DEBERES DEL GENIO por Manú

11  :  -No se siente obligado a proceder como los demás.

 

Cualquier persona genial no solamente no se siente obligada a proceder como las demás personas normales y vulgares, sino que a lo que se siente obligada es a no hacerlo.

Porque un genio ni sabe ni puede proceder nunca por imitación; sino que en toda acción a realizar busca su razón de ser, y actúa en consecuencia, tanto si coincide como si no coincide con lo que suelan hacer los demás.

Puede explicarse esta conducta personalista del genio porque éste carece del instinto gregario e imitativo de las demás personas, que reciben sus pautas de comportamientos de los individuos veteranos de la cultura a que pertenezcan. Y como no existe Cultura Genial, ni tampoco existen genios veteranos, el genio joven y solitario no tiene de quién aprender más que de sí mismo.

También se deduce la conducta personalista de la constatación de resultados:

Las personas normales hacen las cosas normales y vulgares, pero no realizan obras geniales. Pero si los genios se sienten obligados a hacer obras geniales, tendrán que aplicarse a actividades extraordinarias y enfrentarse a problemas también extraordinarios.

Y no solamente eso: Cada día solar medio tiene 24 horas para todo el mundo, y si las personas geniales tuvieran que hacer lo mismo que hace todo el mundo, ¿de dónde sacarían tiempo para realizar sus obras geniales? No hay pues más remedio que hacer lo que cada cual cree que debe hacer, coincida o no con lo que hagan los demás.

Lo que todo genio debe tener muy claro es que no está perdiendo el tiempo al hacer lo que hace, sino que sus tareas son útiles en sí mismas y se acercan a resultados cada vez más útiles. Imaginemos a una persona que intuyera una nueva línea de investigación en la lucha contra el cáncer: Sus tareas es esta dirección son y serán siempre útiles en sí mismas cualesquieras que fueren los primeros e inmediatos resultados; y si además percibiera alguna perspectiva alentadora en su trabajo, su deber es seguir investigando hasta conseguir sus objetivos, tanto si es un genio como si no.

Lo que cualifica a una persona como genial es el propósito que haya asumido como la suprema razón de toda su vida, por encima de todas las demás cosas.

El propósito tendrá que ser a ojos de la persona que lo asume suficientemente importante como para ofrendarle su propia vida en servicio, aunque nadie más perciba su importancia ni comparta las razones de su entrega personal a estas tareas que el propósito le exige. Mendel era un fraile que dedicó su vida a ver si podía descubrir las leyes genéticas de la herencia biológica, en un tiempo en que nadie más en su convento podía entender la importancia de ese propósito.

Así es siempre. Si una persona genial se dedicara a investigar la curación del cáncer todo el mundo le respetaría, pues todos entendemos y comprendemos la importancia de ese propósito, pero si a esa persona genial lo que le fascina es averiguar por qué las plantas tienen color verde, o si el cero matemático es lo mismo que la nada, o cualquier otro problema que no es ningún problema para la gente normal, nadie le considerará como genio hasta que los resultados de sus trabajos fueren evidentes para una élite, y después sean proclamados.

Todos y cada uno de los pasos que ha avanzado la Humanidad desde la selva africana hasta la bomba atómica y la Luna es obra de la serie continua de los genios, y sin embargo la Historia apenas conoce sólo a una cuantas docenas.

Porque por esencia y definición la vida de toda persona genial es y tiene que ser siempre la vida de un ser desconocido.

M a n ú

 

12  :  -Acepta responsabilidades.

Una de las más profundas características diferenciales entre los dos grupos en que puede dividirse a los seres humanos en razón de su edad infantil o adulta es su capacidad o incapacidad para asumir responsabilidades.

La inmensa mayoría de los niños no pueden asumir responsabilidades que no comprenden; pero la inmensa mayoría de los adultos tampoco, -y todo se les vuelve excusas y coartadas para no responsabilizarse de los deberes fallidos que se habían comprometido a cumplir-. Esta actitud irresponsable es ya tan general que nos hace pensar que la humanidad en su conjunto está volviendo a su primera infancia.

Pero también es cierto que hay niños muy responsables de sus deberes y hay también adultos que también lo son. Cualquiera que sea su edad las personas geniales se encuentran siempre entre ellos; pues su capacidad de comprender las razones que obligan a asumir responsabilidades para la buena marcha de cualquier empresa es una de sus características más profundas.

