En su repliegue, el coronel chileno llegó, como estaba previsto, a Concepción, donde descubrió los cadáveres de sus compañeros caídos. Acto seguido y continuando con la secuela de sangre y destrucción vivida en las últimas 24 horas, ordenó en venganza fusilar sin contemplaciones a montoneros y residentes, hombres, mujeres y ancianos, e incendiar las viviendas y arrasar con el pueblo. A continuación del Canto, por iniciativa del comandante del regimiento Chacabuco, dispuso que los corazones de los cuatro valientes oficiales fueran retirados de sus cuerpos para ser transportados a Lima (10). Luego concluyó el paso de su ejército por Concepción con la siguiente proclama:
"Soldados del Ejército del Centro: Al pasar por el pueblo de Concepción habéis presenciado ese lúgubre cuadro de escombros y cuyo combustible fueron los restos queridos de cuatro oficiales y 73 individuos de tropa del Batallón Chacabuco Sexto de Línea. Millares de manos salvajes fueron autores de tamaño crimen; pero es necesario que tengáis entendido que los que defendieron el puesto que se les había confiado eran chilenos y que, fieles al cariño de su patria y animados por el entusiasmo de defender su bandera, prefirieron sucumbir todos antes que rendirse. Los que perecieron en Concepción en defensa de nuestra querida patria han obtenido la palma del martirio; pero una i mil veces benditos sean, puesto que su valor y sacrificio les ha dado derecho a la corona de los héroes".
Las debacles sufridas motivaron al comando chileno apurar la retirada de la sierra central, lo que lograron al trasponer el puente de la Oroya, que no había podido ser destruido por el coronel Tafur.
El general Cáceres entonces se hizo dueño del valle del Mantaro y estableció su cuartel general en Tarma. De ahi se dedicó a reorganizar su ejército. Su objetivo había sido parcialmente logrado. Para enero de 1883 ya contaba con 3,200 hombres instruidos, equipados y disciplinados para continuar con la patriotica lucha de liberacion.
NOTAS
(1) Andrés Avelino Cáceres (1836-1923), quizás el mejor soldado en la historia del Perú, combatió valientemente como jefe del Tercer Cuerpo del Ejército en la batalla de San Juan, ocupando el extremo derecho de las defensas, entre las divisiones de los coroneles Dávila e Iglesias, resultando herido en la acción. En la misma noche de la batalla, propuso al líder peruano Piérola, que le permitiera atacar a las tropas chilenas que embriagadas celebraban el triunfo en Chorrillos. No fue autorizado, lo que a la larga demostró ser un grave error. En la batalla de Miraflores, el 15 de enero, Cáceres comando el ala derecha de las defensas, sector cuyas tropas concentraron el mayor peso del combate en razón que el sector izquierdo permaneció inactivo por insólitas órdenes superiores. En dicha acción Cáceres perdió dos caballos; varios proyectiles quemaron su uniforme, resulto herido en un muslo y ocho de sus ayudantes resultaron muertos o heridos. Después de la guerra Cáceres ejerció dos veces la presidencia del Perú. Honrado y respetado por sus compatriotas, sirvió posteriormente como ministro plenipotenciario de su país ante las cortes del emperador de Austria Francisco José y del Kaiser Guillermo I de Alemania, quien durante su presentación lo reconoció como "el héroe de Tarapacá”. Un tiempo despues de su regreso al Perú, recibió el título de mariscal, el más alto honor militar.
(2) En mayo de 1881 el coronel Cáceres fue ascendido a general de brigada y designado jefe político-militar de la zona central del país por el Director Supremo Piérola. Sin embargo, la autoridad del caudillo pronto terminaría por diluirse y concluiría con su renuncia, suscrita en Tarma el 28 de noviembre de 1881, cuatro días antes de que los jefes del ejército del centro reunidos en Chosica desconocieran su condición de jefe de estado.
(3) Los guerrilleros, fuerzas irregulares que prestaron un patriótico y valioso apoyo al ejército del general Cáceres, eran conocidos como "montoneros". En su condición de tales Chile les desconocía su capacidad de beligerantes y no estaban sujetos a las leyes de la guerra, por lo que si eran capturados se les fusilaba sumariamente. Pocos montoneros poseían armas de fuego y la mayoría sólo contaba con elementos rudimentarios como lanzas, rejones y hondas. Sus ataques a los destacamentos chilenos que cruzaban los desfiladeros andinos fueron mortales.
