Aún no queda muy claro por qué en 1868 el gobierno del Perú insistió en adquirir dos viejos monitores de la guerra civil estadounidense y quien fue la persona que impulsó dicha transacción. Unos años antes, en 1862, el Perú había intentado comprar algunos monitores diseñados por el ingeniero sueco-americano Juan Ericsson, pero ello no fue posible porque el gobierno de Abraham Lincoln, en razón de la guerra civil, había suspendido la venta de material de guerra a terceros países.
A mediados de 1866 el Perú nuevamente intentó adquirir un par de monitores estadounidenses al parecer con el propósito de utilizarlos en su guerra contra España, siendo el objetivo inmediato atacar la colonia española de Cuba, partiendo de puertos estadounidenses, posiblemente Nueva Orleans o Florida. Pero para 1868, la guerra había concluido y ya no existía razón para adquirir dichos barcos.
Como se ha visto en otros capítulos, el Perú fue muy cuidadoso en la selección de sus naves de guerra, la mayoría de las cuales eran nuevas y sofisticadas, construidas expresamente para su marina. En esta oportunidad la decisión de finiquitar la transacción, iniciada durante el gobierno del Presidente Pardo, fue hecha durante la administración del Presidente José Balta.
Obviamente una razón pudo haber sido el hecho que los norteamericanos tenían una excelente reputación construyendo barcos de guerra, y ningún país del mundo, con la excepción de Gran Bretaña o Francia, podía igualar su experiencia. Sin embargo, comprar dos monitores, diseñados en principio para operaciones en aguas y calmadas, particularmente ríos, para ser utilizados en operaciones de alta mar, es algo difícil de comprender. Al parecer nadie habría tomado en cuenta el hecho que durante la guerra civil norteamericana dos monitores se hundieron cuando intentaron ejecutar pases a través de océanos abiertos.
El primer monitor, el “Monitor”, fue diseñado por Ericsson como un medio para contrarrestar al blindado confederado (el CSS “Virginia”, ex “Merrimack”), que intentaba desafiar el bloqueo de sus puertos por parte de la marina federal. También prestó invalorables servicios al atacar posiciones fortificadas en la costa. El “Monitor” fue el primer barco en utilizar una torre con cañones. La mayoría de monitores que se construyeron posteriormente fueron igualmente diseñados por el señor Ericsson y utilizaron una torre de su invención. Los monitores de Ericsson fueron construidos de hierro, con una superficie plana, de escasos centímetros sobre el agua, provistos de torre blindadas, que eran la única porción visible de la nave, además de los tubo de ventilación y las chimenea de vapor.
Durante la guerra de secesión, Ericsson y otros ingenieros diseñaron monitores de río y para defensa de costa. De estas clases, se desarrollaron seis nuevos modelos de monitores. Estos fueron los Passaic, Canonicus, Milwaukee, Casco, Miantonomoh Kalamazoo.
Los monitores Canonicus, que son los que nos interesan mas en este relato, fueron una versión mejorada de los blindados de la clase Passaic. Nueve barcos de esta clase fueron construidos en diferentes astilleros: El Canonicus, Saugus, Tecumesh, Manhattan, Mahopac, Wyandotte, Ajax, Catawaba y el Oneota. Este modelo tuvo cambios significativos con respecto al Passaic, incluyendo un mayor blindado, baterías uniformes y el reforzamiento de la armadura de la base de la torre. Los Canonicus desplazaban 2,100 toneladas, tenían una motor de 350 caballos de fuerza y podían navegar a una velocidad teórica de 8 nudos, que en la práctica jamas lograron alcanzar. Estaban protegidos por un blindado de tres pulgadas, que se incrementaba a cinco pulgadas en las partes vitales de la nave. Estaban armados con dos potentes cañones Dahlgren de quince pulgadas, montados sobre una torre blindada con diez pulgadas de coraza. Podían albergar a una tripulación de 100 hombres.
Cinco de estos nueve monitores vieron acción durante la guerra civil estadounidense. El Canonicus operó en el río James y posteriormente fue utilizado para bloqueos y ataques al Fuerte Fisher; el Saugus prestó servicio en el río James y durante el asalto a Wilmington; el Tecumesh operó en el río James y posteriormente en el Golfo de México. Fue destruido por efecto de las minas en la bahía de Mobile el 5 de agosto de 1864; el Manhattan operó también en el Golfo de México y ejecutó ataques en la bahía de Mobile; el Mahopac participó en los ataques a Charleston y Wilmington, y también ejecutó operaciones en los ríos James y Appomattox. Por su parte el Wyandotte, el Ajax, el Catawaba y el Oneota, jamás fueron comisionados.
El Catawaba y el Oneota habían sido construidos por la empresa Alex Swift & Co and Niles Works en Cincinnati, Ohio, luego de un contrato suscrito con la marina de los Estados Unidos en setiembre de 1862. El Catawaba fue lanzado el 13 de abril de 1864, mientras que el Oneota lo fue el 21 de mayo del mismo año. Ambos fueron completados el 10 de junio de 1865, pero como la mayoría de las naves sobrevivientes de la guerra civil, fueron destacadas a la reserva y permanecieron en esa condición sin brindar ningún servicio, hasta que fueron dados de baja. Luego de permanecer casi dos años en un deposito, el gobierno estadounidense los revendió a Alex Swift & Co and Niles Works.
