Albizu Campos y el desarrollo de la conciencia nacional puertorriqueña en el siglo XX.
Manuel Maldonado-Denis.


Programa.

Adelantándose por mucho a la tesis de que somos "puente entre dos culturas" Albizu Campos define el problema con acumen. De lo que se trata es de hacer a los países de la América Nuestra siguiendo el modelo de Puerto Rico. O lo que no es sino el mismo léxico contemporáneo, "estabilizar" a la América Latina. De ahí que la solidaridad continental sea indispensable como condición previa para una América Latina unida, fuerte e independiente. Si, como rezaba la famosa sentencia de Juárez, "el respeto al derecho ajeno es la paz", no podrá haber paz en el hemisferio mientras haya un solo país -en este caso Puerto Rico- que aún se halle bajo la coyunda colonial que le ha sido impuesta. La causa de Puerto Rico es la causa continental porque en nuestra patria se juega el destino -no sólo de su independencia, sino de la independencia de todos los países del hemisferio al sur dl Río Grande.

Lo que está en juego en Puerto Rico es algo más que la mera independencia. Se está jugando el destino de un pueblo, la supervivencia de una nacionalidad. De lo que se trata es de si habremos de continuar siendo puertorriqueño o no. Ése es el dilema. A Albizu Campos no le cabía la menor duda de que éramos una nación. Según la definición que él nos ofrece acerca de lo que es una nacionalidad en El Nacionalista allá por la cuarta década, ésta "no sólo es la unidad étnica, cultural y religiosa de la sociedad humana, sino también de la comunidad de sus intereses materiales sobre un territorio determinado, en el cual sus propios hijos sean dueños y señores". Dada esta definición, era forzoso el rescate del patrimonio nacional enajenado a manos norteamericanas. Forzoso era desarrollar también un instrumento político capaz de llevar a cabo una táctica y estrategia que pudiese rescatar el patrimonio nacional enajenado como medio de defensa para la preservación de la nacionalidad. Albizu Campos considera que dicho instrumento es el Partido Nacionalista, toda vez que el "nacionalismo puertorriqueño es la patria organizada para el rescata de su soberanía".

El 11 de mayo de 1930 se lleva a cabo la asamblea general del Partido Nacionalista en el Ateneo Puertorriqueño. El juramento tomado al final de la asamblea da una idea de la nueva orientación que habrá de imprimirle su recién electo presidente, Pedro Albizu Campos: "Juramos aquí solemnemente que defenderemos el ideal nacionalista y que sacrificaremos nuestra hacienda y nuestra vida, si fuera preciso, por la independencia de nuestra patria". El programa aprobado en dicha asamblea es uno de carácter netamente nacionalista y antiimperialista. Todo ello concorde con la serie de artículos que sobre el problema económico de Puerto Rico escribiría el prócer nacionalista en el periódico El Nacionalista y donde expresa lo siguiente:

La nación no puede existir sin la posesión de toda su riqueza material. La agricultura, la industria, el comercio, las comunicaciones, franquicias y toda forma de riqueza tiene que estar en manos nativas para poder asegurar la vida de la nacionalidad. Las compañías de segur, las instituciones bancarias, y todo organismo dedicado a la movilización de la riqueza, forzoso es que pertenezca a intereses nacionales.

Si para adquirir independencia económica dentro del coloniaje, hay que imponer la independencia política, por las armas si fuera necesario, cuando la nación goza de su plena soberanía, para garantizar su existencia como Estado independiente, tiene que nacionalizar su riqueza y no permitir que elemento extranjeros se adueñen de ella.

Recordemos que andamos por la cuarta década. Es la década de la gran depresión del sistema capitalista mundial. Todo el andamiaje que había sostenido el capitalismo hasta el momento parece tambalearse. Como colonia norteamericana, Puerto Rico, sufre profundamente el estremecimiento que lanzará a miles de desempleados a las calles y que causará la ruina de los pequeños comerciantes y agricultores. En la metrópoli la crisis misma es propicia para el acceso al poder de una administración demócrata comprometida con un "Nuevo Trato" para los Estados Unidos y una política de "Buen Vecino" para el continente sudamericano. A partir de 1922 entraremos en una nueva fase del imperialismo: la fase reformista que trasciende aquella denominada "imperialismo del descuido" por ese agudo estudioso que es el profesor Gordon K. Lewis. Es la fase de la ayuda federal a través de programas tales como la PRA y la PRERA; es el advenimiento de los liberales novotratistas como Ernest Gruening y, más tarde , Rexord Guy Tugwell.

