Por Alfredo Armando Aguirre
Hace pocos días se commemoró
por estas latitudes, medio siglo del fallecimiento de Eva Perón(
ello no fue óbice para que en discurso que rara vez se refleja en los medios de
comunicacion,
un importante pero no mayoritario sector como el que la sigue admirando,
siga expresando el odio visceral que le trasmitieron sus precedesores
“gorilas”, como aquí se denominan a quien profesan aversión a todo lo
relacionado con el fenomeno peronista argentino).
Digresión aparte, las líneas que siguen pasan a recordar que tambien se cumple medio siglo de crisis en las Argentinas, recuerdo que permite darle perspectiva a estos días
crespusculares en ambas bandas del Río de La Plata.
Mas cuando uno se mete es retrospectivas diacrónicas (que no
son habituales por los buscadores de explicaciones en el mediano plazo
precedente), se siente tentado a continuar en el rastreo de los presuntos
males, desde la postura que: “En el acontecer espiritual, el pasado y el futuro
nacen y crecen juntos. Coexisten y se compenetran recíprocamente, ( Alberto Rouges, 1942)”, cree
percibir que la Argentina viene contrahecha desde sus origenes,
cuando junto con el resto de las colonias españolas, iniciaron un proceso de
emancipación formal, demasiado funcional a los deseos de la diplomacia y de los
negocios británicos a comienzo del siglo XIX.
Hay quienes
arriesgan y con bastante fundamento, que los males arrancan, con
el comienzo mismo de la colonización y evangelización hispánica en el primer tercio del siglo XVI,
argumentando que ya España estaba decayendo.
En 1912, el pensador rosarino Juan Alvarez,
publico un ensayo sobre “Las guerras civiles argentinas”, sacando conclusiones
sobre las luchas por el poder, acompañadas de violencia física, que comenzaron
en el mismo momento
de la Emancipación. Cuando uno se sumerge en la búsqueda de opiniones sobre las
falencias estructurales de la Argentina, suele encontrarse con un artículo de
Manuel Dídimo Pizarro, en la Revista de
Derecho , Historia y Letras de Buenos Aires, de 1898, donde anunciaba su tesis
en el mismo título del trabajo: “ Vae Victis. La Muerte de la
Confederación Argentina”.
Complementa la lectura del ibro de Alvarez, muy citado en los estudios historiográficos, un
trabajo de Ataulfo Pérez Aznar,
sobre la violencia que caracterizó “ la lucha por la
preeminencia”(Mosca), a esa misma franja de tiempo.
Es que para el mismo inicio de la emancipación argentina en
1810(en paralelo con similares procesos en la América hispana), ya estaba
planteado uno de los ejes conflictivos, en el que habría de desenvolverse la
sempiterna lucha por la preeminencia.
En las Argentinas no solo se viene luchando por el poder,
sino por imponer en el marco de esa lucha, “fórmulas políticas”(Mosca), asaz antagónicas.
Hacia 1810, colisionaban esos casi tres siglos de vigencia
del Derecho Indiano(sucesor del Derecho Romano), la
lengua de Cervantes y la promesa de Galilea; con las ideas provenientes del
liberalismo manchesteriano, la revolución Francesa y
la Independencia norteamericana.
A ese primer eje de
antagonismos cosmovisionales, a poco de los
acontecimientos de mayo de 1810 se sumaría la puja entre los intereses de la
ciudad de Buenos Aires, más ligados a la nueva cosmovisión, y los intereses de
los pueblos y comarcas del interior , sedimentados
durante la etapa tresicular mencionada. Esa puja
Buenos Aires versus interior, en parte explica que se hayan constituido otros
estados naciones en Paraguay, Bolivia y Uruguay, y que incluso otras áreas que pertenecian al ecúmene del tardío
Virreynato del Rio de la
Plata, pasaran a formar parte de Chile y/o de Brasil.
