Makasit FUNDESCO: El nuevo cortijo de Pedro Schwartz

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Telefónica tiene una fundación, Fundesco, sociedad sin ánimo de lucro que, en calidad de tal, goza de exenciones fiscales y demás privilegios legales. Para cubrir el cargo de presidente de Fundesco, el de la compañía, Juan Villalonga, sufrió insinuaciones de todo tipo: políticas, culturales y algunas mediáticas: desestimó, por ejemplo, algún nombre propuesto por P.J. Ramírez, director de El Mundo, y atendió la que le hacía su amigo el financiero Aldo Olcese.

Cuadraba perfectamente el nombre de Pedro Schwartz con los intereses políticos del PP: no en vano Schwartz ha sido citado por la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, entre sus maestros, al lado de Hayek y demás economistas del liberalismo manchesteriano, que se ha convertido en el evangelio de la política económica del PP. Contaba Schwartz con todos los requisitos para agradar: catedrático de Economía, publicista, miembro de la Comisión Trilateral y presidente o vocal de distintas empresas privadas, organismos económicos y un largo etcétera de títulos y disponibilidades muy apreciadas entre la derecha más conservadora. Como esos prestigios de Pedro Schwartz están bastante cuestionados por los teóricos de la economía más solventes, como tampoco son muchas las lenguas que se hacen sobre su capacidad de gestión, y como se sabía que brilla por su ausencia cualquier atisbo de neutralidad en la exposición de las ideas recibidas de los teóricos de la economía liberal, su nombramiento por parte de Villalonga no dejó de sorprender, dado que los estatutos de Fundesco adjudican a esta fundación la tarea de investigar los efectos sociales de las telecomunicaciones, y no había antecedente de que Schwartz fuera experto en la materia.

Nada más asumir su cargo como presidente, Fundesco sufrió un terremoto que en menos de un año ha puesto patas arriba la fundación, entre anécdotas y extravagancias que sirven de diversión y motivo de risa en tertulias periodísticas. Anécdotas para la risa: durante una comida de trabajo, a Schwartz le cayó grasa en la corbata; ni corto ni perezoso envió la prenda al tinte y luego pasó a Fundesco la factura, 800 pesetas, porque, al parecer, la empresa contrató también sus torpezas.

El genio de Pedro Schwartz no podía quedar restringido a las fronteras que prescriben los estatutos de Fundesco: investigar los efectos sociales de las telecomunicaciones era un límite demasiado estrecho para una personalidad deslumbrante, que nada más ganar el PP las elecciones, se vió galardonado con la adjudicación de un programa sobre economía en La 2. Schwartz se asomaba a la pequeña pantalla como iluminado por luces de nave marciana, con perfiles de chafarrinón, como un muñecón de feria, esperpéntico incluso. Parecía la máscara y el envés de un presentador de Canal Plus de igual apellido y padres.

TEORIAS ECONOMICAS: En la realización del programa le ayudaban hasta finales de julio empleados de Fundesco, a los que, desde luego, para ahorrar y apretarse el cinturón según orden gubernamental, ni la fundación ni TVE pagaban un duro por ese trabajo; también debían de ser motivos de ahorro los que le llevaron a incluir en el programa, no una dirección de la televisión pública, sino las señas del correo electrónico de Fundesco, fundación que no tiene arte ni parte, que se sepa, en esa programación. Viendo esas señas, alguien podría pensar que es Fundesco la que patrocina una teorías económicas que van más allá de los presupuestos del gobierno e incluso de la propia Constitución, como ocurrió con una de sus emisiones a mediados de julio, cuando Schwartz predicó la necesaria desigualdad de salario para la mujer y para el hombre frente a igual trabajo, con razones y explicaciones de la edad precapitalista: las mujeres no ponen toda su alma en la empresa porque piden bajas por embarazo.

En Telefónica, las fuentes están divididas: si unas, seguro que malévolas y falaces, aseguran que Pedro Schwartz tiene los días contados, otras hablan de que no es más que un títere que obedece una consigna y que tiene una misión por objetivo: acabar con Fundesco.

Schwartz, ha recortado el personal laboral de Fundesco; si hace menos de un año y medio se hacía cargo de la fundación con 120 personas, en estos momentos sólo quedan 57, a los que hay que añadir 10 de Fuinca. Esa misma idea de ahorro subyace, al parecer, en una de las actuaciones realizadas por Schwartz al poco de llegar: encargó una auditoría, pero no utilizó para ello los auditores habituales de Telefónica, que los tiene y buenos, sino a Bain & Company Spain, que por realizar el vaguísimo proyecto de "Aumentar la proyección de la Fundación desarrollándola como Centro de Pensamiento Social (CPS)" ha cobrado la bonita cantidad de 30 millones de pesetas. Sus informes analizaron, entre otras cosas, la capacidad de trabajo de los empleados que Schwartz había heredado, pero no le han servido de mucho tales informes, porque buen número de los despedidos se habían granjeado la más alta puntuación de los auditores.

Rebosante de ideas sobre el pensamiento social, a Pedro Schwartz también se le ocurrió, como una de sus primeras medidas, redecorar las oficinas de la fundación. Unos arquitectos que desde luego no son enemigos empezaban a cobrar a finales de mayo facturas de poco más de once millones, hasta completar los 40 que ha costado la redecoración, consistente sobre todo en abrir las oficinas de modo y manera que los trabajadores estén a la vista de los vigilantes.

