Retorno a la Tierra.



Desde la altura, a diez mil metros, se ven cosas, se ve la tierra de una manera distinta. Parece ser que la proximidad al cielo, o la lejanía de ella, te dispone a la reflexión. Puede ser que, al no poder hacer más nada, el tiempo te ayude a especular, a detenerte a ver.
Observo las alturas impresionantes de Santa Marta, que pasamos tan cerca, en forma mágica, rozando casi sus cumbres solitarias, viendo las nieves que permanecen, los ojos verdes, muy verdes de agua pura, impoluta, alejada del hombre.

Siento deseos de bajar, de quedarme allí, para nunca más volver a ninguna parte, para no más desear cosa alguna, para ser puro como esa agua cercana al cielo.
Hace menos de cinco minutos una voz estereotipada nos ha dicho que acabamos de cruzar la frontera entre Venezuela y Colombia, y que nos dirigimos hacia Barranquilla.

A mi lado, una mujer de belleza olvidada, de sonrisa perdida tiempo atrás, con mirada severa me impide, tácita, encender un cigarrillo. Le obedezco, silencioso, más que nada porque es muy temprano, y sé que es molesto.

Observo todo el verdor de la naturaleza. Extensiones de selvas:Siento que hay mucho terreno disponible para el hombre, que las distancias se vencen con facilidad, que nada más las barreras de nuestras costumbres y las obligaciones que adquirimos en la vida de relación con las gentes, son difíciles. Que la costumbre es poderosa, que es muy estricta.

El cielo se adorna con la evocación de tus ojos. Siento que estás pensando en Mí, en ese preciso momento. ¿si? Son las diez de la mañana tuyas. El mismo cielo cubre tu pedazo de tierra y el mío. Tienen nombres distintos, pero, el cielo que los cubre es el mismo.




Sergio Leapfrog

sergiopc@lycos.com


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