Cuento corto escrito por Arturo Murillo M.... 1999

LÍA

De un año con cinco meses de edad, acompañada por mi hija Cecilia su madre, vino a pasar sus primeras vacaciones de Semana Santa en el puerto de Altata. Durante ocho días convivió con tíos, primos, amiguitos y desde luego con sus abuelos maternos. De buena estatura y peso, con piernas y brazos torneados y fuertes y anchos hombros, Lía todavía camina y corre con la inseguridad de los infantes, sin embargo, empieza a articular sustantivos ligados a verbos, lo que va más allá de su tierna edad, asombrando a todos los que escuchan. La cargaba su abuela levantándola a nivel de los interruptores de la iluminación para encenderla:

- Voy a prender la luz.- dice la abuela.

- Prende la luz.- dice Lía.

A cada descuido de sus mayores, Lía visitaba el estante de la despensa donde se guardan los frascos de las especias los que alcanzaba con sus manitas.

- Éstos son nonos.- decía la mamá.

- Nonos.- repetía Lía.

Le divertía que la subieran al brinca-brinca en donde caminaba sintiendo que el piso se hundía y que la impulsaba ligeramente hacia arriba al dar el paso. Se reía alegremente volteando a ver a quien estuviera cerca para que se percatara de su atrevimiento. Desde luego nunca tuvo el arrojo de intentar brincar.

El padre de Lía no había acompañado a su familia por obligaciones de trabajo en su lugar de residencia: Cancún, Q.R. Para que le recordara se le preguntaba:

- ¿Cómo te llamas?

- Lía.

- ¿Lía qué?

- Lía Castellanos.

- ¿Cómo se llama papá?

- Juan Pablo.

Así pasaron los días hasta que llegó la fecha de regresar a la ciudad. Todos los vacacionistas preparando sus maletas, barriendo y trapeando pisos, recogiendo juguetes y cosas mal puestas, en fin alzando la casa de playa para abandonarla en breve.

Lía camina hacia la mesa de centro del recibidor, se aproxima, toma un caracol, se lo pone al oído y dice:

- Cancún.

El ABUELO

Emocionada con su primer nieta la abuela, que había asistido a su alumbramiento y visitado en Cancún al año de nacida, platicaba de sus encantos. Yo no entendía cuales podrían ser hasta que llegó y la conocí.

Tome a Lía en brazos y con cara seria me miró fijando sus ojitos achinados a los míos. Tarareé el vals Alejandra bailando mientras tomando su mano subía y bajaba su brazo derecho:

Yo quiero decirte

Que eres para mí

Mi amor, mi ilusión.

Lía observaba sin gesto con cierta extrañeza que se percibía en su mirar.

Yo quiero decirte

Que tu amor llena mi vida.

Te quiero Alejandra

Con todo mi amor. Tan, tan.

Lía se empuja con sus brazos alejando su cuerpo del mío y pide a su madre que la cargue. Tres veces más bailo con ella con el mismo resultado. A la quinta vez vuelvo a cantar Alejandra y de nuevo se separa de mí pero de repente pone la cara del niño alegre. Estoy por terminar la canción:

- Te quiero Alejandra, con todo mi amor.

- ¡Lía Castellanos!- me dice riendo.

LA ABUELA

Arturo y Sergio son los nietos hijos de nuestro hijo mayor.

- ¿Por qué?- pregunto a la abuela- Noto algo especial hacia Lía. Algo diferente que no hubo para Arturo y Sergio.

- Porque es niña.- contesta.

- También las tías y sobrinas ponen más atención a Lía o bien una atención diferente a la que tuvieron con por mis nietos. ¿Qué acaso existe una sociedad secreta de mujeres y están dando la bienvenida a una hermana del clan?

- Así es. Como existen también sus clubes de Tobby. No se hagan, los hombres reciben con particular alegría a sus nuevos socios. Nosotras a las nuestras.

En fin, van pasando las vacaciones, la abuela se dirige a Lía:

- China, chinacata, vamos a cambiarla porque le apestan las ñangas.

  • - Apestan las nalgas.- dice la niña.

  • - Diga amueña, mi amor.

  • SERGIO
  • El menor de mis nietos es Sergio. Vive en un mundo de fantasía. Sobre un viejo bote, que alguna vez fue un velero modelo Tern de 14 pies de eslora, nos hacemos a remo a cruzar hacia la orilla deshabitada de la laguna interior. Hay un trecho de costa con un manglar que a sus pies tiene un canal con algo de profundidad. Suele haber peces cuando está subiendo la marea. Cebamos los anzuelos y se inicia la pesca. Vamos dos niños pescadores, Sergio y Giorgo su invitado, ambos con chalecos salvavidas, y dos adultos, uno por cada niño, para remar y atenderles.
    En eso estamos cuando Giorgo prende un pequeño pescado. Es su primer trofeo. En la emoción y desorden de rescatar línea y pescado, con el ayudante que no sabe lo que hace, por fin logramos la presa. Decido regresar. Giorgo va a su casa con su familia a enseñar su captura, le toman fotos y le festejan. Hay pescadores en la orilla terminando con los últimos supervivientes de la bahía extrayendo un chinchorro, botan los pescados que no les interesan. Sergio toma uno de los pescados tirados en la arena, camina rumbo a nuestra casa y al llegar se dirige a la concurrencia que se encuentra bajo la palapa del patio anterior de la casa. Cuando Sergio tenía tres años de edad decidió que todas las mujeres le mostraran sus senos, al no lograr su propósito ahora que cumplió cuatro no las quiere.