En la historiografía no hay coincidencias en la manera de cronicar e interpretar esta lucha entre porteños y
provincianos. Desde la producción intelectual constante sobre ese tema se
continúa polemizando, atento la sentencia : “ La Historia es reinterpretable,
mientras sus consecuencias se proyecten presente”,(Nagel).
Habida cuenta que en las primeras decadas
no estaban definidos nítidamente los limites territoriales como ahora, era
frecuente que las luchas entre porteños y provincianos se mezclaran con las pujas que se
daban en las comarcas que iban deviniendo en estados nacionales. Así en la
agonística argentina, es un hito la derrota del porteño Rosas (aún se debate si
respondía o no a los intereses provincianos) a manos del “provinciano" Urquiza, que no vaciló en aliarse con Uruguay y Brasil.
A primera vista esta actitud de Urquiza
suena, para ser suave, a felonía, pero al espigar en las crónicas de la época,
se percibe que habia una suerte de “devolución de
atenciones”, por sectores de Uruguay y Brasil, ya que Rosas habia
intervenido, tanto en la
Revolución Farroupilha, mediante la
cual Rio Grande do Sul,
estuvo secesionada casi una década del Imperio de
Brasil , como de la “Guerra Grande” entre blancos y colorados en Uruguay”.
De todos modos la victoria de la coalición de Urquiza, sería el inicio de un nueva etapa de la puja entre
porteños y provincianos, que comenzaría a resolverse, luego de la batalla de Pavon en 1861, cuando el gobierno de la Confederación, con
asiento en la ciudad de Parana, fue sustituido por el
gobierno de Buenos Aires, encabezado por Mitre.
Hasta hace poco tiempo, no se infería que hispanistas,
liberales, porteños y provincianos tenían un punto en común: el no respeto de
las etnias precolombinas, con que se habían encontrado los españoles al llegar
a estas tierras.
El capitulo aparte lo merece el aporte de la negritud
esclava. Que compulsivamente fuera traído a estas tierras desde el siglo XVII
Con las excepciones de caso, los que vinieron de Europa y sus
descendientes, que eran los que escribían las crónicas, soslayaron la otra línea
de confrontación, que recién en los últimos tiempos comienza a hacerse
explicita entre Occidente y las culturas aborígenes preexistentes. De ese modo
las líneas antagónicas que hemos individualizado y las que siguen, devienen en
antagonismos “intraoccidentales”, que conviven trumáticamente con esas culturas aborígenes, que subyacen
en el “inconciente colectivo”, de nuestras mayorias
mestizas , aunque eso no termina aún de
percibirse en ambas márgenes del Río de La Plata.
La federalización de Buenos Aires,
lograda con una alta cuota de violencia en 1880, marcó el afianzamiento de una tendencia que buscaba plasmar
aquella línea ideológica del liberalismo manchesteriano,
la revolución francesa y la emancipación norteamericana. Todo ello llevaba una
impronta masónica y el consiguiente conflicto permanente con el catolicismo. Dicha
línea formalizada intelectualmente por Sarmiento y Alberdi, directamente
procuraba una sustitución del pasado generado por el derecho indiano, y la
promesa de Galilea, aunque no se
animaron con la lengua de Cervantes. El intento fue muy serio, y esa
sustitución, que hoy se calificaría con sesgos de “limpieza étnica”, postulaba
sustituir a los gauchos por anglosajones o
alemanes. El ultimo Sarmiento, fue muy explicito, y decía en su
“Conflicto y armonía de Razas en América”, de 1883: “Seamos Estados Unidos”.
Más en lugar de inmigrantes anglosajones teutónicos o
escandinavos, vino otro importante flujo migratorio. En su mayoría provenían de
países que los expulsaban por constituir sectores, excluidos de los procesos de
formación de los respectivos estados - naciones.
Así aparecieron: gallegos; vascos; valencianos, asturianos, catalanes;
napolitanos; corsos; occitanos; sardos; judíos provenientes
de Rusia y de Polonia, sirios y otros provenientes del Imperio Otomano, así
como de países provenientes del Imperio austrohúngaro.