Las motivaciones que inducen a una persona genial a asumir una obligación o un deber determinados son casi siempre de índole metafísica, en el sentido de que "alguien tiene que hacerlo"; es la suya una respuesta personal a hacer el Bien por el Bien mismo, asumiendo así una cierta característica sobrehumana y providente respecto a seres y cosas que están necesitando esa providencia.

La auténtica responsabilidad no está motivada por el miedo al posible castigo que sobrevendría al incumplir una obligación, sino por la apropiación personal de su cumplimiento como de un dominio propio donde se ejerce un señorío.

Cuando descubren en alguien esta actitud, siempre les resulta odiosa a todos los irresponsables. Pues piensan como esclavos y creen que todo aparente esclavo debe incumplir toda responsabilidad y nunca debería actuar como si fuera un dueño. No comprenden que el honesto ejercicio de una función es el mayor y más legítimo título de propiedad y de dominio. Y lo único que permite al mundo humano no convertirse en una jungla.

Toda toma de responsabilidades es una limitación de la libertad personal; pero es que toda persona genial piensa de la libertad bastante peor de lo que creen las personas vulgares: "¿Libertad Para Hacer Qué?" La libertad debe tener una finalidad que la justifique. Incluso los animales justifican su libertad en razón de la necesidad de buscar su alimento. Sólo los humanos irresponsables creen en su derecho a la libertad para no hacer nada y sólo para perder el tiempo.

Pero las personas geniales están convencidas de que su tiempo es demasiado escaso y precioso para malgastarlo en necedades y vulgaridades, y por eso se comprometen con empresas y tareas que consideran útiles y necesarias hasta el último minuto de sus días.

M a n ú

 

13  :  -Capaz de implementar nuevas ideas frente a las dificultades.

 

Quien piense que un genio es una persona sin problemas está completamente equivocado. Al genio le cuesta tanto trabajo resolver sus problemas como a cualquiera; y a veces también como a otro cualquiera se le queda la mente en blanco y no se le ocurre absolutamente nada para resolver alguna dificultad.

Lo que un genio no hace nunca es rendirse ante las dificultades y resignarse a que las cosas tengan que ser necesariamente como suelen ser. La actitud del genio es una profunda seguridad en la expresión "algo se me ocurrirá", lo que significa una total confianza en su subconsciente y en los recursos de éste.

Normalmente la idea salvadora emerge en el momento adecuado; pero aunque no parezca ocurrir así, algo cambia en su actitud respecto al problema, a veces muy tangencialmente, y ese cambio activa algún nuevo factor desatendido que aporta algún tipo de solución al problema en sí mismo o a otro que lo estuviera condicionando. La vida real es mucho más compleja que la simple dialéctica de unos problemas y unas soluciones; sino que el conjunto vital interactúa con cada una de sus partes; y elementos que en una visión simplista no tienen que ver nada entre sí se convierten en decisivos en un momento dado para salvar un obstáculo o resolver una dificultad. El genio sabe esto, y a veces entiende que le es conveniente cambiar de tarea, o distraerse o jugar a algo casi infantil, para permitir que su propia y oculta dinámica mental -(y tal vez también la otra gran dinámica incomprensible que es la del destino)- tengan tiempo y ocasión para efectuar sus operaciones internas, que convergerán en una feliz solución.

Todos los genios son intemporales: No pertenecen a sus épocas, y están libres por tanto de las teorías de realidad que circulan a su alrededor. El Destino es para ellos una entidad viva y operativa que suplementa a la racionalidad para poder comprender a lo incomprensible, y para poder alcanzar a lo inalcanzable.

Todo genio esta seguro de que en última instancia siempre ocurrirá un milagro que por azar pondrá a su alcance la solución. Esta visión cosmológica ha sido siempre su gran secreto cara a sus colaboradores y sus contemporáneos, y es lo que le permite a la persona genial esperar contra toda esperanza y seguir en sus tareas. También es lógico: Se trata de una "selección natural" que hace la inteligencia abstracta para evitar que sus valores caigan en las manos indignas de la gente que se cansa demasiado pronto.

M a n ú

 

14  :  -Se maneja con lo que hay y no con objetos ideales.

