LOS DÍAS DE LA CREACIÓN por Arturo Murillo M.

ÉL CREA LA MATERIA Y ESTABLECE LAS LEYES QUE RIGEN SU COMPORTAMIENTO.

El astro único se compactaba generando presiones y temperaturas tales que se produjo el gran estallido que dio origen al universo actual. La materia impulsada se alejaba del centro del Big Bang al tiempo que se atraía lateralmente. Las partículas que se lograban unir aumentaban la fuerza de atracción sobre la materia circundante haciéndola converger. Al llegar a una masa crítica estos cuerpos se encenderían y se volverían estrellas. La materia cercana, que habría escapado de caer en ellas, empezaría a girar a su alrededor bajo la influencia del impulso inicial y de la gravedad. Se formarían planetas en órbitas alrededor de las estrellas y éstas se congregarían en galaxias siempre alejándose entre sí. En la galaxia llamada Vía Láctea se formó la estrella Sol y su sistema planetario.

"Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas."          brachio_lrg_wte.gif (15507 bytes)

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA PRIMERO.

El planeta Sol Tres es la Tierra. Es singular, ni tan lejos de Sol para ser un témpano frío ni tan cerca para estar calcinado; por otro lado su tamaño es tan grande que le permite retener una atmósfera pero no tanto que presente una gravedad aplastante. La atmósfera de Tierra era una mezcla de metano, bióxido de carbón, amonia, nitrógeno, vapor de agua e hidrógeno. Tenía muy poco oxígeno y habría sido venenosa para la mayoría de la vida que ahora conocemos. La superficie estaba cubierta casi en su totalidad por un gran océano y solamente sobresalía una porción menor de la corteza.

"Haya un firmamento en medio de las aguas..."

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA SEGUNDO.

Bajo las aguas y relativamente enfriada estaba la mayor parte de la corteza, bajo de ésta un manto caliente y en el centro del globo el candente núcleo. El manto se expandía calentado desde el interior y se esforzaba por salir a la superficie. Lo conseguía provocando fallas y erupcionaba vomitando fuego, gases, metales y corteza derretida. De esta manera el joven planeta aportaba elementos y compuestos químicos directamente a las aguas y sobre la superficie descubierta. Las continuas lluvias erosionaban ésta y arrastraban sus materiales hacia el gran mar haciendo que sus aguas fueran ricas de compuestos en suspensión, coloidales y disueltos.

Al compartir uno o más de los probables espacios de sus respectivas órbitas exteriores los átomos formaron moléculas. De igual manera las moléculas de diferente composición atómica se unieron en cadenas, abiertas o cerradas sobre sí mismas, formando compuestos. En el rico caldo del primer gran mar se unían fortuitamente a veces integrando complejos a partir del carbón. Su destino era organizarse y desbaratarse sin mayor propósito. En millones de años de combinaciones aleatorias se llegaron a formar azúcares con apéndices, algunos a partir del fósforo, otros con ligas a bases de nitrógeno. Estas azucares se unieron formando complejos que a su vez se concatenarían para hacer los ácidos orgánicos. Dos ácidos torciéndose entre sí se constituyeron en una doble espiral vinculada por sus bases resultando el ADN. Cada base de una espiral tenía afinidad por ligarse a cierta base de la otra. El ADN podía deshilvanarse a lo largo de su enlace. Los vínculos entre las bases serían: A con T y G con C nombradas así por las iniciales de sus nombres. Se formaron en series de tres: ATG, TGC, GCA, CAT, etc. estableciendo un código cual abecedario de veinte letras. A la letra ATG de una espiral correspondería la letra TAC en la otra espiral que al deshilvanarse atraería del medio las bases ATG para repetirse a sí misma. Con estas letras se podían componer miles de palabras haciendo un lenguaje para trasmitir una riqueza de información. Todo aquello no hacía más que replicarse y desunirse al azar de tormentas eléctricas, erupciones volcánicas y lluvias de meteoritos, que así se comportaba la naturaleza del joven planeta.