Casi inmediatamente la compañía norteamericana ofreció las naves a cualquier nación interesada en adquirirlas, cual fue el caso del Perú, que oficialmente los compró el dos de abril de 1868. Fue una transacción desafortunada por la cual se pagó una suma enorme, no sólo por el precio de los monitores, sino por la obligada adquisición de dos transportes, el Marañón y el Pachitea, para que los remolcaran al Perú, así como los gastos de viaje y provisiones, que, en conjunto, superaron el millón de dólares, monto bastante significativo, más aun si se le compara por el precio que Chile pagó a la empresa británica que construyó los potentes acorazados Cochrane y Blanco Encalada unos años después, es decir, US$ 800,000.
Los peruanos rebautizaron al Oneota como “Manco Capac” y al Catawaba como “Atahualpa”, en honor al primer y último inca del Tanhuantisuyo, respectivamente. Unos meses después de la transacción, tripulaciones peruanas al mando de los comandantes Camilo Carrillo y Juan Guillermo Moore fueron enviadas a los Estados Unidos para traer los barcos a casa.. Los monitores partieron finalmente hacia el Perú desde Nueva Orleans a inicios de enero de 1869, remolcados por el Marañón y el Pachitea. El viaje desde ese puerto estadounidense hacia el Callao duraría nada más y nada menos que 15 largos y difíciles meses, pues la autonomía de viaje de los barcos era de sólo 5 días. El día que los monitores zarparon hacia nuestro país la prensa norteamericana escribió: “Ahí van los peruanos, en sus ataúdes de hierro”, y ello porque la superficie de los monitores se encontraba apenas a doce pulgadas sobre el agua.
No tomó mucho tiempo a los oficiales peruanos entender que los monitores no habían sido la mejor opción y muchos de ellos consideraron el largo viaje dentro de los “ataúdes” como el más peligroso de sus carreras. Al respecto, un historiador peruano escribió:
“No ha existido jamás un viaje tan arriesgado en la historia naval”.
Los monitores recién arribaron al Perú en junio de 1870.
Quizás si los monitores hubieran sido utilizados en los ríos amazónicos del Perú posiblemente se hubieran desempeñado mejor, pero desplazarlos en las bravas costas del Océano Pacífico fue un terrible error. Se deterioraron en pocos años y cuando se declaró la guerra con Chile en abril de 1879, ambos monitores se encontraban en malas condiciones. El Atahualpa casi ni se podía mover y el Manco Capac apenas alcanzaba una patética velocidad de 3.5 nudos.
Al inicio de la guerra los chilenos temían más a los monitores, pero sus temores carecían de base, pues dichas embarcaciones se habían convertido en baterías flotantes para defensa de puerto en razón que ya no estaban en capacidad de ejecutar operaciones en alta mar. En mayo de 1879, la Primera División Naval peruana, bajo órdenes del comandante Miguel Grau zarpó del Callao hacia el puerto de Arica, en el sur, llevando consigo al Atahualpa y al Manco Capac, que formaban parte de la Segunda División Naval. Sin embargo, tal era la condición del Atahualpa, que, apenas a unos kilómetros de distancia, a la altura de la isla de San Lorenzo, sus motores colapsaron y el monitor debió ser arrastrado de vuelta al Callao, donde permaneció hasta enero de 1881. Una vez en Arica, el Manco Capac, comandado por el capitán José Sanchez Lagomarsino, fue comisionado como batería movil para proteger el puerto de los ataques de la escuadra chilena. Sus dos cañones Dahlgren de 15 pulgadas, que podían disparar proyectiles de 500 libras, probarían ser un arma mortal. . El 27 de febrero de 1880, Arica fue atacada por dos barros de guerra chilenos: el capturado blindado Huáscar y la corbeta de madera Magallanes. El Manco Capac, acompañado por la lancha torpedera Alianza, salió del muelle para presentar combate contra el Huáscar. Los dos blindados se enfrascaron en un fiero duelo naval a distancias tan cortas como 200 metros. A mitad del combate, un proyectil del Manco Capac dio a boca de jarro en la torre del Huáscar, causó una terrible explosión y mató a su comandante, el capitán Manuel Thomson y a varios tripulantes. El barco quedó fuera de combate y tal fue el temor a los cañones de 15 pulgadas del monitor que durante los próximos cuatro meses ni un solo disparo fue intercambiado entre la escuadra chilena que bloqueaba el puerto y sus defensas.
El 6 de junio de 1880 el ejército chileno bombardeó Arica. El Manco Capac respondió los fuegos y uno de sus potentes proyectiles impactó en el blindado Cochrane causandole severos daños y algunas bajas. Otra de las granadas del monitor dio en la goleta Covadonga, dañando su línea de flotación y forzándola a retirarse del combate. Al día siguiente la infantería chilena capturó Arica luego de un sangriento combate que costó más de 1,500 bajas en ambas partes, por lo que el comandante del monitor, José Sánchez Lagomarsino lo hundió para impedir su captura.
Aquel fue el final del Manco Capac, cuyo casco aun existe y se conservaría intacto.
Unos meses después, en el Callao, los peruanos también hundieron el Atahualpa conjuntamente con el resto de la flota, luego de las batallas de San Juan y Miraflores (16 de enero de 1881) y antes que la capital fuese ocupada por el ejército chileno. Según algunas versiones ese mismo año el Atahualpa habría sido reflotado por los chilenos, utilizado como pontón y finalmente dado de baja y desarmado en 1910.
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