Si bien en su momento este aluvión migratorio fue calificado
como “crisol de razas”, se nos hace que no se infirió en su momento, la cuota
de pluralismo cultural que ello implicaba.
El sector que se apoderó de los poderes públicos
, particularmente a partir de 1880,se abocó a la tarea de “nacionalizar”,
a los descendientes de esa poderosa corriente migratoria, lo que por un largo
tiempo, hizo descuidar a la población mestiza existente, particularmente
mayoritaria, fuera del hinterland de la Pampa Húmeda.
No sin las consabidas manifestaciones de violencia, ese grupo
que detentaba los poderes formales públicos y privados, reconoció a los hombres
que habitaban las provincias( no a los que habitaban
los entonces nueve territorios nacionales) el derecho de voto secreto y
obligatorio, pues hasta entonces el régimen político se legitimaba por
elecciones donde el voto era público y voluntario. Ese reconocimiento, conocido
como “Ley Saenz Peña”, posibilitó que en 1916, se
convirtiera en Presidente Hipolito Yrigoyen.
Atento que los constituyentes de 1853,habían
incluido una cláusula, para evitar la reelección consecutiva de Urquiza, Yrigoyen tuvo que esperar hasta 1928,para volver a ser
reelegido. Ya era notorio que los sectores desplazados parcialmente de los
poderes públicos, no se avenían con el movimiento de Yrigoyen,
aunque que se habían ingeniado para cooptar algunos elementos más afines como el caso de Marcelo T. De Alvear.
Inmersos en la Gran Depresion, se
produce la interrupción de la continuidad institucional iniciada con Mitre en 1862, y en 1930, se produce
el primer golpe militar del siglo, con la peculiaridad que el Poder Judicial
(perteneciente al mismo estrato social de los golpistas), continuó y acató la ruptura del Estado de Derecho.
Ya por ese entonces se había incorporado un nuevo elemento de
antagonismo ideológico, cual eran las corrientes afines a los totalitarismos
europeos de derecha. Cabe acotar que junto con la inmigración habían llegado
las ideas socialistas, marxistas y anarquistas . Los
partidarios de las ideas de los totalitarismos europeos, aquí conocidos como
“nacionalistas”, emparentaron su ideario con el aportado por los españoles
desde su llegada.
A mediados de la década del treinta y bajo el liderazgo de
ese peculiar presidente pseudoconstitucional que fue
el General Agustin P. Justo (esto significa que había
elecciones previa proscripción de los seguidores de Yrigoyen),comenzó un proceso de industrialización, en parte debido a
la crisis mundial del 30, en parte impulsado por los militares que querían
industrializar desde una perspectiva del
autoabastecimiento para la defensa nacional. Desde la migración interna, de mayoría
mestiza, estimulada
por esa industrialización autarquizante,
emergería el movimiento que habría de liderar hasta su muerte: Juan Domingo
Perón.
Durante la década del treinta, caracterizada por la
irregularidad institucional (Alguien acuñó el marbete “la Década Infame”), hubo
una profusa producción intelectual. Entonces hubo muchas comunicaciones
alusivas a las dificultades que ya experimentaba la Argentina. De ellas,
mencionamos las formuladas por Saúl Taborda, en su
libro, “Investigaciones pedagógicas”, en su conferencia ”La
crisis espiritual y el ideario argentino” y en la revista “Facundo”, que él dirigía”. En sus obras atribuía gran parte
de los desajustes a la influencia intelectual inglesa y francesa, que iba a
contrapelo a lo que él entendía como “el genio nativo”.
Puede colegirse, acorde a las corrientes ideológicas
incorporadas a la fluencia vital argentina, que la Segunda Guerra Mundial,
habría de constituirse en una nueva polarización. A ello contribuía que los
ocupantes de la dirigencia formal argentina, habían decidido ser neutrales en
la conflagración mundial, como lo habían sido en la Primera. Pero esta
neutralidad que había sido soportada antes por Inglaterra, ya no sería
soportada por las potencias emergentes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Las
sospechas de simpatías con el “Eje”, no escaseaban y había fundamentos para los
que así opinaban, aunque cargasen las tintas al respecto.
