Nuestro "status" político.
Pedro Albizu Campos.


Estados Unidos de América es un soberano. No es un conglomerado de soberanos. "Nosotros el Pueblo de Estados Unidos para establecer una unión más perfecta, etc., etc.", así lee el preámbulo de la Constitución norteamericana.

Jurídicamente Estados Unidos es una nación organizada en un solo Estado , en el verdadero sentido del término, a pesar de la realidad política viviente que representa el nacionalismo del Sur, con sus aspiraciones e ideales, con sus héroes y mártires, de recuerdos inspiradores para más de la mitad del cuerpo político norteamericano.

Para escritores eruditos como el historiador de Virginia, Pollard, la Confederación del Sur es un ideal.

Sin embargo la Constitución norteamericana es jurídicamente la voluntad de un solo soberano. Políticamente aquel país se divide en provincias, mal llamados estados por razones históricas para facilitar la derogación de los artículos de confederación originales y la aprobación de la presente Constitución.

El postulado de unidad nacional que informa la Constitución norteamericana, ha determinado la regla invariable de no admitir a ningún territorio como Estado hasta que los elementos anglosajones o angloceltas hayan adquirido en el mismo ascendencia definitiva. Los elementos raciales, religiosos y culturales son primordiales para considerar la posibilidad de admisión de una comunidad a la estadidad, o sea como provincia.

Puerto Rico es la nacionalidad más perfecta en el Nuevo Mundo. Es una verdadera unidad social. A pesar de ser casi un 70 por cierto de sangre española, el catolicismo ha destruido toda división honda racial.

Esa nación cristiana nació bajo la égida de la Cruz, cien años antes de haberse fundado en Jamestown, Virginia.

Culturalmente, esta nación se considera una de las depositarias de la civilización cristiana grecolatina en este hemisferio. Esta coincidencia es tan profunda que consideramos este privilegio como natural y nuestro comportamiento nacional científico, fundado en nuestro sentido de responsabilidad colectiva, no puede tomarse como una renuncia a ese patrimonio glorioso o a nuestro destino.

Desde el punto de vista de Puerto Rico la estadidad o la anexión en cualquier forma significa el tránsito de nuestra personalidad internacional. En tal virtud Puerto Rico pasaría a ser un nombre geográfico. Nuestra nación sería precipitada dentro del remolino de la política norteamericana, y de problemas sociales geográficos internacionales sin ninguna ventaja para nosotros. Por otro lado, en vista de la imposibilidad absoluta de transformar a esta nación hispanoamericana en una comunidad angloamericana es un absurdo ocuparse de la estadidad, pues tal pretensión equivale a solicitar del pueblo de Estados Unidos que derrumbe su unidad nacional. Dos senadores y nueve diputados puertorriqueños en el Congreso de Estados Unidos pueden convertirse en árbitros de la suerte de Estados Unidos en cualquier momento crítico de la vida de aquella nación.

El punto de vista de dicha representación puertorriqueña en los asuntos mundiales, especialmente en los que afectan a la América Latina sería contrario al punto de vista tradicional norteamericano. En los asuntos internos de Estados Unidos nuestros hombres jamás podrían ver las cosas como las ven los norteamericanos.

Esta incomprensión perenne sería inevitable a pesar de la mejor buena voluntad y de sentido de justicia, porque las tradiciones que fija una perspectiva nacional social o internacional no se pueden alterar fundamentalmente por motivo de conveniencia.

Éstas son las razones fundamentales contra el absurdo de la estadidad de Puerto Rico.

Las supuestas razones económicas contra la estadidad carecen de fundamento. Puerto Rico es un país caro y puede sostener la estadidad o la independencia. Nuestro país tiene una área aproximada de cuatro mil millas cuadradas, o sea diez mil kilómetros cuadrados y sostiene una población de casi dos millones de habitantes; es el segundo mercado para Estados Unidos en este hemisferio y el sexto en el mundo.

Es evidentemente grande nuestra capacidad productiva.

Éstos son hechos económicos actuales dentro del presente régimen de un gobierno responsable que funciona para el beneficio exclusivo de cuatro o cinco corporaciones absentistas inscritas en Estados Unidos, sin embargo, no es posible determinar la nacionalidad de sus accionistas.

