Sylvia Plath

 

Deseabas con locura la calma
de una muerte que alejaste durante horas,
con el cuerpo de una mujer para tu jarrón, 
botijo, urna...
fuiste el terciopelo rojo de una rosa ansiosa,
floreciendo en su anhelo por volver a la tierra.

Ahora yaces bajo una lápida quieta, 
más allá del frío,
más allá de los voltios azules, más allá
de tu luna perturbadora...

 

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