Así, a pocos meses de la inesperada muerte del general Justo,
que se preparaba para asumir como presidente pseudoconstitucional
en 1944, se produjo la Revolución militar del 4 de Junio de 1943, cuya proclama
fuera escrita por el entonces miembro del Estado mayor del Ejército, coronel
Perón.
En el contexto de las pujas internas del Ejército, Perón fue
convirtiéndose en el hombre fuerte del gobierno militar. Esto se ve claro en la
creación de la Secretaria de Trabajo y Previsión, en noviembre de 1943,
encabezada por el mismo Perón, quien luego de la ruptura de relaciones diplomáticas
con Alemania y Japón, pasó a ocupar también los cargos de Ministro de Guerra y
de Vicepresidente de ese gobierno de facto, que dicho sea de paso, también
había sido reconocido por el Poder Judicial.
Aprovechando el resultado de la Guerra, los sectores locales
aliadófilos, procuraron desplazar a Perón.
Pero la acción de gobierno desplegada desde Junio de 1943,
particularmente beneficiosa para sectores hasta entonces postergados (Un
emblema de ello fue la aprobación del Estatuto del Peón Rural, el 17 de octubre
de 1944), volcaría el fiel de la balanza hacia Perón, quien tras ser desplazado
de sus cargos oficiales y encarcelado, tuvo que ser liberado tras una movilización
popular el día 17 de octubre de 1945. Pocos días antes, los sectores opositores donde convergía
todo el espectro ideológico que detentaba todo el poder formal de la Argentina
preexistente, hizo también una manifestación y ,ambas manifestaciones, sumaron
un nuevo eje a la agonística argentina: peronistas y antiperonistas.
La consagración como Presidente, de Perón en las urnas, en
1946, no fue impedimento para que la polarización continuara y se exacerbara. En
la presidencia Perón, dio continuidad y legitimidad a lo realizado en materia
de gobierno , desde Junio de 1943.
Las políticas públicas desplegadas desde esa fecha hasta el
golpe de estado de 1955, merecen minuciosos análisis, pero hoy día resulta
claro, que en ese periodo Argentina alcanzó una equidad social y una capacidad
de decisión nacional, como no había conocido en etapas anteriores y como no volvería
a conocer .
Vale al respecto
consignar que al ser violentamente derrocado por sus tenaces opositores( a los que el peronismo había indudablemente aherrojado),la distribución
del ingreso era la mitad para los trabajadores y la mitad para los empresarios.
Cabe recordar, asimismo, que el empresariado, ó era el mismo Estado argentino ó eran empresas
mayoritariamente de capital nacional. Argentina no tenía deuda externa y no
estaba adherida ni al Fondo Monetario Internacional ni al Banco Mundial.
El golpe militar que derrocó al peronismo, no respetó la
continuidad del poder judicial , como lo habían hecho
los golpes de 1930 y de 1943. Es decir, terminó con la continuidad jurídica que se había
instaurado en 1862, circunstancia que se proyectaría hacia el futuro y llega a
nuestro presente.
La persecución al peronismo, particularmente en los primeros
años, fue un festival de violaciones de los derechos humanos y civiles. El arco
opositor a Perón apoyó
al gobierno de Facto denominado “Revolucion
Libertadora”, y desde 1995 hasta 1966, las universidades fueron adjudicadas a
los sectores progresistas de izquierda.
