Los Millonarios en Veda
Los patrones de pesca que explotaron el recurso ganaban hasta 20 millones
de pesos al mes. Sus célebres farras hacían temblar las casas
alegres de
Talcahuano. Odiados y envidiados por igual, hoy intentan superar la crisis
que los ha golpeado con extrema dureza.
Por Jorge Molina
Fueron el prototipo del hombre exitoso. En los ochenta, los patrones de
pesca, con
sus barcos rebalsados de jureles, eran sinónimo de sueldos millonarios
y farras
memorables. Hoy, hablar de ese esplendor es un tema tabú, pues la
crisis del
recurso los ha golpeado demasiado fuerte.
Los hombres que se caracterizaron por sus grandes casas, televisores en
cada
pieza, vacaciones en el extranjero, autos último modelo y gruesas
cadenas de oro
evitan hablar de aquella época. Sin embargo, quienes sí recuerdan
con nostalgia
esos años son aquellos que recibieron el dinero producido por el
jurel.
El barrio chino de Talcahuano, donde están las "casas del ambiente",
como dicen
ellos, no los olvida. Llegaban con toda su tripulación y las cerraban.
Beber juntos
era indispensable para ganarse su confianza. Los fajos de billetes salían
tan rápido
como bajaba el nivel de las botellas. Sus peleas y líos amorosos
eran memorables,
y hasta la policía les temía. Muchos partían de allí
directo al lugar de zarpe.
AUGE
Para el gerente de la Cámara de Comercio de Talcahuano, Pablo Echeverry,
eran
los clientes más fieles. Se llevaban los productos más caros
y en cantidades que
asombrarían incluso a cualquier millonario. En los restaurantes
corrían los vinos
finos y el whisky.
Con sueldos mensuales por sobre los 20 millones de pesos todo estaba a la mano.
Ni hablar de la competencia por la mejor casa o el mejor auto. Poco a poco
fueron
ocupando los mejores barrios de Concepción, donde instalaron a sus
esposas e
hijos, mientras ellos realizaban su vida en el puerto, con sus pares. Algunos
arquitectos tuvieron serios problemas para hacerles entender que el diseño
que
deseaban construir era imposible técnicamente.
Y aunque no conocían de arte, sí sabían que era "culto"
tener cuadros de pintores
famosos en las paredes de la casa. Los artistas más favorecidos
eran los que
pintaban marinas, el motivo más recurrente de sus adquisiciones.
Lo que no perdonaban era un viaje de vacaciones familiar. Miami y Cancún,
sus
destinos favoritos. Algunos comerciantes de Miami todavía recuerdan
con cariño a
esos chilenos simpáticos que se lo compraron todo sin regatear.
Una cosa era la vida fácil cuando se dejaba el barco, pero arriba
las jornadas eran
duras y no exentas de peligro.
Rodolfo Silva es un viejo lobo de mar, de esos con tatuaje en el brazo
y el rostro
curtido y partido por el aire salino. Empezó como tripulante en
los años 60 y poco
a poco fue escalando hasta tener su propio barco. Cuenta que cuando empezó
a
pescar, en naves de 300 a 400 toneladas, existía sobre ellos una
veda natural,
porque no podían salir a alta mar cuando existía mal tiempo,
lo que permitía que se
cumplieran los ciclos de crecimiento del jurel.
Todo eso cambió con la llegada de los "barcos biónicos",
de mayor autonomía y
con una capacidad promedio de 1.200 toneladas. Se acabaron los días
de
descanso y hasta el día de San Pedro, en el que se hacía
una procesión de barcos
por la bahía, dejó de celebrarse, porque había que
seguir pescando. Silva asegura
que uno de sus pares, a quien no quiso identificar, ostenta un récord
Guinness por
haber desembarcado 14 mil toneladas del mejor jurel en solo un mes.
Quienes pagaron el mayor costo fueron las familias. Muchos terminaron separados.
