Poder Sanador de la Palabra

Salud es el estado físico y psíquico del cuerpo humano cuando no se encuentra afectado por ninguna enfermedad, y por tanto, puede ejercer normalmente sus funciones. El Antiguo Testamento menciona varios remedios para tratar enfermedades: Ungüentos, cataplasmas, cuarentenas, vendajes y medicinas. Sin embargo, el efecto del pecado del pueblo hacía evidente la intervención sobrenatural de Dios en las enfermedades del pueblo. En Jeremías 33:6 el Señor dice: “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” El profeta Isaías, refiriéndose a Jesús, dijo: Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios Mas Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. (Is. 53:4-5) El Señor Jesús declaró: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. (Jn. 10:10) Esto, naturalmente, incluye salud.

 

Según había sido profetizado, Jesús vino al mundo para morir por nuestros pecados, y resucitó para darnos vida eterna. Él declaró: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y para dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor. (Lc.4:18-19) Él usó distintas técnicas para sanar a los enfermos. Aplicó lodo con saliva para sanar a un ciego, y lo sanó. Él impuso sus manos sobre un leproso, y lo sanó. Además colocó sus manos sobre la suegra de Pedro que estaba postrada en cama con fiebre, y la levantó; impuso manos sobre una mujer encorvada, y la enderezó. Restauró la oreja de uno que Pedro le cortó. El toque de su manto produjo la sanidad de una enferma con flujo de sangre, y luego, otros enfermos eran sanados con el toque del manto. Jesús liberó a un endemoniado de espíritu que lo mantenía ciego y mudo. El Señor ayunó para liberar a un endemoniado, y le explicó a los discípulos que sólo con ayuno saldría un espíritu violento de mudez que le atormentaba desde la niñez a un joven, tratando de matarlo. Jesús también oró al Padre para resucitar a Lázaro, diciendo: ‘Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.’ Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! (Jn. 11:1, 4, 41-43)

El Señor usó todas esas técnicas mencionadas; pero también envió la Palabra de sanidad al hijo de un oficial del rey que estaba a punto de morir, y al hijo paralítico del centurión y ambos fueron sanados. Esto  comprueba que uno de los remedios más efectivos en la sanidad es declarar la Palabra, ya que hay poder curativo en ella. El Proverbio 4:20-22 dice: Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. Que no se aparten de tus ojos; guárdalos en lo profundo de tu corazón, porque son vida para los que las hallan y medicina para todo su cuerpo.

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Last Updated: 11 de mayo de 2019