He llegado a descubrir que
la más simple manera de impresionar a la gente es mostrarle las
cosas al revés de lo que ella imagina. Hagamos que el más
inocente miembro de la familia resulte el asesino, hagamos del pacífico
vecino un peligroso espía, mostremos, en fin, a los personajes al
revés de lo que parecen.
Me gustaría, por
ejemplo, hacer un film de suspenso sobre las Naciones Unidas, en el cual
es delegado de una nación es acusado por otro delegado de quedarse
dormido en medio de un importante discurso internacional. Van a despertar
al delegado dormido, sólo para descubrir que está muerto,
con una puñal en la espalda. Ese podría ser el comienzo de
la historia, excepto por una cosa; se acerca mucho a la poco divertida
realidad. ¿Cuál delegado será el cadáver? ¿Cómo
mostrar claramente la intriga internacioal de que fue víctima? ¿Cómo
evitar el hacer un pesado documento político en vez de un drama
de suspenso?
Según mi modo de
pensar, el mejor drama de suspenso es aquel que presenta a personas comunes
en lo que parece ser una situación rutinaria, hasta que se revela
(y cuanto más pronto mejor) que estamos ante una charada bellamente
peligrosa. Los relatos de espías de la posguerra observaban perfectamente
estas especificaciones. Hoy, sin embargo, no hay nada muy bonito acerca
del espionaje; existe un solo secreto para ser robado, y preocupa demasiado
a la gente como para ponerse a hacer charadas sobre él.
Creo que el drama de suspenso
está siendo sacado de sus tradicionales carriles. Pienso que debemos
olvidarnos de las historias de espionaje y redescubrir formas de amenazas
más personales. Pienso que una historia de suspenso, en la vieja
tradición, puede hacerse hoy sobre algún crimen internacional
entre personajes encumbrados, mucho más fácilmente que entre
espías que buscan papeles perdidos.
Uno de los aspectos en los
que debe cambiar el drama de suspenso es en sus escenarios. El Expreso
de Oriente, por ejemplo, tuvo su época como escenario ideal para
un melodrama de espionaje, creo que lo mismo puede decirse de las escaleras
estrechas en altas torres, de los pasillos subterráneos y otros
siniestros ambientes parecidos. Personalmente, yo miro hacia Alaska como
el ambiente de una próxima película de suspenso. Es lógico,
porque se trata de uno de los más nuevos sitios de espionaje internacional,
y además porque tiene el color de un territorio de frontera. Con
el agregado de que flota un aire atrayente alrededor de un título
como El Esquimal Espía.
El elemento llave de toda
historia de suspenso, es obvio, tiene que cambiar. No puede seguir basándose
en la línea argumental de un agente secreto encargado de robar papeles.
No puede seguir sirviéndose de señales en código.
Y sin embargo, estos mismos elementos deben continuar utilizándose.
Pero el gran problema de
hallar un villano aparentemente simpático -sea en Alaska o en Nueva
York- sigue siendo un acertijo, una especie de gran problema menor que
afrontamos los especialistas del suspenso en este nuevo mundo de nuestros
días, en el cual nos estamos acostumbrando a sispechar de nuestros
vecinos y a esperar siempre lo peor. En otras palabras, que es difícil
hallar insospechables, porque la gente de hoy desconfía de todos,
impidiendo así que se la sorprenda en la forma que siempre solíamos
hacerlo en las películas de suspenso.