Bajo un gobierno responsable de la República de Puerto Rico con la libertad inherente para negociar tratados comerciales a base de reciprocidad, nuestra producción económica forzosamente aumentará. Fuera de la estadidad la Constitución de los Estados Unidos toma en consideración solamente la forma irresponsable de gobierno: Ley marcial en cualquier estado o territorio en caso de rebelión o invasión extranjera y la forma territorial de gobierno.

Usando los términos judiciales norteamericanos, Puerto Rico se le define como "un territorio no incorporado, que es una posesión pero que no es parte de Estados Unidos".

Por supuesto eso suena absurdo e incomprensible, pero es la definición judicial de tribunales de Estados Unidos. Sin embargo con todo el respeto que merezca dicha autoridad judicial, eso significa que a Puerto Rico se le gobierna como a cualquier territorio, esto es con un gobierno irresponsable con todos los males y calamidades, opresión y tiranía inevitables en un gobierno de esa naturaleza.

No es extraño entonces que el sistema de gobierno irresponsable implantado por Estados Unidos durante el período llamado de reconstrucción tuviese que ser acatado por la fuerza. Arkansas tuvo que suprimir la forma territorial de gobierno en la misma forma.

Es este régimen irresponsable que desean perpetuar los intereses creados. Frente a la independencia, simulan defender la estadidad, pero de hecho odian ese estatuto también.

En la definición judicial hecha por los tribunales de Estados Unidos se declara que Puerto Rico no es una parte de Estados Unidos.

Esa conclusión es verdad. El Tratado de París en virtud del cual Estados Unidos ha pretendido gobernar este país es nulo en lo que ataña a Puerto Rico. El presente régimen es sencillamente una intervención militar que funciona para beneficio exclusivo de corporaciones absentistas que pretenden reducir a la esclavitud económica más cruel a toda esta nación.

Dicho gobierno se administra en nombre del pueblo de Estados Unidos. Tiene a su disposición las fuerzas armadas y los recursos de aquella nación.

Hasta los sentimientos humanitarios del pueblo de Estados Unidos los explotan para ese fin.

Las corporaciones absentistas El prócer ponceñoaquí establecidas, porque Puerto Rico es un país muy rico, mantienen una propaganda en la prensa norteamericana para introducir a la gente candorosa norteamericana a que sostengan este régimen de explotación económica con el engaño de que es para el bien del pobre pueblo de Puerto Rico.

Esta propaganda de prensa es sistemática y está hecha con la intención de nublar la opinión pública norteamericana.

La presente intervención militar perjudica los intereses vitales del pueblo norteamericano. Estados Unidos como nación asume una enorme responsabilidad al mantener este gobierno tiránico con su larga lista de crímenes para mantener la esclavitud a beneficio exclusivo de unas pocas corporaciones absentistas.

Esta política afecta los vastos intereses vitales de Estados Unidos en la América Latina, que naturalmente se siente en solidaridad con la causa de la independencia de Puerto Rico.

La independencia significa relaciones internacionales a base de conveniente reciprocidad.

Antes de haber tenido lugar la invasión norteamericana, más del 40% de nuestro comercio extranjero era con Estados Unidos. No hay razón por la cual no se pueda llegar a un arreglo amistoso de mutua conveniencia con el debido respeto a la independencia de Puerto Rico.

Después de que el poder ejecutivo de Estados Unidos representado por su presidente, Mr. Franklin D. Roosevelt, ha reconocido el derecho de Puerto Rico a ser una nación independiente, pueden establecerse relaciones amistosas verdaderas entre las dos naciones para su mutua conveniencia.

Para conjurar situaciones peligrosas inherentes a todo período de transición, el régimen presente debe ser liquidado sin mayor dilación por una Convención Constituyente y un tratado de comercio y amistad entre las dos naciones.

Puerto Rico es una nación hidalga y su palabra, una vez dada, vale tanto como su crédito, no importa las circunstancias.

Tomado de: "La conciencia nacional puertoriqueña".
Don Pedro Albizu Campos
Siglo XXI Editores, SA
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Más reciente revisión: Febrero 26, 2002.