    Mariela de ocho años, hija de mi hermano y por tanto tía de mis nietos, enseñó unos bailables a sus compañeras, todas ellas menores que la maestra. Natalia y Elena las cuatas hermanitas de Mariela y Cecilia y Rebeca, hijas de mi sobrina Mercedes, llegada de Saltillo para las vacaciones, ensayaron en secreto y anunciaron que presentarían una variedad.

    Nos reunimos a las cuatro de la tarde en la terraza techada de la casa del vecino. Un maestro de ceremonias anunció a las bailarinas. Al son de la música de la pista desfilaron y se colocaron cada una de las cinco artistas en pose fija diferente. Una fingiendo apoyar el mentón sobre la palma de la mano, otra enmarcando un ojo con los dedos índice y pulgar de una mano y la otra mano sobre la cadera, otra más abriendo los brazos y las manos hacia afuera palmas hacia arriba en un gesto de incertidumbre, la cuarta con una pierna adelantada y flexionada, los codos apoyados en la rodilla y ambas manos abarcando la cara, la quinta Tepsicore con los puños sobre la cadera subiendo y bajando la cabeza afirmativamente diciendo hay les voy. Pausa de la música y enseguida el bailable. Dos números y los aplausos. Todas las familias que hayan gozado de espectáculos similares saben que su calidad corresponde a la edad de los interpretes y a los dos días de ensayo; también saben que no los hay más hermosos e inolvidables.

    Sergio rehusaba presenciar a las mujeres. Su tío Horacio, esposo de mi hija Mercedes, lo convidó a estar presentes pero enojados. Sentados en sillas contiguas pusieron los puños sobre las rodillas, sacaron los labios y bajaron las comisuras en gesto de disgusto, inconformes con el entretenimiento.

    ARTURO

    El hermano mayor de Sergio se llama Arturo, es un joven formal que siempre ha parecido adulto. Curioso, inquisitivo y reflexivo y desde que empezó a hablar pronunció bien las palabras.

    Melisa es la madre de Arturo y Sergio. Mi nuera que no era ahora es. Alta y tan hermosa que en su presencia las modelos profesionales se empezarían a disculpar diciendo que recientemente han estado enfermitas. Melisa, que tiene vocación de arquitecto y de decoradora de exteriores, tomaba una clase de dibujo al desnudo. Una tarde de éstas, que no tenía con quien dejarle, llevó a Arturo al estudio. Al día siguiente el niño le presentó a su consideración el trabajo que entregaría en su kinder como tarea de manualidades. El dibujo es la figura de una mujer rodeada de burbujas. Por rostro tiene un óvalo que en su parte superior lleva rayas verticales por cabello, pequeños círculos por ojos, pera por nariz y elipse por boca; torso con senos, par de círculos con su centro señalado; y con brazos y piernas. Desde luego con rayitas negras en su lugar.

    Todos sin embargo nos vamos haciendo de mayor edad. Los infantes se hacen niños, éstos se vuelven jóvenes que maduran y enseguida envejecen. Todo el mundo incluyendo a las mexicanas pero no a los mexicanos que somos diferentes. Pasamos de infantes a niños y ahí nos quedamos.

    Arturo y amigos veían pasar trici y cuatrimotos por la playa frente a la casa. Los choferes, de los vehículos que no obstante ser para uso individual llevaban tres y hasta cuatro pasajeros sin cascos, coderas o protección reglamentaria alguna, tendrían la edad de Arturo o serían menores. Los espectadores, que hacían bolas de arena mojándolas con agua de la llave, decidieron bombardear con ellas a los motociclistas olvidando que sus choferes y pasajeros tienen hermanos mayores. Cuando escucho los gritos de pavor de mis nietos veo a niños más grandes corriendo tras de ellos tupiéndolos a pedradas y almejazos. Salgo a decir que paren la agresión y los desconocidos ni dentro de mi casa hacen el menor caso hasta que tengo que gritarles. Después resultó que los justicieros tienen papás.

    Arturo se sentó en la sala un buen rato, como a las dos horas pregunta:

  • EL CARACOL
  • Lía tardó unos días en acostumbrarse a la convivencia con la familia extendida, catorce personas entre adultos y niños en casa y otras tantas visitas diarias. Una vez de regreso en Cancún, ya en la intimidad y cobijo de la familia pequeña, Lía señala las fotografías familiares y pregunta:
  • Los abuelos quisiéramos que dijera:
  • Quizás es desear demasiado. Habríamos de conformarnos con que al transcurrir los años y donde quiera que esté, cuando Lía vea un caracol lo lleve al oído, escuche el mar y diga:
  • - Altata.
  • Arturo Murillo M.

    a 10 de mayo de 1999