Despedida

Lo más amargo del amor...




Callejón de locos
No más desvelos esperando tu venida,
horas perdidas que pude haber empleado en otras cosas.
Mereces que te compare como blanca rosa:
frágil, hermosa, pura, hipócrita.

No más de tus ideas rebeldes sin causas. Me cansé de ser juguete nuevo de la niña caprichosa. No puedo estar clavado a la espera de tu amor por que jamás llegarás al éxtasis de conocer lo que doy.

No más lágrimas por ti, no las mereces. Nunca antes había llorado por el amor de una mujer. Te felicito mi vida, montaste un gran teatro. Tan emocionante, interesante, que me dejaste con el aliento helado.

¡No más! ¡No más! ¡No más! ¡Vete! ¡Lárgate! ¡Entiérrate entre muchedumbre que te ama! Llénate de obseciones. Joyas. Fantasías. Cariños ingratos; Total así es tu vida: falsa y vacía.

Sin embargo... me hecho a reír de la nada. No se por qué será, alguna tonta idea colada en mi cabeza. ¡Claro! es que me di cuenta por quien vivía, una mujer que jamás podrá satisfacer mi vida.

Aunque esté llorando tu partida, siento en lo más hondo de mi corazón, una alegría. Ya no seré capricho de aventura que buscabas; ya no seré el intruso que detenía tu caminar entre campiñas.

Sé que no volverás a encontrar pasión. Aún así; te deseo suerte querida. Por que cuando te canses de evadir a la vida habrás sentido la gran pérdida que provocó tu huída.

¡Adiós amor mío! ¡Adiós querida! Recuerda que cuando vuelvas a casa, la encontrarás vacía; como alaha sin prendas. Ya habré tomado mis cosas; estaré inventando sendas.

Habré desaparecido para siempre. Morirás sola. Sufrida. Incoherente. Melancólica. Gritarás como siempre, loca por mi venida pero ya es muy tarde. ¡Hasta nunca querida!

Encontrarás sobre tu mesa una vela encendia. Esperma vieja recorriendo lo que queda de cuerpo. Tenue, triste flama que evade el silencio, defendiendo sin ganas lo que le queda de vida.

No estaré ahí para apagar el amor para siempre. No soy ya parte de tu espectáculo. Al mirarla resentida y con un beso del viento a lo lejos se desploma y apaga por siempre. ¡Bienvenida niña bonita!

Penumbra recorre tu cuerpo. Luz recorre mi alma. Revancha. Victoria. Sonrisas que me emocionan. Rendida a la miseria que frabricaste. Sin escapatoria. Acorralada en el callejón de la locura como quería.

Mirada de alegría se apodera de mi rostro. Sonrisa diabólica le acompaña. Un beso al viento para tu mejilla Y sin remoldimientos alguno, prosigo con una nueva vida.

Palidez del Suspiro Postrado en mi cama mirando a la nada veo a mi al rededor una ausencia de color. Solo escucho el gemido de la naturaleza tratando de satisfacer mi humano dolor.

Cuerpo desnudo que ya no siente tratando de regresar a un estado fetal. Buscando empezar una nueva vida con alguna posible dicha y estabilidad.

Ella se robó lo único que Dios me había otorgado: un corazón rebelde, libre de pecados. Latidos de amante perfecto. Puro y honesto. Aventurero y villano.

Abrazo la almohada con la cual ella dormía. Siento en mi pecho brisa anticipadora de la madrugada. Ivento excusas. Busco pretextos. Digo ironías. Aferrándome a la idea de tu venida; en plena muerte del deseo.

Escucho voces que me llaman, reclamando mi cuerpo. Vegetación que me atrapa para descanzar en su suelo. Apagar mi suspiro, ser polvo y vagar en lo lejos, pero su recuerdo es aire, no puedo y realmente no quiero.

Pequeñas luces giran en mi cabeza, recobro conocimiento y no te veo, grito con toda la fuerza que aún reservo que te amo, pero mi voz ya tú no la oyes, estás tan lejos como mi pensamiento. Cierro mis ojos. Imagino cosas. Me río un poco y lloro como idiota.

Soy tan poca cosa ahora pues tú, acaparabas todo mi ser. Mi pensar y mi vivir. Mi respirar y mi morir. Fuiste musa para mis versátiles manos. Ahora eres dolor para mi indivisible alma

Manos impotentes corren por mi cuerpo y no hallan nada; sólo carne forrando huesos. Latidos desganados. Respiración fatigosa. Pensamiento muerto. Te fuiste de mi lado y ahora me dejas desierto.

¡Qué hay de mí! ¿A caso nunca te importé? Realmente te amé hasta la saciedad, lo que tu cuerpo exigía. Veo ahora tu mentalidad de chiquilla presumida: caprichosa e ignorante. Sedienta de locura y compañía.

Aún te amo, a pesar de que sé que estoy muriendo. Aún te amo, a pesar de que sigues viviendo. Aún te amo, a pesar de mi desgracia que no valoras. Aún te amo, a pesar de...

Wilson Valentín Hernández