Mensaje a los presos políticos.

Camilo Torres


El pueblo colombiano debe comprender que la minoría que hoy tiene el poder, no lo va a entregar sin defenderlo. Es necesario recordar cómo fue de dura la lucha contra los españoles del siglo pasado y cuántas penalidades debieron pasar los revolucionarios de esa época. Puede decirse que un buen termómetro para saber si una persona o una organización es revolucionaria, consiste en darse cuenta de si la oligarquía la persigue o no. Entre más revolucionaria sea, con toda seguridad más la va a perseguir. Tanto los extranjeros como la oligarquía saben distinguir muy bien quién quiere verdaderamente arrebatarles el poder para dárselo al pueblo, y quién sólo busca ventajas personales o de otro tipo.

La oligarquía sabe así cuáles son sus verdaderos enemigos, y a esos es a los que persigue con más saña. Por eso Nariño, por ejemplo, que peleó con las armas en la mano y quien no buscaba solamente ventajas para los criollos ricos sino para la mayor parte del pueblo, tuvo que pasar tantos años en la cárcel, combatido no solamente por los españoles, sino también por muchos "próceres" pertenecientes a la oligarquía de entonces, de la cual descienden los "próceres" de ahora.

Por eso la oligarquía nos va a perseguir cada día con mayor ferocidad. Cuando se dé cuenta de que sí estamos decididos a llegar hasta las mismas consecuencias en la lucha por la toma del poder para el pueblo, esa minoría que no ha vacilado en lanzar al país a la violencia, en vender la soberanía al extranjero, en convertir a nuestros soldados en un ejército ocupante de su propia patria, esa minoría a la que no le ha temblado la mano para mandar asesinar a los dirigentes populares, va a lanzar contra el Frente Unido del Pueblo y contra las organizaciones populares todo el peso de su aparato represivo.

Eso no nos debe sorprender, ni nos debe asustar. La oligarquía tiene una doble moral, de la cual se vale, por ejemplo, para condenar la violencia revolucionaria mientras ella asesina y encarcela a los defensores y representantes de la clase popular. Es la misma doble moral que tienen los Estados Unidos, que mientras hablan de paz, están bombardeando al Vietnam y desembarcando en Santo Domingo. Por eso se entienden tan bien. Pero con nosotros sabemos que a todo el pueblo no lo van a poder encarcelar, ni los campesinos armados y organizados se van a dejar echar al mar, no nos asustamos de la represión que realicen contra nosotros.

Yo ya he dicho que es un deber de los revolucionarios no dejarse asesinar. Que si los persiguen en las ciudades, nos iremos a los campos, en donde estaremos en igualdad de condiciones con los enviados de la oligarquía. Desgraciadamente, no todos los revolucionarios pueden ni deben tomar esa media extrema, y a muchos de ellos el gobierno de la oligarquía los apresará y quizás llegue, como todos los gobiernos tiránicos hasta torturarlos. Pero el revolucionario que sea apresado, no deja de ser por eso un elemento valioso en la lucha revolucionaria.

Desde la cárcel, el revolucionario debe dar ejemplo al pueblo de valor y decisión, de espíritu de sacrificio y de lealtad a la revolución. Su tiempo allí debe ser empleado en estudiar, en preparase mejor para comprender la justicia de los ideales revolucionarios, en templarse más aún para el día que recobre la libertad. Además, el preso político debe demostrarles a los guardianes y a los otros presos que hay una diferencia profunda entre él y un delincuente común. El revolucionario debe exigir con su conducta que sus carceleros le den un trato de acuerdo con su condición de luchador por el pueblo. No hay nada más desmoralizador para el enemigo que nuestro propio valor, que nuestra propia entereza. Antes que sentir vergüenza por estar preso, el revolucionario debe sentirse orgulloso del temor con que la oligarquía lo ve, debe sentirse orgulloso de "sufrir persecuciones por la justicia".

Por su parte, la clase popular debe ver en el revolucionario preso un estímulo más para luchar contra la oligarquía. Debe ver en él a un combatiente de vanguardia que merece todo el aprecio y todo el respaldo. Debe darle, por consiguiente, toda su solidaridad, a través de exigencias para que le sea devuelta la libertad y con actos concretos tales como hacerles llegar información, comida, dinero, cobijas, libros, etc. Sin embargo, la mayor ayuda que las organizaciones populares y los revolucionarios en particular, pueden dar a un preso, es aumentar su lucha. Es necesario que nuestro compañero privado de su libertad sepa que mientras él está tras las rejas, miles y miles de hombres y mujeres luchan por realizar la revolución, luchan por devolverle su libertad. La mejor manera de evitar que haya presos del pueblo, es que el pueblo tome el poder.

No importa, pues, que la oligarquía quiera atemorizar a los revolucionarios y les entregue todo el poder judicial a los militares para lavarse las manos y obligar al ejército a que peque nuevamente ante los ojos del pueblo, condenando en consejos de guerra verbales a los revolucionarios. Quizás los propios militares lleguen a darse cuenta algún día de la hipocresía y la conducta farisaica de nuestras 24 familias millonarias y de los políticos inescrupulosos que le sirven de voceros. Por nuestra parte, nada nos hará desistir de nuestra lucha por organizar el pueblo e ir con él hasta la toma del poder, cueste lo que cueste. Y lo decimos porque sabemos que es una decisión de las mayorías, sin cuyo apoyo y participación activa, ni la cárcel, ni las penalidades de la lucha tendrían sentido ni esperanza.

Publicado en el semanario "Frente Unido", Noviembre 18 de 1965.

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Más reciente revisión: Marzo 17, 2002.