(4) Chile consideraba que la toma de Lima había puesto fin a una guerra extensa y muy costosa, lo que le significaba obtener reparaciones territoriales, es decir, la cesión por parte del Perú de sus provincias sureñas de Tacna, Arica y Tarapacá, ricas en minerales. A fin de legitimizar un tratado de Paz que incluyera las referidas concesiones y habiendo sido desconocida por las fuerzas de ocupación la autoridad de Nicolás de Piérola, el contraalmirante Lynch alentó la conformación de una junta de notables peruanos para que formaran gobierno con sede en una zona libre, la Magdalena. El abogado Francisco García Calderón resultó electo por los notables como Presidente de la República. La necesidad de García Calderón de imponer su autoridad en el país lo impulsó a enviar tropas al centro, censurablemente armadas y equipadas por el ejército chileno, como la expedición de mayo de 1881 liderada por el oficial Manuel Reyes Santa María, quien ocupó brevemente Junin. Comprendiendo que por la fuerza sería imposible doblegar a Cáceres, García Calderón le ofreció el 5 de julio de 1881 la vicepresidencia y el comando de las fuerzas del gobierno provisional. Cáceres rechazó la propuesta y continuó negándose a reconocer al régimen de La Magdalena. Pese a sus infructuosos intentos de imponer su autoridad en el país y ganar para su causa a Cáceres, lo que significó luchas internas y divisiones entre los peruanos, García Calderón, gobernante del Vichy peruano, no fue un Mariscal Petain ni resultó el gobernante títere que esperaban las fuerzas de ocupación, pues se negó a suscribir tratado alguno que implicara la cesión de territorio peruano. Su enérgica actitud motivó que el 6 de noviembre de 1881 el llamado Gobierno Libre de la Magdalena fuera disuelto por el ejército chileno y se deportara al anciano presidente a una cárcel en Chile.
(5) Orlando Letelier pasaría a la posteridad no sólo por su ineptitud como oficial, sino principalmente por la crueldad con que asumió su función en la sierra central peruana, imponiendo cupos, saqueando e incendiando indiscriminadamente propiedades y exigiendo rescates millonarios. Por ejemplo, en Huancayo había impuesto un cupo de 100,000 Soles y 60 caballos a la población. Su nefasta actitud, incluyendo el robo de dinero propiedad del ejército chileno fue censurada por su propio comando, quién lo sometió a corte marcial por corrupción.
(6) El coronel del Canto era un experimentado militar. Había participado en el desembarco de Pisagua y en las batalla de Dolores, Tarapacá, Los Angeles y Alto de la Alianza. En enero de 1880 fue nombrado subcomandante del regimiento Segundo de Línea. En agosto de ese año fue ascendido a teniente coronel y tomó parte al frente de su regimiento en las batallas de San Juan y Miraflores. En enero de 1881, a la cabeza del Segundo de Línea, se integró a la expedición del coronel Gana al interior de la Sierra peruana.
(7) El Parte del comandante del regimiento Chacabuco sobre la batalla de Chorrillos destacó que: "Merecen una mención muy especial mis ayudantes Marcos Serrano y Carrera y Subteniente Pérez Canto, por su valor y actividad y particularmente el segundo (Carrera Pinto) por su serenidad y admirable valor a toda prueba".
(8) Trás el trágico desenlace del combate, el comandante del Chacabuco remitió a la madre de Carrera Pinto una carta comunicandole sobre la gesta de su hijo. La respuesta de Emilia viuda de Carrera fue: "... Usted comprenderá el profundo pesar que me ha causado el martirio de mi hijo, y sólo puede consolarme un tanto la ídea de haber cumplido digna y valerosamente con sus deberes de soldado y de chileno, e imitado en su sacrificio el noble ejemplo que le legaron sus antepasados".
(9) La leyenda chilena señala que el subteniente Cruz y cuatro soldados sobrevivientes, ya sin municiones, decidieron inmolarse, cargando a la bayoneta contra la fuerza peruana, donde fueron ultimados. Otras versiones indican que al morir Cruz Martinez, aun quedaron unos 5 o 6 soldados con vida, más las cantineras, los que depusieron las armas, aunque por desgracia, aún en su condición de prisioneros, fueron ejecutados por las multitudes enardecidas, producto de la coyuntura vivida en aquellos momentos y que adquirió los mismos ribetes que en Arica, cuando los soldados peruanos fueron asesinados en la catedral y el morro bajo la consigna de "hoy no hay prisioneros". El asunto de la rendición de los sobrevivientes no resta un ápice a la valiente y épica resistencia de la cuarta compañía del Chacabuco. Estos hombres estoicamente soportaron por más de 20 horas un ataque de fuerzas numericamente superiores, rechazaron los llamados a la rendición y además de sostener ferreamente su posición realizaron admirables contraataques fuera del cuartel, mostrando un coraje y una determinación a prueba de todo cuestionamiento. Los pocos que se entregaron no tuvieron otra opción. Habían luchado hasta el final. Todo estaba perdido. Habían cumplido con su patria y bandera hasta el limite de su resistencia y nada ni nadie, les podía exigir mayor sacrificio.
(10) Los corazones de Carrera Pinto, Montt, Pérez Canto y Cruz permanecieron en Lima hasta marzo de 1883, en que fueron trasladados con los máximos honores a Chile y depositados en el museo militar de Santiago. En 1911, la urna con los corazones fue llevada a la catedral de Santiago, donde hasta hoy permacen. El 9 de Julio, fecha de la batalla, se conmemora en Chile el juramento a su bandera en tributo a esta acción.
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