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                       Poesías por Demian Panello                        

 

Estas son algunas de las poesías:

1 -    pimg.jpg (875 bytes) Que el ocaso no venga.

2 -    pimg.jpg (875 bytes) Principe feliz.

3 -    pimg.jpg (875 bytes) La coda del Ruiseñor.

4 -    pimg.jpg (875 bytes) Oda al idioma alemán.

5 -    pimg.jpg (875 bytes) Una tarde.

6 -    pimg.jpg (875 bytes) En los parques.

7 -    pimg.jpg (875 bytes) Tu historia y la mía.

8 -    pimg.jpg (875 bytes) Dafne.

9 -    pimg.jpg (875 bytes) Sin soñar.

10 -  pimg.jpg (875 bytes) El amor.

11 -  pimg.jpg (875 bytes) El tiempo.

12 -  pimg.jpg (875 bytes) Meine Liebe.

13 -  pimg.jpg (875 bytes) ¿Qué eres tu?.

14 -  pimg.jpg (875 bytes) De los encantos.

15 -  pimg.jpg (875 bytes) Navegando.

16 -  pimg.jpg (875 bytes) Gigantes.

17 -  pimg.jpg (875 bytes) Un mayo dulce.

18 -  pimg.jpg (875 bytes) Otra tarde.

19 -  pimg.jpg (875 bytes) ¿Y dónde están las horas?.

20 -  pimg.jpg (875 bytes) Si pudieran mis rimas decir.

21 -  pimg.jpg (875 bytes) Veo pero no te veo.

22 -  pimg.jpg (875 bytes) Una dama de otoño.

23 -  pimg.jpg (875 bytes) Soy un cigarro.

24 -  pimg.jpg (875 bytes) El testamento de un excéntrico.

25 -  pimg.jpg (875 bytes) Las flores del mal.

26 -  pimg.jpg (875 bytes) Dictamen: "Cadena perpétua".

27 -  pimg.jpg (875 bytes) Poesía por estas horas mías.

28 -  pimg.jpg (875 bytes) Dime: "Te quiero".

29 -  pimg.jpg (875 bytes) Signos.

30 -  pimg.jpg (875 bytes) Poesía urgente.

31 -  pimg.jpg (875 bytes) Las medias de la dama.

 


                 Que el ocaso no venga.  |ver menú|

Camino desesperado ante un acontecer maldito,
y retomo mi herida para sanarla y besarla.
Fui testigo de la injusta existencia,
mas aquí estoy nuevamente,
si hay que dar batalla.

Aguardo el ocaso, tal vez sea hoy,
aguardo el despertar agudo que al hombre haga vivir.
Siento el filo de la daga maldita del norte,
percibo la caricia honesta de existir por algo.

Me detengo sin pensar, si tengo que parar,
si tengo que continuar, si he de despertar.
Me alegro de estar parado precisamente donde él ha estado,
clara y oportuna, mi vida se torna manifiesto de esperanza.

Caminaré cauto si la prometida existencia se revela,
mas torturado seré si la indiferencia persiste.
No puedo estar sin ti y sin ellos,
sin amarte ni amarlos,
sin tenerte ni tenerlos.

De pronto, estoy vagando azul,
me torno blanco y soy mi sueño de existir.
De pronto, encuentro el recuerdo exacto de haber vivido,
de haber caído y de estar herido,
no muero y me levanto una vez más.

¿Qué queda por vivir si la ausencia persiste?,
nada, pues la ausencia no reclama,
nada, pues es hija indiferente del odio y la desdicha.
Pero me levanto y camino desesperado,
camina tú también desesperado y revela tu existencia,
quizá así el ocaso no venga.

                                                                    
Demian.


               "Principe feliz". |ver menú|

Prosa de vida que mantiene claro el corazón,
ángel de amor,
recuerda que todo existe por ti,
que nada escapa a ti,
que eres el centro mismo del Universo.

Camina firme y levanta tu cabeza,
pues ello te alejará de la tristeza.
Revienta a gritos tu vivir,
y se el amor de aquel que lo carece.

Suspéndete en tu idea de felicidad,
y ámala hasta morir;
pues nada hará cambiar al hombre,
si tu no vuelas como el colibrí.

Allí esta el "Príncipe Feliz",
dichoso de existir,
de ser el hombre que murió por vivir;
yace junto a su amada,
y ya siempre será feliz.

