''La revolución no perdona..''


''A Luis Miquilena, a Walter Martínez y a Ramón Machuca..''

Este artículo está dedicado a todos los venezolanos sin importar el lado en que estén, así que les pido que por favor lo lean con detenimiento, en especial aquellas personas que por cualquier motivo apoyan al Gobierno.

Dios quiera que la mano de la providencia me ilumine y permita que las ideas fluyan claras, precisas y despojadas de prejuicios u odios.

Jamás olvidaré una escena de la película El último emperador, en la cual el monarca, ya viejo y convertido en jardinero por la revolución cultural china, ve pasar frente a él a un grupo de prisioneros vestidos de gris con un humillante letrero colgado al cuello donde se podía leer el supuesto delito por ellos cometido. Delitos como creer en otra religión, poseer libros diferentes a El libro rojo de Mao, besarse en público o tener una máquina de escribir. Cualquier cosa que no fuera adorar a Mao Tsé-tung era razón suficiente para ser encarcelado y humillado públicamente.

Lo cierto es que en la película, el emperador gira tímidamente su rostro hacia una multitud de fanáticos que injuriaban y golpeaban a los infelices que venían amarrados.

Cual no sería su sorpresa al reconocer entre los detenidos al esbirro principal de cuando él fue también hecho preso, humillado y despojado de los más mínimos derechos que puede tener un ser humano.

El par de segundos que dura el cruce de miradas entre el último emperador y el antiguo esbirro torturador puede ocurrir pronto entre los venezolanos si no nos unimos, no contra el Gobierno, sino a favor de nosotros mismos.

Me gustaría que en un acto de objetividad y sinceridad las personas que apoyan al Gobierno mediten seriamente lo que está pasando.

El llamado es para aquellos honestos que tienen una pequeña finca, una casa en la playa o un apartamento logrado con trabajo y esfuerzo.

El llamado también es para los obreros que tienen buenos empleos en empresas serias, para los trabajadores del campo que laboran con patrones responsables y para algunos intelectuales y artistas que de buena fe apoyan al Gobierno.

Sincérense con ustedes mismos, háganse la siguiente pregunta y respóndanla íntimamente sin comentarlo con nadie: ¿Podría yo vivir como lo hacen los cubanos en su tierra, sin ningún tipo de privilegio como aspirar a tener una casa, un carro o simplemente accesar a Internet?

Las revoluciones no perdonan, recuerden lo que ocurrió con los actores de la francesa, no olviden a Stalin, a Pol Pot en Camboya, a Kim Il Sung en Corea del Norte, a Mao Tsé-tung y a su esposa en China, a los esposos Ceausescu en Rumania, todos estos criminales asesinaron mucha más gente que Hitler. Las revoluciones son como las viudas negras, arañas que matan a sus consortes después que los utilizan para la cópula.

Los que hoy persiguen también serán perseguidos. Los que hoy jalan bola y sapean, mañana nos llamaran para decir que no sabían como eran las cosas.

Todavía estamos a tiempo. Lo primero es no ser indiferentes a los ataques que sufren otros. No se entreguen ni se desanimen.

No se queden callados. No tengan miedo. Piensen que hemos tenido un país que cometió muchos errores y muchos sinvergüenzas nos gobernaron pero era un país donde cabíamos todos ¿o no?
En lo personal, viniendo yo de la izquierda, siempre trabajé con los gobiernos de Acción Democrática y de Copei. Nunca me preguntaron si había votado por sus candidatos o si había firmado en contra de ellos. Eran tiempos en que éramos adversarios pero no enemigos.

Todos los que hoy excluyen y siembran odios en el área de la cultura vivieron muy bien durante los horrorosos 40 años de Acción Democrática y Copei: compraron sus casas, sus carros, viajaron representando a Venezuela y mandaron a sus hijos con becas del Estado a estudiar fuera, algunos, inclusive, trabajaron como representantes culturales en embajadas.

Queda poco tiempo, pero queda tiempo. No nos caigamos a embustes, la cosa es difícil pero todavía se puede hacer algo.

Una pequeña luz se ha asomado.

La mayoría de los partidos de oposición se unieron. A lo mejor no era lo que muchas personas aspiraban ¿Pero acaso cuando se hundió el Titanic a las personas que estaban a punto de ahogarse les importó si la balsa en que se iban a salvar era blanca, verde o rosada? Creo que es hora de apoyarnos a nosotros mismos. Dejemos ya la NECEDAD de la abstención.

Volvamos a la calle con optimismo, fe y sin miedo, porque sino ¡Todos perderemos todo!... Hasta ellos, cuando caigan en desgracia y ya no los necesiten.

Piénsenlo, no vaya a ser que nos pase como al último emperador.


Por Claudio Nazoa
El Nacional
 

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