Merece capítulo aparte la esposa de Schwartz, a quien Martín Prieto convirtió hace algún tiempo en motivo de risa nacional en algún artículo, y a quien bautizó con el nombre de Madame Schweppes. Como a Schwartz debe parecerle escaso su sueldo de 25 millones al año, requiere la ayuda y servicios de su señora, que antiguamente trabajaba de intérprete y cuyo cráneo parece ser también "privilegiao", como decía un personaje de Valle Inclán, porque para que Madame Schweppes aprendiera los rudimentos de la informática ha bastado con que un especialista de Fundesco haya ido a la residencia privada del matrimonio unos pocos meses. Y es que eran precisos esos conocimientos en la pareja para que la dama pudiera traducir los artículos de su marido.

No es esa labor traductora la única abnegación. También ha puesto el toque femenino en el cambio de chófer del señor presidente y en su nuevo uniforme. Y cual amante esposa, acompaña a su marido en sus muchos y variados viajes internacionales: en los meses anteriores al verano, la pareja ha pasado por Japón, Suecia, Londres, Ginebra y Buenos Aires. En Fundesco nadie sabe para qué diablos han ido, salvo en el caso de Japón, donde Schwartz, miembro de la Trilateral a título personal, asistió a una reunión; eso sí, para ahorrar, Pedro Schwartz encargó a través de Fundesco los billetes de avión; a Fundesco le presentaron la factura de 1.076.800 pesetas, y Fundesco la pagó. Tal vez pequen de desconfiados quienes ven en este juego de facturas un aprovechamiento personal del cargo, porque ¿quién sabe como es el contrato de Pedro Schwartz con Fundesco? ¿Por qué no puede incluir, además de los 25 millones anuales, otros pagos en especie, viajes, corbatas manchadas, acompañamiento de señora, juguetes para los niños...?

COSMOPOLITA: El cosmopolitismo schwartziano no deja de dar frutos, y como avanzado de la ciencia y la tecnología, ha prometido colaborar en la financiación de un congreso sobre Felipe II, monarca que nada tuvo que ver con las telecomunicaciones ni tuvo ocasión de saber lo que era Sogecable, Internet, etcétera. Hete aquí que hay una historiadora especialista en ese rey y en ese periodo, Magdalena Pi Corrales, esposa del financiero Aldo Olcese, el amigo de Villalonga que, según las lenguas, fue quien recomendó al rector de telefónica el nombramiento de Schwartz. De bien nacidos es mostrarse agradecidos.

A Olcese y a Pedro Schwartz les une la palabra Fincorp, sociedad de cartera, agente bancario, gestora de inversiones y patrimonios de particulares de alta renta y de instituciones, asesor de inversiones. Eso dice la página Web de Fincorp.es, que nos entera de que Olcese es presidente del consejo de administración de Fincorp Finanzas Corporativas, mientras Schwartz preside Fincorp Gestión, y ambos a dos, Olcese y Schwartz, son presidente y consejero, respectivamente, de Fincorp Mediación S.A.

Schwartz tampoco quiere pasar a la historia de Fundesco por manirroto. Uniendo ese deseo a su amor a la familia, permite que a las dos plazas de aparcamiento de que disfruta en Fundesco se les saque el jugo y no queden vacías: las ocupan los hijos cuando, desde la mansión señorial y familiar, descienden al asfalto urbano para ir de copas los fines de semana. Hay que aprovechar los recursos, de la misma forma que hay que eliminar tanto gasto en mensajería, y por eso ha insistido en restringir este capítulo. Claro que, es lógico que le anteponga su amor paterno: Fundesco paga los gastos de mensajería con uno de sus hijos residente en Londres.

Pasma la capacidad de trabajo de Schwartz, que ya ha sorprendido a los lectores de El Pais: uno preguntaba al Defensor de el Lector de ese periódico porqué, junto a la firma de Schwartz, en un artículo en que animaba a la compra de productos franceses en la pasada guerra de tomates, no se decía que el tal Schwartz es presidente de Idelco, lobby de multinacionales francesas como Pryca, Continente y Alcampo. Se las veía y deseaba el Defensor de El Pais el domingo 15 de junio para justificar esa omisión.

EJEMPLO DE ESTAJANOVISMO: Hay que aprovechar todo, piensa un estajanovista Schwartz que no ha pedido excedencia en su cátedra ni en ninguno de sus múltiples cargos, puestos y nombramientos. Empleados de Fundesco pasan a ordenador el listado de los alumnos de su cátedra, y a ordenador pasan también los resultados de los exámenes.

Aparte de otras cosillas: arreglar el ordenador de su mujer (100.000 a costa de Fundesco) porque lo entregó para venderlo y, tras no encontrar comprador, adujo que se lo habían estropeado en la fundación; enviar a un propio con un cheque al portador a cobrar 730.000 pesetas para pagar la presencia de Gary Becker, dinero que el recadero entregó en mano al liberal Schwartz, que a buen seguro habrá hecho firmar los recibos pertinentes con ivas, venías, errepefes ... Bagatelas, naderías que ese faro y guía de las teorías económicas y liberales deja caer a su paso sin mancharse siquiera las manos.

Schwartz daba a finales de julio pasado la orden de parar la contabilidad de los gastos de Fundesco. De este modo, y ante los pasos que empezaban a dar los sindicatos de la empresa, impedía que se extraviaran fotocopias de operaciones como las que ilustran este reportaje. El nuevo y tercer secretario general de Fundesco, José María Berenguer, no tiene nada que ver con el personaje de su mismo apellido que protagonizaba una pieza absurda de Ionesco, El Rinoceronte; no es un rino, sino el cerrojero que guarda bajo llave las facturas y organiza las partidas y cantidades que paga Fundesco.

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