 

Una característica muy observable en todos los tontos es la gran cantidad de requisitos y detalles que necesitan y exigen previamente para hacer cualquier tontería. Si por ejemplo se comprometen a hacer un simple detergente o algún vulgar insecticida piden que se ponga a su disposición un complejo y moderno laboratorio con microscopio electrónico incluido, -y luego no les sale bien el experimento ni por más veces que lo intenten-.

La tontez es barroca. Encambio la inteligencia es muy sobria y austera y tiende en todo momento a aviarse con lo primero que encuentra a mano. La razón de esta sobriedad de medios podemos encontrarla en el hecho de que el trabajo inteligente es primordialmente mental e imaginativo; y que sólo después de comprender la situación y de plantearse correctamente el problema, diseña la estructura física o material que puede resolverlo. Y obviamente la materia que se elija para construir una estructura puede variar muchísimo de precio sin que varíe por eso su función. El tonto se va siempre a lo más caro. El inteligente a lo más barato.

A algunas personas les molesta que estemos utilizando la palabra "genio" para referirnos en realidad a las personas simplemente inteligentes. Pero es que lo que no es "genial" es "normal", mientras que lo que no es "inteligente" es "tonto"  -(o "imbécil" o "idiota" o "estúpido" o "cretino", o algo parecido)-, con lo que los dos planos en que quedaría de todos modos repartido el personal intelectivo podrían resultarles incluso más molestos a las personas normales.

Así que es preferible subir el listón que rebajar a nadie; y dejar que los genios estén en la estratosfera para evitarnos a los demás el tener que descender a la subnormalidad.

Lo cierto y verdad es que contar en tu empresa con un personal genial es más barato -por muy altos que sean sus honorarios- que tener un personal normal.

Y es que lo que no se va en lágrimas se va en suspiros. Los desperdicios en materiales valiosos que se gastan en cualquier empresa "normalmente" llevada son tan prohibitivos, que se prefiere con mucho gusto pagar más para perder menos. O incluso para ganar algo, -que es una posibilidad que siempre existe cuando se trabaja con genios-.

M a n ú

 

15  :  -Conducta orientada al bien.

 

Toda persona inteligente es esencialmente buena, -pues la inteligencia sabe y reconoce que la Bondad le va a proporcionar siempre la máxima rentabilidad-.

Simétricamente, toda persona estúpida es esencialmente mala, -pues Maldad es el remanente de Animalidad que aún queda en la base somática simiesca del ser humano-, y la característica de la Animalidad es la carencia de inteligencia personalizada. El animal participa de la Instintividad de su especie, pero carece de autonomía intelectiva.

La rentabilidad del Bien está en su propia definición, -los bienes son buenos-, y se extiende a todas sus actividades y positivas consecuencias: La actividad del Bien es el Buen Hacer, y su resultado positivo es Lo Bien Hecho.

Todas las personas inteligentes están pues orientadas al Bien para conservar su salud y sus riquezas y para aumentarlas. Aspiran a los bienes materiales y a los bienes espirituales, -culturales, estéticos, morales, éticos, metafísicos-, de forma individual primeramente y después de forma colegiada, si fuera posible.

En el estadio actual de la civilización humana la colegialización del Bien apenas es posible, por la coexistencia de la Animalidad y de la Inteligencia en todas las áreas geográficas. La situación de las personas a las que el Bien rentabiliza su bondad y su buen hacer con bienes materiales y con bienes espirituales es la de una ciudad sitiada por las hordas bárbaras ansiosas de pillaje y de saqueo.

Todos disimulan lo más posible pero ése es el verdadero estado de la cuestión.

La colegialización del Bien sólo es posible en ausencia de parásitos sociales;  cuando cada cual aporta al Bien Común según sus fuerzas, y recibe del Bien Común según sus necesidades.

Contra esa fórmula -única justa y válida y viable- aúlla el parasitismo desde un polo al otro reclamando su pitanza en razón de un supuesto parentesco divino y humano, según el cual todos somos hijos de Dios y hermanos específicos.

Pero como oficialmente Dios ya no existe, mal podríamos ser hijos suyos. Y lo de pertenecer a la misma especie biológica vale tres cuartos de lo mismo:

No existe ni una sola especie biológica en todo el mundo que reparta sus bienes.

M a n ú