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Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos, me repetía en sus aguas hasta dar en la arena, y era mi grito nuevo como un tajo del monte que anegaba las calles y golpeaba las puertas. A veces la montaña se me vestía de flores e iniciaba en mi talle curvas de primavera. ¡Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años sobre senos y muslos y caderas de piedra! Se treparon mis ojos al rostro de los árboles y fueron mariposas sus vidas compañeras : así es como en los prados voy buscando las flores, y alas pido en las almas que a mi vida se acercan. Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos, y juraron ser índices de mis futuras vueltas; por eso entre los cuerpos doblados de los hombres, como puntales puros de orientación se elevan. Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río, y crecí amando el río e imitando la sierra... Una mañana el aire me sorprendió en el llano: ¡ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas! Pálidas ceremonias saludaron mi vida, y una fila de voces reclamaron la prenda. Mis labios continuaron el rumor de las fuentes donde entrañe mis años y abastecí las venas. ¡D ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje, se tiende por el mundo como la dio la tierra!
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