Sus esposas no aguantaron sus interminables farras, ya que sólo
llegaban a la casa a
dormir. Menos aún que instalaran a sus amantes con casa y auto.
Y a veces era
más de una.
Aunque son extremadamente cerrados y de origen muy humilde, tienen claro
la
importancia de la educación. Es que la mayoría de ellos llegaron
a ser patrones
gracias a su sacrificada experiencia de vida, escalando peldaños
a punta de
esfuerzo. Por eso no escatiman en dársela a sus hijos en los mejores
colegios,
porque desean que sean profesionales universitarios. La crisis del jurel
también los
ha golpeado en esa aspiración.
DECADENCIA
Los tiempos de abundancia terminaron abruptamente. El jurel no soportó
tanta
depredación. Además, fenómenos como El Niño
terminaron por agotar la mina de
oro. Y las sucesivas vedas que se han decretado desde 1997 reflejan la
escasez de
recurso.
Así, los sueldos se redujeron a la mitad. Los patrones de pesca
debieron mudarse a
viviendas más modestas y definitivamente racionalizar los gastos
para sobrevivir.
No les fue fácil tener que vender pertenencias que tan caro les
costaron a precio de
verdadera liquidación. La crisis ha sido cruel para quienes nunca
imaginaron el
ocaso del jurel.
La falta de dinero se nota en el escaso movimiento del comercio de Talcahuano,
aunque quienes más lloran el cambio son las casas de vida alegre
que hoy
languidecen. Muchas de ellas han cerrado ante la falta de tan asiduos y
generosos
visitantes.
La necesidad los ha impulsado a asumir riesgos, como operar en zonas que
les
están prohibidas, siempre atentos a las fiscalizaciones de la autoridad
marítima. Los
conflictos no son pocos con los pescadores artesanales, quienes les cortan
las
redes cuando entran en sus cinco millas exclusivas.
Cuentan que en la zona de Valdivia se han registrado enfrentamientos armados
por
la disputa de las aguas, aunque públicamente nadie lo reconoce.
Los propios trabajadores del sector admiten sus culpas. Según Hugo
Roa,
miembro del Consejo Nacional de Pesca, el suyo es un oficio en el que no
existe
previsión por el futuro. "Sólo se vive de lo que hay en el
momento, aprovechando
lo que les da el mar y pensando siempre que mañana las cosas van
a estar mejor o,
por lo menos, igual", comenta.
Ahora están pagando el precio que les impone la veda, pero no reniegan
ni de lo
comido ni de lo bailado...
Restricción
La primera veda del jurel, decretada el 7 de abril de 1997 por espacio
de 20 días,
fue el primer anuncio de que las cosas estaban cambiando. En 1996 se llegó
a
pescar casi cuatro millones de toneladas de este recurso, lo que equivalía
al 55 %
de los embarques pesqueros del país. Durante el año pasado,
la pesca del jurel no
alcanzó a los tres millones de toneladas.
La prohibición de pescar se decreta cuando la especie no supera
la talla mínima
permitida para la extracción, que es de 26 centímetros. La
idea es permitir la
renovación del recurso.
Hoy existe una nueva veda y sólo se permite su extracción
para el consumo
humano. La medida tiene por objetivo posibilitar la operación de
plantas
elaboradoras y de la flota que generan un alto número de empleos,
principalmente
en las regiones de Atacama, Coquimbo y Biobío. La cantidad máxima
para
capturar bajo esta modalidad es equivalente a 40 mil toneladas mensuales.
La situación ha golpeado seriamente al comercio de Talcahuano y
no son pocos los
negocios que han debido bajar sus cortinas por falta de poder adquisitivo.
La crisis
también ha afectado muy fuerte a tripulantes y motoristas, que no
ganaban tanto
como los patrones. Muchos de ellos han debido sacar a sus hijos de los
colegios
particulares y restringir sus gastos, a la espera de que la situación
mejore.
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