Del espacio exterior llegaban asteroides y cometas, algunos ricos en hielo y complejos orgánicos. En la convulsión de las tormentas eléctricas en la extraña atmósfera se unían su metano, amonia, vapor de agua e hidrógeno y se depositaban en el mar en medio de violenta turbulencia provocando gotas del rico cultivo que brincaban de la superficie y duraban segundos antes de caer. En el fondo del océano brotaba el magma interior que hacía hervir las aguas vecinas permitiendo se formaran microburbujas que duraban minutos mientras subían a la superficie.

Si algún cometa depositó en el océano el primer quiste de célula habríamos nacido de las estrellas. Quizás tengamos un origen más pedestre. Alguna gota salpicada o una burbuja dentro del mar capturó un tramo de ADN. Al replicarse el ADN demandó nutrientes cambiando la composición de su entorno. La estructura de la periferia de la gota formada por simple tensión superficial cambiaría por el intercambio de nutrientes al intentar reponer los compuestos que ocupó para el crecimiento del ADN. Se formaría una membrana que daría individualidad a los primeros seres vivos, organismos unicelulares protocariotas. Dos mil millones de años pasarían para desarrollar el núcleo donde residiría el ADN, el citoplasma a su alrededor y ambos circunscritos por su membrana exterior. Habría nacido la célula eucariota. El núcleo se partiría en réplica de sí mismo y la primer célula se dividiría en dos. Se habrían dado el nacimiento, desarrollo, multiplicación y muerte del primer individuo. Se habrían creado la vida y el código genético para la multiplicación y evolución. Todo los seres vivos, vegetales o animales que habrían de venir, estarían hechos de estas células. Pasaban los milenios y las aguas seguían llenas de células casi idénticas a sus progenitoras.

Ciertas secuencias del nuevo vocabulario eran más favorables que otras para producir células adaptadas al medio. Se desarrolló dentro del núcleo un centro de control que empezó a dirigir la multiplicación hacia la partición conveniente. Aparecieron células adaptadas a las profundidades y otras a las aguas superficiales. En forma de globos unicelulares se movían con las corrientes hasta que se iniciaron cambios.

Algunos microorganismos, las bacterias azul-verdes, parecían más plantas que animales. Desarrollarían una sustancia verde, la clorofila, que usando la energía de la luz solar les permitiría procesar como nutriente el bióxido de carbón de la atmósfera consumiendo además los nitrogenados y fosfatados de las aguas. Estos seres serían tan exitosos que tendrían una proliferación explosiva y empezarían su adaptación para poblar la tierra. Resultaba además que como desecho exhalaban oxígeno durante el día y aunque lo consumían durante la noche produciendo bióxido la reacción diurna, energizada por la luz y a más alta temperatura, era más rápida por lo que habría una ganancia diaria de oxígeno. Las plantas aumentaron el oxígeno disuelto en las aguas y su proporción en la atmósfera, esto haría posible la multiplicación de los organismos que lo respirarían.

"La tierra produjo pasto y hierbas que dan semillas y arboles frutales..."

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA TERCERO.

Otra vertiente de la evolución produjo microorganismos que parecían animalejos. Estos absorbían el oxígeno disuelto en el agua que provenía del producido por las plantas acuáticas o del tomado de la nueva atmósfera integrándolo a las aguas por la agitación de los vientos. El oxígeno resultaba un energético más eficiente que la luz solar y disponible noche y día. Uno de estos seres nació con un pequeño olán en su membrana exterior que al moverse lo impulsaba. Aprendió a desplazarse hacia aguas más ricas en nutrientes. Este ser comería más y se multiplicaría con más éxito. Habiendo sido genético el cambio lo pudo heredar a su progenie. El olán se volvería flagelo en algunos animalejos o pelillos impulsores, cilia, en otros. Se nutrían a través de su membrana exterior y por esta misma excretaban los sobrantes. Habrían de especializar partes de su membrana, la colocada en el extremo de avance para nutrirse y la del extremo opuesto para excretar. Lentamente, con milenios para cada cambio, fueron evolucionando. Disponiendo de más energía que las plantas y aprendiendo a desplazarse estos nuevos seres también serían de gran éxito.