Aún se escapa el deseo del fin,
no presiento que cambie, ni que muera;
solo veo el silencio mortal,
de aquel que odia y está ausente.

Levanta tu cabeza, pues, por sobre la multitud,
mira aquello olvidado y maldecido,
y sabrás por qué eres el más alto,
el más bueno, el más claro y el más bello.

                                                           
   Demian.


               La coda del Ruiseñor. |ver menú|

El corazón desgarrado;
la sangre derramada;
el amor vertido,
y la vida nueva ha surgido.

Una espina hiere y mata;
cura y aspira;
ciñe la angustia eterna,
del amante desdichado.

Noble y mártir Ruiseñor,
que el amor no te es indiferente;
que la vida no te es decadente;
mueres sin saber cuán feliz será tu muerte,
y qué destino tendrá tu postrero orgasmo de vida.

Mas aquel amor despreciado,
que no conoce de tragedias ni poesías;
que no entiende de colores ni sabores;
ni de música ni sensaciones;
perecerá pronto en el olvido.

Y la coda de tu trino,
que le habla a la vida;
que le calla a muerte;
revive remozada y colorida
en la intensidad cegadora,
de la rosa de tu amor transparente.

Lógica práctica y reveladora;
Amor embriagante y cegador;
perturbadores infinitos del hombre;
concilien sus sueños, liberen sus virtudes,
despejen de nubes el cielo;
que la coda, el Ruiseñor ha tocado.

                                                              
     Demian.


                    Oda al idioma alemán. |ver menú|

Tú, lengua de Werter,
¿qué escondes?,
¿qué encierras en tus prosas y ensayos?;
¿qué velas en tus frases?;
¿qué acertijo me traes en el futuro?.

Declino ante tu dulce sabor de amor,
ante tu bizarra sinfonía,
ante tu lúcida filosofía.

Artículos, adverbios, preposiciones;
símbolos latinos que no llegan a ser.
Perezco frente a tus indescifrables señas,
frente a tus claras y fuertes voces.

Declino una y otra vez,
pero seduces y amas;
enamoras y matas.

Caigo rendido nuevamente en tu geheim Zauber;*
y retomo mi lucha por conocer,
aquella lengua que mi sangre no hereda,
pero mi corazón reclama.
                                                  
                                                      
Demian.

* geheim Zauber = oculto encanto / oculto hechizo.


               Una tarde. |ver menú|

La mujer que la tarde ha traído;
que la lluvia ha dejado;
que el otoño ha parido;
ha estado prendida,
de un soneto escondido.

La ansiedad maldita y sublime;
la espera bendita y perpetua;
el reproche eterno han declarado,
el suspiro tierno han presenciado.

Rememora la vida aquellos textos olvidados;
esas secuelas teñidas de amor, dolor y fracaso;
y los minutos escasos de un pasado incauto,
velan el rostro sencillo de una sonrisa discreta.

La tarde ha dejado una mujer;
la lluvia se la ha llevado;
y una canción para dormir,
por último ha expresado.

¡Mas vivad al cielo señores!,
que esta tarde de otoño,
Kafka y Rilke se han encontrado.

                                               
Demian.

                                                                         (jueves 25 de mayo de 2000).


            En los parques. |ver menú|

¿Qué dejan los parques en el recuerdo?;
¿cuántos amantes presenciaron los tilos?,
inmutables, silenciosos, paternales.

Huelen a amor sus ramas;
baten calor sus hojas;
protegen del mal sus copas.

Testigos sin tiempo de amores,
de risas, de pasiones;
de suaves roces de ternuras y caricias,
de amantes cruzados,
y destinos olvidados.

Aquellos sueños caducos quedaron,
otros nuevos brotaron;
mas los tilos, las fuentes, los bancos y canes difamados,
atesoran secretos cuán más abnegado clérigo.

Allí están los parques, las plazas y recreos;
ni la misma Dafne,
resiste a sus paseos.

                                                               
  Demian.


              Tu historia y la mía.   |ver menú|

Soy feliz si te tengo,
si te veo, si te escucho, si te siento.
Es más, siento amor
aunque nos separe un mundo;
el tiempo, el recuerdo.

