Pescadores al Cuidado del Mar
Un centenar de caletas del país quiere cambiar la
depredación del loco y otras especies por un
manejo que no los destruya. Beneficios ya son
visibles.Por Marcela Aguilar
Ramón Barría sabe lo que significa agotar el mar. Estuvo dos años lejos de su familia
y de su casa, porque en Maitencillo ya no había loco, lapa ni erizo para extraer. "En
todos lados pasó lo mismo. Los pescadores andábamos como gitanos, parábamos en
cada caleta a trabajar hasta lo que diera, y después nos íbamos a la siguiente. Al final,
todas estaban igual de malas".
Eso obligó a muchos a plantearse cómo hacer que sus áreas tradicionales de
extracción se recuperaran.
Los sindicatos surgidos a mediados de los '80 se propusieron mejorar la productividad
de sus zonas.
La experiencia de Quintay (V Región), encabezada por el académico de la
Universidad Católica Juan Carlos Castilla, mostró claramente el camino: disminuir la
intervención humana en el medio marino, para permitir que éste recobrara su
equilibrio.
Algunos sindicatos se impusieron una férrea disciplina: se fijó la cuota máxima de
extracción, las tallas y los períodos. El problema es que este cuidado no tenía soporte
legal. Cualquiera podía entrar a las zonas que ellos protegían, y arrasar con todo,
como de hecho ocurrió.
En Lirquén (VIII Región), por ejemplo, los pescadores contaban con la vigilancia de
la base de la Armada aledaña a la caleta. "Cada vez que llegaba una autoridad le
explicábamoslo que hacíamos, y conseguíamos su apoyo. Hasta que una nos dijo que
no podía ofrecernos nada porque no estaba en la ley", explica Heriberto Villarroel,
presidente del sindicato de buzos.
El dato corrió de bote en bote y en poco tiempo tripulaciones "afuerinas" limpiaron el
sector. "Teníamos choro zapato, locos y cholgas amontonadas como verdaderas
rocas. Todo eso se acabó", dice Villarroel. Pero asegura que la experiencia fue
importante para que los pescadores vieran los efectos de esta sobreexplotación: "Al
final el producto era tan chico que casi había que regalarlo".
En 1991, la Ley de Pesca incorporó por primera vez el concepto de "área de manejo".
Un reglamento dictado en 1995 le dio cuerpo a la iniciativa, que tiene pocos
antecedentes, incluso a nivel internacional.
"En algunas prefecturas de Japón, se han reconocido derechos territoriales de algunos
pescadores, en aquellas zonas que han visitado tradicionalmente con sus naves",
explica el académico de la U. Austral Carlos Moreno.
La diferencia, aclara, es que los japoneses lo aplican a las flotas que extraen peces,
en cambio en Chile se fijó para la explotación de recursos bentónicos (que crecen en
asociación con el fondo). "Pero son similares al reconocer el "derecho de acceso" de
los pescadores tradicionales", afirma este investigador quien encabezó una
experiencia piloto en Mehuín (X Región) antes de que la autoridad hiciera propio el
tema.
Resalta que el área de manejo es beneficiosa para los recursos y los trabajadores. Al
plantearse como objetivo explotar especies de mayor tamaño - para obtener mejores
precios- , los pescadores permiten que los ejemplares estén mayor tiempo en el agua
y así se reproduzcan más. Además, los precios pueden ser negociados antes de
extraer el producto, lo que permite buscar la mejor oferta.
"Se ha producido un gran impacto en la organización de los sindicatos", agrega
Moreno, ya que la puesta en marcha del área de manejo "requiere de tareas
conjuntas, planificación y manejo de recursos humanos y materiales, incentivos y
castigos al incumplimiento".
A su juicio, si la evolución de esta actividad continúa como hasta ahora, "habremos
dado pasos gigantes hacia un verdadero co-manejo responsable".
Resultados Visibles
Para hacerse cargo de un área, los pescadores deben cumplir con una serie de
trámites. Primero, organizarse, y como agrupación presentar una solicitud a la
Subsecretaría de Pesca. Esta exige un estudio de base del sector (para saber la
situación de los recursos), y un plan de manejo.
