SAN MARTÍN

(discurso)

 

Sra. Directora, autoridades, colegas, alumnos:

 

                 La celebración en las fechas patrias es una tradición arraigada en nuestra sociedad.  Pero citar fechas y lugares que pueden encontrarse fácilmente en un libro de historia no parece la forma más adecuada de honrar la memoria de un hombre de la talla de Don José de San Martín.

 

                 Pensar... sopesar.... los ideales, la pasión  que impulsaron a este argentino a emprender tamaña obra, como fue lograr nuestra independencia política, parece más adecuado y más útil.

 

                 Pensemos en el contexto  en el cual tuvo lugar el accionar de San Martín: Un país donde sus hijos, los nacidos aquí, eran ciudadanos de segunda, parias en su propia tierra;  mientras que los extranjeros, los españoles    -¡qué ironía!-   eran los amos de vidas y bienes de todos.

 

                 Un cambio de raíz de este estado de cosas, un paso de la injusticia a la justicia, era imperioso. Y para eso el poder tenía que estar en manos criollas. Todos los hombres de mayo: Manuel Belgrano, José de San Martín, y muchos otros coincidían en eso.

 

                 Algunos admiraban el modelo francés o norteamericano, de corte republicano; otros, entre ellos San Martín, contemplaban la posibilidad de una monarquía nativa. Quizá visto con los ojos de hombres de hoy, la forma era lo de menos. Lo importante era el ideal: la independencia, la libertad...

 

                 Y las empresas magnas no se consiguen con sólo palabras, con ideas...

hace falta la pasión  y la inteligencia... que juntas llevan a la acción.   Y pasión  le sobraba  a San Martín.  Tanta pasión... que a veces se volvía contra su propio cuerpo...   no olvidamos sus úlceras, su a veces endeble salud... rasgo frecuente en los que se alimentan de grandes pasiones y de grandes ideales.

 

                 Si hay que hablar de Don José de San Martín hay que hablar de esfuerzo, de generosidad y amor por la educación,  de modestia, de honestidad, de sincera defensa de la libertad y de los derechos del hombre.

 

                 * esfuerzo:  claro y patente en la dura empresa de armar un ejército de la

                    nada y cruzar los Andes.

                 * generosidad y amor por la educación:  cuando dona la mitad de su sueldo 

                    al ser nombrado comandante de Granaderos a Caballo. Cuando cede un

                    tercio del producto de su quinta llamada “los Barriales” con un destino

                    específico:  la dotación de una cátedra de Matemática y Geografía pues,

                    según sus palabras pretende que  “la juventud forme las más fuertes

                    columnas sostenedoras de la libertad y del decoro nacional”.

                 * modestia:   de la verdadera y natural, no de la falsa que esconde a veces

                    la soberbia. Pensemos en su vestimenta escasa, en sus huidas de los

                    homenajes después de las victorias, de su recordada frase cuando,

                    después de Chacabuco, se encuentra con una recepción en su honor, y 

                    una hermosa vajilla de plata pura y exclama: “No estamos en tiempo de

                    tanto lujo: el Estado se halla en necesidad y es preciso que todos  contri-

                    buyamos a remediarla.”  (Por supuesto pidió que esta frase no se hiciese

                    pública).

 

                  * defensa de la libertad y de los derechos del hombre:   a su llegada a Lima,

                     la ciudad de la opulencia, de los privilegios enquistados, amparados por

                     una legislación medioeval,  aboga por:  la terminación de la esclavitud de

                     los indios y los negros;  la afirmación de las garantías individuales;  el fin

                     de los azotes, las torturas y tormentos. También defiende el habeas

                     corpus, la inviolabilidad del domicilio, el respeto a la justicia como poder

                     independiente; se opone a la censura previa, a la prohibición de libros, a

                     todo atropello a  la libertad.

                    

 

                     Uno se pregunta cómo ven a Don José de San Martín  los teóricos pos-modernistas, los neoconservadores que nos hablan de la supuesta  “muerte de las ideologías”,  y del nuevo dios, el Mercado.  Si se les preguntara, sin duda sonreirían con desdén y algo de fastidio; y responderían con palabras difíciles y vacías: palabras que a menudo encierran una mentira.

 

                     En el fondo, aunque no lo digan abiertamente, pensarán que San Martín era un romántico, un soñador de otros tiempos;   y que es bueno que quede encerrado en los libros de historia.

 

                     Pero yo sé que muchos jóvenes que están aquí,  son más despiertos

de lo que esos teóricos creen  y no son objetos pasivos de las campañas de

marketing.   Saben separar la verdad de la mentira.  Y muchos adultos como yo ven y sienten en su propia realidad,  y en su bolsillo, las consecuencias de este supuesto

“realismo” de fin de siglo; y tampoco aceptan que les “vendan espejitos”.

 

                   

                   

                    Queridos alumnos, queridos colegas:

 

                    El mundo cambia, sin duda;   pero algunos principios, algunos valores, tienen vigencia eterna...

                 

                     Pienso que hoy,  contemplándolo con la objetividad que nos da la distancia en el tiempo y más de un dolor y frustración de nuestra patria, de nuestro pueblo, la presencia querida, la memoria del entrañable Don José de San Martín se

agiganta contra el horizonte; y cobra una actualidad palpable, tangible...

 

                   Con su ejemplo valiente y señero nos ayuda a salir de toda confusión de valores. Nos ayuda a ser claros ...  a entender ...  que los viejos temas del honor, del amor, de la búsqueda de ideales nobles...  siguen siendo los pilares de lo humano

(permítanme decirlo así)  que tenemos los humanos.

 

                   Y que todas las promesas posmodernas de falsa sabiduría, de los nuevos gurúes del Mercado, están irremisiblemente condenados a entrar  ta rde o temprano al basurero de la Historia, a perderse en la inanidad de lo efímero, de lo banal, de lo

frívolo...      

 

                   Las ideologías constructivas, los ideales con vuelo, las   ¿por qué no?  necesarias utopías están   -queridos amigos-   más vivos que nunca.



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