En realidad nada cambiará de manera esencial. Influido aparentemente por el triunfo reciente de las fuerzas republicanas en España, Albizu Campos decide lanzar su partido a la contienda electoral de 1932. Pero ya en las declaraciones de la Junta Nacional del Partido Nacionalista (18 de mayo de 1931) vemos con cuán escepticismo veía dicha agrupación las elecciones coloniales a punto de celebrarse. Dicen dichas declaraciones:

Todo poder imperial realiza sus atropellos invocando siempre los principios de la justicia. Estados Unidos tiene la forma de comparar sus propósitos más nefastos con las dulces palabras de igualdad, fraternidad, libertad, democracia, etc.

Eso de movilizar cada cuatro años la opinión pública a todo el electorado, y gastar cuantiosas sumas de dinero en elecciones, sirve solamente para mantener otra farsa de que existe el sufragio en Puerto Rico.

El sufragio existe donde hay un régimen de libertad que depende de un régimen de derecho, o sea de un régimen responsable a los gobernadores y que emana de su voluntad.

El Partido Nacionalista pondrá a prueba si existe o no el sufragio en Puerto Rico y colocará a prueba el régimen en forma definitiva cuando decrete la Convención Constituyente de la República al obtener el voto de las mayorías.

Esta posición se reitera en el Manifiesto del Partido Nacionalista con motivo de las elecciones de 1932 dado a la publicidad el 2 de noviembre de ese año. Mucho han dicho los detractores de Albizu Campos sobre el resultado de dichas elecciones en términos de lucha del Partido Nacionalista. No cabe duda que fue muy desalentador el resultado: cinco mil y pico de votos para el Partido Nacionalista y unos quince mil para Albizu Campos. (No debemos olvidar, sin embargo, que el Partido Liberal capitaneado por Barceló, con un programa netamente independentista como plataforma, logra obtener un total de 170168 votos en dichas elecciones. Ello da una muestra de la verdadera fuerza de los independentistas, toda vez que no podemos separar el ala reformista del ala revolucionaria, dentro del sector pro independencia.) Albizu Campos se reafirma en su creencia de que el único camino hacia la liberación de Puerto Rico es el de la vía revolucionaria. En palabras que hoy nos traen ecos de Frantz Fanon, nos advierte contra el problema de la colonización de un pueblo al indicarnos: "A ningún imperio conviene ejercer la tiranía abiertamente, y siempre usa para el ejercicio de su despotismo a los naturales de la nación intervenida...Como ningún imperio puede mantenerse sin la cooperación de los naturales del país ocupado por la fuerza, se sirven de ellos pero los desprecian". (El Mundo, 24 de junio de 1933.) Y al comentar sobre las elecciones recién celebradas indica asimismo la auténtica faz desmoralizadora del colonialismo al apuntarnos:

Puerto Rico presenta el cuadro de un naufragio de los valores humanos más preciados: el honor, el patriotismo, el sacrificio. El imperialismo yanqui en lo moral, nos ha concluido el desprecio de nosotros mismos; en lo material, de propietarios nos ha convertido en peones, y de peones en mendigos sentenciados a muerte.

El nacionalismo es la única salvación porque hace renacer en cada uno de nosotros la conciencia de un hombre libre para quien la dignidad humana no tiene precio, y quien no pueda concebir porque no tenga él el derecho a regir los destinos de sus hijos o de su patria.

De ahí en adelante el prócer nacionalista emprende su peregrinación definitiva. Como Lutero en su momento no puede sino exclamar: "Aquí me planto. No puedo hacer otra cosa". Y comienza el período de la conspiración, de la represión y de la muerte...