Precisamente te recuerdo en el parque,
enredada en mis brazos, en mis sueños.
En el instante exacto de mi vulnerable existencia,
de mi más protegida esencia.

Tengo tu imagen fundida en mi sien,
perpetua y constante.
Me aturde la noche con sus sonidos y aromas;
pues no son los tuyos;
aquellos del parque, el café y la calle.

Se que sobran las palabras mías, y callo;
te escucho, te siento, se detiene el tiempo y te amo.
Retomo mi habla y enmudece el sueño,
se inicia el ciclo que le escapa a mis deseos.

Sé que me enamoro fácil;
que perezco pronto a los encantos;
pero, ¿acaso de ellos no vivo?,
¿acaso por ellos no escribo?,
¿acaso por eso no sueño?.

Te extraño mujer, te extraño mucho;
tus ojos, tu voz, tu llanto, tu alma, tu vida,
todo lo que te pertenece,
incluso ahora tu historia,
y la mía.

                                               
  Demian.


            Dafne.   |ver menú|

Caminaba por el bosque, junto al río;
absorto de poesía,
pleno de sinfonía y color;
buscaba algo que pudieran mis rimas decir,
mi ser sentir.

Estaba la luna,
cuán disco de marfil más preciado, seduciéndome, llamándome;
estaban los juncos,
esbeltos, bellos, danzando armoniosamente y en conjunto;
el cause del río me invitaba a ver mi rostro,
desdibujado, perfecto;
los grillos me hablaban, reían;
todo se ofrecía sin precio,
...por nada.

Vi la mujer más hermosa,
secreta, distante y curiosa.
Vi sus ojos plenos de pasión y deseo,
su figura delicada, rosada y desnuda.
Era pues, una diosa.

Pronto todo dejó de clamar mi inspiración;
la luna se tornó negra y de acero;
los juncos cesaron su seductor garbo;
el río dejó de mirarme;
los grillos enmudecieron.
Todo sumiso y temeroso de aquella mujer
que se paseaba elegante flotando por el bosque.

Repentinamente me invadió el deseo, la pasión, la lujuria,
por esa criatura divina, por esa mujer del río.
Deseaba describirla, loar sus encantos,
dibujar con palabras su existencia, su substancia;
mas me encontraba atónito, vacío de metáforas y sinónimos.

El cause se la llevaba,
yo la seguía, la llamaba;
quería decirle que la amaba,
¡cuanto la deseaba!.

Pronto dejé de ver su cuerpo,
de escuchar su aliento agitado,
de oler su aroma de jazmines;.
y me ganó la angustia de haberla perdido,
que solo el recuerdo quedara.

Precisamente ese recuerdo aquí relato,
incólume y sentido,
sentado al pié del un laurel perdido.

                                                              
Demian.


               Sin soñar.  |ver menú|

Te soñé libre y perfecta;
te soñé suave y risueña;
te soñé clara y eterna.

Te imaginé allá en el tiempo aguardando, esperando,
mirando a los lados, cerrando los ojos y suspirando.
Te imaginé serena a la distancia tendiendo una mano,
leyendo notas del pasado que aún no han despertado.

Te soñé con amor;
te soñé dulce y sencilla;
te soñé como un sueño, como un ideal;
te soñé como yo sueño, despierto y constante.

Te soñé como te veo,
te soñé tal como eras,
te soñé y no estoy muerto.

                           
                   Demian.


            El amor.  |ver menú|

En silencio va el amor por la vida;
surge de allí, del inhóspito nicho de la angustia,
de las coronas de la difunta esperanza.
Huele a reto e ideal;
sabe a brisa que deleita el alma;
se siente como el "Vals de los minutos".

Aprendo a llevarlo de aquí para allá;
me embriaga y adormece,
no lo sé controlar ni conducir.
No he podido aún develar su clara e inescrutable presencia,
solo he atinado a no perderlo,
a no olvidarlo,
pero..., ¿y qué de vivirlo?.

La mujer que amo me atiende, me escucha, me siente;
y yo la veo, la escucho, la siento y más la amo,
más la extraño,
más la sueño.

Me recuerdo en los brazos del amor,
desnudo mi ser, mi alma, mi vida,
reflejado en el espejo de mi propia existencia;
y comprendo mi amor, tu amor, nuestro amor,
y aprendo por fin a vivirlo.

