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Anton Bruckner
(1824-1896)

      Nace en Ansfelden (Austria) el 4 de septiembre de 1824, siendo hijo del organista de la Catedral de Ansfelden. Se inicia en la musica a la edad de 4 años, estando capacitado un lustro después para sustituir a su progenitor al frente del órgano de la institución. Serán rasgos de su carácter el absoluto inmovilismo ante los cambios sociopolíticos operados en Europa durante el siglo XIX, el catolicismo a ultranza no excento de una cierta dosis de superchería, y la debilidad del carácter que le hacía confiar en cualquier consejo de las personas de su ambiente.

      En 1835 estudia teoría con su primo Johann Baptist Weiss en Hörsching. Dos años después fallece su padre. Parecía lógico que tras la pérdida del cabeza de familia, el joven Anton (13 años) asumiera ciertas responsabilidades económicas con respecto a la familia. Su madre, empero, no permitió que su talento musical se malgastara e hizo todo lo posible para internarle en el monasterio de S. Florian. En su mayoría de edad Bruckner no fue indiferente a este apoyo familiar y no dejó en ningún momento de atender sus responsabilidades económicas con respecto a su madre y hermanos.

      Precisamente a la temprana pérdida paterna, achacan los biógrafos la debilidad de carácter de este compositor. En el monasterio estudia con el organista Anton Kattinger, que le enseña teoría y órgano (en el que llegará a ser uno de los intérpretes más sobresalientes de la época), y de forma autodidacta aprende a tocar el violín. Su escasa confianza en sus aptitudes musicales lo llevan en 1840 a ingresar en la Escuela Normal de Maestros de Linz. Realmente los planes de Bruckner estaban muy lejos de ser los de convertirse en un eminente compositor, bien al contrario se conformaba con el mismo puesto que había ocupado su padre. Pero para ello debía obtener un diploma en la Escuela de Magisterio de Linz. En dicha ciudad tuvo la oportunidad de asistir a conciertos donde se ejecutó la música de Beethoven. A partir de aquel momento, ya no hubo más plan para Bruckner que la dedicación al bello arte. A pesar de todo, en 1841 ejerce como maestro adjunto en Windhaag, más tarde en Kronstorf y finalmente en San Florian (1845), donde vuelve a recibir las lecciones de Kattinger. En el monasterio se hace cargo del coro, para el que compone gran parte de la producción musical de esta época, ocupándose del órgano a partir de 1848. Ya en 1856 se instala en Linz, siendo Organista de la Catedral y dedicándose exclusivamente a la música. Simultáneamente toma lecciones a distancia de armonia y contrapunto con Simon Sechter, obteniendo el título de Maestro de Música en Viena en 1861. No obstante, y no satisfecho, aún amplió sus estudios de orquestación con Otto Kitzler, quien le introdujo en la música sinfónica del siglo XIX, desde Beethoven a Wagner. Pero este ánimo de perfeccionista lo lleva a ingresar en un sanatorio por agotamiento nervioso en 1867.

      El internamiento, como decíamos, se debió a su maniático afán de perfeccionar cada una de sus actividad, así como al cada vez mayor abanico de actividades en que estaba inmerso, coincide con el nacimiento de su fama en todo el imperio astrohúngaro. Tras esta etapa, y ya recuperado, sustituye a Sechter en las clases del Conservatorio de Viena.

      En 1884 estrena con con clamoroso éxito de su 7ª Sinfonía. La prensa le aclama como el nuevo Beethoven y a partir de ese momento le llueven los reconocimientos, baste citar el doctorado honoris causa por la Universad de Viena.

      Bruckner muere de hidropesía el 11 de octubre de 1896 dejando incompleta su 9ª Sinfonía. Por expreso deseo del compositor, su cuerpo es embalsamado y expuesto bajo el órgano del monasterio de S. Florian. ¿A qué se debe este deseo?, a su fobia a la descomposición natural del cuerpo tras la muerte. Actualmente dicho órgano lleva el nombre del compositor.

Estilo

      Las primeras obras de Bruckner se caracterizan por la nula influencia de compositores como Beethoven, Berlioz, Liszt o Wagner, reflejando un apego casi absoluto a los cánones vigentes en las obras de Haydn o Mozart. Pese a ello, termina por acercarse más formalmente a Beethoven y a Schubert que a cualquiera otros compositores, pero espiritualmente es evidente que su modelo es Wagner. Y es que en la forma, parte del modelo bethoveniano de la 9ª Sinfonía: es decir: una gran primer movimiento tritemático, seguido de un expresivo adagio, el scherzo en forma sonata y el final-resumen (Stanley Sadie). Con todo su absoluta estabilidad tonal con una armonia que se desarrolla con lentitud vuelven a alejarlo de Beethoven.

      Por otro lado, su obra gira en torno al fenómeno religioso. No solo por la gran cantidad de obras compuestas para el oficio litúrgico, sino por la influencia de lo religioso en su música profana. No en vano, Deryck Cooke ha llegado a afirmar que las sinfonías son auténticas misas sin palabras. Bruckner cultiva la expansión de un motivo que ilumina a todos los movimientos de la obra (sinfonía). De este motivo nacen unas melodías caracterizadas por su amplia extensión, y en muchas ocasiones es de resaltar la sonoridad de los metales, elemento que le acerca más a Wagner, llegando a utilizar en algunas sinfonías 4 tubas Wagner.

Escritos

      Harmonielehre, Kontrapunt, Vorlesungen an der Universidad der Wien Schwanczara, Viena 1951.

Obra completa

      Su obra completa ha sido editada por Haas, Orel y Nowak, Musikwiss Verlag, Viena 1944-.



 
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