EL MADRIGAL

por Cirilo Toro Vargas

Quien en su vida no haya sentido el aguijón del amor probablemente esté destinado a la soledad. El amor es la expresión vivificadora del alma expresada en compases de cálida armonía. Es compartir sentimientos y acciones a un grado tal de sensibilidad que ciega la conciencia y se enarbola la bandera del aislamiento social. Al alcanzar la madurez ese mismo amor se torna apasionado y meditado, sufrido y aceptado, tolerante y complaciente.

A través de los siglos infinidad de personas han cantado al amor desde la palestra de la oratoria, desde el verbo de la poesía, entre acordes y bemoles...

En el campo de la poesía más específicamente resulta interminable la lista de bardos que han desbordado sus imágenes para alabar o maldecir al amor. Dentro de las formas poéticas resalta curiosamente, para mi gusto, el madrigal, quizás debido a su afinidad con la música y el canto, sin menospreciar a la décima, naturalmente.

El madrigal es un poema breve cuya expresión traduce espontaneidad y delicadeza. Su pensamiento usualmente cobija el tema amoroso, aunque en este siglo ha albergado otros tópicos. Recordemos, por ejemplo, el "Madrigal al Billete de Tranvía" de Rafael Alberti.

El sevillano Gutierre de Cetina y el puertorriqueño José P. H. Hernández, entre otros, han legado al mundo bellísimos madrigales. Versos endecasílabos y heptasílabos que riman libremente conforman su estructura.

Aunque esta forma poética no conlleva un ordenamiento riguroso específico, este poeta se ha tomado la licencia de crear la octolaba (o estrofa cirílica). Esta responde al siguiente patrón:

7A

11B

11B

7A

11C

11C

7A

11A

Los madrigales que comprenden esta sección representan apenas el puñado inicial que origina este nuevo ordenamiento del madrigal. Juzgue el lector sus méritos, y el poeta sus posibilidades.

12 de diciembre de 1995

Tomado del poemario Volcán.

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Revisión: 9 de noviembre de 1997.
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