                                   
                Demian.


            El tiempo.  |ver menú|

Las horas tañen el alma,
se discurren sin calma,
van corriendo un velo de angustia,
van dibujando el recuerdo.

Se forma el pasado errante,
la nostalgia pura de aquellos instantes de gloria;
las imágenes turbias y anheladas de lo amado;
el secreto silencio del oscuro laberinto surcado.

Ni lerdo ni veloz,
se halla en todas partes;
continuo e inescrutable,
te pisa, te aplasta, te consume y te deja.

Es aquel río del griego,
es ese cause omnipotente, infatigable.
Son las hojas del libro olvidado,
son las cartas, besos y caricias de ayer,
es el suspiro eterno del presente y la angustia de mañana.

La arena del poeta urbano no detiene nunca su caída,
golpea incesante el cristal y marca la historia,
descubre el devenir bendito y temido,
la incertidumbre del siguiente grano, la próxima sombra, el inmediato cambio.

Ayer viví mi nostalgia,
hoy juego sin sospechar tu presencia,
mañana sabré que recuerdo he vivido,
y tendré la certeza de haber existido.

                                                                            
Demian.


               Meine Liebe. |ver menú|

Ich liebe deinen ganzen Körper;
deine Augen, deinen Mund, dein Gesicht, dein Herz, alles.

Meine liebe ist sehr gemütlich, sehr schön und mutig;
ich lasse nie meine Liebe für dich.
Noch einmal fühle ich daß alles in der Welt dir gehört,
und das macht mich ein stück von dir.

Ich vermisse dich wie man die Blumen im Winter vermissen kann.
Das ist meine Liebe,
das bist du.

                                                   
Demian.


                ¿Qué eres tu? |ver menú|

Te quiero contar, alma mía, mujer,
aquello que eres tu en mi vigilia y en mis sueños;
esas cosas que uno no entiende, que no alcanza, que solo una vez recibe;
eso que uno siente y te alza como un templo, como un altar pagano de eternas plegarias.

Eres mi amplia sonrisa, mi felicidad, la gratitud;
eres ya mi pasado, aún mi presente y todo mi futuro;
eres el soneto claro e indescifrable de Rilke y la sentencia precisa de un verso mío.

Cuando veo tus ojos me sumerjo en un mar de inagotable dicha,
de infinita distancia y velocidad;
ellos son, pues, las puertas de tu alma, el umbral de mi esperanza,
el retoño cabal del firmamento de siempre.

Eres un suspiro que hunde mi pecho y de visceral alegría responde a su deseo;
eres mi corazón abierto, desprovisto de defensas,
que te ofrece todo su caudal sanguíneo y el dominio de mis mañanas.
Eres el lienzo teñido de colores y formas que embellece mi vida,
y el más perfecto arquetipo de aquello que alguna vez soñé.

Cuando contigo no estoy,
tú, sin embargo, estás prendida en mí;
en la piel, en las entrañas, en el paradigma de mi augusto idilio.
Mi existencia te nutre cuan un pábulo quimérico de tu retórica;
y en ti descanso solemne, junto al parnaso de tus horas más felices.

                                                                                                          Demian.


             De los encantos. |ver menú|

Si pienso en las noches de insomnio,
en las tersas cobijas de tu imperio,
en el templado rostro que amo,
y en mis charadas chorlas;
veo aún más claro e irreprochable mi idílico destino.

Si veo que el recuerdo asciende,
que la noche expira con tu aliento,
que tu sabor todavía me sabe cierto,
y que aquél sujeto lego que profana mi cariño no se ha ido;
clavaré mi alma furioso en tu destino.

Si creo que el gusto por tu vida me ha dejado endeble,
será porque aún de muerto te haré cortejo.
O quizás mi amor es más extenso
que ni esa dama inevitable,
con su odio de tinieblas, renuente de romance,
podrá jamás aquél desentrañar.

Si escucho un ruiseñor en mi ventana,
sabré en verdad, que en su trino el amor florece;
pero ya he probado que esa rosa en ti reposa,
y que es tu voz el éxtasis que a vivir la lleva.

Si te es mi amor demasiado cierto,
es que él ahora impera en mi estrella;
que es deidad de los encantos,
y mundano de los actos.


                                                         Demian.


