Amo a la justicia y por ella voy al sacrificio.
Augusto César Sandino.


Con vista del interés que manifiestan mis hermanos autonomistas de América por conocer algo autentico de la biografía del soldado Augusto C. Sandino, y obligado por la campaña calumniosa que los muchos vende-patria me hacen en mi propio país, que, aceptando todo sacrificio, trato de liberar, aprovecho esta oportunidad para enviarle en síntesis algunos datos de mi vida interior, que Ud. puede aprovechar en la forma que le plazca.

Nací a las cuatro de la mañana del 18 de mayo de 1895 en el pueblo de la Victoria, departamento de Masaya, Nicaragua. Dos muchachos menores de 18 años fueron mis padres. Conocí las primeras letras en las escuelas públicas que abrió el General J. S. Zelaya, Presidente constitucional de aquella época.

A los doce años abandoné a mis padres y me fui en busca de aventuras. Recorrí las principales ciudades de Centro y Norte América, así como sus mejores centros industriales, habiendo permanecido por más tiempo en México.

Conservo gran número de constancias que acreditan mi conducta honrada, de las diferentes empresas en que presté mis servicios. Fue la mecánica el oficio en que me distinguí.

Durante mi permanencia lejos de mi patria nunca había tranquilidad en mi ánimo, pues cuando lograba conocer un lugar, aspiraba por halarme en otro mejor, sufriendo por todas partes una desilusión al imaginarme superior a la realidad lo que iba conociendo. Asimismo confieso que en nuestro mundo profano jamás encontré felicidad, y por esto, y en busca de un consuelo espiritual, leí libros mitológicos y busqué maestros de religión, habiendo sido el último de ellos el honorable señor Justino Barbiauz, que vive en Álamo, Ver., México.

Siempre he sido inclinado a leer todo lo que a mi juicio es moral e instructivo. Una de las cosas que he sacado en claro, según mis últimas observaciones y manera de pensar, es que los hombres a quienes Dios ha dotado de gran mentalidad, se ensoberbecen con frecuencia, no acertando yo a comprender por qué se olvidan de que son mortales, incurriendo en el imperdonable crimen de traficar con la justicia y carne humana como si fuesen una manada de cerdos. Así ha llegado a tanto el envilecimiento del noventa y cinco por ciento de mis connacionales.

También he logrado comprender que las buenas doctrinas son menospreciadas e invocadas por hombres sin escrúpulos, sólo para alcanzar prebendas, sin importarles la Humanidad ni Dios.

En resumen, de los conocimientos por mi adquiridos deduzco que el hombre no podrá jamás vivir con dignidad desviado de la sana razón y de las leyes que marca el honor.

Por consiguiente, y viendo que los Estados Unidos de Norte América, con el único derecho que les da la fuerza bruta, pretenden privarnos de nuestra Patria y de nuestra Libertad, he aceptado su reto injustificado que tiende a dar en tierra nuestra soberanía, echando sobre mis actos la responsabilidad ante la Historia. Permanecer inactivo indiferente, como la mayoría de mis conciudadanos, sería sumarme a la grotesca muchedumbre de mercaderes patricidas.

Así, mis actos me justificarían, ya que mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo.

Amo la justicia y por ella voy al sacrificio. Los tesoros materiales no ejercen ningún poder en mi persona; los tesoros que anhelo poseer son espirituales.

Carta a Froylán Turcios, fechada en El Chipote el 1º de abril de 1928. English

Más reciente revisión: Mayo 19 de 2002