En forma paralela, se pide a la Armada una destinación, que es la autorización para el
acceso exclusivo al área. Esta se otorga al Servicio Nacional de Pesca, que a su vez
la traspasa a los pescadores a través de un convenio de uso. Dura cuatro años, tras
los cuales la organización puede pedir que se le renueve. A partir de entonces deberá
pagar una patente anual.
El jefe del departamento de Pesquerías en la subsecretaría, Ricardo Norambuena,
explica que hasta ahora se ha presentado un centenar de solicitudes. De ellas, 35
tienen planes aprobados y, entre éstas, 18 ya suscribieron los convenios de uso, es
decir, cumplieron con todo el trámite legal.
Algunos sindicatos ya han cosechado con éxito.
"Pedimos una cuota de cien mil locos, pero al final sacamos 87 mil, todos de más de
diez centímetros, a un excelente precio, $1.500 la unidad. Por un asunto de mercado,
nos dimos cuenta de que convenía sacar sólo los más grandes y dejar al resto
creciendo", explica René Barrios, quien fue el primer presidente del sindicato de
Quintay y hoy, como parte de él, integra una fundación para el desarrollo de esa
caleta.
En Punta de Choros (IV Región) se autorizó una captura de 180 mil locos, pero se
sacaron poco más de 150 mil.
Las empresas del rubro ya saben cuáles son las caletas que están cuidando sus
recursos, y les ofrecen mejores precios por locos de buena calidad. De hecho, una
firma de la VIII Región, la misma que el año pasado compró el 70% de las capturas
legales y que pagó hasta $1.600 por unidad, por estos días recorre aquellas
incorporadas al sistema, contactando a los dirigentes para hacer una oferta previa. Y
eso que aún no se definen las cuotas. Lo único seguro es que estas áreas serán las
únicas del país que podrán extraer locos durante los próximos tres años. El resto
estará en veda.
Apostar al Futuro
En Quintay, con el apoyo de la Universidad Andrés Bello, los pescadores han
conseguido fondos para experimentar con cultivos de ostiones y erizos. "Ahora
queremos potenciar la producción y vender a otras caletas, no sólo las semillas sino
todo el conocimiento que hemos adquirido", dice Barrios.
En Maitencillo, los pescadores han conseguido financiamiento para todo: desde el plan
de manejo hasta el computador que una secretaria usa en la oficina del sindicato.
Ahora quieren aprovechar el potencial turístico, mejorando la infraestructura y
capacitándose.
La experiencia de las caletas más avanzadas sirve de aliciente al resto. Sin embargo,
las autoridades tienen claro que no todas lograrán los mismos resultados. Depende de
la calidad de la zona que hayan escogido, y del nivel de organización de los
pescadores.
Porque este sistema no significa nada sin liderazgos locales. Es lo que pasa, por
ejemplo, en Chañaral de Aceituno, una caleta olvidada entre las regiones III y IV, que
ya tiene un área aprobada, pero es como si no la tuviera. Allí se respira desencanto.
"Esta cuestión lo único que hace es amarrarlo a uno a un lugar", dice con amargura el
buzo Danilo Catalán. Lleva días sin trabajar, "porque la mar está mala", y se queja de
que las restricciones a la extracción de locos y otros productos sólo perjudican. "La
vez pasada saqué como 400 mil pesos. Divida eso por doce meses. ¿Cómo paga uno
la casa, el colegio de los niños?", pregunta.
"Es erróneo pensar que en los meses de extracción deben hacerse el sueldo para todo
el año", recalca Gustavo San Martín, encargado del tema en la subsecretaría, "el área
de manejo puede proporcionar sólo parte de los ingresos de los pescadores".
Por ahora, pueden seguir trabajando en los sectores de libre acceso. Sin embargo, en
el futuro éstos cada vez serán más escasos, en la medida en que más sindicatos
soliciten la asignación de áreas. La situación ya es evidente en la VIII Región. "Acá
uno encuentra una caleta tras otra, está todo ocupado", dice Eugenio Medina,
dirigente del sindicato de Dichato.
La organización todavía no puede extraer recursos de su área. Ella misma se impuso
la prohibición, para dar tiempo a que la consultora contratada elaborara el estudio
base y el plan de manejo. En las próximas semanas, los muestreos submarinos
permitirán saber si es posible una cosecha en el segundo semestre, o si habrá que
esperar un año más.