             Navegando |ver menú|

Amor mío, mujer de ensueño,
llévame en la proa de tus ojos
por los mares y ríos del recuerdo,
anota en tu bitácora del alma
nuestras dichas y verdades,
echa por la borda las penurias y desventuras,
y todas aquellas vistas de inhóspitas tierras lejanas,
de senderos sinuosos y naturales salvajes.

Pon rumbo al levante,
donde la esperanza vive,
donde el futuro diáfano se manifiesta.
Y recuerda nunca el timón soltar,
pues él, nuestro amor,
en los mejores y más diversos puertos nos irá dejando.


                                                                     Demian.


           Gigantes |ver menú|

A veces uno se aparta de un sueño,
de una caricia, de un recuerdo, de la vida.
Mas supone reencontrarse con una mirada nueva,
con un mar y eternas corrientes;
y sin palabras se adormece tibio.

Desde el oriente de tu descanso,
echado, despierto y meditabundo,
advierto que dos gigantes de piedra nos miran, nos vigilan;
son custodios de nuestro idilio.

Siento que se inclinan sobre mí amenazantes,
inquisidores y presumidos.
La noche los acompaña, los motiva,
con ella viven, con ella reparten sus horas,
y cumplen la labor vigía

Nos recuerdan cuánto más hay por delante,
qué importante son los sueños, las caricias, el recuerdo, la vida;
que estaremos bajo sospecha.

Las ancianas efigies ex profeso dirán:
"Todavía estás vivo, puedes aún construir;
tu sangre permanece roja, más que las rosas".

                                                          Demian.


            Un mayo dulce. |ver menú|

Recién desde un mayo, luego de veintiséis,
empecé a sentir la vida, fluir dentro de mí,
arde mi sangre por vez primera.

¿Dónde estaba antes?,
¿qué era antes?,
tan solo estaba aquí sin percibir, sin conocer, sin saber,
la vida, el motor de la historia.

Recién después de veintiséis otoños,
se me presentó la real apariencia de la existencia,
el preciso rostro de la vida;
algo quitó el velo que apocaba los colores.

Solo veo que la vida habita en mi persona,
está adentro de mi cuerpo,
¿quién más la siente como yo?,
¿acaso antes era mi mesura y ahora la demencia?.

Recién luego de un mayo distinto,
de un mayo festivo,
de un mayo inmortal,
sí mi amor, de un mayo dulce,
me supe vivo.


                                                              Demian.

 


            Otra tarde |ver menú|

Otra tarde ha habido,
otra como aquella que supo un amor montar.
La de los checos inconmensurables,
la del encuentro, la de la lluvia, la de ensueño.

La misma tarde de mayo,
la eterna, la bella;
ha traído el retoño - ya casi joven -,
de los más bellos versos leídos,
de los más hermosos ojos contemplados.

Esta tarde no tuvo tiempo,
mas tuvo un sueño de arrojo, de miedo y espanto;
tuvo el sabor propio de aquello cierto,
de eso que uno descubre y además persiste.

Tuvo un rostro y dos cuerpos,
del mismo lecho, de igual contorno;
de eterno amor confesado con insistente ternura,
de eterno amor profesado con igual cadencia.
Me ensanchan el alma, me endulzan la vida,
tardes como esta, tardes como aquella.

Ninguna mujer trajo,
ninguna se ha llevado,
y es verdad que la lluvia es algo que ocurre en el pasado, pues,
otra tarde con amor y lluvia, ha pasado.

                                                                                        Demian.


            ¿Y dónde están las horas? |ver menú|

Me desvelo de amor,
toda una noche, todo un día;
y el cariño asciende,
se multiplica el gozo por la vida.

¿Y dónde están las horas?,
mi reposo las ha olvidado, no las ha advertido.

Ocurrió que una mañana sin horas se ha presentado,
no son muchas y en verdad intimidan.
Una madrugada sin tiempo, con baches de horas,
quizás expliquen mi sueño evidente,
de que aquellas cosas que uno abrasa con júbilo,
carecen de lugar en la historia,
que son eternas, inapelables.

¿Para qué las horas entonces?.

Tampoco el espacio estuvo presente esa madrugada,
no existe lugar sin tiempo,
y no existe el tiempo – no hace falta -,
cuando el amor es verdad,
y él yace ahí, a mi lado,
silencioso, contundente.

