos disponibles
para realizar la integración conceptual de esa experiencia.
2.
Construcción del conocimiento y conocimiento de la Religión
¿Y
qué tiene todo esto que ver con la enseñanza escolar de la Religión? Tiene que
ver, al menos en dos aspectos: en primer lugar, porque, si este es el modo en
que los seres humanos adquirimos espontáneamente el conocimiento, también el
conocimiento de la Religión se desarrolla siguiendo estas pautas; y, en el
caso de desconocerlas, nos resultará muy difícil precisar cuál va a ser el
resultado final al que una persona llegue en su conocimiento de lo religioso;
en segundo lugar, nos interesa este
tema desde la enseñanza de la Religión, porque esta enseñanza forma parte de un
sistema educativo organizado – al menos teóricamente – a partir de este
modo de entender el conocimiento y el aprendizaje. Y también porque nos
preguntamos en qué medida la enseñanza de la Religión que se lleva a cabo en la
escuela puede asumir esta concepción del conocimiento y el consiguiente modelo
de enseñanza.
a.- Si la enseñanza de la Religión, como ocurría en el
modelo instructivo, se entiende como la trasmisión de la Doctrina del
Magisterio de la Iglesia, o del Mensaje religioso del cristianismo o de
cualquier confesión religiosa, no existe posibilidad alguna de que el
conocimiento de lo religioso se construya desde la experiencia. Porque lo que
en este caso se pretende es la trasmisión o el trasvase de un conocimiento ya
construido. Tal vez por esta razón, algún notable catequeta español se ha
pronunciado públicamente por la incompatibilidad entre la enseñanza
religiosa y el constructivismo. Y, evidentemente, con semejante concepción
de la enseñanza, no le falta razón.
b.- Pero si lo que la enseñanza escolar de la
Religión se propone es hacer que el alumno llegue al conocimiento de la
realidad religiosa en su totalidad, el proceso que va de la experiencia al
concepto tiene perfectamente cabida en el conjunto de un sistema escolar
inspirado en el constructivismo.
En consecuencia, podemos preguntarnos cómo es
posible y cómo tiene lugar la construcción del conocimiento en la enseñanza
escolar de la Religión.
3.
La ERE según un modelo constructivista.
Probablemente
sea éste el aspecto del modelo educativo escolar que más se ha trabajado desde
la enseñanza de la Religión. Las propuestas – sobre todo de los libros de texto
– tratan de acercarse a lo que podríamos llamar los grandes pilares
sobre los que tendría que constituirse un método encaminado a esta construcción
cognitiva de la realidad religiosa en el alumno. Estas bases o pilares del
modelo constructivista en la enseñanza de la Religión serían las siguientes:
1.- El
punto de partida del proceso tendría siempre que ser la experiencia efectiva
de un elemento de la realidad religiosa. En los primeros años se tratará,
sin duda, de la percepción de objetos, hechos o personas que sean significantes
de lo religioso. En los cursos superiores hablaríamos de propuestas de
participación en proyectos o acciones de personas o grupos vinculados a la
Religión. En todo caso, una implicación experiencial del individuo o del grupo
que aprende.
2.-
Supuesta la posibilidad de partir de la experiencia o contacto con la realidad
religiosa, no existe ningún problema para recorrer el camino trazado por
Gowin en sus diagramas eurísticos en V[20],
o los pasos del aprendizaje constructor del conocimiento trazado por Piaget
o Ausubel:
-
Dar
suelta a los interrogantes que surgen sobre la experiencia de la realidad
religiosa.
-
Observar
esa realidad religiosa, y registrar cuidadosamente los elementos, las
relaciones, los cambios, las transformaciones ... todo lo que en ella se
observa, tratando de buscar o elaborar conceptos que definan adecuadamente lo
observado.
-
Buscar,
elaborar, contrastar explicaciones de la realidad experimentada
-
Y,
finalmente, formular juicios y aplicaciones de lo descubierto...
* * *
Detengo aquí la reflexión, a sabiendas de las
limitaciones y concreciones pendientes. Les pido disculpas por ellas. Ojalá que
en un encuentro próximo el título de la comunicación y el debate pueda ser “La
práctica de la enseñanza religiosa en un modelo competencial, significativo y
constructivista”. Pero hasta entonces aún nos queda un camino por el que me
será muy grato caminar en vuestra compañía.
Muchas gracias.
Alicante, 27 de Septiembre
de 2006.
[1] Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. B.O.E. de 4 de mayo.
[2] En las fechas en que esta conferencia era gestada y pronunciada tenían lugar las conversaciones sobre el estatuto curricular de la LOE y la situación de su profesorado, entre el Ministerio de Educación y la Conferencia Episcopal Española.
[3] Ley Orgánica 10/2002, de 23 de diciembre, de Calidad de la Educación. B.O.E. de 24 de diciembre.
[4] Ley
Orgánica 1/1990, de 3 de octubre, de Ordenación General del Sistema Educativo.
[5] Acuerdos
sobre Enseñanza y Asuntos culturales, entre la Santa Sede y el Estado Español.
1978
[6] DÉBRAY, R., La
enseñanza de la Religión en la Escuela Laica.
[7] SAVATER, F. (1997) El valor de educar, Ariel, Barcelona.
[8] Orientaciones
Pastorales para la Enseñanza de la Religión en la escuela.
[9] COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Sociedad, Cultura y Religión. Currículo de la opción confesional católica, Edice-SM, Madrid, 2003.
[10] HEMMEL, ULRICH Exhortación a la vida y mediación de la competencia religiosa, Foro Europeo para la enseñanza de la Religión, Bratislava, abril 2000, p.8.
[11] Id.
[12] Se trata de HABLFAS, H. (1998) El Salto al pozo, Editorial Herder, Barcelona.
[13] HEMMEL, pp.8-9.
[14] Estas también mantienen una presencia significativa en el entorno europeo, debido a los fenómenos de la inmigración.
[15] OTTO, R., Lo Santo, Alianza Editorial, Madrid, 1980.
[16] BRUNER, J., Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva., Psicología minor, Alianza, Madrid, 1990.
[17] En obras como Construcción narrativa de la realidad (1991), El proceso autobiográfico (1993), El Autorrecuerdo (1994), Narrativa y metanarrativa en la construcción de sí mismo (1998) y El modelo autonarrativo de autoconstrucción (1999).
[18] DEWEY, J. (1915) Democracia y educación, Ediciones Morata, Madrid, 1997.
[19] Ver la descripción de NOVAK, J.D., Teoría y práctica de la Educación, Alianza, Madrid, 1982.