Por accidente en la transmisión del mensaje genético o bien por la acción de los rayos ultravioleta de la luz solar que produjo cambios en dicho mensaje, las membranas exteriores se empezaron a pegar y se formaron organismos multicelulares. Iniciaría la división de labores. Se organizaran conjuntos de células aptos para la digestión mientras otros unidos fuertemente darían una cutícula exterior resistente. De esta agrupación de conjuntos se llegó a la formación de tejidos. Los tejidos habrían de constituir órganos especializados en nuevos seres más eficientes que sus sencillos antecesores.

Ninguna huella existe de la vida que pobló originalmente el océano hasta que aparecieron gusanillos que al moverse en los lodos del fondo de las aguas dejarían túneles que al fosilizar proporcionarían la primera prueba de su existencia.

La corteza terrestre empezó a moverse con gran actividad. El Sol y la Luna principalmente y el cosmos entero jaloneaban a las masas terrestres que parecían flotar sobre el magma interior. Mientras grandes placas tectónicas emergían de las aguas otras se sumergían. Continentes enteros se montaban sobre sus vecinos haciendo que subsidieran. Caían lluvias que formaban ríos y lagos sobre las grandes extensiones de corteza descubiertas.

"Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche. Sirvan de signos para distinguir tanto las estaciones como los días y los años."

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA CUARTO.

Todos los seres vivos superiores del futuro vivirían necesitando de los microorganismos uni y multicelulares, que habitan en el aire, en el agua y en la capa fértil del suelo. Presentes en todas partes, su número obedece a una sencilla regla: se multiplicarán en función de la comida disponible y de la competencia por ésta. Ellos permiten que las plantas aprovechen los nutrientes del suelo y que los animales puedan digerir los alimentos por lo que sin ellos no habría vida superior.

Los entes con la capacidad de moverse a su arbitrio empezaron a comer organismos más primitivos y unos a los otros. Algunos entes muy pequeños aprendieron a penetrar las membranas de los seres superiores y a alimentarse y proliferar dentro de ellos. Serían los patógenos contra los cuales los organismos superiores habrían de crear anticuerpos para combatirlos. Se iniciaría un combate interminable entre la salud y la enfermedad.

Algunos animales acuáticos, todos lo eran, para protección fueron desarrollando esqueletos exteriores o armaduras. La seguridad adquirida por otro lado los volvía lentos. Para soportar la armadura empezaron a tener un esqueleto interior de material rígido. Este desarrollo llevó a los primeros peces. El esqueleto se fraccionó, se volvió flexible y se ligó a músculos fuertes que los hizo excelentes nadadores cuando perdieron la estorbosa coraza. Perfectamente adaptados, los que permanecieron en el agua no volverían a cambiar y siguen casi igual hasta la fecha.

"Crezcan y multiplíquense y llenen las aguas del mar."

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA QUINTO.

Algunos peces se adaptaron al agua dulce. Se sucedían períodos de lluvia con lagos y ríos plenos de agua dulce y largas sequías que los secaban. Algunos peces además de absorber oxígeno del agua por sus agallas aprendieron a tomarlo de la atmósfera que ahora tenía suficiente gracias a las plantas. Estos peces pudieron migrar sobre la superficie seca, comer de sus congéneres menos afortunados y se multiplicaron. De estos algunos tendrían aletas cortas y carnosas que les facilitaron arrastrarse. Se habían creado los anfibios. Ponían huevos que se secaban rápidamente fuera del agua y morían por lo que dependían del agua y necesitaban buscarla continuamente. Poco a poco algunas especies se cubrieron con una piel más gruesa y sus huevos desarrollaron cascarones que le permitirían retener líquidos. Habrían nacido los reptiles, independientes del medio acuático. Eran los dinosaurios y serían dueños de la tierra.

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Durante los milenios de formación de órganos especializados, el ritmo de evolución era lento hasta que apareció el sexo. En las plantas que lograron establecerse en tierra los sexos aparecieron en ostentaciones de belleza en sus formas, colores y aromas. Son las flores que tanto apreciamos. También en los animales, en especial en los terrestres, el sexo llegaría a condicionar la evolución de manifestaciones externas para cada género. A partir de entonces dos individuos de la misma especie, pero diferentes entre sí, podrían intercambiar la información de sus códigos genéticos para producir nuevos seres que no dependerían de accidentes de la transmisión para ya no ser réplicas de sus progenitores. La velocidad de cambio aumentó.