¿Para qué las distancias entonces?.

Soy un punto aquí,
en un plano fantástico que la vida te alcanza, te lega.
Soy la inescrutable presencia que apremia,
todo espacio y todo tiempo.

                                                                     Demian.


            Si pudieran mis rimas decir |ver menú|

Hoy, en la víspera de un dolor;
que hará más profundo mi sentir,
me desperté de un sueño,
no como los otros, como los de siempre,
no mi amor, este sueño, como elegía,
me decía todo aquello que mañana no veré,
que en varios días no tendré.
No sé como contártelo,
como mostrarte mi sueño,
pero aún así, mi amor:

Si pudieran mis rimas decir:
cuán gratos me saben tu ojos destellando, dando luz a mi vida,
qué bien me sienta tu amor de risas y caricias,
cuánto siento en mi cuerpo el tuyo,
cuánto siento en mi alma la tuya.

Si pudieran mis rimas decir:
cómo me ahogan las horas sin tu presencia,
qué dolor inmenso en el pecho me angustia en esos momentos,
cuántas veces uso tu palabra amor,
¡lo hermoso que suena tu nombre en mis labios!.

Si pudieran mis rimas decir:
que el sepulcro más siniestro de mi futuro me resulta lejos,
y a la vez tan cerca,
a horas de distancia,
y sin embargo vivo.

Si pudieran mis rimas decir:
que ahora las noches y la lluvia me cautivan,
que el otoño me enamora,
que una elegía no me es tanto,
elegía, ni tanto poesía.

Si pudieran mis rimas decir:
que ni aún mi sueño más difícil me fatiga,
que mi libertad está en aquello que te incumbe,
que eres el elíxir de la juventud,
y así lo bebo, continuamente.

Si pudieran mis rimas decir:
que el laberinto de tus espejos, que sí reflejan el matiz del amor hasta el hartazgo,
es tan duro y a la vez tan puro,
que ofrezco llevarte lejos, vagar en él,
sin buscar y encontrando todo.
Que la libertad no tiene dueño,
y sin embargo tengo llaves.

Si pudieran mis rimas decir:
cuán fuerte y difícil es amar,
y qué pobres son mis palabras,
tal vez supieras,
que mi amor te quieren confesar.

                                                                              Demian.


            Veo pero no te veo |ver menú|

Veo a través de mi ventana el rocío de la mañana,
los pinos altos,
la brisa entre sus ramas,
el frío calando los huesos de un perro triste,
la tierra absorbiendo las gotas de una canilla vieja,
y un cielo de enormes nubes hinchadas a punto de estallar.

Veo en mi cocina el mate amargo,
y el rostro fatigado de mi padre,
sus castigadas manos de tanto ajetreo,
sus pinturas, su radio y esos pocos sueños que aún ejercitan su memoria.

Veo todo un invierno crudo en mi cocina,
veo la mesa y las sillas que a mi niñez pertenecen,
los mosaicos que constituían mi Universo, que como todo termina,
que como todo muere.

Recorro el pasillo de la casa del niño,
y veo las horas de juegos, de ocio divino,
veo en el rincón mi pasado,
y un patio blanco, territorio de múltiples faenas, solo y vacío.

Veo de la Tierra a la Luna,
veo el país del oro,
veo los robot y el imperio.

Veo todo,
veo, pero no te veo.

                                                                   Demian.


           Una dama de otoño. |ver menú|

Conozco a una dama de otoño,
que su belleza encanta,
que le es propicia al poeta,
y las flores opaca.

Son sus ojos eternos,
cobijan los días y las noches,
los pasos felices de horas alegres,
los hermosos sueños de las más distantes noticias.

Este pequeño río que forma el llanto,
este cielo inmenso que el amor acompaña,
transcurren constantemente,
en un país ignorado.

La luz de sus ojos,
que arrastran siglos y leyendas,
serpientes y espadas,
baja como del sol,
para aunar luces y sombras.

En el vértigo del delirio,
de la angustia ciega y dolorosa,
son sus besos el placer divino
y el regreso feliz de las horas más colosas.

Aún yo sepa que oscurece al ocaso,
que la noche es inevitable,
me tiene sin cuidado,
pues la dicha me es ancha.

Conozco a una dama de otoño.

                                                                 Demian.


