Santiago de Chile, Miércoles 15 de Marzo de 2000
 

             Los Millonarios en Veda

             Los patrones de pesca que explotaron el recurso ganaban hasta 20 millones
             de pesos al mes. Sus célebres farras hacían temblar las casas alegres de
             Talcahuano. Odiados y envidiados por igual, hoy intentan superar la crisis
             que los ha golpeado con extrema dureza.
 

             Por Jorge Molina

             Fueron el prototipo del hombre exitoso. En los ochenta, los patrones de pesca, con
             sus barcos rebalsados de jureles, eran sinónimo de sueldos millonarios y farras
             memorables. Hoy, hablar de ese esplendor es un tema tabú, pues la crisis del
             recurso los ha golpeado demasiado fuerte.

             Los hombres que se caracterizaron por sus grandes casas, televisores en cada
             pieza, vacaciones en el extranjero, autos último modelo y gruesas cadenas de oro
             evitan hablar de aquella época. Sin embargo, quienes sí recuerdan con nostalgia
             esos años son aquellos que recibieron el dinero producido por el jurel.

             El barrio chino de Talcahuano, donde están las "casas del ambiente", como dicen
             ellos, no los olvida. Llegaban con toda su tripulación y las cerraban. Beber juntos
             era indispensable para ganarse su confianza. Los fajos de billetes salían tan rápido
             como bajaba el nivel de las botellas. Sus peleas y líos amorosos eran memorables,
             y hasta la policía les temía. Muchos partían de allí directo al lugar de zarpe.

             AUGE

             Para el gerente de la Cámara de Comercio de Talcahuano, Pablo Echeverry, eran
             los clientes más fieles. Se llevaban los productos más caros y en cantidades que
             asombrarían incluso a cualquier millonario. En los restaurantes corrían los vinos
             finos y el whisky.

             Con sueldos mensuales por sobre los 20 millones de pesos todo estaba a la mano.

             Ni hablar de la competencia por la mejor casa o el mejor auto. Poco a poco fueron
             ocupando los mejores barrios de Concepción, donde instalaron a sus esposas e
             hijos, mientras ellos realizaban su vida en el puerto, con sus pares. Algunos
             arquitectos tuvieron serios problemas para hacerles entender que el diseño que
             deseaban construir era imposible técnicamente.

             Y aunque no conocían de arte, sí sabían que era "culto" tener cuadros de pintores
             famosos en las paredes de la casa. Los artistas más favorecidos eran los que
             pintaban marinas, el motivo más recurrente de sus adquisiciones.

             Lo que no perdonaban era un viaje de vacaciones familiar. Miami y Cancún, sus
             destinos favoritos. Algunos comerciantes de Miami todavía recuerdan con cariño a
             esos chilenos simpáticos que se lo compraron todo sin regatear.

             Una cosa era la vida fácil cuando se dejaba el barco, pero arriba las jornadas eran
             duras y no exentas de peligro.

             Rodolfo Silva es un viejo lobo de mar, de esos con tatuaje en el brazo y el rostro
             curtido y partido por el aire salino. Empezó como tripulante en los años 60 y poco
             a poco fue escalando hasta tener su propio barco. Cuenta que cuando empezó a
             pescar, en naves de 300 a 400 toneladas, existía sobre ellos una veda natural,
             porque no podían salir a alta mar cuando existía mal tiempo, lo que permitía que se
             cumplieran los ciclos de crecimiento del jurel.

             Todo eso cambió con la llegada de los "barcos biónicos", de mayor autonomía y
             con una capacidad promedio de 1.200 toneladas. Se acabaron los días de
             descanso y hasta el día de San Pedro, en el que se hacía una procesión de barcos
             por la bahía, dejó de celebrarse, porque había que seguir pescando. Silva asegura
             que uno de sus pares, a quien no quiso identificar, ostenta un récord Guinness por
             haber desembarcado 14 mil toneladas del mejor jurel en solo un mes.

