Los Films de Suspenso Deben Cambiar
por Alfred Hitchcock
 
La siguiente nota fue publicada en Argentina en julio de 1950 por la revista El Heraldo del Cine.
 

        He llegado a descubrir que la más simple manera de impresionar a la gente es mostrarle las cosas al revés de lo que ella imagina. Hagamos que el más inocente miembro de la familia resulte el asesino, hagamos del pacífico vecino un peligroso espía, mostremos, en fin, a los personajes al revés de lo que parecen.
        Me gustaría, por ejemplo, hacer un film de suspenso sobre las Naciones Unidas, en el cual es delegado de una nación es acusado por otro delegado de quedarse dormido en medio de un importante discurso internacional. Van a despertar al delegado dormido, sólo para descubrir que está muerto, con una puñal en la espalda. Ese podría ser el comienzo de la historia, excepto por una cosa; se acerca mucho a la poco divertida realidad. ¿Cuál delegado será el cadáver? ¿Cómo mostrar claramente la intriga internacioal de que fue víctima? ¿Cómo evitar el hacer un pesado documento político en vez de un drama de suspenso?
        Según mi modo de pensar, el mejor drama de suspenso es aquel que presenta a personas comunes en lo que parece ser una situación rutinaria, hasta que se revela (y cuanto más pronto mejor) que estamos ante una charada bellamente peligrosa. Los relatos de espías de la posguerra observaban perfectamente estas especificaciones. Hoy, sin embargo, no hay nada muy bonito acerca del espionaje; existe un solo secreto para ser robado, y preocupa demasiado a la gente como para ponerse a hacer charadas sobre él.
        Creo que el drama de suspenso está siendo sacado de sus tradicionales carriles. Pienso que debemos olvidarnos de las historias de espionaje y redescubrir formas de amenazas más personales. Pienso que una historia de suspenso, en la vieja tradición, puede hacerse hoy sobre algún crimen internacional entre personajes encumbrados, mucho más fácilmente que entre espías que buscan papeles perdidos.
        Uno de los aspectos en los que debe cambiar el drama de suspenso es en sus escenarios. El Expreso de Oriente, por ejemplo, tuvo su época como escenario ideal para un melodrama de espionaje, creo que lo mismo puede decirse de las escaleras estrechas en altas torres, de los pasillos subterráneos y otros siniestros ambientes parecidos. Personalmente, yo miro hacia Alaska como el ambiente de una próxima película de suspenso. Es lógico, porque se trata de uno de los más nuevos sitios de espionaje internacional, y además porque tiene el color de un territorio de frontera. Con el agregado de que flota un aire atrayente alrededor de un título como El Esquimal Espía.
        El elemento llave de toda historia de suspenso, es obvio, tiene que cambiar. No puede seguir basándose en la línea argumental de un agente secreto encargado de robar papeles. No puede seguir sirviéndose de señales en código. Y sin embargo, estos mismos elementos deben continuar utilizándose.
        Pero el gran problema de hallar un villano aparentemente simpático -sea en Alaska o en Nueva York- sigue siendo un acertijo, una especie de gran problema menor que afrontamos los especialistas del suspenso en este nuevo mundo de nuestros días, en el cual nos estamos acostumbrando a sispechar de nuestros vecinos y a esperar siempre lo peor. En otras palabras, que es difícil hallar insospechables, porque la gente de hoy desconfía de todos, impidiendo así que se la sorprenda en la forma que siempre solíamos hacerlo en las películas de suspenso.

 
The End
 
 
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