             Soy un cigarro. |ver menú|

Aquí está un cigarro,
soy quien lo pretende, lo fuma veloz,
entre mates, cafés, música y hastío,
e imágenes vagas de sueños e ideas
que golpean por dentro las entrañas.

¡Claro que fumando espero a la mujer que quiero!;
la espera sublime te mata y cura,
y la chimenea que formo con mi cigarro feo,
eleva los humos de feroces tormentos o más anhelados deseos.

Aplauden poco mis pulmones tal presencia,
tal indecente caricia que me seduce.
Sin embargo perezco siempre,
a los impulsos secos del oportuno puro.

Me sabe a calle, mujer y sueño,
me sabe a feliz recuerdo,
a nostalgia indolente y reseca,
a amor de exquisitos reproches.

Me voy quemando lento y sencillo;
reposo un rato al borde ocasional
y luego subo graciosamente hasta tu boca,
allí me aspiras, me absorbes,
y dejo en ti mi esencia,
mis restos de torpes presentes y nobles principios.

Así me queme tu savia,
o me agote tu callada ocurrencia;
no me aflijo ni te condeno,
pues también,
soy un cigarro.


                   
                                         Demian.


              El testamento de un excéntrico. |ver menú|

Escuché decir de repente:
"¡Entiérrenme a orillas del río!",
y en verdad seduce tal final repentino.

Quisiera ser quien entierre mis tristes huesos,
quien oficie santa sepultura,
quien cave el hoyo hondo,
que mis restos albergue.

Sería honesto que cada hombre, cada bestia,
llegando al final del viaje,
sospeche sincero,
que sus huesos merezcan ya descanso severo,
antes de empezar a mendigar lágrimas al mundo.

Así sería mi final profundo:
una pala, un cigarro, un mate y el verso postrero;
y el lugar último de mis miserias,
allí donde tus lágrimas dan vida al cause de un torrentoso río,
de pasiones, deseos y fulgores.

Por eso me entierro también,
a orillas del río.

                                                       Demian.


            Las flores del mal. |ver menú|

Ahora sí espero
que la belleza del mal
que tu vientre nutre
se desparrame en mi frente
con ira de paz y amorío.

Que la indecente primicia de tu amor,
mi vida decore,
con jazmines, otoños, cafés, puertos lejanos
y esos paseos hermosos por los parques de todos.

Que me seas útil para batir la desidia,
el rencor siniestro de injustas verdades,
y la atmósfera chata
de periplos mundanos.

Que el aciago despertar sombrío
frente a las tropas infernales del mundo,
me sea leve, con algunos retazos cálidos
de la vertiente augusta de tus sueños.

Que tu metal precioso, rojo,
sea el arma que empuñe decidido,
ante el cortejo de hombres oscuros
que me esperan delante,
pulcros, mundanos y fríos.

Mujer, eres mi esperanza concreta,
mi sueño de siempre,
que me ayudará a enfrentar las tinieblas,
el infierno de ellos,
que también es mío.
       

                                                        Demian.


                Dictamen: "Cadena perpétua" |ver menú|

Precisamente amar duele,
cuando de amor perpetuo e invisible se trata,
es eso que el hombre no abarca, no comprende,
lo que duele, lo que mata.
Es un cansancio eterno de penas,
de cenizas de plata y dorados valles de deseos,
que funden la presencia maldita de soledades perennes.

Son ideas fantásticas de recuerdos adorables
las insistentes figuras que tu mente dibuja.
Son bellezas que saben a exquisitos silencios y maravillosas risas
las ternuras que tu alma reclama.

Ningún dolor de dudas, de pérdida, de ausencia,
opaca una diáfana caricia, perturba una serena palabra de amor.
Amar te duele, y lo entiendo,
amar te mata, y lo vivo,
amar te eleva por sobre la existencia,
y allí me siento.

La ausencia de amar lo ausente,
la escasez de tu presencia,
el vacío de tu amor completo
y tus delicadas delicias serenas,
apremian mi solitaria oportunidad,
inspiran mis más honestos días.

Eres una sentencia del presente,
que me condena a amarte,
que me induce a pensarte,
mañana y siempre.


                                                                    Demian.


              Poesía por estas horas mías. |ver menú|

No te asombres del ímpetu
de mi amor sincero;
recoge retazos de sueños e ideas,
y emprende un vuelo veloz, sereno,
a través del cielo marino tu aldea.