             Quienes pagaron el mayor costo fueron las familias. Muchos terminaron separados.
             Sus esposas no aguantaron sus interminables farras, ya que sólo llegaban a la casa a
             dormir. Menos aún que instalaran a sus amantes con casa y auto. Y a veces era
             más de una.

             Aunque son extremadamente cerrados y de origen muy humilde, tienen claro la
             importancia de la educación. Es que la mayoría de ellos llegaron a ser patrones
             gracias a su sacrificada experiencia de vida, escalando peldaños a punta de
             esfuerzo. Por eso no escatiman en dársela a sus hijos en los mejores colegios,
             porque desean que sean profesionales universitarios. La crisis del jurel también los
             ha golpeado en esa aspiración.

             DECADENCIA

             Los tiempos de abundancia terminaron abruptamente. El jurel no soportó tanta
             depredación. Además, fenómenos como El Niño terminaron por agotar la mina de
             oro. Y las sucesivas vedas que se han decretado desde 1997 reflejan la escasez de
             recurso.

             Así, los sueldos se redujeron a la mitad. Los patrones de pesca debieron mudarse a
             viviendas más modestas y definitivamente racionalizar los gastos para sobrevivir.
             No les fue fácil tener que vender pertenencias que tan caro les costaron a precio de
             verdadera liquidación. La crisis ha sido cruel para quienes nunca imaginaron el
             ocaso del jurel.

             La falta de dinero se nota en el escaso movimiento del comercio de Talcahuano,
             aunque quienes más lloran el cambio son las casas de vida alegre que hoy
             languidecen. Muchas de ellas han cerrado ante la falta de tan asiduos y generosos
             visitantes.

             La necesidad los ha impulsado a asumir riesgos, como operar en zonas que les
             están prohibidas, siempre atentos a las fiscalizaciones de la autoridad marítima. Los
             conflictos no son pocos con los pescadores artesanales, quienes les cortan las
             redes cuando entran en sus cinco millas exclusivas.

             Cuentan que en la zona de Valdivia se han registrado enfrentamientos armados por
             la disputa de las aguas, aunque públicamente nadie lo reconoce.

             Los propios trabajadores del sector admiten sus culpas. Según Hugo Roa,
             miembro del Consejo Nacional de Pesca, el suyo es un oficio en el que no existe
             previsión por el futuro. "Sólo se vive de lo que hay en el momento, aprovechando
             lo que les da el mar y pensando siempre que mañana las cosas van a estar mejor o,
             por lo menos, igual", comenta.

             Ahora están pagando el precio que les impone la veda, pero no reniegan ni de lo
             comido ni de lo bailado...

             Restricción

             La primera veda del jurel, decretada el 7 de abril de 1997 por espacio de 20 días,
             fue el primer anuncio de que las cosas estaban cambiando. En 1996 se llegó a
             pescar casi cuatro millones de toneladas de este recurso, lo que equivalía al 55 %
             de los embarques pesqueros del país. Durante el año pasado, la pesca del jurel no
             alcanzó a los tres millones de toneladas.

             La prohibición de pescar se decreta cuando la especie no supera la talla mínima
             permitida para la extracción, que es de 26 centímetros. La idea es permitir la
             renovación del recurso.

             Hoy existe una nueva veda y sólo se permite su extracción para el consumo
             humano. La medida tiene por objetivo posibilitar la operación de plantas
             elaboradoras y de la flota que generan un alto número de empleos, principalmente
             en las regiones de Atacama, Coquimbo y Biobío. La cantidad máxima para
             capturar bajo esta modalidad es equivalente a 40 mil toneladas mensuales.

             La situación ha golpeado seriamente al comercio de Talcahuano y no son pocos los
             negocios que han debido bajar sus cortinas por falta de poder adquisitivo. La crisis
             también ha afectado muy fuerte a tripulantes y motoristas, que no ganaban tanto
             como los patrones. Muchos de ellos han debido sacar a sus hijos de los colegios
             particulares y restringir sus gastos, a la espera de que la situación mejore.
 
 

                            © 2000 Empresa El Mercurio S.A.P