Queda definitivamente sentado el principio de que "la lucha electoral es una farsa El prócer ponceñoperiódica para mantener dividida a la familia puertorriqueña". (El Mundo, 28 de junio de 1933), así como el alcance de su famosa sentencia: "el triunfo de los puertorriqueños sobre los puertorriqueños es la derrota de la patria". Y con motivo de la toma de posesión del gobernador colonial Robert H. Gore diría: "el despotismo no tiene sanción y se ridiculiza cuando la invoca. El despotismo es sólo respetable cuando habla por boca de sus cañones". (El Mundo, 11 de julio de 1932) Está sentado así que el régimen colonial es por su propia naturaleza uno de carácter despótico que puede someterse únicamente por medio de la fuerza. Cada día más se va convenciendo el prócer ponceño que no existe otra alternativa ante dicho acto de fuerza que el uso de la violencia revolucionaria. Su labor proselitigadora continúa. En 1934 es llamado por los obreros de la caña para que les represente con motivo de la huelga iniciada por éstos contra los grandes intereses de las compañías azucareras norteamericanas. Su figura adquiere una enorme popularidad. Miles acuden a escuchar su verbo vibrante y enaltecedor. La labor organizativa para el logro de una organización rebelde capaz de poner en jaque al sistema colonial comienza a cobrar impulso. En la Universidad de Puerto Rico se organiza la Federación Nacional de Estudiantes Puertorriqueños.



La matanza de Río Piedras.

Estamos en 1935. El coronel Riggs, jefe de la policía colonial, hace saber que los nacionalistas tendrán "guerra y más guerra" bajo su incumbencia. El 24 de octubre de 1935 se cumple su profecía. Existe gran agitación en la Universidad de Puerto Rico con motivo de una asamblea estudiantil que habrá de celebrarse. La policía tiende un cerco a la Universidad. Cerca de la calle Brumbaugh de Río Piedras un grupo de nacionalistas es interceptado por la policía. El carro en que viajan es acribillado a balazos. Mueren como resultado de lo que más tarde habría de designarse como "la matanza de Río Piedras" cuatro nacionalistas: Ramón S. Pagán, Pedro Quiñones, Eduardo Rodríguez Vera y José Santiago. Otro, Dionisio Pearson, resulta gravemente herido. Aparte de ello muere en la balacera un ciudadano que era inocente a los hechos. La policía alega defensa propia y muestra a uno de sus hombres heridos. Ni uno solo de los policías que participan en el ametrallamiento es acusado. Al contrario, muchos de los oficiales envueltos son ascendidos. Albizu Campos concurre a despedir el duelo de los cuatro nacionalistas. Sus palabras revelan con mediana claridad su compromiso: "La escuela del heroísmo conminará eternamente a la escuela de la fuerza y la aplastará...Juremos que cuando llegue el momento sabremos morir como héroes, porque el heroísmo es la única salvación que tienen tanto los individuos como las naciones"(El Mundo, 25 de octubre de 1936).

Era, en efecto, la guerra. La guerra desigual entre un imperio en el apogeo de su poderío y un pequeño grupo de patriotas que sólo podían mostrar ante el mundo su valor y su sentido de sacrificio.

El 23 de febrero de 1936 dos jóvenes nacionalistas, Hiram Rosado y Elías Beauchamp, ejecutan al coronel Riggs en respuesta a la Masacre de Río Piedras. Llevados al cuartel de la policía de la calle San Francisco de San Juan son allí acribillados a balazos por la policía, que alega defensa propia. Ante la tumba de los héroes puertorriqueños pronunciará Albizu Campos uno de sus más memorables discursos. Escuchémosle:

El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es un supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. De nada vale un pueblo estar lleno de vitalidad, y de sabiduría si le falta el valor. Porque el valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa serena y tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad.

Para entrar en la inmortalidad hay una sola entrada: la puerta del valor que conduce al sacrificio por una suprema causa. Hay que sacrificarse por la independencia de la patria.



Juicio a Albizu.