Aunque se había iniciado en 1949; “la Guerra Fría” comenzó a
insertarse en la fluencia vital argentina luego del derrocamiento de Perón y la
consecuente proscripción de su movimiento hasta 1973. Con ello se sumaría un
nuevo eje más de antagonismo a los preexistentes. La mezcla habría de resultar
explosiva cuando a mediados de los sesenta la "Guerra fría", se metió
en la por si misma turbulenta lucha interna que había caracterizado al
peronismo desde sus inicios, tal vez porque por su contenido popular, había
dado cabida a todos los antagonismos que le precedieron. Fue el curso de la
Guerra Fría, y la presencia de la revolución cubana en Argentina, la razón de la
ruptura de la alianza antiperonista en 1966,
testimoniada por la noche de los “bastones largos”, la que precipito la vuelta
de Perón a la Argentina en 1972. Mucho tuvo que ver en ello también
, la victoria de la Unidad Popular en Chile.
A veces se soslaya, que en 1968, en su libro “La Hora de los
pueblos”, Perón exiliado en Madrid, ya sostenía que: “se había destruido al
hombre y al Estado argentino”.
A poco de la muerte de Perón, habría de sobrevenir al poco
tiempo, el golpe de estado y todo el luctuoso acontecer, que viene teniendo
profusa denuncia académica y periodística, que habría de tener principio de
fin, en la derrota argentina en la Guerra del Atlántico Sur.
No es un dato menor que todos los golpes de estado, como los
gobiernos constitucionales que se sucedieron entre 1930 y 1976, contaron con el
apoyo de significativos sectores de la población, particularmente los
vinculados a los aparatos formales.
Tras esta derrota, sobrevino la vigencia plena del estado de
Derecho.
Junto con ella, sobrevinieron todos los ejes de antagonismos
que se venían acumulando y entremezclándose desde el mismo inicio de la
presencia de los españoles en estas tierras.
Y así como el desarrollo de la “Guerra Fria”
incidió en el devenir argentino, también habría de hacerlo el fin de esa
conflagración, simbolizada por la Caída del Muro de Berlin
en 1989, año del inicio de la gestión de Carlos Menem,
como presidente constitucional argentino, gestión que se prolongaría hasta
diciembre de 1989.
Cabe destacar que para posibilitar la reelección de Menem, como se hizo para Perón en 1949, se procedió a la
reforma de la Constitución Nacional de1994.
Durante la gestión de Menem, y en
un contexto global por demás diferente, y en la plena vigencia del estado de
derecho, se culminó el proceso de desmontaje de la estructura productiva que
había comenzado aun antes de la caída de Perón, pero con otro sesgo(Poco se recuerda que en 1954, fue votada la primera
ley de privatizaciones en la Argentina, la número 14.380, y ello tenía sustento en la doctrina
Justicialista). Esa estructura productiva se basaba en una fuerte presencia del
Estado y la participación de empresarios y capitalistas, y incipientemente de los trabajadores sindicalizados argentinos.
Entre 1955 y 1999 prácticamente no había quedado un sólo
resorte de decisión económica en manos del Estado o de capitales privados
argentinos.
Lo acaecido entre diciembre de 1999 y nuestros días, es de
conocimiento publico, aunque este conocimiento esté distorsionado
interesadamente por los medios masivos de comunicación. Felizmente la irrupción
traumática de las tecnologías de la comunicación y la información
emblematizadas por Internet, permiten hace conocer a otras vías
interpretativas, como sería la presente comunicación, de ese complejo
escenario.
Todo lo precedentemente manifestado, que se encuadra en
aquella sentencia de Emerson ( “Solamente
podemos ver afuera, lo que tenemos adentro”), pretende aportar una apreciación
obviamente subjetiva que nos permite caracterizar a las Argentinas como
signadas por crisis endémicas y
sistémicas. Dicho de otro modo, creemos que las distintas cosmovisiones que se
albergan en la población argentina contienen viejos y superpuestos
conflictos , lo que dificulta la obtención de acuerdos de aceptación
generalizada.
Es por ello que resulta aventurado formular pronósticos.
De mi parte lo único que puedo decir, es que anhelo
fervientemente que estas problemáticas, insolubles en el mediano plazo sean
abordadas democrática y pacíficamente
Buenos Aires 2 de agosto
de 2002