Ese
gran imperio cinematográfico mundial conocido como Hollywood (la
meca del cine, la fábrica de los sueños, y varios etcéteras)
le debía a la pantalla grande la obra maestra que hace varios años
amenaza con entregar y que por distintas razones nunca concretaba. James
Cameron, director del género fantástico y realizador de joyas
como Terminator y la segunda parte de la saga de Alien, hizo carne un proyecto
monstruoso que pareció en un momento estar destinado al fracaso,
debido a los problemas durante el rodaje y a los costos de producción
que crecían desmedidamente conforme avanzaba la filmación.
Titanic es el film más
costoso de la historia, el más exitoso en la taquilla, el que más
premios Oscar ganó (junto a Ben Hur) y, además (dejando
de lado estos "méritos" marketineros) es un film perfecto, sin fisuras
de ningún tipo, y que se permite tomar como excusa una fabulosa
historia de amor para hablar de la decadencia de una sociedad estéril
que avanza desmedidamente hacia un naufragio del que no la salva ni la
sorda orquesta que se niega a asumir lo que tiene ante sus ojos... y sus
orejas. Cameron demuestra con este trabajo que es uno de los directores
más perfeccionistas del Hollywood de fin de milenio, además
de un artesano de la imagen que respeta la tradición del clásico
cine épico americano pero no deja de lado lo mejor de la tecnología,
que le permite lograr lo que en otra época hubiera resultado imposible.
Si Cameron es perfeccionista y no deja pasar ni el más mínimo
detalle visual en sus realizaciones, el nuevo niño mimado del cine
americano, Quentin Tarantino, es quizá el más grande narrador
que la pantalla yanqui dió en la última década. Luego
de Reservoir Dogs y la maravillosa Pulp Fiction, Quentin
llegó a la pantalla con Jackie Brown,
una historia que no escapa al folletín pero que se adentra en la
novela negra y aún así deja lugar a una serie de personajes
tan típicamente tarantinescos que ni la novela original en la que
está basada, Rum Punchde Elmore Leonard, ofreció.
Además de las excelentes caracterizaciones de De Niro, Bridget Fonda,
Samuel L. Jackson, y el ícono de los ´70 Pam Grier, el film
cuenta con una dirección que en ningún momento pierde el
pulso ni el placer por filmar historias posmodernas pero fácilmente
queribles por el espectador. Tarantino da vuelta la hoja, rompe con la
violencia descarnada de sus otros dos films y decide mostrar (puntos de
vista mediante, por supuesto) un relato perfecto, como su cine.
Al cine argentino le vendría muy bien tener a un Tarantino entre
sus filas, pero en un país en el que es más conveniente ser
contratista que artista, el cine no deja rendijas demasiado amplias. Gracias
a la crisis, y a pesar de ella, la industria nacional, si es que tal cosa
todavía existe, ofrece opciones que los millones dejan escapar.
Pizza, Birra, Faso es un ejemplo de
lo que puede hacerse con poco dinero y mucho amor por el cine. Adrián
Caetano y Bruno Stagnaro se unieron y parieron una ópera prima que
promete una carrera más que interesante. Su film sobre la marginalidad
urbana de fin de siglo es crudo y tan cercano que duele hasta el hueso,
como si las imágenes ganaran la pantalla a fuerza de bala, sangre
y muerte, lugares de refrencia de un sector de la población que
queda afuera de la primavera de la convertibilidad y el primer mundo de
cartón pintado.
Además de la gran obra de Cameron, el mainstream americano ofreció
este año (en Argentina) un film quizá poco relevante aunque
tan grato como las mejores comedias del cine americano, y ese título
es As Good As It Gets, sostenido casi
fundamentalmente en la excelente actuación de Jack Nicholson, que
logra, junto a la ajustada dirección de James Brooks, atemperar
a Helen Hunt y su mochila de tics televisivos. El obsesivo-compulsivo compuesto
por Nicholson es una muestra de lo que el oficio de un actor logra si se
propone dar lo mejor de sí a un film. Por otra parte, el gay interpretado
por Greg Kinnear es un lujo en lo que refiere a roles secundarios, dejando
de lado la caricatura que la comunidad homosexual soporta cada vez que
es retratada en el cine. Otro film estadounidense, en este caso proveniente
de la vereda opuesta a Hollywood, es el que Abel Ferrara realizó
como una forma de autobiografía descarnada que involucra a la industria
del cine y a sus protagonistas marginales, aquellos que quedan a un costado
de la gran vidriera y descargan sus dolores más profundos a través
de una catarsis difusa y abismal. The Blackout,
el film en cuestión, es quizá lo más importante de
la intensa filmografía de Ferrara, un director que milita sobre
la idea del concepto artístico por encima del interés bastardo
del marketing.
