Regreso a Nicaragua.
Augusto César Sandino.


Creo oportuno manifestar que nací en un pueblecillo del Departamento de Masaya, el 18 de mayo de 1895; que crecí en privaciones hasta lo indispensable, y que nunca imaginé que llegaría a asumir, en nombre del pueblo nicaragüense, la actitud en que me encuentro con el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua. Cuando llegué a las Segovias, aún ignoraba la tarea que me esperaba. Los acontecimientos me han ido dando la actitud a seguir. En México me hallaba prestando mis servicios materiales a una compañía yanki, la Huasteca Petroleum Company, cuando comprendí que debía venir a Nicaragua a tomar parte en la lucha contra el poderío norteamericano.

Allá por el año de 1925, quise creer que en Nicaragua todo se había vuelto oprobio y que el honor había desaparecido por completo de los hombres de aquella tierra. En aquellos mismos tiempos, por mi carácter sincero, logré rodearme de un grupo de amigos espiritualistas, con quienes día a día comentábamos la sumisión de nuestros pueblos de la América Latina, ante el avance hipócrita, por la fuerza, del asesino imperio yanki. En uno de aquellos días manifesté a mis amigos que si en Nicaragua hubieran cien hombres que la amaran tanto como yo, nuestra nación restauraría su soberanía absoluta, puesta en peligro por el mismo imperio yanki. Mis amigos me contestaron que posiblemente habría en Nicaragua ese número de hombres o más, pero que la dificultad estaba en que nos identificáramos. Desde aquel momento quise buscar a esos cien hombres y la casualidad quiso que asumiera la actitud en que se me está viendo, y en esa actitud continúo observando, con el propósito de ver dónde están los cien hijos legítimos de Nicaragua.(…)

Sin embargo, ya en el teatro de los acontecimientos, me encontré con que los dirigentes políticos, conservadores y liberales, son una bola de canallas, cobardes y traidores, incapaces de poder dirigir a un pueblo patriota y valeroso. Hemos abandonado a esos directores y entre nosotros mismos, obreros y campesinos, hemos improvisado a nuestros jefes. Todavía en estos días de tanta luz y ejemplo, los fracasados políticos siguen disputándose las caricias del látigo extranjero, y como perros y gatos de un costal, están peleándose por alcanzar una presidencia a base de supervigilancia extraña; que nosotros no permitiremos. Los despechados dicen que Sandino y su ejército son unos bandidos, lo que quiere decir que antes de un año Nicaragua toda estará convertida en un país de bandidos, puesto que antes de ese tiempo, nuestro ejército habrá tomado las riendas del poder nacional, para mejor suerte de la patria. Nicaragua será libre solamente a balazos y a costa de nuestra propia sangre.

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Más reciente revisión: Junio 15, 2002