Se embellece con tu nombre y forma,
con tus claras señas y reproches,
y sube, sube, por el coloso acontecer diario
de la ausencia y los deseos.

¿Por qué me allana la ausencia?,
si estás presente,
si eres la realidad más concreta,
que me invade,
que me inunda.

El reflejo mío en el espejo de vida,
que se prende seguro a mi estima,
que siembra eventos plenos delante,
y depura continuamente las verdades mías.

                                                               
Demian.


            Dime: "Te quiero". |ver menú|

Como si esperarás algo
te quedas, chorlita, en silencio,
aspirando palabras,
exhalando monosílabos,
dulces, queridos.

Y el vacío, feroz de silencios y sopores eléctricos,
va pulsando la espesura,
la marchitada tristeza que la distancia procura.

Mi áspera señal postrera,
mi pregunta eterna,
¿me extrañas querida?,
¿cuánto me amas?,
va viajando con los pulsos,
hermosos, magníficos, fascinantes,
que traen tu vos a mi yunque y martillo,
vibrando celestiales notas;
la sinfonía de tus cuerdas.

Quédate callada un instante más en la línea,
di: sí, yo también y mucho,
pero, por favor,
aprende pronto Esperanto y
dime: te quiero.

                                                       
Demian.


               Signos. |ver menú|

Ahora me entero mujer,
ahora entiendo;
qué significan los signos,
las marcas del presente mío.

Miles deja vu,
un gorrión en tu ventana,
las marcas en mi cara,
tu imagen perpetua en mi memoria,
en los pensamientos, cada hora.

Es que ando pisando firme mi historia,
la de ahora,
la que viene.

Te pienso porque existes,
estás ahí, y te toco cuando puedo,
y cuando no, te pienso e igual te siento.
Mis marcas en la cara son tu recuerdo,
de mañanas, tardes y noches de aventuras,
de cientos de horas de caricias y besos.

El gorrión insiste en pasar a tu cocina,
pretende servirse una miguita gratis de amor sincero,
y te canta mi serenata perfecta todas las mañanas.
Me congela la sangre cada vez que un evento de tu vida, de la nuestra, desconocido,
no me es nuevo y se repite,
como si siempre hubiera sido así,
siempre fue así.

Son signos, señales, de estos días,
tuyos y míos, nuestros,
empujándonos a eso que tu sabes,
a amarnos, solo eso;
...signos.

                                                   
Demian.


                Poesía urgente. |ver menú|

Hace un instante pensaba,
mientras me bañaba,
¿le he dicho cuánto la amaba?,
¿qué su imagen me despertaba?.

¿Le he dicho lo hermosa que es?,
¿qué su celestial presencia me invade el alma?,
¿qué en mi espejo la veo, cuando me miro, e intento tocarla?.

¿Sabrá que mi amor es tan extenso?,
qué cobija un valle perpetuo, infinito,
qué ante él todo es pequeño,
minúsculo, ínfimo.

¿O me habré quedado mudo,
como de costumbre,
apabullado de oírla, de intentar verla,
y se me hace un nudo?.

¿Conocerá el alcance profundo de mi alegría?,
la perenne junto a ella.
¿Sonreirá y un suspiro se le irá,
cuando estoy con ella en palabras,
percibiendo mi voz todo el día?.

¿Sospechará de mis horas curiosas,
de verla nuevamente, de tocarla, de escucharla;
qué se vence el día y aún no la encuentro,
y me duele saberlo, vivirlo?

Mejor le digo,
me seco y le escribo.

                                    Demian.


                Las medias de la dama. |ver menú|

Nadie sabe dónde queda
el lugar dónde las medias esperan
que la dama las tome
y alcen su figura perfecta.

La elasticidad de sus piernas
y el alto sopor que infunden
se escurren entre mis manos,
suaves, serenas, plenas de éxtasis y velocidad certera.

Un cajón, mi oportuno aliado,
copia y marca la realidad de mis manos;
sus medias corre retorciendo cruelmente la tela,
con furia de venganza y justicia,
la falta de las caricias mías.


                                        Demian.


Cualquier consulta dirigirse a odessa@ciudad.com.ar

Demian C. Panello.

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Última modificación: 29 de agosto de 2000.