No Todas son Flores
La
vasta producción cinematográfica de los Estados Unidos tiene
como consecuencia que en el gran paquete de estrenos anuales se cuelen
obras maestras como las de Cameron o Tarantino, y abominables basofias
carentes de cualquier tipo de valor. El mejor ejemplo del cine-basura es
aquel que deriva de lo que se supone es nada más que un entrenimiento
digerible y, en el peor de los casos, una herramienta de difusión
de alguna película de poca monta... los video games. Mortal
Kombat Annihilation es una de las peores películas americanas
de la historia del cine, no solo por su nula calidad cinematográfica,
sino también por el desprecio de quienes la perpetraron hacia la
platea infantil, inocente perjudicada directa por este tipo de engendros.
De por sí la primera parte de la saga era pésima, y esta
segunda entrega no hace más que confirmar el hecho de que el cine
bastardo nunca será más que eso, un pasatiempo inútil
sin pies y ni cabeza.
El cine argentino (que este año comenzó con empuje y terminó
en estado de coma) no conforme con el fracaso artístico de Tanguito,
estrenó en 1998 un film casi calcado en su ideología papanata
y su estética de la estupidez sin límites, convirtiendo a
un actor interesante como Imanol Arias en un personaje pobre, repetido,
y demagógico de principio a fin, sin hablar de un elenco en el que
mediocre es el mejor de los calificativos. El bodrio no es otro que Buenos
Aires me Mata, una narración que engloba lo más
insulso de la cultura posmoderna y lo más conservador del cine argentino,
con lo cual el resultado no puede ser otro que el obtenido por el director
Beda Ocampo Feijóo: una peliculita lamentable.
La comedia no tuvo un gran año, más allá de joyitas
como la protagonizada por Jack Nicholson. El peor representante de este
género yanqui por naturaleza es The Wedding
Singer, una muy pobre pieza de Frank Coraci en la que se mezcla
el homenaje a los años ´80 con un relato torpe e insoportable
en el que la imperceptible gracia de las situaciones se mezcla con la verguenza
ajena que produce una dirección y un guión carente de cualquier
tipo de rigor cinematográfico. La otra comedia del horror es George
of the Jungle, que tiene en el papel principal a Brendan Fraser,
quien parece haber estudiado los peores trabajos de Jim Carrey y decidido
poner en práctica lo aprendido.
Por último, y como broche de oro de una selección de lo peor
del año, es meritorio el caso de Godzilla,
que amenazaba con ser más interesante que la insoportable Independence
Day, y que termió siendo casi peor, pese a una (y única)
interesante imagen de las calles de New York temblando al ritmo de las
pisadas de monstruo, que más de uno habrá deseado que alcanzen
a los responsables del film, que además, y como si fuera poco, amenazan
con seguir llevando a la pantalla grande sus faraónicos proyectos
plagados de efectos especiales y pochoclo con coca cola.
Ultimas Palabras
Los buenos y malos films forman parte de la gran maquinaria del cine mundial,
que año tras año recala en los cines de todo el mundo. La
subjetividad de quien escribe estas líneas (así como los
reyes son los padres, la objetividad somos cada uno de nosotros) está
basada en conocimientos y vivencias relacionadas con el cine: Por otro
lado, la esperanza de que en 1999 el cine argentino repunte su calidad
y siga el ejemplo estético y riguroso de los nuevos realizadores,
está íntimamente relacionada con el deseo de que se conforme
de una vez por todas una industria seria y de proyección internacional.
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