Tierra tenía un clima benigno, ni tan helado que enfriara la sangre de los dinosaurios causando un sopor permanente, ni tan caliente que les hiciera perder calor tan aprisa que no les fuere posible sustituir la energía con la comida a partir de vegetales. Algunos dinosaurios pequeños, quizás huyendo de sus gigantescos depredadores, se aventuraron a regiones frías del planeta. Las escamas de su piel se volvieron plumas que además de cobijarlos al tiempo les permitió volar. Otros pequeños dinosaurios desarrollaron un control interno de temperatura que los volverían los primeros animales de sangre caliente. Muchos de estos pájaros y ratones empezarían a alimentarse de gusanos e insectos y de la carne del resto de los animales, la mayoría de las veces de carroña. Atemorizados por los dinosaurios vivían en permanente estado de zozobra agudizando su ingenio. Se desarrollarían convirtiéndose en mamíferos, pariendo a su descendencia, cuidando de su progenie y evolucionando cerebros de mayor tamaño relativo a sus cuerpos.

Inesperadamente la actividad volcánica aumentó haciendo que la atmósfera se llenara del polvo de las erupciones. La temperatura bajó y faltó luz, consecuentemente la abundancia de vegetales desapareció y los dinosaurios, enfriados y sin comer, fenecieron. Muchos geólogos opinan que un gran aerolito, que se estrelló en el Golfo de México cerca de Yucatán, levantó tal cantidad de vapor de agua y de polvo que habría provocado la desaparición de los dinosaurios. Los animales de sangre caliente adaptables al cambio heredarían la tierra.

Para vivir en los árboles, lejos de los depredadores terrestres, los monos desarrollaron manos en vez de garras, ojos hacia el frente de la cara para dar una visión capaz de juzgar profundidad y conocer los colores y un cerebro que podía controlar los movimientos del cuerpo para transportarse de rama en rama. Fueron creciendo en tamaño y musculatura, en inteligencia y en cualidades gregarias. Ya no eran monos sino que eran simios. No obstante el acecho de leones y leopardos, bajaban frecuentemente de los árboles para alimentarse de los frutos de las llanuras. Como les convenía mantenerse erguidos para mejor detectar la presencia de sus enemigos, a estos simios aventureros les fue cambiando la entrada de la espina dorsal al cráneo. La conexión al cráneo se movió de la parte posterior de éste bajando hacia su parte inferior. Se volvieron bípedos y habrían liberado las manos. Entonces el pulgar de las manos fue girando hasta oponerse al resto de los dedos y con esta aposición las manos se volvieron delicadas y diestras. Ya vivía el llamado simio del sur, australopíthecus. En varios milenios más, con un cerebro más grande, mayor habilidad e inteligencia, mayor soltura al caminar erguido; habría evolucionado el primer hombre, homo habilis. Campante sobre la tierra, dueño de sí y de su entorno, era nuestro antepasado directo, homo erectus. Los siguientes siglos habrían de ver la evolución hacia el hombre que conoce, homo sapiens y en un brinco más al homo sapiens sapiens, el cromagnon o sea el hombre moderno.

"A su imagen y semejanza le creo."

El gran estallido habría ocurrido hace doce mil millones de años. Desde aquél momento, el más lejano del tiempo, se tardarían siete mil millones de años para formar el Sol, quinientos millones más para formar la Tierra, quinientos millones para producir la primer célula sencilla, dos mil millones para crear la célula eucariota con núcleo y membranas especializadas, ochocientos millones para seres multicelulares y dar origen al sexo, ochocientos millones para los primeros peces, cincuenta millones para los anfibios, cincuenta millones más para los reptiles que habrían sido la especie dominante durante doscientos cuarenta millones y que habrían de ceder su reinado hace sesenta millones a los mamíferos. Cincuenta y cinco millones de años de desarrollo de mamíferos llevaron al simio y enseguida, hace dos millones de años, el genero humano que por fin engendraría al hombre moderno, un bebé de sólo cien mil años. "Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno."

Y ATARDECIÓ Y AMANECIÓ EL DÍA SEXTO.

"Dios terminó su trabajo el Séptimo día y descansó..."