En este momento Albizu Campos es ya demasiado peligroso para la metrópoli. La administración liberal de Roosevelt decide enjuiciarlo bajo las leyes norteamericanas referentes al delito de "sedición". Todo el andamiaje metropolítico es movilizado con el propósito de lograr el encarcelamiento del Maestro Nacionalista y del alto liderato de su partido. En el primer juicio celebrado (14 de julio de 1936) el jurado no logra ponerse de acuerdo. El segundo juicio comienza bajo menores auspicios: diez norteamericanos y dos puertorriqueños lo componen. En su selección participa directamente el gobernador colonial Winship conjuntamente con el fiscal federal Cecil Snyder. Esta vez sí logra la convicción. El 31 de julio de 1936 Albizu Campos y los suyos son condenados a largas cadenas de cárcel en la prisión federal de Atlanta, Georgia. Poco antes de su traslado a la penitenciaría sureña, y mientras permanece recluido en la cárcel La Princesa, se perpetra el acto final de la represión colonialista. Es el Domingo de Ramos de 1937. La Junta Municipal del Partido Nacionalista de Ponce había pedido permiso para celebrar una manifestación en solidaridad con los presos políticos. A última hora se revoca el permiso concedido por el alcalde. Los nacionalistas deciden seguir adelante con su actividad. La policía, bajo las órdenes del coronel Orbeta y siguiendo instrucciones del gobernador Winship, se aposta al frente de la manifestación, compuesta por unas cien personas entre hombres, mujeres y niños. Conforme a lo programado, los nacionalistas deciden marchar al terminar de tocarse el himno nacional. La policía abre fuego contra los manifestantes. El saldo: más de veinte muertos y cerca de sesenta heridos. Más tarde el comité investigador dirigido por Arthur Garfield Hays diría que en Ponce había habido "una matanza". Pero ni un solo policía fue acusado por los sucesos. Por el contrario, muchos de ellos fueron ascendidos de rango. Y como colmo de la ignominia de la legislatura colonial premió al autor intelectual y material de la matanza, al gobernador Blanton Winship, designándole "hijo adoptivo de Puerto Rico".

Nótese que Albizu Campos pasa de manera veloz por la vida política puertorriqueña en esta década crucial. Convicto en 1936 y encarcelado en 1937, su labor patriótica y revolucionaria se extiende por el corto período de unos seis años. El imperio le encarcela, junto con los mejores cuadros del nacionalismo. Además, diezma a la militancia y persigue a los sobrevivientes. Diez años estará el prócer ponceño fuera de Puerto Rico. Aunque formalmente liberado en 1943, no será hasta diciembre de 1947 que regresará a Puerto Rico. Durante ese corto lapso del 1930 al 1936 su labor en pro de la cristalización de la conciencia nacional puertorriqueña fue en verdad titánica. En un determinado momento se constituyó en la conciencia de este pueblo, en su más implacable fiscalizador. Al crear un movimiento nacional de carácter revolucionario contribuyó a despejar las ilusiones respecto a la posibilidad de que la independencia fuese, no un logro de nuestra lucha, sino una mera concesión voluntariedad del imperio que nos regentea.

Al encarcelar a todo el alto liderato nacionalista junto con su líder máximo, el imperio removía uno de los mayores escollos interpuestos a su intento de romper definitivamente la resistencia nacional del pueblo puertorriqueño. El otro sector independentista, de corte reformista, queda una vez muerto Barceló en manos de Luis Muñoz Marín. El viraje hacia la derecha del otrora independentista comienza a perfilarse ya de manera definitiva con la fundación del Partido Popular Democrático en 1938. Con la consigna: "el status no está en 'issue' en las elecciones de 1940", Muñoz Marín atrae a una gran cantidad de independentistas que interpretaran sus palabras como una mera posposición del problema para una ocasión futura. Con el correr del tiempo, sin embargo, el viraje se hace más manifiesto. Y con el copo popular de 1944 la suerte de los independentistas dentro del Partido Popular está echada. Mientras Albizu Campos languidece en las ergástulas de Atlanta, Muñoz Marín asesta golpe tras golpe contra las fuerzas que ayudaron en forma preponderante a su acceso al poder.

Albizu Campos retorna por fin a Puerto Rico en diciembre de 1947. En 1946 un grupo de patriotas puertorriqueños había fundado el Partido Independentista Puertorriqueño. Una gran multitud va al puerto de San Juan para recibir al patricio. Con característica agudeza responde al funcionario norteamericano que le inquiere acerca de si trae alguna semilla consigo: "La misma semilla que llevé es la que traigo". Y cuando una dama se le acerca a decirle cuánto ha lamentado su ausencia, el Maestro replica: "La ley del amor y del sacrificio no admiten de ausencias. Yo nunca he estado ausente de Puerto Rico". Y luego en el parque Sixto Escobar se reafirma una vez más en su tesis insurreccionaria. Como saludo al recién llegado los estudiantes universitarios bajan la bandera norteamericana e izan la puertorriqueña en la torre de la Universidad.

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Más reciente revisión: Febrero 26 de 2002.